Fueron pocas las ocasiones en que los países de América Latina se articularon para pensar los problemas de la región como lo hicieron al crear la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Lanzada hace 70 años, en febrero de 1948, la Cepal se convirtió en una escuela de pensamiento contraria a las ideas económicas tradicionales, manteniéndose comprometida con la concepción de estrategias de desarrollo para los países latinoamericanos.
Su creación se dio en medio de una amplia reorganización de la economía mundial. Europa se recuperaba de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En África, varios países conquistaban su independencia, volviéndose nuevos actores en el sistema internacional junto a América Latina. Para asegurar que esos países fueran integrados al sistema de relaciones internacionales, la recién instituida Organización de las Naciones Unidas (ONU) instaló comisiones temporales para evaluar la situación económica y social de esas naciones.
Por sugerencia de Hernán Santa Cruz (1906-1999), embajador de Chile en la ONU, la organización estableció como permanente la comisión de América Latina, que pasó a dedicarse al análisis de la situación económica de la región y de las raíces de su subdesarrollo.
“Con sede en Santiago, Chile, y bajo la dirección del economista argentino Raúl Prebisch [1901-1986], la Cepal encarnó la matriz de un pensamiento original sobre la realidad económica de América Latina”, comenta el economista Ricardo Bielschowsky, del Instituto de Economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro (IE-UFRJ), uno de los principales estudiosos de la Cepal.
“Prebisch tuvo mucha influencia de las ideas del economista británico John Maynard Keynes [1883-1946], y fundado en ellas elaboró un pensamiento fuera del contexto del desarrollo europeo y norteamericano”, señala el también economista y estudioso del tema Plinio Sampaio Júnior, del Instituto de Economía de la Universidad de Campinas (IE-Unicamp).
Centro-periferia
En 1949, Prebisch presentó el estudio El desarrollo económico de América Latina y algunos de sus principales problemas, base del modelo de interpretación del proceso de transformación por el cual pasaban las economías del continente. Para él, el ingreso medio de los países latinoamericanos era inferior a aquel de los países industriales a causa de las diferencias de productividad de las actividades económicas entre lo que se denominaba “centro” y “periferia”. El centro estaría formado por los países industriales y la periferia, por los países que se subordinaban a las necesidades de los primeros.
“En lugar de transferirse las ganancias de productividad del centro hacia la periferia, ocurría lo contrario”, explica el economista José Maria Dias Pereira, de la Universidad Franciscana de Santa Maria, estado de Rio Grande do Sul. A diferencia de los precios de los bienes industrializados vendidos por los países desarrollados, los precios de los productos primarios producidos en la periferia sufrían una constante devaluación. “Para salir de la condición periférica, Prebisch abogaba por que América Latina elevara la productividad del trabajo y retuviera el ingreso generado en sus países.”
Sobre la base de ese y otros problemas, la Cepal elaboró nuevas propuestas de crecimiento económico. Para los economistas cepalinos, la industrialización como núcleo de una política de desarrollo permitiría a las economías latinoamericanas enfrentar las desigualdades sociales y superar la dependencia externa”, destaca Sampaio. “Con la Cepal, nace un pensamiento desarrollista latinoamericano con énfasis en el rol del Estado, contrariando el pensamiento liberal hegemónico”, subraya la politóloga Sonia Ranincheski, de la Facultad de Ciencias Económicas y Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS).
Prebisch dejó la dirección de la Cepal en 1963 para liderar la comisión preparatoria para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), creada en enero de aquel año por el Consejo Económico y Social de la ONU. En la Unctad, sus ideas cobraron dimensión global. En 1964, la conferencia se instituyó como un órgano permanente de las Naciones Unidas y Prebisch fue nombrado su secretario general.
Las ideas de la Cepal fueron interpretadas a la luz de la realidad brasileña por el economista Celso Furtado (1920-2004), a partir de sus estudios sobre la dificultad de los sectores urbanos para absorber la fuerza de trabajo que se transfería del campo a las ciudades, la manutención del empleo y la mala distribución del ingreso. “Prebisch y Furtado reflexionaban sobre los desafíos para el desarrollo de la región, elaborando estrategias que pudieran adaptarse a la realidad de cada país”, remarca el sociólogo Mariano Laplane, del Núcleo de Economía Industrial y de la Tecnología de la Unicamp.
“La influencia de la Cepal en Brasil fue muy intensa en la década de 1950, sobre todo durante el gobierno de Juscelino Kubitschek (1956-1961), quien formuló su Plan de Metas a partir de estudios relacionados a ese organismo”, como apunta el economista João Carlos Ferraz, del IE-UFRJ. “También en esa época el país firmó un acuerdo de cooperación con la Cepal para formar un grupo de estudio a fin de auxiliar al Banco Nacional de Desarrollo Económico [BNDE], actual BNDES, creado en 1952, en lo concerniente a la obtención y análisis de datos económicos y la elaboración de propuestas de políticas públicas”, comenta el investigador, que fue director de la División de Desarrollo Productivo de la Cepal entre 2003 y 2007.
Las ideas de la Cepal también reverberaron en el IE-Unicamp, creado en 1968 como Departamento de Economía y Planificación Económico. La llamada Escuela de Campinas era bastante crítica a la teoría económica ortodoxa y al modelo económico brasileño, y proponía nuevos caminos para el desarrollo del país. En común, sus profesores Wilson Cano, Ferdinando Figueiredo y Lucas Gamboa habían participado de un curso de planificación y desarrollo económico organizado por la Cepal, en São Paulo, a mediados de 1965.
Apoyo brasileño
La comisión tuvo colaboradores en todo el continente, tal como fue el caso del economista y político José Serra, quien trabajó en la comisión cuando se exilió en Santiago, en 1964, a causa del golpe militar brasileño. Serra trabajó conjuntamente con la economista portuguesa naturalizada brasileña Maria da Conceição Tavares en la elaboración del ensayo “Más allá del estancamiento: Una discusión sobre el estilo de desarrollo reciente de Brasil”. Hasta entonces, predominaba en la Cepal la visión de que las economías de la región exhibían una tendencia al estancamiento. Publicado en 1970, el texto criticaba esa visión: el declive de las tasas de crecimiento de la economía representaba una crisis episódica, que podría ser superada.
Al lado de los economistas Antonio Barros de Castro (1938-2011) y Carlos Lessa, Conceição Tavares diseminó las ideas de la Cepal en la Facultad de Economía y Administración de la Universidad de Brasil, actual UFRJ, donde impartió clases durante varios años. En 1964, Tavares asumió la dirección de la oficina Cepal-BNDE, fruto del acuerdo de colaboración firmado en 1952.
Otro nombre inscrito en la historia de la Cepal es el del sociólogo y expresidente de la República Fernando Henrique Cardoso. También él se exilió en la década de 1960 en Santiago, donde recibió una invitación para trabajar como miembro de la dirección del Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social de la Cepal. Durante ese período, escribió Dependencia y desarrollo en América Latina: ensayo de interpretación sociológica, en coautoría con el historiador y economista chileno Enzo Faletto (1935-2003).
Ese trabajo, publicado en 1969, criticaba la idea de revolución burguesa propuesta por algunos economistas de la Cepal, basada en la premisa de que la asociación de los empresarios industriales con los trabajadores, apoyada por el Estado, impulsaría el desarrollo de los países de la región. “Cardoso argumenta que la revolución burguesa era inviable porque la burguesía latinoamericana era intrínsecamente dependiente de los países centrales”, explica el economista Luiz Carlos Bresser-Pereira, profesor emérito de la Fundación Getulio Vargas (FGV).
Competitividad
La Cepal sufrió, como muchas instituciones latinoamericanas, los efectos de las dictaduras en la región. Las crisis enfrentadas por sus países en los años 1980 obligaron a la comisión a encarar el nuevo contexto de la globalización, y el rol del progreso técnico en los procesos de desarrollo se hizo aún más evidente en la búsqueda de una mejor competitividad internacional. Este nuevo enfoque de la Cepal tuvo como fundamento el concepto de competitividad sistémica, propuesto por el economista chileno Fernando Fajnzylber (1940-1991) en su artículo “Competitividad internacional: Evolución y lecciones”, publicado en 1988.
El pensamiento cepalino evolucionó de acuerdo con los desafíos de cada época, pero siempre basado en la visión histórico-estructuralista elaborada, entre otros, por Raúl Prebisch, Celso Furtado y también por el economista chileno Aníbal Pinto Santa Cruz (1919-1996), según Ferraz. A partir de la década de 1990, más allá de la idea de industrialización, el modelo de interpretación de desarrollo económico de la Cepal pasó a ser influenciado por el papel de la ciencia, tecnología e innovación (CT&I) a la luz del progreso técnico y de la idea de equidad social. “Para los economistas cepalinos, el desarrollo productivo, competitivo y sostenible demanda esfuerzos permanentes y significativos en CT&I”, explica Ferraz.
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