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Donación

Subasta por la ciencia

La relacionista pública May Rubião dejó parte de su herencia a la FAPESP para financiar estudios sobre células madre

En primer plano, Natureza morta, de Aldo Bonadei; al lado, A grande cidade azulada, de Antonio Bandeira, y Fachada, de Alfredo Volpi

Léo Ramos Chaves

La donación de un conjunto de 70 obras de arte, joyas, muebles y objetos de decoración ayudará a financiar la investigación genética en Brasil. El testamento de la relacionista pública May Nunes de Souza Rubião, quien falleció en el mes de febrero, a los 94 años de edad, legó a la FAPESP una parte de sus bienes valuada en alrededor de 3 millones de reales, con la condición de que fueran subastados y lo recaudado se destine como dotación para una fundación de apoyo a la investigación con células madre perfilada hacia la prevención y el tratamiento de enfermedades degenerativas. La subasta se llevó a cabo la noche del 24 de octubre, donde se logró vender más de la mitad de los lotes que salieron a remate y se recaudaron alrededor de 540 mil reales. El artículo más caro del remate fue una naturaleza muerta pintada en 1970 por el artista paulistano Aldo Bonadei (1906-1984), cuyo valor base era de 180 mil reales y, luego de 26 pujas entre los interesados, fue vendido por 305 mil reales. May Rubião fue la única dueña del cuadro, que le adquiriera a Bonadei, de quien también poseía otras obras. Las piezas más baratas subastadas fueron un palillero de plata, un candelabro y una alfombra, adquiridos por mil reales cada uno. Entre los lotes más disputados, sobresalieron un adorno de plata del siglo XVIII, que se vendió por 7.500 reales, y una escultura de un caballo en bronce, rematada por 3.300 reales.

En los días posteriores a la subasta, varias de las piezas que no se vendieron fueron negociadas con anticuarios y galerías de arte. A comienzos de noviembre, 57 de las 70 piezas ya se habían vendido, incluso la más valiosa de ellas: el óleo sobre tela A grande cidade azulada, obra del pintor cearense Antonio Bandeira (1922-1967), exhibida en la 2ª Bienal de São Paulo, en 1953, adquirida por 1,67 millones de reales. En total, se recaudaron poco más de 3 millones de reales.

Como aún quedan piezas por vender, se espera contar para el mes de febrero con una idea cabal del monto total recaudado. Esa suma determinará la forma en que se aplicarán los recursos. “Lo ideal sería crear un fondo de inversión a largo plazo, administrado por la FAPESP, donde solamente se invirtieran los dividendos para la concesión de dos o tres becas o proyectos de investigación, sin tocar el capital principal. Pero para eso sería necesario recaudar un monto superior a 5 millones de reales”, dice el arquitecto José Moraes, sobrino de May Rubião, quien se encuentra a cargo del inventario.

En la segunda mitad del siglo XX, las universidades eran beneficiarias del patrimonio de aquellos que no dejaban herederos

Según el representante legal de la FAPESP, Gustavo Mônaco, ésta fue la primera vez que a la entidad se le legó una donación en un testamento. “No existen registros desde la creación de la Fundación, en 1962, de alguna otra donación de este tipo”, dice el apoderado. La FAPESP se financia mediante recursos provenientes del Tesoro Estadual –la Constitución de 1989 determina que el 1% de la recaudación tributaria paulista se destine a la Fundación–, más allá de sus propios ingresos y de inversiones de agencias, instituciones y empresas con las cuales mantiene acuerdos y convenios. En 2016, se invirtieron 1.137 millones de reales en más de 24 mil proyectos de investigación.

En Estados Unidos y en Europa no es raro que empresarios y filántropos destinen parte de su patrimonio a la investigación bajo la forma de donaciones a universidades o instituciones científicas o en la creación de fundaciones que administran grandes dotaciones de dinero. En Brasil ya hay algunos ejemplos, pero aún son aislados. El caso más significativo, por el monto involucrado, es el del Instituto Serrapilheira, que se creó este año para la administración de un fondo patrimonial de 350 millones de reales donado por el matrimonio conformado por João y Branca Moreira Salles para invertirlo en proyectos de investigación en diversas áreas del conocimiento.

Léo Ramos Chaves Cavalo, escultura de bronce patinada en negro, obra de Caetano FraccaroliLéo Ramos Chaves

Dos proyectos de ley que versan sobre fondos endowment  se encuentran en trámite en el Congreso Nacional. Uno de ellos, ya aprobado en el Senado en el mes de septiembre y enviado a la Cámara de Diputados, apunta a regular la administración de las donaciones a universidades. El texto original del proyecto de ley, cuya autoría le corresponde a la senadora Ana Amélia (Partido Progresista, PP – Rio Grande do Sul), establecía que los recursos donados a instituciones públicas educativas y de investigación serían administrados por fondos endowment, como aquéllos que ya existen en algunas universidades y reciben asignaciones donadas por exalumnos. Pero ese modelo resultó modificado por un proyecto alternativo presentado por el senador Armando Monteiro (Partido Laborista Brasileño, PTB – Pernambuco) e incorporó la posibilidad de que las fundaciones administren los recursos. El segundo proyecto transita un camino inverso: también fue aprobado en septiembre en Diputados y remitido al Senado. Su autora es la diputada Bruna Furlan (Partido de la Socialdemocracia Brasileña, PSDB – São Paulo), y el texto versa sobre los fondos endowment en las universidades federales. Contempla la creación de fondos en cada institución para administrar recursos provenientes de donaciones u otras fuentes, y que ese dinero se utilizaría obligatoriamente para la financiación de investigaciones y extensión universitaria. Se anuló en la propuesta la posibilidad de que las donaciones se encaucen para sectores o actividades a pedido del donante.

Durante el siglo pasado, llegó a ser común en el país que el patrimonio de las personas que morían sin dejar herederos se legara a universidades públicas. Un decreto ley de 1945 estableció que las denominadas herencias vacantes les correspondían a los estados, que deberían invertirlas en educación superior. En el caso de São Paulo, la USP comenzó a recibir ese tipo de patrimonio en 1957 y, a partir de 1985, se repartió su primacía con las estaduales de Campinas (Unicamp) y Paulista (Unesp). En 1990, no obstante, se modificó la ley y las herencias vacantes quedaron a disposición de los municipios.

La donación de colecciones y obras de arte a universidades es relativamente común y este tipo de patrimonios pasa a formar parte de museos y bibliotecas. Uno de los ejemplos más conocidos fue la donación, en 1962, de las colecciones de los mecenas Yolanda Penteado y Ciccillo Matarazzo, que actualmente son patrimonio del Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de la USP. Hace cuatro años, esta misma universidad inauguró la Biblioteca Brasiliana Guita y José Mindlin, compuesta por una colección de 32 mil libros, obras raras en su mayoría, legado del empresario José Mindlin (1914-2010).

Durante más de 40 años, May Rubião trabajó como relacionista pública de Metal Leve, una empresa fundada por Mindlin. Según su sobrino, José Moraes, ella se inspiró en el ejemplo del empresario. “Mi tía era una mujer de vanguardia, graduada en letras y en ciencias sociales en los albores de la USP. En una época en que las mujeres todavía no trabajaban, se sintió atraída por las relaciones públicas, transformándose en una precursora del área en Brasil, y realizando pasantías en Washington, Londres y París”, relata. Se casó con el abogado João Álvares Rubião Neto (1915-2010), proveniente de una familia de caficultores de la localidad de Bananal (São Paulo). Algunos de los muebles que salieron a remate pertenecían a la finca Resgate, que era propiedad de sus antepasados. El matrimonio no tuvo hijos. La idea de dejar parte de su patrimonio para patrocinar estudios sobre células madre, dice el sobrino, tiene que ver con el interés de la relacionista pública por incentivar la investigación en la frontera del conocimiento. “Ella consideraba que ayudar a la sociedad a sobreponerse al mal de las enfermedades degenerativas es una causa noble”, dice.

Léo Ramos Chaves Escultura en bronce patinado, obra de Bruno GiorgiLéo Ramos Chaves

Su sobrino intentó convencerla de efectuar esa donación en vida. “Ella tenía una personalidad fuerte y no quería desprenderse de la colección que había reunido en forma meticulosa a lo largo de su vida”, explica, recordando que fue amiga del pintor Antonio Bandeira cuando ambos estuvieron viviendo en París. Según él, May Rubião tomó la decisión de donar su colección para las investigaciones con células madre y, buscando referencias, le pidió orientación a Celso Lafer, por entonces presidente de la FAPESP, a quien ya conocía de Metal Leve, dado que los Lafer eran socios de la empresa. “Ella me consultó y yo le recomendé la FAPESP, que podría administrar los recursos en forma más eficiente”, recuerda Celso Lafer. “La donación sienta un buen precedente y puede servirle de ejemplo a otras personas”. Según Lafer, la ciencia, la tecnología y la universidad constituían referencias importantes para May Rubião. “Cuando ella estudió en la USP, convivió con investigadores tales como Mário Wagner Vieira da Cunha y Juarez Brandão Lopes. En Metal Leve, siguió de cerca la creación de un centro pionero de desarrollo tecnológico y además, era cuñada del físico y docente de la USP Abrahão de Moraes”, dice.

Hace dos años y medio, May Rubião le comunicó a la FAPESP que la institución se hallaba incluida como beneficiaria en su testamento. De acuerdo con el representante legal, Gustavo Mônaco, acaso el ejemplo de May Rubião no sea por mucho tiempo un caso aislado en el historial de la FAPESP. Sucede que, recientemente, se informó a la institución que será la beneficiaria del testamento de una mujer que no dejó herederos. “No estamos al tanto de los detalles, pero sabemos que era propietaria de algunos inmuebles y que decidió legarlos a la Fundación porque consideraba noble que esos recursos se destinaran a la investigación. Y esa señora no actuó influenciada por el testamento de May Rubião, porque ella no sabía de su existencia”, dice Mônaco.

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