En el año 1945, se divulgó en Estados Unidos el documento intitulado “Ciencia: la frontera sin fin”, que posiblemente es la publicación oficial más importante para definir el rol del país como líder mundial en ciencia, tecnología e innovación. El mismo fue elaborado por Vannevar Bush, quien comandó el organismo coordinador de los esfuerzos de investigación y desarrollo estadounidenses durante la guerra, y una de sus derivaciones fue la creación de la National Science Foundation, la agencia pública de financiación de la investigación científica, que luego sirvió de inspiración para la fundación de diversas homólogas, la FAPESP inclusive.
El informe Bush tuvo un buen recibimiento, aunque también fue objeto de críticas: por un lado, se lo veía como algo poco propositivo en términos del compromiso gubernamental en la investigación científica; y por el otro lado, se argumentaba que el sector empresarial podría asumir las actividades propuestas mediante una reducción de los impuestos. El director de la Oficina de Presupuesto del gobierno se mofó del título del documento, sugiriendo que habría que cambiarlo por “Ciencia: un gasto sin fin”.
El caso, que se narra en la presentación del director científico de la FAPESP, Carlos Henrique de Brito Cruz, con ocasión de la reproducción del informe Bush en la Revista Brasileira de Inovação, revela que la crítica a la financiación pública de la investigación científica no es algo reciente, ni tampoco una exclusividad brasileña. En épocas de escasez presupuestaria, es común que las erogaciones gubernamentales sean objeto de un control más severo, algo que sería deseable también en la bonanza. El problema radica en los análisis superficiales de asuntos complejos.
Cuando una política privilegia el retorno inmediato de la inversión en ciencia tiende a sacrificar aquello que se denomina investigación básica, que se lleva a cabo sin tener en cuenta su finalidad práctica, tal como lo define Bush. Al ampliar la comprensión al respecto de la naturaleza y de sus leyes, podría derivar en un conocimiento aplicado y soluciones innovadoras, pero no es ése su objetivo inicial. El reportaje de tapa pone sobre el tapete el malentendido tan común acerca de la oposición entre investigación básica e investigación aplicada y se despliega en un análisis sobre el papel del Estado en la financiación del sistema de C&T, aportando datos poco conocidos.
Resulta común escuchar que Estados Unidos representa un modelo de participación empresarial en la financiación de la investigación que se realiza en las universidades; sin embargo, en los últimos años, ese porcentaje osciló entre un 5% y un 7% del total invertido. El argumento que sostiene que en EE.UU. las empresas son las responsables de las inversiones generadoras de innovaciones y prosperidad económica contrasta, entre otros, con los estudios de la economista ítalo-estadounidense Mariana Mazzucato, quien revela que el sector privado sólo se mostró interesado en áreas tales como internet y biotecnología una vez que el sistema público de investigación científica hubo invertido cuantiosas sumas en las fases de mayor riesgo. Los recursos públicos financiaron la mayoría de los grandes descubrimientos científicos y muchos desarrollos tecnológicos básicos para los avances en las comunicaciones y en la salud, contando tan sólo en algunos casos con objetivos de aplicación inmediata.
La inversión con objetivos inmediatos proporciona menores beneficios, tanto en conocimiento como en innovación. El reto reside en cómo distribuir los recursos para atender las expectativas de la sociedad a corto plazo y, simultáneamente, respetar el tiempo de cada tipo de investigación científica, de forma tal que sus resultados también configuren un beneficio para las generaciones futuras.
No sólo de los engranajes de la ciencia se ocupa esta edición. El reportaje de la página 50, que ilustra los frutos de la investigación básica en la economía, evidencia el impacto del proyecto de secuenciación de la bacteria Xylella fastidiosa, causante de la clorosis variegada de los cíticos, en la productividad de los naranjales. En tanto, el reporte sobre el chikunguña configura casi un llamamiento a la investigación, al revelar cuán poco se sabe al respecto de esa enfermedad debilitante cuya incidencia crece en forma alarmante. En el artículo de la página 70 se describe el nuevo récord de distancia y tasa de transmisión de datos por fibra óptica, mientras que en la página 80 se revelan los beneficios del uso de recursos tecnológicos en las aulas, fundamentalmente para los alumnos con dificultades de aprendizaje.
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