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CINE

Terror a la brasileña

La actual oleada de filmes de este género estuvo precedida por una tradición escasamente conocida y estudiada

Divulgación/ Archivo particular Carlos Primati Un fenómeno único: Mojica en O estranho mundo do Zé do Caixão (en el extremo superior izq.), de 1968; escena y cartel de Esta noite encarnarei no teu cadáver (en el centro, a la der.), de 1967, fusión de fotos del personaje e imagen de O despertar da besta (abajo), de 1970Divulgación/ Archivo particular Carlos Primati

En los últimos años, el cine de terror ha ganado terreno en el cine brasileño, un fenómeno cuya parte más visible aparece en títulos que ingresan al circuito comercial con la promesa de calidad técnica y actores reconocidos por su labor en televisión. Éste es el caso de los largometrajes Isolados, Quando eu era vivo, O rastro, entre otros. Aunque los resultados de taquilla no sean excepcionales, el filón es innegable, reconocido por críticos y estudiosos. Según cálculos del investigador y profesor independiente Carlos Primati, se lanza comercialmente un nuevo filme de horror brasileño cada mes o a lo sumo, cada mes y medio. Por la similitud que algunas de esas películas guardan con la producción extranjera del género, sobre todo la estadounidense contemporánea, esta irrupción podría parecer algo novedoso en el ámbito del cine nacional. Sin embargo, Brasil posee un historial poco recordado en el campo del terror, en el cual sobresale la obra del cineasta y actor José Mojica Marins, de 81 años, y los dos primeros filmes en los que interpretó al personaje Zé do Caixão, realizados en la década de 1960.

La centralidad de Mojica en el cine de terror brasileño es unánime para los investigadores y cineastas que vienen dedicándose al género, incluso para aquéllos que no se identifican con el estilo del director, según sostiene Laura Cánepa, docente y coordinadora del Programa de Posgrado en Comunicación de la Universidad Anhembi-Morumbi, en São Paulo, quien en 2008 defendió su tesis doctoral sobre Multimedios en la Universidad de Campinas (Unicamp), intitulada “Miedo a qué: Un historia de las películas de terror en el cine brasileño”. La investigadora continúa dedicándose a los estudios sobre ese género, publicando artículos y capítulos de libros que abarcan hasta la producción actual. Durante el doctorado, su meta fue realizar una caracterización del género, encuadrarlo dentro de la historia del cine brasileño y catalogar una producción dispersa que todavía no se había estudiado desde esa perspectiva. Cabe destacar que, a partir del inicio de los años 2000, proliferaron los estudios sobre el cine brasileño de género, tal como se observa en trabajos sobre ciencia ficción, cine juvenil, películas de bandoleros [cangaço], cintas policiales, entre otros.

El trabajo fue descriptivo, según la investigadora, y se basó en la búsqueda de filmes olvidados, desaparecidos o previamente dados como perdidos, aunque recuperados en portales de internet y en locales que aún trabajaban con cintas VHS, aparte de archivos de coleccionistas y entrevistas con directores. En el marco de un estudio elaborado con diccionarios de cine, catálogos de películas y otros documentos, Cánepa constató que había un vasto campo de obras emparentadas con el género, autocatalogadas como comedia, drama y películas eróticas. Solamente dos directores promocionaban sus películas como filmes de terror, Mojica e Ivan Cardoso, este último dedicado a una veta en clave de parodia a la que le dio el mote de “terreir”. El primer filme brasileño definido en forma publicitaria como perteneciente al género de terror fue A meia-noite levarei sua alma (1964), que convirtió en estrella al personaje Zé do Caixão.

Divulgación Quando eu era vivo, de 2014Divulgación

Los estudios de Cánepa condujeron a la observación, por ejemplo, de bromas con elementos del cine de horror incluso en una película de 1936, O jovem tataravô, dirigida por Luis de Barros (1893-1981). Una vez trazado el panorama, la investigadora arribó a la conclusión de que “puede hablarse de una época ‘dorada’ del cine de terror nacional, comprendida entre los años 1963 y 1983”. Ese período incluye a los filmes más importantes de Mojica y “una extensa y variada cinematografía dividida entre propuestas marcadamente autorales y otras derivadas del cine erótico explotado hasta el hartazgo por productores paulistas y cariocas”, lo cual comprende el abordaje del género también en algunas películas de cineastas tales como Walter Hugo Khouri (1929-2003) y Carlos Hugo Christensen (1914-1999). Particularmente durante el ciclo de la llamada pornochanchada, oriunda de la Boca do Lixo (región del centro de São Paulo donde se concentraban productoras y distribuidoras allá por los años 1970), hubo directores cuyas obras, a semejanza de las producciones europeas, mezclaban el “gancho” erótico con elementos sobrenaturales, como fueron John Doo (1942-2012), Jean Garret (1946-1996) y Luiz Castillini (1944-2015).

Cánepa agrupó la producción en vertientes cronológicamente transversales. “Estaba la opción de abordar el género como una categoría de la industria, derivada de las formas tradicionales que Hollywood clasificaba para el cine popular, o bien como una tendencia temática que se manifiesta en forma difusa, que fue lo que yo elegí”, comenta. Siguiendo ese principio, las principales vertientes son las siguientes: el horror de autor, del cual Mojica es el gran representante; el terror clásico, que alude a la novela gótica del siglo XVIII y se caracteriza más por la creación de atmósferas terroríficas que por la exposición minuciosa y explícita de los hechos de terror, representada por directores tales como Khouri y Christensen; el terror de taquilla, caracterizado por el sensacionalismo, una veta en la cual se destacan los títulos del cine de la pornochanchada; y el horror paródico, en el que se encuadran las películas de Ivan Cardoso, Amácio Mazzaropi (1912-1981) –como por ejemplo O Jeca contra o capeta (1976)–, además de largometrajes tales como Bacalhau (1975), dirigido por Adriano Stuart (1944-2012), una sátira de Jaws [Tiburón] (1975) de Steven Spielberg. Finalmente, hay un grupo que aglutina “casos relacionados con subgéneros tales como las películas de fantasmas, las de hombres lobos y los filmes infantiles que interactuaron con el universo del terror”. Según el ordenamiento de Carlos Primati, esta perspectiva híbrida abarca unas 500 películas desde la tercera década del siglo XX.

En el estudio de Cánepa, el capítulo sobre Mojica puede incluir cierto diálogo con investigaciones anteriores. Si bien fue un cineasta elogiado por colegas ilustres, tales como Rogério Sganzerla (1946-2004) y Glauber Rocha (1939-1981), además de críticos como Jairo Ferreira (1945-2003), también estaba, en la época en que la investigadora elaboró su doctorado, la tesis doctoral defendida por el periodista Alexandre Agabiti Fernandez en la Universidad París III, en Francia, y además, la biografía escrita por los también periodistas Ivan Finotti y André Barcinski, intitulada Maldito: A vida e a obra de José Mojica Marins, o Zé do Caixão (editorial 34, 1998), así como el trabajo de expertos como Primati, uno de los compiladores del estuche de DVDs Coleção Zé do Caixão: 50 anos do cinema de José Mojica Marins (2002), en la cual figuran entrevistas con especialistas y cineastas.

Divulgación …y Rafael Cardoso y Leandra Leal en O rastro, de 2017Divulgación

El personaje Zé do Caixão fue el protagonista de dos películas, À meia-noite levarei sua alma y Esta noite encarnarei no teu cadáver (1967), ambos grandes éxitos entre el público. En otras producciones, aparecía como maestro de ceremonias o en escenas de pseudodocumentales. A causa de las presiones de la censura durante el régimen militar, que reprobaba la violencia de sus filmes, Mojica recién retomó ese personaje en Encarnação do demônio (2008).

Se trata de un fenómeno único y característico de un terror brasileño, en opinión de Cánepa. Inspirándose en observaciones del escritor de libros de horror Rubens Luchetti, quien colaboró con Mojica y Cardoso como guionista, la investigadora considera que el cineasta logró “resolver una ecuación” que instaló el cine de terror en Brasil. Para ella, el horror clásico se topa con ciertas dificultades para afincarse en el país porque aquí, lo sobrenatural se concibe, en gran parte, como algo benéfico. “Dada la tradición espiritista, los fantasmas aparecen habitualmente en las tramas como salvadores”, afirma.

Mojica creó un personaje que no tiene nada de sobrehumano. Al contrario, son las fuerzas intangibles que castigan su crueldad, basada ante todo en el racionalismo, ya que en las películas, las intervenciones sobrenaturales acaban por aniquilar al villano. Zé do Caixão es el propietario de una funeraria cuya misión es preservar su estirpe concibiendo un hijo “perfecto”. Eso lo induce a una racionalidad extrema y cruel: la muerte con ensañamiento sería el destino natural de aquéllos que le temen y de las mujeres que se resisten a perpetuar su superioridad. “Yo soy invencible y sólo creo en el valor de la sangre y lo hereditario”, proclama el personaje. Con todo, dice Cánepa, “Zé do Caixão, ateo y pecador, será consumido por su propia culpa y por las fuerzas sobrenaturales en las cuales decía no creer”.

Divulgación Marat Descartes y Helena Albergaria en Trabalhar cansa, de 2011Divulgación

El orisha Eshu
Aunque las películas del personaje se resolvían con el bien triunfando, Alexandre Agabiti Fernandez resalta un atractivo que podría haber sido lo que sedujo al público. “El personaje desafía al poder instituido, la religión y las convenciones sociales en torno a la muerte”, dice. “El tabú relacionado con esos temas ejerce un enorme poder de atracción”. Al igual que otros estudiosos del cine, Fernandez apunta a similitudes en la propia caracterización del protagonista, con el orisha Eshu, una figura superpuesta en la tradición sincrética al demonio del imaginario cristiano.

Las religiones afrobrasileñas, según Primati, caracterizan a muchos de los títulos del terror autóctono, y hay algunos que toman elementos de la literatura popular. Para el investigador, elementos como ésos se mezclan en las tradiciones del género, creando híbridos que desafían las clasificaciones. Los filmes de Mojica, de acuerdo con el investigador Rodrigo Carreiro, de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE), deben parte de su singularidad al hecho de que están influenciados mayormente por manifestaciones populares, tales como el circo y los cómics, que por una cultura cinematográfica, que el cineasta habría incorporado tan sólo en forma intuitiva.

En cuanto a la actual oleada de cine de terror, los investigadores coinciden en afirmar que no hay una continuidad con la tradición inaugurada por Mojica, aunque los cineastas reconozcan su importancia. Puede que haya algo de un cine pionero en la producción que Cánepa califica como “cine de guerrilla”, películas realizadas bajo un esquema amateur que circulan entre los fanáticos del género, pero no en aquéllas enfocadas actualmente en el público masivo, ni en los que incluyen al terror tangencialmente, como en el caso, por ejemplo, de Trabalhar cansa (de Juliana Rojas y Marco Dutra, 2011). Esto no impide, sin embargo, que en esos filmes, así como en los de Mojica, haya una cierta atmósfera de suspenso, donde “en cualquier momento puede ocurrir algo terrible”.

Artículos científicos
CÁNEPA, L. Configurações do horror cinematográfico brasileiro nos anos 2000: Continuidades e inovações. Miradas sobre o cinema ibero-latino-americano. p. 121-43. 2016.
CÁNEPA, L. L. y PIEDADE, L. R. O horror como performance da morte: José Mojica Marins e a tradição do Grand Guignol. Galaxia. n. 28. 2014.
CARREIRO, R. O problema do estilo na obra de José Mojica MarinsGalaxia. n. 26, p. 98-109. 2013.

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