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OPINIÓN

Un bien común a todos los hombres

Una política lúcida construyó el liderazgo de São Paulo en la investigación brasileña

Se existe un bien que es común a todos los hombres, ese bien es la ciencia. Desde sus albores, los científicos buscaron establecer una comunidad de conocimientos que, superando las fronteras físicas y políticas, colocara al saber al servicio de la humanidad. Mucho antes de Internet, se creó una verdadera red internacional del saber, fundamentada en el intercambio continuo de experiencias y el acceso a informaciones y nuevos descubrimientos, sin que hayan pesado intereses comerciales o estratégicos. El siglo XX presenció un desarrollo científico y tecnológico sin precedentes.

Sin embargo, en el escenario en el que se dio este avance persistieron las dos leyes contradictorias referidas por Louis Pasteur, en ocasión de la inauguración del instituto que lleva su nombre: la ley que inventa siempre nuevos medios de destrucción y una ley de paz, trabajo y salud, que busca siempre nuevos medios para librar al hombre de los flagelos que lo acosan.

Es en el ejercicio de la ley de la paz, del trabajo y de la salud que São Paulo ha incentivado la investigación, destinando anualmente cerca del 12,5% de la recaudación del ICMS (impuesto a la circulación de mercaderías y servicios) a tres de las mejores Universidades del país, 19 institutos de investigación, 109 escuelas de enseñanza técnica y a la Fapesp.

Esta política, que le aseguró nuestro estado una inequívoca posición de liderazgo, es la principal responsable por la clasificación de Brasil en el 18º lugar entre las veinte primeras naciones productoras de ciencia y tecnología. Una nación solo es o será moderna con desarrollo económico y social, y estos solo serán alcanzados con base en el desarrollo científico y tecnológico, concluyó la Conferencia Mundial sobre Educación de la ONU en 1998.

São Paulo sabe de ello. Sabe también que, para consolidarse, el proceso de innovación debe observar muchas lógicas. Pero debe estar atento, sobre todo, a la lógica de la urgencia impuesta por la necesidad de superar las desigualdades, como las existentes en nuestra sociedad. Para ello, es indispensable preservar a la tecnología como una bisagra entre la ciencia y los ciudadanos comunes. Los últimos cien años intensificaron nuestra convivencia con nuevas tecnologías. Radio y TV, automóviles y aviones, computadoras y rayo láser, forman parte del cotidiano y mudaron nuestras representaciones sobre el mundo.

Ahora no existe más lo inimaginable: todo es o será posible. Y empero esto pueda no ser verdadero, ciertamente la creencia en tal cometido impulsa al conocimiento cada vez más lejos. Porque la ciencia es así: a ejemplo de Prometeo, robó el fuego de los dioses para civilizar a los hombres. Y fue condenada. No a que su hígado sea interminablemente devorado por un águila, sino a no ver saciada su curiosidad jamás. Pues si bien un nuevo descubrimiento puede conducir a algunas certezas, suscita un número enormemente mayor de dudas. La Fapesp bien sabe de ello. Es una institución de incuestionable prestigio en Brasil y en el exterior, comprometida con uno de los proyectos científicos más importantes de la actualidad, el Programa Genoma.

¿Qué encantamientos nos brindará la ciencia en este siglo en el que se dilatan los limites del universo y se multiplican las galaxias y los planetas? ¿Qué sorpresas nos reservarán estos hombres que, como Newton, se apoyan en los hombros de gigantes para ver más allá? Más que aguardar estas respuestas, cabe a São Paulo estimular las condiciones para que las mismas puedan ser halladas, abriendo entonces nuevos caminos para nuevas indagaciones.

Mário Covas es gobernador del Estado de São Paulo

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