El caso de un estudiante de doctorado que se suicidó en los laboratorios del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de São Paulo (ICB-USP), en agosto de este año, puso sobre el tapete el debate acerca de las presiones que enfrentan aquéllos que optan por seguir una carrera académica y los desórdenes psicológicos relacionados con la vida en el posgrado. Se trata de un tema que, poco a poco, está empezando a debatirse más en Brasil. No obstante, aún son pocas las universidades brasileñas que han instaurado centros de atención psicológica para sus alumnos de las carreras de grado y de posgrado.
Es un problema de índole global. En un estudio publicado en Bélgica, en la edición del mes de mayo de la revista Research Policy, se informa que un tercio de los 3.659 alumnos de doctorado de las universidades de la región de Flandes corría el riesgo de desarrollar algún tipo de enfermedad psiquiátrica. En 2014, un estudio de la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos, constató que 785 (un 31,4%) de los 2.500 estudiantes de posgrado presentaban síntomas de depresión. El estudio formaba parte de un trabajo más amplio, que se venía desarrollando desde 1994, cuando se verificó que el 10% de los alumnos de posgrado y de los investigadores en pasantía de posdoctorado de la universidad habían pensado en suicidarse.
En el Reino Unido, un estudio publicado en 2001 en la revista Educational Psychology informó que el 53% de los científicos de las universidades británicas padecían algún desorden mental, mientras que en Australia, ese índice se estipuló que era hasta cuatro veces mayor en el ámbito académico, en comparación con el de la población en general. Pese a que se basaron en una muestra relativamente pequeña, esos estudios dejaron en evidencia una preocupación que comienza a hacerse patente en el medio académico a nivel global: los alumnos de grado y de posgrado están sujetos a presiones que podrían desencadenar toda una serie de trastornos mentales.
Al igual que en el resto de los países, en Brasil, la cantidad de estudios, datos e iniciativas al respecto no pasa de ser algo muy sucinto. En São Paulo, la Universidade Estadual Paulista (Unesp) se apresta a lanzar, para comienzos de 2018, el proyecto “Buen vivir para tod@s”. Esta iniciativa contempla la realización de debates y conferencias con expertos en salud mental de la propia universidad. “El objetivo consiste en brindarles orientación a alumnos y docentes acerca de cómo identificarlos y lidiar con esos problemas”, explica Cleópatra da Silva Planeta, prorrectora de Extensión Universitaria y coordinadora del proyecto.
Algunas universidades ya cuentan con un servicio de atención para sus alumnos. En la Universidad de Campinas (Unicamp), por ejemplo, el Servicio de Asistencia Psicológica y Psiquiátrica del Estudiante (Sappe), ligado a la Prorrectoría de Grado, interviene desde hace 30 años brindando asistencia psicológica y psiquiátrica a los alumnos de grado y de posgrado. Según refiere la psiquiatra Tânia Vichi Freire de Mello, coordinadora del Sappe, alrededor del 40% de los alumnos de la universidad que solicitan el servicio se encuentran en la etapa de máster o doctorado. “La mayoría refiere que sufre de insomnio, estrés y ansiedad, además de crisis de pánico y depresión” comenta. “Por lo general, manifestaron que intentan soslayar esos problemas a partir del consumo de bebidas alcohólicas y drogas psicoactivas, como por ejemplo, la marihuana”.
Esos problemas suelen ser el resultado de una convergencia de factores, según piensa el psiquiatra Neury José Botega, de la Facultad de Ciencias Médicas (FCM) de la Unicamp. En su opinión, la dinámica del posgrado está signada por plazos exiguos, presión para la publicación de artículos, cargas de trabajo excesivas y exigencias. “Varios alumnos alegan que no logran ajustarse a los plazos o que no pueden lidiar con el nivel de exigencia de los docentes y supervisores”, comenta. Con frecuencia, surgen casos de crisis por estrés, ansiedad, pánico y depresión. “En ocasiones, la continuidad de los estudios resulta inviable y el alumno se desespera al ver que no logra sacar adelante sus actividades”.
Un informe divulgado en 2011 por la Asociación Nacional de Directivos de las Instituciones Federales de Enseñanza Superior (Andifes), que mapeó la vida social, económica y cultural de casi 20 mil alumnos de carreras de grado de las universidades federales brasileñas, comprobó que el 29% de ellos había buscado atención psicológica y un 9%, psiquiátrica, que en este último caso implica problemas más serios. El estudio también constató que un 11% había tomado o estaba tomando alguna medicación psiquiátrica.
Un problema bastante frecuente entre los estudiantes de posgrado, según refiere Tamara Naiz, presidenta de la Asociación Nacional de Posgraduandos (ANPG), es lo que se denomina síndrome de burnout, que se presenta cuando el individuo llega a un nivel grave de agotamiento por trabajar demasiado sin descanso. También está el síndrome del impostor, que afecta a los académicos que no logran aceptar los resultados que alcanzan por mérito propio. “El desarrollo de trastornos en el posgrado constituye un reflejo de los problemas que afronta la academia, que ofrece pocas oportunidades”, subraya. “Al mismo tiempo, las exigencias y presiones aparejadas a plazos cortos para rendir y defender tesis, cobros excesivos o injustos para poder publicar en revistas de alto impacto, se suman para agravar el panorama”.
La relación con el docente supervisor también puede contribuir para el desarrollo de desórdenes psicológicos. Hay varios casos registrados por la ANPG de actitudes abusivas o negligentes relatadas por alumnos que padecieron acoso moral en reuniones o en clases. También son frecuentes los casos que llegan a conocimiento de la ANPG de directores de tesis que se desentienden de asuntos relacionados con la investigación que llevan adelante sus dirigidos o también aquellos que les encargan a sus alumnos tareas que no están relacionadas con la temática de su investigación. En otros casos, se informan recortes de becas y reprobaciones injustificadas o con justificación falsa o no académica. También se apunta al acoso sexual, en sus diversas formas, y la discriminación por género, que todavía subsisten en todo el mundo, como factores desencadenantes de trastornos psicológicos en la academia, particularmente entre las mujeres.
El caso de la medicina
La gran mayoría de los estudios en epidemiología psiquiátrica que involucran al ámbito académico brasileño están relacionados con los alumnos de carreras de grado, especialmente los de medicina. Tan es así porque esa carrera suele caracterizarse por una presión permanente por lograr buenas notas y la extenuante carga horaria que representan las clases sumadas al tiempo de estudio. Además, el ambiente presente entre los propios estudiantes está signado por la competitividad desde el examen de admisión, que, generalmente, suele ser muy concurrido. Un estudio que se publicó en 2013 en la Revista Brasileira de Educação Médica, firmado por investigadores de la Universidad Federal de Paraíba (UFPB), campus de João Pessoa, con datos de 384 estudiantes de la carrera de medicina, constató que el 33,6% de ellos sufrían algún tipo de trastorno mental, tales como ansiedad, depresión y enfermedades somáticas, estas últimas, afecciones que persisten pese a que las alteraciones físicas no expliquen la naturaleza o duración de los síntomas, ni tampoco el padecimiento o las preocupaciones del individuo.
Según opina la médica psiquiatra Laura Helena Andrade, del Instituto de Psiquiatría de la Facultad de Medicina (FM) de la USP, la dificultad para administrar el tiempo, el contacto diario con la muerte, el temor a contagiarse enfermedades o a cometer errores y el sentimiento de impotencia frente a ciertas dolencias se combinan para que esos estudiantes sean más susceptibles al desarrollo de trastornos mentales. “El alumno del área de la salud necesita tener mayor resiliencia para poder mantener su desempeño en cuanto al estudio, investigación y atención de los pacientes enfermos”, subraya. Tan sólo en los últimos cinco años, la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar) registró 22 intentos de suicidio entre alumnos de la carrera de medicina, según datos publicados en el mes de septiembre en el periódico O Estado de S. Paulo. En tanto, en las universidades federales de São Paulo (Unifesp) y del ABC (UFABC), cinco estudiantes se suicidaron durante ese mismo período.
Esos hechos propiciaron que algunas universidades brasileñas invirtieran en la instauración de núcleos de prevención y atención psicológica para esos estudiantes. En la Unicamp está el Grupo de Apoyo para los Estudiantes de las Carreras de Medicina, Fonoaudiología y Residentes (Grapeme) de la FCM. En tanto, la USP cuenta desde 1986 con el Grupo de Asistencia Psicológica al Alumno (Grapal), una entidad abocada a la atención de los alumnos de las carreras de fisioterapia, fonoaudiología, medicina y terapia ocupacional, además de los residentes de la FM-USP. A partir del mes de agosto, la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) dispone de dos núcleos de atención psicológica para los estudiantes de carreras de grado y del posgrado.
Simultáneamente, esas instituciones están trabajando en la capacitación de docentes para que puedan anticiparse a esos problemas. Según Tania Vichi Freire de Mello, del Sappe, es importante que éstos estén atentos a los cambios súbitos de comportamiento de sus alumnos, o a una merma en su rendimiento académico. La búsqueda de orientación o tratamiento psicológico puede evitar que el estudiante abandone la carrera. Esa conclusión se desprende de un estudio llevado a cabo en 2016, que evaluó el perfil de 1.237 alumnos que fueron atendidos en el Sappe. En el mismo, ellos constataron que la tasa de abandono de la carrera entre los que fueron atendidos en el servicio era menor que la de aquellos que no acudieron ahí para consulta.
Para Botega, de la FCM-Unicamp, es importante que los docentes se muestren proclives a charlar sobre ese tema con sus alumnos, sin menospreciar sus preocupaciones. “En general, los profesores están más preocupados por el desempeño académico de sus pupilos, sin darse cuenta de que el mismo está íntimamente ligado con la sanidad mental del alumno”, sostiene el psiquiatra. “Es preciso actuar en el sentido de contener a esos estudiantes, aconsejarlos y, si fuera necesario, recomendarles que acudan a los servicios de atención”, resalta Botega.
Republicar