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Carta del editor | 206

Un buen camino

Aunque los problemas de la educación superior en Brasil sean palpables, tal como lo evidencia la nueva ley que establece modificaciones en las carreras de los docentes de las instituciones federales, objeto de duras críticas por parte de la comunidad científica (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 205), algunas universidades de investigación brasileñas parecen estar evolucionando según ejemplos exitosos del  exterior. La creación del Parque Científico y Tecnológico de la Universidad de Campinas (Unicamp) no sólo contempla atraer empresas para montar laboratorios de innovación sino que se propone perfeccionar también la capacitación de los estudiantes. El reportaje de tapa del editor de Política, Fabrício Marques, explica de qué modo esta iniciativa podrá producir desarrollo tecnológico y contribuir para la investigación básica. El parque cuenta al menos con cuatro modelos de financiación utilizados en la construcción de los laboratorios, que congregarán a investigadores de empresas, docentes y estudiantes, todos trabajando en el mismo ámbito.

Lo más interesante es que la Unicamp no está sola en este movimiento. El Parque Tecnológico de Río, dentro del campus de la Universidad Federal de Río de Janeiro, y el TECNOPUC, de la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul, en Porto Alegre, tienen carácter y objetivos similares. El Sistema Paulista de Parques Tecnológicos congrega a otros 27 emprendimientos diseminados por el estado, algunos ligados a la Universidad de São Paulo (USP) y a la Universidade Estadual Paulista (Unesp). Es cierto que la inversión continua en pos de ese modelo de innovación comenzó hace tan sólo 10 años en Brasil. En Estados Unidos, la experiencia pionera comenzó en la Universidad Stanford, en California, al comienzo de los años 1950. Y fue la articulación entre universidades, institutos de investigación y empresas de microelectrónica lo que dio origen al principal conjunto de compañías tecnológicas del mundo, el Valle del Silicio, allí en California. Si tuviera continuidad, el trabajo que viene desarrollándose aquí también podría contribuir para catapultar al país a una nueva categoría de desarrollo tecnológico (página 14).

Otro destacado de la presente edición también emana de la cooperación entre científicos. Embrapa Recursos Genéticos se valió de la ingeniería genética para crear una soja transgénica que produce semillas que contienen la enzima cianovirina-N, eficaz contra el virus VIH, causante del Sida, de acuerdo con pruebas de laboratorio realizadas en estudios preclínicos. La cianovirina fue aislada en una cianobacteria en Estados Unidos y será un componente de un medicamento en forma de gel ideado por investigadores de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) y de la Universidad de Londres para aplicarlo antes de las relaciones sexuales. El problema radicaba en la factibilidad comercial del fármaco, dada la dificultad para obtener la proteína en gran cantidad para elaborar el gel. Ahí terció Embrapa, contactada en 2007 por los investigadores estadounidenses para intentar producir la enzima por medio de la soja. Y dio resultado: la “soja de ingeniería”, tal como se la denomina en términos técnicos, ya produce semillas con la cianovirina. El desafío actual pasa por perfeccionar el proceso de purificación de la enzima para testear el principio activo en primates y, posteriormente, en seres humanos, tal como lo relata el editor de Tecnología, Marcos de Oliveira (página 62).

Del campo nos trasladamos al mar: el editor especial Carlos Fioravanti pasó nueve días a bordo del buque de investigación Alpha-Crucis, junto a 19 investigadores del Instituto Oceanográfico de la USP (página 38), siguiendo de cerca el trabajo de los científicos, y cuenta cómo fue la primera expedición con carácter geológico fuera de los límites de la plataforma continental en un navío bien equipado que permite ir más lejos, más profundo y con mayor confort que el anterior, el Professor Besnard, desafectado del servicio en 2008. El reportaje también revela un flanco poco expuesto de la ciencia: el trabajo pesado y repetitivo, la tensión devenida del cansancio y los imprevistos embarazosos. Vale la pena conocer esas historias.

El mes pasado se inauguró en la Ciudad Universitaria de la USP, en São Paulo, el edificio que alberga a la Brasiliana, una notable biblioteca con 32 mil ejemplares reunidos por Guita y José Mindlin sobre temas brasileños que el matrimonio donó a la universidad (página 36). La iniciativa beneficia no sólo a investigadores, pues el archivo viene siendo digitalizado desde 2009 y se encuentra disponible online. Ese es otro buen relato de esta edición.

Buena lectura.

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