La Constitución es la ley máxima de un Estado, el conjunto de sus principios fundamentales, que le confiere poderes y establece sus límites. De acuerdo con la historia y las tradiciones de cada nación, varía en su forma y en sus contenidos. Con frecuencia, y atendiendo a las distintas coyunturas políticas, se la modifica. Y Brasil no es la excepción: la séptima y actual Constitución se elaboró inmediatamente después de la redemocratización del país, y sustituyó a la carta constitucional vigente durante el régimen de excepción que duró 21 años.
Cada constitución puede leerse como un retrato de la nación al momento de su elaboración, y del futuro que el país vislumbra para sí mismo. La Bill of Right estadounidense de 1788 expresa la preocupación con respecto al riesgo de opresión del gobierno central sobre los estados que decidieron conformar una federación. El documento brasileño de 1988, al cual se lo conoce como Constitución Ciudadana, procura garantizar una lista de derechos y libertades individuales y establece los límites de la intervención del Estado.
Esa preocupación resultó en un documento amplio y minucioso, que incorporó innovaciones tales como la universalidad del acceso a la educación y a la atención de la salud. También fue la primera en incorporar los derechos de las minorías, con la inclusión de los pueblos originarios y las comunidades afrodescendientes remanentes de palenques (quilombolas). La amplitud y la minuciosidad del documento, comprensible en su contexto histórico, generaron diversos planteos, que desde hace 30 años son objeto de estudio y de debate. Algunos son de naturaleza económica: al crear un Estado con más obligaciones, surge el problema de cómo financiarlas. Otros son de naturaleza política, como los que cuestionan la gobernabilidad. Un documento muy detallado puede caer en contradicciones y requiere de enmiendas para poder llevárselo a la práctica, más allá de que requiere consultas frecuentes a la corte constitucional, el Supremo Tribunal Federal. Los debates académicos acerca de las virtudes y los problemas generados por la Constitución de 1988 siguen vivos y más actuales que nunca (página 18).
Esta edición contiene tres entrevistas con perfiles bastante disímiles. El virólogo paraense Pedro Vasconcelos colaboró en la identificación de los primeros casos de dengue en Brasil, en la década de 1980, y su grupo de investigación estableció en 2015 una asociación entre la infección por el virus del Zika y la microcefalia (página 28). Para el director del Instituto Evandro Chagas, en Belém (Pará), el surgimiento de nuevos brotes de zika y de fiebre amarilla son una cuestión de tiempo (página 34). La genetista inglesa Magdalena Skipper es la primera mujer que asume el cargo de editora en jefe de la revista Nature, una de las más antiguas y prestigiosas revistas científicas (página 46). Skipper se refirió a los desafíos que supone ampliar la transparencia en la producción y la difusión de resultados de investigaciones, y al crecimiento del modelo de publicación en acceso abierto, que viene ganando importantes adhesiones, que también es compatible con el cobro de suscripciones, la práctica habitual del grupo Nature. Uno de los responsables de la creación de Movile, un grupo de capital de riesgo que en la actualidad vale más de 1.000 millones de dólares, el computólogo bahiano Fabrício Bloisi, inició su carrera empresarial montando una startup cuando aún era un alumno en la Universidad de Campinas (Unicamp), siendo también becario de iniciación científica de la FAPESP. Bloisi es un defensor del potencial disruptivo de la tecnología y de la importancia del aprendizaje continuo para mantener el carácter innovador de una empresa (página 80).
El equipo de Pesquisa FAPESP les desea a todos un excelente 2019, con mucha lectura.
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