Ana Paula Campos
Las mujeres representan el 21,9% del total de autores identificados en la base Jstor. Pero entre los papers con un único autor, un 17% corresponden a mujeres y un 83% a varones. “El porcentaje sigue siendo muy bajo”, dice Jevin West, autor del estudio y docente del Departamento de Biología de la Universidad de Washington. La proporción, en realidad, ha mejorado en los últimos años. “Podríamos decir que para las investigadoras no existe mejor momento que el presente”, sostiene Jennifer Jacquet, profesora del Programa de Estudios del Medio Ambiente de la Universidad de Nueva York y coautora del estudio.
La investigación forma parte del Proyecto Eigenfactor, desarrollado por la Universidad de Washington con el objetivo de producir datos y mapeos de la producción científica, y sus resultados quedaron registrados en una plataforma disponible en internet. West, junto a colegas de las universidades de Nueva York, Stanford y del Instituto Santa Fe, en Estados Unidos, hicieron un estudio de los autores de alrededor de 2 millones de artículos vinculados al Jstor, representando a 1.765 áreas y subáreas del conocimiento y abarcando el período comprendido entre 1665 y 2011. El estudio también muestra cuáles son los grandes temas y áreas del conocimiento en los que más se destacan las mujeres y en cuáles son franca minoría. “Las áreas que tienden a contar con mayor participación femenina son aquéllas relacionadas con educación, sociología y familia”, asevera Jevin West. Las categorías con mayor participación femenina, entre 1665 y 2011, son, entre otras, las siguientes: división del trabajo doméstico (un 68,4% del total); literatura del siglo XIX (65,5%); aborto (63,6%), y usos del lenguaje (59,8%). En tanto, los campos del conocimiento con menor participación de mujeres en la publicación de artículos son matemática (6,6%), filosofía (9,4%) y metodología económica (4%), entre otras (vea el gráfico). Algunas áreas, tales como las ingenierías y la física, no se registraron en el estudio, ya que no se encuentran bien representadas en el archivo del Jstor.
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Los investigadores plantearon un conjunto de hipótesis para explicar el menor número de mujeres en posiciones destacadas. Se basaron, por ejemplo, en estudios que plantean una menor propensión que los hombres para involucrarse en proyectos conjuntos, aquéllos que resultan en comunicaciones con varios autores. En uno de esos trabajos, Mary Frank Fox, del Georgia Institute of Technology, observó que las mujeres colaboraban menos que los varones, tanto durante la carrera de grado como en las fases más avanzadas de investigación, y también en la publicación de artículos, según datos que surgen de la aplicación de un cuestionario a 5 mil estudiantes de 22 universidades.
Negociación
Otra hipótesis plantea que, en las negociaciones informales para discutir la ubicación de cada uno en la lista de autores, los varones negocian con mayor determinación. West y su equipo mencionan el libro intitulado Women don’t ask: the high cost of avoiding negotiation ‒ and positive strategies for change (2007), de Linda Babcock y Sara Laschever. La obra reúne cientos de declaraciones femeninas para plantear que los hombres serían cuatro veces más propensos a pedir aumento salarial y exponer sus deseos de ascenso que las mujeres con las mismas calificaciones. En los años 1990, Laschever participó en el Project Access, un estudio de la Universidad Harvard acerca de las mujeres en carreras científicas financiado por la National Science Foundation. La investigación reveló, entre otras conclusiones, que las investigadoras estadounidenses generalmente preferían trabajar en problemas de investigación nichos establecidos, en lugar de sumergirse en temas emergentes que atraían hacia la competencia a muchos científicos.
El estudio de la Universidad de Washington esboza un panorama de la publicación científica, pero no detalla las diferencias entre países. En Japón, por ejemplo, las mujeres ocupaban tan sólo el 11,1% de la fuerza de trabajo académica del país en 2004, mientras que Portugal presentaba una índice del 40%, según surge de datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En Brasil, la situación se considera más favorable en comparación con otros países. “Aquí, las mujeres ocupan un lugar creciente en todos los niveles académicos”, dice Jacqueline Leta, docente de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y estudiosa de las cuestiones de género en la ciencia. Según datos aportados por la Dirección de Grupos de Investigación del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), las mujeres están ampliando su espacio en la investigación científica, pero ese crecimiento es más lento en la cima de la carrera. En 2010, ellas fueron mayoría entre los estudiantes de doctorado en Brasil, con alrededor del 55% del total, mientras que en 2000 eran el 49%. En tanto, en cuanto a la cantidad de investigadores, componen la mitad del contingente brasileño. Entre los líderes de grupos de investigación, las brasileñas también van ganando espacio: eran el 45% del total de líderes en 2010, frente a un 39% en 2000. Jacqueline Leta acota, sin embargo, que los varones reciben más becas de productividad del CNPq que las mujeres. “Eso no deja de constituir un complemento salarial”, añade.
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“Los varones ahora participan más en la educación de los hijos, pero amamantar es algo que sólo puede hacer la mujer. Por más que el padre colabore, la carga de la mujer siempre es mayor. Una vez que pasa ese período, la mujer puede retornar a la investigación”, dice Zatz, que tuvo dos hijos entre la maestría y el doctorado, antes de cumplir los 30 años, y confiesa que contó con la ayuda de una niñera, lo cual le permitió abreviar el período en que permaneció alejada de la universidad. “Hoy en día, de hecho, es mucho más difícil contar con ese tipo de ayuda aquí en Brasil, pero todavía tenemos más opciones que en Estados Unidos”, añade. Maria Conceição da Costa, de la Unicamp, dice que muchas mujeres terminan por abandonar la competencia por llegar a la cima de la carrera científica porque, siendo múltiples sus intereses de vida, “no le encuentran sentido a sumergirse por completo en un esquema ultracompetitivo”.
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El gusto por la escritura
En el caso de Beatriz Barbuy, docente del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas de la USP, su gusto por la escritura científica resulta determinante para la calidad del trabajo. “Ahí logro organizar las ideas y el rumbo de mi investigación”, dice Barbuy, quien publicó alrededor de 210 artículos en revistas científicas internacionales, que fueron citados en 8 mil trabajos de otros investigadores. Con todo, ella aclara: “Noto que muchos investigadores evitan citar mujeres en sus trabajos”.
Mayana Zatz reconoce que las mujeres son menos agresivas para promocionarse. “El hombre se vende mejor en el ámbito investigativo”, sostiene. Un estudio de la Universidad de California, de reciente difusión, revela que las investigadoras del área de ciencia política evitan usar sus trabajos anteriores como referencia en los nuevos artículos, una práctica más frecuente entre varones. De acuerdo con la investigación, comandada por Barbara Walter, de la Universidad de California en San Diego, las mujeres no son tan incisivas como los hombres en cuanto a la autopromoción. El estudio analizó 3 mil artículos publicados entre 1980 y 2006 en 12 periódicos. Los papers firmados sólo por hombres fueron citados cinco veces más que aquéllos firmados únicamente por mujeres. Esto sucede, según el estudio, porque las mujeres evitan autocitarse, y también porque los hombres citan a otros varones con mayor frecuencia de lo que se esperaría.
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