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ENTREVISTA

Suzana Pereira Nunes: Una ingeniera química brasileña integra a las mujeres en Arabia Saudita

La científica desarrolla membranas que operan como sofisticados filtros, pero también trabaja en pro de la permeabilidad de la ciencia entre géneros y países

Jayson Ricamara / KaustSuzana Pereira Nunes es una mujer inmersa en territorios de varones, tanto en su área de investigación, la ingeniería química, como en el país donde eligió trabajar durante los últimos 15 años: Arabia Saudita. Pero no percibe a la cuestión de género como una limitación personal en este contexto y asegura que lidia con las mismas dificultades que enfrenta toda mujer, en cualquier país o campo profesional. Así y todo, apostó por trabajar para la inclusión de jóvenes investigadoras en la King Abdullah University of Science and Technology (Kaust), lo que le ha valido el Premio Internacional L’Oréal Unesco para Mujeres en la Ciencia 2023, un prestigioso galardón.

Pereira Nunes aplica la química de punta para desarrollar membranas ultraespecíficas, capaces de funcionar como filtros. En sintonía con la apremiante preocupación por la sostenibilidad y la lucha contra el calentamiento global, desarrolla procesos que no comprenden la producción de dióxido de carbono (CO2).

Especialidad
Química de membranas

Institución
Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá (Kaust), Arabia Saudita

Estudios
Título de grado (1980), maestría (1983) y doctorado (1985) en química en la Universidad de Campinas (Unicamp)

La investigadora creció en Campinas, en el interior paulista, donde se graduó e inició su carrera científica. Realizó pasantías de investigación en Alemania, donde conoció al alemán Klaus Peinemann, con quien contrajo matrimonio, lo que la llevó a dejar de lado su trabajo como docente en la Universidad de Campinas (Unicamp), para radicarse en ese país europeo. Sin embargo, las mayores oportunidades en su disciplina surgieron en la universidad fundada por el rey saudita Abdullah, o Abdalá, en 2009, con la perspectiva de forjar talentos en ciencia y tecnología y superar los límites impuestos por las normas de la sociedad saudita, como la separación entre varones y mujeres, por ejemplo. Pereira Nunes, Peinemann, quien también es profesor en el área de la química de membranas, y su hijo, un incipiente adolescente, se trasladaron allí.

Elegida para forma parte de la Academia Mundial de Ciencias (TWAS) en 2024, aparte de integrar también la Academia de Ciencias del Estado de São Paulo (Aciesp), esta química de 66 años se ha propuesto ahora hacer su aporte para promover el reconocimiento y el intercambio internacional de la ciencia brasileña.

Usted estudia la composición y la producción de membranas que se utilizan como filtros superespecíficos. ¿Cuál es el propósito de esta investigación?
La motivación tiene que ver principalmente con el ámbito industrial: el 50 % de la energía en este contexto se consume en los procesos de separación. En la industria farmacéutica, por ejemplo, es necesario atravesar toda una serie de etapas para purificar, separar los fármacos. Nunca se parte de sustancias puras. Estos procesos, como la destilación, son difíciles de llevar a cabo, consumen energía y producen CO2. La idea es obtener un producto puro y sin degradación utilizando procesos más eficientes, con un menor costo energético. Vale lo mismo para la industria química y petroquímica.

Aparte de la eficiencia, hay un reclamo de sostenibilidad, ¿verdad?
Hoy en día, cuando en este campo se habla de sostenibilidad, significa seguir haciendo más o menos lo que se ha hecho durante décadas y décadas, añadiendo un proceso de captura de CO2 al final. En lugar de replantear el proceso, se le añade un paso. Con procesos de separación más eficientes, es posible que al final siga habiendo alguna producción de CO2, pero mucho menor. En términos económicos, esto aporta amplios beneficios. Un filtrado más eficiente también permite resultados inviables mediante procesos térmicos. Un ejemplo es la purificación de vitaminas. Lo que vengo haciendo desde hace mucho tiempo es desarrollar membranas con una selectividad muy superior a la de las disponibles en el mercado. Y en cierta forma, trabajo para perfeccionar el proceso.

Con procesos de separación más eficientes, que consumen menos energía, puede que aún haya producción de CO2, pero mucho menos

¿Los filtros se fabrican con compuestos que ustedes elaboran?
Últimamente hemos estado utilizando monómeros cíclicos, que son moléculas con forma de poros. Estos poros se polimerizan y forman un filtro cuyos poros son de menos de 1 nanómetro, capaces de separar moléculas pequeñas, como las farmacéuticas. Nuestro trabajo abarca desde la preparación del monómero en sí mismo, aunque muchos de ellos son productos comerciales, y hacer la polimerización y la deposición en un material poroso, para obtener así una estructura muy selectiva.

Además de los métodos químicos, utilizan herramientas como la microscopía electrónica y fuentes de radiación sincrotrón. ¿Qué importancia tienen cada uno de estos recursos?
Una membrana está compuesta por varias capas: una tiene poros mayores, otra es la parte selectiva. Lo que hacemos es diseñar estas capas. Hacemos la caracterización química del material y de las fracciones que atravesarán esta membrana. Utilizo mucho la microscopía electrónica y aquí contamos con un parque de microscopía fantástico: de transmisión, de barrido, de lo que busques. Hacemos una caracterización microscópica minuciosa, mediante métodos que se van desarrollando a medida que los vamos utilizando, para examinar las membranas. En la microscopía de transmisión tenemos una gran resolución, casi atómica, pero solo permite observar una superficie muy pequeña del material, de menos de 1 micrón. En el microscopio electrónico, normalmente es necesario trabajar en vacío, una situación en la que la morfología de la membrana acaba sufriendo alteraciones. El sincrotrón nos permite analizar la estructura de las membranas en agua o en otras condiciones en las que éstas funcionan. Para ello, hace bastante tiempo que mantengo una colaboración con el LNLS [Laboratorio Nacional de Luz Sincrotrón], de Campinas, al que prácticamente vi nacer. En el laboratorio Sirius [el acelerador de partículas del LNLS], ahora disponen de una línea de luz que genera imágenes tridimensionales, que funciona con alta resolución sin necesidad de vacío. También podemos observar un volumen mucho mayor, de hasta 30 micrómetros. Con este volumen, puedo profundizar hasta ver los poros más pequeños y construir toda la imagen en 3D.

Cuándo desarrollan una membrana, ¿son capaces de pasar a escala comercial?
En el laboratorio trabajamos a pequeña escala, es decir, a escala de investigación; pero también tenemos máquinas que pueden producir rollos de 40 centímetros y hasta un rollo de varios metros. Esta es una escala técnica o semitécnica, pero no industrial. Mi marido también es químico de membranas y fundó una empresa en Alemania para fabricar productos que desarrollábamos cuando estábamos allá, así que a futuro, contamos con esa posibilidad. Aquí estamos en la fase intermedia y trabajamos con industrias interesadas. Ahora mismo tenemos un proyecto para la fabricación de un filtro para desalinización, con firmas interesadas en adquirir nuestro producto y desarrollarlo.

La desalinización es una aplicación especialmente importante en Medio Oriente, ¿cierto?
Muy importante. Creo que es la aplicación en la que las membranas tienen más éxito y es difícil competir con las existentes, fabricar algo mejor que lo que se vende en el mercado. Tenemos una membrana que esperamos sea competitiva: no solo en términos de costo, sino también en algunas situaciones en las que la membrana comercial no funciona bien. Por ejemplo, cuando además de sal, el agua contiene contaminantes que atraviesan el filtrado. Se trata de moléculas muy pequeñas, difíciles de retener cuando se somete el agua a tratamiento. Otro tipo de aplicación en crecimiento es la separación de iones con características similares a las sales, para lo que se necesitan membranas más selectivas. Por ejemplo, separar el litio y el magnesio del sodio.

¿Ustedes ya han logrado hacerlo?
Si, en el laboratorio tenemos membranas que han logrado buenos resultados en cuanto a la separación de iones. Están basadas en los monómeros cíclicos que ya he mencionado.

¿Es verdad que su interés por la ciencia surgió a partir de un juego de química infantil?
Es cierto. Cuando cumplí 7 años me regalaron un juego de química. Me encantó, me divertí mucho con eso e incitó mi curiosidad. Luego asistí a la Escuela Técnica de Química en Campinas, el Coticap [Colegio Técnico Industrial Conselheiro Antonio Prado, que más tarde se convirtió en la Escuela Técnica Estadual, la Etecap]. Era una escuela creada por la industria química junto al consulado francés, con la intención de formar técnicos que luego fueran a trabajar en empresas. Era muy buena, la mayoría de mis compañeros acabaron labrándose una carrera. La química me ha acompañado desde muy joven.

Archivo personalEn su tiempo libre, la química disfruta de viajar con su jeepArchivo personal

¿Tenía algún experimento favorito?
Así es, se llamaba “sangre del diablo”. Todo lo que había que hacer era mezclar agua con fenolftaleína y un poco de amoníaco para que el líquido se volviera rojo. Cuando arrojas este líquido sobre una prenda blanca, tienes una hermosa mancha roja. Como el amoníaco se evapora rápidamente, pronto queda blanca nuevamente.

¿Sus padres trabajaban en el ámbito de la educación?
No. Mi madre era ama de casa y mi padre economista.

¿Suelen preocuparle las cuestiones de género?
Por supuesto, al fin y al cabo, trabajo en Arabia Saudita. Me mudé acá hace 15 años, cuando el país era completamente distinto a lo que es ahora. Era muy riguroso y ofrecía muchas menos opciones para las mujeres, fundamentalmente para estudiar ingeniería química. Yo vine por otras razones, pero la posibilidad de influir en la educación de las mujeres fue importante. Kaust era la única universidad que tenía educación mixta, con varones y mujeres en un mismo laboratorio. Cuando llegué, me topé con una limitación muy importante: no había ingeniería química para mujeres en otras universidades del país.

¿Usted era la única mujer en el área?
Sí, la única docente en el programa de ingeniería química. En Kaust solamente hay programas de posgrado. Me contrataron para el programa de ingeniería química y debido a las normas de la universidad, un estudiante de doctorado debía tener algún título en ingeniería química para poder hacer un doctorado en este campo. Me di cuenta de que era difícil que tuviera a alguna mujer de Arabia Saudita como alumna, porque no había tal carrera. Solo podía ser alguien que hubiera estudiado en el extranjero. Ahora hay carreras universitarias disponibles para las mujeres en casi todas las áreas, pero creo que en la mayoría de las universidades sigue existiendo alguna forma de separación entre los varones y las mujeres en aulas o edificios diferentes. Así y todo, los cambios en Arabia Saudita marchan a paso firme y las oportunidades crecen día a día.

Con ese pionerismo, ¿cómo fue darles clases a varones y el trato entre colegas? ¿Tenía que usar velo?
En cuanto a las clases, no tuve ningún problema. El trato siempre fue de sumo respeto, los chicos me trataron muy bien. La universidad fue creada por el monarca de aquella época, el rey Abdullah, con reglas muy diferentes a las del resto de la sociedad. No había segregación ni velo. Dentro de la universidad no era necesario, pero si iba a un centro comercial usaba lo que llamamos abaya, que es como una túnica larga. Ahora ya no existe este tipo de restricción. En términos de género, entre colegas, puede que haya tenido el mismo tipo de problema que en cualquier otro sitio: estar en una reunión y que no te escuchen tanto como a los varones, por ejemplo.

Antes de mudarse también ocupaba un puesto de coordinadora en Alemania. ¿Cómo fue que tomó la decisión de trasladarse?
Para mí también fue toda una sorpresa. En Alemania estaba en una posición realmente buena, en el famoso centro de investigación Helmholtz, y trabajaba con células de combustible, una importante investigación aplicada. Coordiné proyectos europeos, me agradaba lo que hacía. Pero no tenía posibilidades de crecimiento en el instituto; tendría que trabajar en una universidad al menos a tiempo parcial. Empecé a barajar alternativas en Alemania o en otros lugares de Europa, pero dos colegas, uno de Europa y otro de Estados Unidos me dijeron: “Si fuera tú no buscaría en Europa, sino en Arabia Saudita”.

Hace 15 años, Arabia Saudita ofrecía muchas menos opciones a las mujeres, especialmente para estudiar ingeniería

¿No le pareció una opción extraña?
Obviamente. Mi primera reacción fue: “De ninguna manera”. Pero eran dos colegas que respeto mucho. Y ambos me dijeron lo mismo. La universidad había sido fundada recientemente y empecé por ver qué ofrecía, sobre todo en términos de microscopía, algo que siempre me gustó y que en Alemania era de acceso restringido. Me relacioné con otras personas, principalmente cuando hice la entrevista de contratación en el Imperial College de Londres. Allí tenía muchos conocidos de mi área, y varios me dijeron que era un lugar interesante. También fue importante no venir sola. Mi marido también fue profesor en Kaust, ahora ya se jubiló. Nos contrataron al mismo tiempo, en procesos de selección diferentes.

Usted fue profesora en la Unicamp, investigadora en el centro Helmholtz y ahora es docente en Kaust. ¿Cómo compara estas tres experiencias profesionales en tres países e instituciones tan diferentes?
Todas tienen ventajas y desventajas. Me gustó mucho trabajar en la Unicamp y creo que de haber continuado hubiera sido una buena carrera. Me fui por motivos familiares: había ido varias veces a Alemania, para realizar pasantías posdoctorales y períodos sabáticos, y así fue como conocí a mi marido, que es alemán. Cuando nació mi hijo, decidí que no podía seguir manteniendo una relación a distancia y me mudé. En Alemania tenía un laboratorio con alumnos de doctorado e investigadores posdoctorales, pero al no tratarse de una universidad, el contacto con los estudiantes era limitado. Tampoco daba clases, lo que tiene sus ventajas y desventajas. El centro Helmholtz se dedica a la investigación aplicada y su estructura tiende a ser bastante jerárquica. En Kaust tuve libertad para elegir y ampliar mis temas de investigación. El acceso a equipos de última generación también es excepcional. He vuelto a tener un contacto cercano con los estudiantes, no solo con los de mi laboratorio, lo que me da una mayor posibilidad de influir en la formación general.

¿Mantienes colaboraciones en la Unicamp y en Alemania?
En la Unicamp indirectamente, a través del trabajo en Sirius. Y mantengo colaboraciones en Europa en general. Soy la presidenta del consejo de un gran proyecto en Inglaterra, que agrupa a varias universidades en el campo de las membranas, y he concretado publicaciones recientes junto a colegas de varios países.

¿Qué sintió al ganar el premio internacional L’Oréal Unesco para Mujeres en la Ciencia, que coincide con su trabajo para insertar a las mujeres en la ingeniería química allí en Arabia Saudita?
Fue algo muy bonito, tiene una buena carga emocional. Cada año lo reciben cinco mujeres de todo el mundo: una de cada continente, en distintos campos del conocimiento. Yo no esperaba ganarlo, porque crecí y trabajé en Brasil, luego en Alemania y después acá. Mi dedicación se dividió por tres. La mayoría de las veces, el jurado favorece a alguien que nació en un lugar y continúa trabajando allí, pero yo lo gané en representación de los países árabes y africanos. Fue inesperado. Es un reconocimiento muy especial.

¿Qué cree que tiene de especial su trayectoria, a los ojos del jurado de este tipo de distinción?
Creo que el premio tiene dos aristas. Me eligieron por mi contribución a la química, pero lo que marcó la diferencia fue que trabajo en algo que tiene su impacto en términos de reducción de emisiones de CO2, para hacer más sostenible a la industria. También parece haber sido importante, de cierto modo, que me haya dedicado a la educación de las mujeres en un lugar donde existían restricciones. La mayoría de las personas que trabajan conmigo son mujeres, de todo el mundo. Esto ha servido de inspiración a muchas y he recibido más solicitudes femeninas, ahora también de Arabia Saudita. Una de ellas, excelente, hizo la defensa de su tesis en marzo último.

El año pasado fue elegida para integrar la TWAS. ¿Qué significa formar parte de esta academia internacional?
Es algo muy especial. Es un reconocimiento, sobre todo en términos científicos, pero también educativos, por haber hecho contribuciones en distintos países. Acabo de ser elegida, así que todavía no he participado en los debates. Lo veo como una oportunidad para seguir haciendo mi aporte a la educación e inspirando en el campo de la ciencia, fundamentalmente entre las mujeres, en diferentes países. También soy miembro de la Academia de Ciencias del Estado de São Paulo [Aciesp] desde hace mucho tiempo, y estoy muy orgullosa de ello. Y ahora también formo parte de la Academia Mundial.

Archivo personalEn 2023, durante la ceremonia de entrega del premio L’Oréal Unesco para Mujeres en la CienciaArchivo personal

Y también está la vertiente de gestión. Hasta 2024 fue vicerrectora. ¿Cómo fue esa experiencia, y cuáles fueron los retos que enfrentó?
En cualquier país, en un cargo administrativo de este tipo hay que lidiar con situaciones que no están demasiado a la vista. Si una lo hace bien, la gente no se da cuenta. Si no es así, las críticas arrecian. Antes de eso había sido vicedecana durante cinco años, a cargo de la dirección de una de las tres divisiones de la universidad, una estructura administrativa habitual en muchas universidades de Estados Unidos. Es una labor interesante, pero consume mucha energía, que yo prefiero dedicarle a la ciencia.

¿Tuvo que dejar a un lado la investigación?
No lo hice, pero resulta imposible seguir el trabajo cotidiano del laboratorio, para contribuir más a mi grupo. Mi cargo era como viceprovost. La universidad es como si fuese una ciudad y el presidente vendría a ser el alcalde y rector simultáneamente. El provost es la parte de la rectoría más centrada en la educación. Durante un año y medio estuvimos sin provost, así que prácticamente asumí esa función. En ese tiempo hubo muchos cambios en la universidad, decisiones estratégicas que debían implementarse. En esta situación, no siempre es factible hacerse de amigos…

¿Cuán grande es Kaust?
Es una universidad únicamente de posgrado. Hay alrededor de 200 docentes, unos 1.700 estudiantes maestría y doctorado y aproximadamente la misma cantidad de investigadores posdoctorales, además del equipo administrativo. Son extranjeros más del 90 % de los docentes. Hay otros profesores de Brasil. Alrededor de un 60 % de los estudiantes corresponde a extranjeros, y un 40 % a alumnos de Arabia Saudita. Este fue el plan desde el principio. En Alemania tuve varios alumnos e investigadores de posdoctorado brasileños. Aquí, mi primera alumna de doctorado era brasileña, ya había sido reclutada y acabó trabajando conmigo.

¿Cómo funciona la financiación?
En la universidad, cada docente cuenta con un presupuesto básico suficiente como para mantener un grupo de 8 a 10 personas, incluyendo los viajes para asistir a conferencias y todo lo demás. Además, podemos conseguir financiación para proyectos adicionales. El país está implementando un nuevo sistema de ayudas como los de la FAPESP, pero la mayor parte de nuestra financiación proviene directamente de la universidad. Kaust es especial en este sentido. Fue un proyecto visionario del rey Abdulla y creo que estuvo muy bien pensado. Él quería dejar un legado y buscó universidades de fama mundial para crear las diversas áreas. El Imperial College de Londres fue responsable del área de ingeniería química, otras áreas fueron desarrolladas, entre otras, por universidades como las de Chicago y California en Berkeley [EE. UU.], y Oxford [Reino Unido]. Aunque no hay carreras de grado, la universidad también creó un programa para la identificación de estudiantes con talento en otras instituciones, incluso en escuelas, e invertir en ellos. Esto puede incluir la elección de una universidad adecuada para que una persona desarrolle sus capacidades. Debería hacerse lo mismo en otros lugares para estimular a los jóvenes a seguir carreras científicas.

¿Ahora ha vuelto al laboratorio?
Así es. El período que pasé en la administración fue muy intenso y desde octubre, prácticamente me he dedicado a la investigación en exclusividad. Mi grupo tiene actualmente 12 integrantes, entre estudiantes e investigadores posdoctorales. No es muy grande, pero mantenemos una buena productividad. En mis primeros dos años después de que me contrataron, pasé gran parte del tiempo dedicada a la microscopía, Pero después, con las clases y el trabajo administrativo, no he tenido mucho tiempo para trabajar en el laboratorio.

¿Qué es lo que más le alegra de su labor actual?
Me pone muy contenta ver crecer a los estudiantes, no solo en conocimientos, sino también en lo que se refiere a su manera de ser y de trabajar. Me da mucha satisfacción verlos defender sus doctorados y pasar a una nueva etapa. Tres de mis alumnos de doctorado actualmente son docentes universitarios en Brasil.

Me da mucha alegría ver el crecimiento de los estudiantes, no solamente en cuanto al conocimiento en sí mismo, sino también en su manera de ser y de trabajar

¿Aún queda algo de aquella niña fascinada con el juego de química?
Claro que sí. Cada vez que un estudiante viene con un tema para discutir, cuando se encuentran resultados sorprendentes, es algo muy bueno. En el campo de la fisicoquímica, que es el que más me atrae, o en microscopía, sigo conservando el mismo entusiasmo.

¿Cómo es la vida en Arabia Saudita? ¿Vive en la ciudad universitaria?
Sí. La universidad es algo así como una ciudad pequeña, con supermercado, hospital, escuela y restaurante. Se encuentra a unos 80 kilómetros de Yeda, la segunda ciudad saudita en cuanto a tamaño e importancia. La ventaja es que se trata de una ciudad muy internacional y segura. Los niños crecen en contacto con gente de todo el mundo, como ha sido el caso de mi hijo. La universidad tiene 16 programas de investigación en ciencias exactas, biológicas e ingeniería, por lo que la gente vive en una ciudad pequeña habitada solamente por personas interesadas en estas áreas.

¿Qué edad tenía su hijo cuando ustedes llegaron?
Tenía 13 años recién cumplidos. Estudió aquí y después se fue a la Ucla [Universidad de California en Los Ángeles], Estados Unidos, para seguir la carrera de biología. Ahora ha vuelto para hacer el doctorado en biología marina aquí en Kaust. Le fue muy bien en Los Ángeles, podría haber ido donde hubiese querido, pero decidió volver. La universidad se encuentra a orillas del Mar Rojo, la oceanografía es una disciplina muy fuerte. Aquí hay mucho por explorar.

¿Usted participa de alguna manera en la sociedad árabe?
Muy poco, tan solo en el contacto con estudiantes o colegas. Mi vida es en inglés, no hablo árabe. Salgo y converso, he viajado por varias regiones de Arabia en estos años. Me gusta mucho conducir, así que cuando dispongo de tiempo salgo en mi jeep.

¿No hay restricciones para conducir, siendo mujer?
No, ninguna, pero cuando llegué era diferente. Hasta 2018 no podía conducir un vehículo fuera de la universidad. Podía ir en taxi, en ómnibus, pero no conducir por mi cuenta.

¿Cuál es su plan? ¿Piensa quedarse una vez que se jubile?
Me gustaría mucho vivir en Brasil, pero cuando me jubile, lo más probable es que vuelva a Europa, por el contexto familiar.

¿Visita Brasil?En los últimos años no he ido. Estaré allí para la conferencia de la TWAS, que se celebrará en septiembre en Río de Janeiro. Tengo buenos amigos en Brasil, continué con las colaboraciones cuando trabajaba en Alemania y me mantengo en contacto con colegas, por ejemplo, a través de Sirius. Me da mucho placer y me gustaría que este contacto fuese más fluido. Espero que Brasil profundice su internacionalización, que haya más oportunidades para el intercambio de estudiantes. La FAPESP siempre ha cumplido un rol preponderante en ese sentido: de poder contribuir de alguna forma, será un placer.

Este artículo salió publicado con el título “Suzana Pereira Nunes: Química sin fronteras” en la edición impresa n° 350 de abril de 2025.

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