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Ciencia

Transplantes hechos a la medida

Un estudio muestra de qué manera las mutaciones genéticas ayudan a seleccionar donadores de medula ósea

HÉLIO DE ALMEIDA Producción distribuida: la médula de los huesos fabrica células sanguíneasHÉLIO DE ALMEIDA

El pronóstico de una recuperación más rápida o incluso el éxito de un transplante de médula ósea depende de muchos factores, tales como las condiciones clínicas y nutricionales del paciente y el estadio de la enfermedad sanguínea o inmunológica que obligó a los médicos a recurrir a este caro y delicado procedimiento clínico. Al margen de ello, la búsqueda de la mejor compatibilidad genética e inmunológica posible entre el donador y el receptor de la médula – un tejido líquido que ocupa la cavidad de los huesos y es el encargado de la producción de todos los componentes de la sangre – es crucial para el éxito de la operación.

Con ese objetivo, los laboratorios efectúan pruebas en la sangre del enfermo y de los candidatos a donadores, generalmente un hermano o un pariente cercano del paciente. El proceso de selección de aquél que cederá su médula generalmente para por allí. Si los exámenes indican un riesgo bajo de rechazo, el injerto de tejidos recibe luz verde y es realizado. Pero un trabajo reciente de un equipo de investigadores de la Universidad de São Paulo de Ribeirão Preto y del Hospital Saint Louis, de París, sustenta la idea de que es posible dar un paso al frente en la búsqueda del transplante casi perfecto si la medicina utiliza un procedimiento extra: la búsqueda – especialmente en el ADN del donador, pero también en el del receptor de la medula – de pequeñas mutaciones en genes vinculados con la respuesta inflamatoria y los mecanismos de defensa del organismo.

Luego de analizar las repercusiones clínicas de un grupo de 12 alteraciones genéticas, llamadas técnicamente SNP, sigla en inglés de single nucleotide polymorphism, o polimorfismo de un sólo nucleótido (las unidades químicas con las cuales se escribe el código genético), el equipo de científicos concluyó que algunas de estas mutaciones pueden utilizarse como marcadores útiles para aguzar aún más la búsqueda del transplante ideal y pronosticar con mayor precisión la evolución clínica de los pacientes. “En los casos en que haya más de un donador de médula con tipo sanguíneo compatible con el del receptor, podremos utilizar esos polimorfismos para escoger cuál de éstos es el más indicado para ceder los tejidos”, dice Marco Antonio Zago, de la Facultad de Medicina de la USP de Ribeirão Preto, uno de los coordinadores del equipo binacional involucrado en el trabajo.

Riesgos menores
Este estudio, publicado en la edición del 1º de diciembre de la revista Blood, muestra que la utilización de la médula de un donador que cargue la más peligrosa de las 12 mutaciones – que actúa en los niveles de producción de la enzima mieloperoxidasa (MPO), una auxiliar del sistema de defensa en el combate contra las bacterias – acarrea un riesgo extra para el receptor del tejido. En este caso, el empleo de una médula con tal polimorfismo duplica las probabilidades de que el transplantado sufra infecciones causadas por bacterias.

“La mayor propensión a ese tipo de problema en el posoperatorio eleva las probabilidades de muerte durante los primeros meses luego del transplante”, afirma Zago. De acuerdo con los datos del trabajo, que analizó la recuperación de 107 transplantados franceses, víctimas de leucemia mieloide aguda o crónica (formas de cáncer en la sangre), el riesgo de que se produzca una infección bacteriana en las personas que recibieron médulas de individuos con alteraciones en el gen de la mieloperoxidasa fue del 39,5%. La incidencia de ese tipo de complicación cayó a un 20,3% entre los transplantados que recibieron tejidos provenientes de donadores sin ese polimorfismo.

A nivel molecular, esta mutación consiste en el intercambio de un nucleótido en un tramo del gen MPO, en la posición número 463: mientras que la mayoría de las personas tiene la base nitrogenada guanina (G) en ese lugar, los que cargan el polimorfismo tienen la base nitrogenada adenina (A). Desde el punto de vista funcional, este SNP provoca una reducción de la producción de la mieloperoxidasa. Esta enzima, encargada de combatir infecciones de origen bacteriano, normalmente se encuentra en grandes cantidades en los leucocitos, los glóbulos blancos de defensa del organismo.

En las personas sanas, ese polimorfismo, aunque igualmente disminuye la fabricación de la mieloperoxidasa, no genera mayores repercusiones clínicas. Pero en los pacientes que se encuentran a la espera de un transplante, debilitados desde el punto de vista inmunológico, la recepción de la médula de un donador con tal SNP los vuelve más vulnerables a la acción de bacterias. Esto se debe a que, en la preparación para el transplante, los médicos someten a los enfermos a un tratamiento de quimioterapia, que destruye la medula ósea y los leucocitos del enfermo.

Después de la cirugía, los pacientes dependen totalmente de la médula del donador para producir nuevas células de defensa contra las infecciones. En un primer momento, la fabricación de glóbulos blancos a cargo de la nueva médula es aún escasa. “En esa fase, cualquier pequeña variación en la producción de leucocitos, como la provocada por ese polimorfismo, puede ser crucial para el transplantado”, comenta Zago. “En el futuro quizá podamos desarrollar antibióticos que estimulen al gen de la MPO”, afirma el principal autor del estudio, Vanderson Rocha, médico brasileño que trabaja en el Hospital Saint Louis.

Efecto protector
La mutación en el gen de MPO fue, sin lugar a dudas, la de mayor repercusión clínica para los transplantados. Pero esto no quiere decir que los demás polimorfismos estudiados no se hayan mostrado útiles para prever posibles problemas con los pacientes que reciben una médula de terceros. Al contrario. Por lo menos otros tres SNPs suministraron datos relevantes. Los investigadores constataron que un determinado polimorfismo, presente en el gen IL-1Ra de algunos donadores, tiene un efecto negativo sobre los transplantados: la mutación aumenta el riesgo de se desencadene la forma más grave y aguda de la enfermedad del injerto contra el hospedador, una especie de rechazo entre la médula del donador y el cuerpo que la recibió.

“Descubrimos también que otro polimorfismo está asociado a que prenda más rápido la médula transplantada”, comenta Rocha. Se trata de un SNP hallado en el gen FcgR IIIb de ciertos donadores, cuya acción benéfica consiste en elevar la velocidad de recuperación de los neutrófilos, un tipo de glóbulo blanco de la sangre especializado en el combate contra infecciones bacterianas por medio de la ingestión del agente agresor (fagocitosis). Los científicos observaron también que los transplantados con una alteración en su gen IL-10 tenían mayores probabilidades de desarrollar la forma crónica de la enfermedad del injerto contra el hospedador.

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