La posibilidad de ser sencillo, de dejar de lado elementos gramaticales teóricamente esenciales y contestar “sim, comprei” [“sí, compré”], cuando alguien te pregunta: “você comprou o carro?” [“¿te compraste el auto?”], es una de las características que dotan de flexibilidad e identidad al portugués brasileño. El análisis de documentos antiguos y de entrevistas de campo en el transcurso de los últimos 30 años muestra que puede considerarse como único al portugués brasileño actual, distinto del portugués europeo, del mismo modo que el inglés americano es diferente al inglés británico. Así y todo, el portugués brasileño no constituye todavía una lengua autónoma: quizá lo sea –de acuerdo con los pronósticos de los expertos, dentro de 200 años– cuando acumule peculiaridades que nos impidan a los brasileños entender enteramente lo que dice alguien nacido en Portugal.
La expansión del portugués en Brasil, sus variaciones regionales y sus posibles explicaciones que hacen que el buitre negro, llamado urubu en São Paulo, pueda llamarse corvo en el sur del país, y las raíces de las innovaciones del lenguaje, están emergiendo a través del trabajo de alrededor de 200 lingüistas. De acuerdo con estudios de la Universidad de São Paulo (USP), una innovación del portugués brasileño, por ahora sin equivalente en Portugal, es la ere interiorana, pajuerana o caipira, en ocasiones tan intensa que parece valer por dos o tres, como en po r r r ta [pue r r r ta] o ca r r r ne.
Sin embargo, la asociación de la ere caipira únicamente con el interior paulista constituye una imprecisión geográfica e histórica, aunque esa ere sin pudores fue una de las marcas del estilo pueblerino del actor Amácio Mazzaropi en sus 32 películas, producidas entre 1952 y 1980. Siguiendo las rutas de los expedicionarios bandeirantes paulistas en busca de oro, los lingüistas encontraron esa ere supuestamente típica de São Paulo en ciudades de Minas Gerais, Mato Grosso, Mato Grosso do Sul, Paraná y el oeste de Santa Catarina y de Rio Grande do Sul, conformando un modo de hablar similar al portugués del siglo XVIII. Quienes tengan paciencia y oídos aguzados podrán hallar también, en la región central de Brasil –y en ciudades costeras–, la S chillona [con la sonoridad de la Y o de la LL rioplatense], una característica hoy en día típica del habla carioca que llegó con los portugueses en 1808 y que constituía una señal de prestigio, pues representaba el modo de hablar de la Corte. Pero ni siquiera los portugueses eran originales: los expertos argumentan que esa S chillona, que hace de la esquina una shquina, llegó a Brasil de los nobles franceses, a quienes los portugueses admiraban.
La historia de la lengua portuguesa en Brasil está sacando a relucir las características preservadas del portugués, como el cambio de la L por la R que resulta en pranta en vez de planta. Camões registró esta alteración en Os lusíadas –en esa obra puede leerse frautas en lugar de flautas– y el cantor y compositor paulista Adoniran Barbosa la dejó registrada en diversas composiciones, en frases tales como “frechada do teu olhar” [“frechazo de tu mirada”], del samba Tiro ao Álvaro. En estudios de campo, investigadores de la USP observaron que habitantes del interior, tanto en Brasil como en Portugal, fundamentalmente aquéllos menos escolarizados, todavía hablan de esa manera. Otro signo de preservación de la lengua que detectaron los especialistas de Río de Janeiro y de São Paulo, en este caso en documentos antiguos, recayó sobre las expresiones a gente o as gentes como sinónimos de “nós” [nosotros], que actualmente constituyen una de las marcas propias del portugués brasileño.
Célia Lopes, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), halló registros de a gente en documentos del siglo XVI y, con mayor frecuencia, a partir del siglo XIX. Era una forma de indicar la primera persona del plural en el sentido de todo mundo [todo el mundo, todos nosotros] con la inclusión necesaria en la expresión del eu [el yo] de la primera persona. Según Lopes, el empleo de a gente puede transmitir una cierta falta de compromiso e indefinición: quien dice a gente en general no deja claro si pretende comprometerse con lo que está diciendo o si se ve como parte del grupo, tal como en “a gente precisa fazer” [tendríamos que hacerlo]. En tanto, el pronombre nós [nosotros], como en “nós precisamos fazer” [debemos hacerlo], expresa responsabilidad y compromiso. Durante los últimos 30 años, acotó Lopes, a gente se instaló en los espacios antes ocupados por el nós y se convirtió en un recurso bastante utilizado en todas las edades y clases sociales de todo Brasil, aunque en los libros de gramática permanezca en los márgenes.
Lingüistas de varios estados del país están desenterrando las raíces del portugués brasileño al examinar cartas personales y administrativas, testamentos, relatos de viajes, expedientes judiciales, cartas de lectores y anuncios en periódicos desde el siglo XVI, recabados en instituciones tales como la Biblioteca Nacional y el Archivo Público del Estado de São Paulo. El equipo de Célia Lopes ha encontrado también, en la feria de antigüedades de los sábados de Praça XV de Novembro ‒plaza situada en el centro de la ciudad de Río de Janeiro‒, cartas antiguas y otros tesoros lingüísticos no siempre valorados. “Un estudiante me trajo cartas maravillosas que halló entre la basura”, comentó Lopes.
De vossa mercê a cê
Los documentos antiguos ponen en evidencia que el portugués hablado en Brasil empezó a diferenciarse del europeo hace al menos cuatro siglos. Una indicación de esta separación es Memórias para a história da capitania de São Vicente, de 1793, escrito por fray Gaspar da Madre de Deus, nacido en la ciudad costera paulista de São Vicente, y después reescrito por el portugués Marcelino Pereira Cleto, quien fue juez en la también costera ciudad paulista de Santos. Al comparar ambas versiones, José Simões, de la USP, halló 30 diferencias entre el portugués brasileño y el europeo. Una de ellas sigue vigente en los días actuales: como usuarios del portugués brasileño, preferimos explicitar los sujetos en las frases, tal como en “o rapaz me vendeu o carro, depois ele saiu correndo e ao atravessar a rua ele fue atropelado” [“el muchacho me vendió el auto, después él salió corriendo y al cruzar la calle él fue atropellado”]. En portugués europeo, sería más natural omitir el sujeto, predefinido por el tiempo verbal –“o rapaz vendeu-me o carro, depois saiu a correr…” [“el muchacho me vendió el coche y después salió corriendo…”]–, lo que resulta en una construcción gramaticalmente impecable, aunque suene un tanto extraña en Brasil.
Un habitante de Portugal, en caso de que le pregunten si se ha comprado un coche, contestará con naturalidad: “sim, comprei-o” [“sí, lo compré”], explicitando el complemento del verbo, y eso “incluso entre hablantes poco escolarizados”, asevera Simões. El investigador acota que los portugueses utilizan la forma pronominal ‒“dar-lhe-ei un carro, con certeza!” [“¡le he de dar un coche, por supuesto!”–, que sonaría como señal de afectación o presunción en Brasil. Otra diferencia es la distancia entre el idioma hablado y la escritura en Brasil. Nadie dice muito [muy/ mucho], sino muinto. El pronombre você [tú, vos o en ciertos casos un usted neutro, entre formal e informal], que de por sí implica una reducción de vossa mercê [vuestra merced] y de vosmecê [vos merced], se encogió más aún terminando en cê, y se pegó en el verbo: cevai? [¿tuvás/ vovás?].
“El idioma que hablamos no es el que escribimos”, dice Simões, con base en ejemplos como éstos. “El portugués escrito y el portugués hablado en Portugal están más cerca, aunque también existen diferencias regionales”. Simões complementa los análisis textuales con sus andanzas por Portugal. “Hace 10 años, mis parientes portugueses decían que no entendían lo que yo decía”, sostiene. “Ahora, probablemente debido a la influencia de las novelas brasileñas en la televisión, dicen que hablo un portugués más correcto.”
“Nosotros conservamos el ritmo del habla, en tanto que los europeos empezaron a hablar más rápido a partir del siglo XVIII”, sostiene Ataliba Castilho, profesor emérito de la USP, quien durante los últimos 40 años planificó y coordinó diversos proyectos de investigación sobre el portugués hablado y la historia del portugués de Brasil. “Hasta el siglo XVI”, dice, “el portugués brasileño y el europeo eran como el español, pues mantenían un corte silábico duro. La palabra hablada estaba mucho cerca de la palabra escrita”. Célia Lopes añade otra diferencia: el portugués brasileño conserva la mayoría de las vocales, en tanto que los europeos en general las omiten y ponen el énfasis en las consonantes: dirían tulfón para referirse al telefone [al teléfono].
Hay también muchas palabras con sentidos distintos de un lado y del otro del Atlántico. Los estudiantes de las universidades privadas no pagan mensalidade [cuota mensual], en Portugal, sino propina [que significa coima o soborno en Brasil]. Bolsista [becario] es bolseiro en Portugal. Como los europeos no adoptaron algunas palabras que se usan en Brasil, a ejemplo de bunda, de origen africano [proveniente del kimbundu angolano, que significa trasero, cola, nalgas o culo, este último un tanto más chabacano en algunos lugares], pueden ocurrir situaciones embarazosas. Vanderci Aguilera, profesora sénior de la Universidad Estadual de Londrina (Uel) y una de las lingüistas abocadas al rescate de la historia del portugués brasileño, acompañó a una amiga portuguesa a una tienda. Para ver si un vestido que había terminado de probarse tenía una buena caída en la espalda, su amiga le preguntó: “O que achas do meu rabo?” [“¿Qué te parece mi culo?”].
El soldado y la hija del hacendado
En el archivo de documentos sobre la evolución del portugués paulista, se encuentra una carta de 1807, escrita por el soldado Manoel Coelho, quien habría seducido a la hija de un hacendado. Cuando el padre de la muchacha se enteró de ello, enfurecido, pretendió obligarlo a casarse con ella. Pero el soldado se emperró y dijo que no se casaría, tal como escribió, “nem por bem nem por mar” [“ni por las buenas ni por las mares”]. A Simões le extrañó la referencia al mar, ya que el embrollo tenía lugar en ese entonces villa de São Paulo, pero después se dio cuenta: “¡La ere caipira! ¡Quiso decir ‘nem por bem nem por mal!’ [‘ni por las buenas ni por las malas’”. El soldado escribía tal como hablaba: no se sabe si se casó con la hija del hacendado, pero dejó una prueba valiosa de cómo se hablaba a comienzos del siglo XIX.
“La ere caipira o interiorana era una de las características de la lengua hablada en la villa de São Paulo, la cual, paulatinamente, con la creciente urbanización y el arribo de inmigrantes europeos, se vio expulsada hacia la periferia o hacia otras ciudades”, dice Simões. “Era la lengua de los bandeirantes”. Los especialistas creen que los primeros habitantes de la villa de São Paulo, además de decir po r r r ta, se comían las consonantes ubicadas en el medio de las palabras: decían muié en vez de mulher [mujer], por ejemplo. Para capturar indios y, posteriormente, para encontrar oro, los bandeirantes conquistaron inicialmente el interior paulista, llevando su vocabulario y su modo de hablar. La ere exagerada aún puede escucharse en las ciudades del llamado Tietê Medio, tales como Santana de Parnaíba, Pirapora do Bom Jesus, Sorocaba, Itu, Tietê, Porto Feliz y Piracicaba, cuyos habitantes, fundamentalmente aquéllos que viven en el campo, fueron retratados por el pintor de Itu, José Ferraz de Almeida Júnior, hasta su asesinato a manos del marido de su amante en Piracicaba. Los bandeirantes siguieron después rumbo a otros montes de la inmensa Capitanía de São Paulo, constituida en 1709 por los territorios de los actuales estados de São Paulo, Mato Grosso do Sul, Mato Grosso, Rondônia, Tocantins, Minas Gerais, Paraná y Santa Catarina (véase el mapa).
Manoel Mourivaldo Almeida, también de la USP, encontró señales del portugués paulista antiguo en Cuiabá, la capital del estado de Mato Grosso, que siguió manteniendo relativamente poca interacción lingüística y cultural con otras ciudades después del final del auge de la minería del oro, hace dos siglos. “El portugués culto de siglo XVI al XVII tenía una S chillona”, concluye Almeida. “Los paulistas, cuando fueron hacia el centro-oeste del país, ¡hablaban como los cariocas de hoy!”. El actor y director teatral de Cuiabá, Justino Astrevo de Aguiar, reconoce la herencia paulista y carioca, pero considera que un rasgo más evidente del hablar local el hábito de añadir una J [en portugués tiene una sonoridad similar a la Y consonante] o una T o D antes o en el medio de las palabras, como en djeito [en lugar de jeito, que es modo, manera], cadju [por cajú o anacardo] o tchuva [por chuva, que es lluvia; en portugués t+ch suena como ch en castellano, de lo contrario, la ch suena como sh], una característica de la pronunciación típica del siglo XVII, que Almeida identificó también entre habitantes de Goiás, Minas Gerais, Maranhão y en la región de Galicia, en España.
Almeida aguzó su oído con relación a las variaciones del portugués de Brasil debido a su propia historia. Es hijo de portugueses y nació en Piritiba, en el interior de Bahía. Salió de allí a los 7 años, vivió en Jaciara, en el interior de Mato Grosso y, luego de 25 años en Cuiabá, donde fue docente de la universidad federal, se mudó a São Paulo en 2003. El profesor reconoce que habla como un paulista en los momentos más formales –aunque prefiera decir éxtra [E más abierta] en lugar de êxtra [E más cerrada] como los paulistas–, pero, cuando se relaja, asume el ritmo del habla bahiana y el vocabulario matogrossense. Almeida estudia el modo de hablar de Cuiaba desde 1991, por sugerencia de un colega docente, Leônidas Querubim Avelino, experto en Camões, quien había constatado señales del portugués arcaico por allá. Avelino le contó que un campesino ciego de Livramento, localidad situada a 30 kilómetros de Cuiabá, le comentó que andaba “pusilo”, en el sentido de estar débil. Y entonces reconoció allí una forma reducida de pusilânime, de un modo que no se usaba más en Portugal.
“Los habitantes de Cuiabá y de algunas otras ciudades, tales como Cáceres y Barão de Melgado, en Mato Grosso, y Corumbá, en Mato Grosso do Sul, preservan el portugués paulista del siglo XVIII más que los propios paulistas. Paulistas del interior y también de la capital en la actualidad dicen dia [día], con una d seca, mientras que en la mayor parte de Brasil se dice “djia” [dyía], sostuvo Almeida. “El modo de hablar puede cambiar dependiendo del acceso a la cultura, de la motivación y de la capacidad para percibir y articular sonidos de manera diferente. Si se busca en los lugares más distantes de los grandes centros urbanos se pueden encontrar señales de preservación del portugués antiguo.”
Entre 1998 y 2003, un equipo coordinado por Heitor Megale, de la USP, siguió la ruta de las expediciones conocidas como bandeiras del siglo XVI en busca de rasgos de la lengua portuguesa antigua que hayan perdurado a lo largo de cuatro siglos. Las entrevistas realizadas con habitantes con edades entre 60 y 90 años de casi 40 ciudades o pueblos de Minas Gerais, Goiás y Mato Grosso trajeron a la luz vocablos olvidados como mamparra (tiene el sentido de fingimiento) y mensonha (mentira), una palabra de uno de los poemas de Francisco de Sá de Miranda del siglo XV, treição, usada en el interior de Goiás en el sentido de sorpresa, y términos del lenguaje popular aún utilizados en Portugal, tales como despois [depois, después], percisão [precisão, precisión] y tristura [tristeza], comunes en el sur de Minas Gerais. Aquello que parecía un anacronismo, cobró valor. Decir sancristia en lugar de sacristia [sacristía] no era un error, “sino un influjo preservado del pasado, cuando la pronunciación era ésa”, se informó en el periódico Jornal da Manhã, de Paracatu, Minas Gerais, el 20 de diciembre de 2001.
Al norte, a lengua portuguesa se expandió hacia el interior a partir de la ciudad de bahiana de Salvador, que fue la capital del Brasil colonial durante tres siglos. Salvador era también un centro de fermentación idiomática, pues recibía multitudes de esclavos africanos, que aprendían el portugués como lengua extranjera, al cual ya se habían sumado las palabras indígenas, pero también ofrecían su vocabulario.
Para impedir que la lengua de Camões se desfigurase al cruzarse con los dialectos nativos, Sebastião José de Carvalho e Melo, el Marqués de Pombal, secretario de Estado del reino, resolvió actuar. En 1757, Pombal expulsó los jesuitas: entre otras razones de índole política, debido a que éstos enseñaban la doctrina cristiana en idioma indígena. Por decreto, el Marqués hizo del portugués el idioma oficial de Brasil. La lengua portuguesa se impuso por sobre los idiomas nativos y hasta lo días actuales es el idioma oficial, aunque los lingüistas advierten que no puede decirse que sea el idioma nacional de Brasil debido a las 180 lenguas indígenas que se hablan en el país (eran 1.200, según se estima, cuando llegaron los portugueses). El mestizaje idiomático, que refleja la mezcla de los pueblos formadores del país, explica en buena medida las variaciones regionales de vocabulario y de ritmos, sintetizadas en un mapa de los hablares que puede hallarse en el Museo de la Lengua Portuguesa, en São Paulo. Resulta fácil encontrar variaciones idiomáticas en un mismo estado: los habitantes del norte de Minas Gerais hablan como los bahianos, en tanto que los de la zona central de ese estado mantienen el auténtico “mineirés”; en el sur el influjo paulista es intenso, mientras que al este, el modo de hablar se asemeja al acento carioca.
La pandorga y el bigato
Desde hace 10 años, un grupo de lingüistas estudia uno de los resultados del mestizaje idiomático: los diferentes nombres con que puede denominarse a un mismo objeto, registrados en entrevistas con 1.100 personas residentes en 250 localidades. Por todo Brasil, el juguete hecho de papel y varillas o cañas que se hace volar con el viento mediante un carretel de hilo [cometa, barrilete] se llama de papagaio, pipa, raia o pandorga –o también coruja, en las ciudades Natal y João Pessoa–, de acuerdo con el primer tomo del Atlas linguístico do Brasil, publicado en octubre de 2014, que contiene los resultados de las entrevistas realizadas en las capitales de estado (de editorial UEL). En tanto, el aparato con luces de color rojo, amarillo y verde que se utiliza en los cruces de calles para regular el tránsito [farol, en São Paulo] se llama sencillamente sinal [señal] en Río de Janeiro y en Belo Horizonte, y también es semáforo en las capitales del norte y nordeste del país. Goiânia registró los cuatro nombres para el mismo objeto: sinal, semáforo, sinaleiro y farol.
Comienza ahora la búsqueda de explicaciones para estas diferencias: “En donde yo nací, en Sertanópolis, a 42 kilómetros de Londrina [en el estado de Paraná]”, dijo Vanderci Aguilera, una de las coordinadoras del Atlas, “le decimos bicho de goiaba de bigato por influencia de los colonizadores, que eran inmigrantes italianos provenientes del interior paulista”. Según ella, los habitantes de los tres estados del sur del país le dicen corvo al buitre negro o zopilote por influjo de los europeos, mientras los del sudeste mantuvieron el nombre tupí-guaraní, urubu [también se le dice urubú en Paraguay].
Cada estado –o cada región– tiene su propio patrimonio lingüístico, que debe ser respetado, subrayan los expertos. Los profesores de portugués, advierte Vanderci, no deberían retar a sus alumnos por decirle cuitelo ‒tal como es común decirle en el interior de Paraná‒ al picaflor [beija-flor] ni recriminar a los que dicen caro [carro, auto, coche o carro], churasco [churrasco, asado, parrillada o barbacoa] o baranco [barranco, barranca], tal como es común entre los descendientes de polacos y alemanes del sur de Brasil, sino enseñarles que existen otras formas de hablar y dejar que los chicos se expresen como quieran cuando estén con sus familias o con los amigos. “Nadie habla mal”, enfatiza. “Todo el mundo habla de acuerdo con su historia de vida, con lo que le transmitieron sus padres y que después la escuela modificó. Nuestro modo de hablar es nuestra identidad, no hay motivos para avergonzarse.”La diversidad del portugués brasileño es tan grande que, pese a la aplicación que exhiben los locutores de los noticieros de alcance nacional para intentar crear una lengua neutra, despojada de acentos locales, “no existe un estándar nacional”, asegura Castilho. “Existen diferencias de vocabulario, de gramática, de sintaxis y de pronunciación incluso entre la gente que se rige por la norma culta”, añade. Insatisfecho con las teorías importadas, Castilho creó el abordaje multisistemático del lenguaje, según el cual cualquier expresión lingüística moviliza simultáneamente cuatro planos (léxico, semántica, discurso y gramática), que deberían verse de manera integrada y no por separado. Junto a Verena Kewitz, de la USP, el profesor ha debatido este abordaje con estudiantes de posgrado y con otros especialistas de Brasil y del exterior.
También está claro que el portugués brasileño se rehace constantemente. Las palabras pueden morir o adquirir nuevos sentidos. Almeida comentó que Celciane Vasconcelos, una de las estudiantes de su grupo, verificó que sólo los moradores más antiguos del litoral paranaense conocían la palabra sumaca [también sumaca en castellano] un tipo de embarcación antiguamente común, que hoy en día no se construye más, rescatando así la utilidad de la palabra de antaño, que hoy en día nombra a una playa de la localidad de Paraty (estado de Río de Janeiro). Los modos arcaicos de hablar pueden resurgir. La ere interiorana, según aseguran los lingüistas, está volviendo incluso en São Paulo, y así es como está readquiriendo estatus, en la estela de los cantantes de música interiorana o sertaneja. “Hoy en día, ser caipira es ser chic”, asegura Aguilera. O al menos resulta aceptable y forma parte del estilo personal, como el de la presentadora de televisión Sabrina Sato.
Esquelas de amor
Los lingüistas han percibido la expansión del tratamiento informal. “Tengo 78 años y deberían tratarme de senhor [o senhor, a senhora, que es el tratamiento formal estricto en Brasil], pero mis alumnos más jóvenes me tratan de você”, dice Castilho, aparentemente sin molestarse por esa informalidad, inconcebible en sus tiempos de estudiante. Sin embargo, el você no reinará solo. Célia Lopes, con su equipo de la UFRJ, verificó que el tu [tú] predomina en Porto Alegre y convive con el você en Río de Janeiro y en Recife, mientras que el você es el tratamiento predominante en São Paulo, Curitiba, Belo Horizonte y Salvador. El tu ya indicaba más cercanía y menos formalidad que el você en las casi 500 cartas del archivo online de la UFRJ, casi todas de poetas, políticos y otras personalidades de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Como todavía faltaba la expresión del habla de las personas comunes, Lopes y su equipo exultaron al encontrar 13 esquelas escritas en 1908 por Robertina de Souza a su amante y a su marido. Ese material era parte de un expediente penal contra el marido, que expulsó de su casa a un amigo y a la propia mujer al saber que habían mantenido una relación extramatrimonial, y luego mató a su ex amigo. En una de las 11 esquelas dirigidas a su amante, Álvaro Mattos, Robertina, quien firmaba como Chininha, escribió: “Eu te adoro te amo até a morte sou tua só tu é meu só o meu coracao e teu e o teu coracao é meu. Chininha e todinha tua ate a morte” [“Te adoro te amo hasta la muerte soy tuya solo tu eres mío sólo mi corazon e’ tuyo y tu corazon es mío. Chininha y todita tuya hasta la muerte”]. En tanto, al marido, Arthur Noronha, quien recibió tan sólo dos billetes, ella lo trataba de manera más formal: “Rezo pedindo a Deus para você me perdoar, mas creio que voce não tem coragem de ver morrer um filho ou filha” [“Rezo pidiéndole a Dios para que usted me perdone, pero creo que usted no tiene coraje de ver morir a un hijo o a una hija”]. Y más adelante: “Não posso me separar de voce e do meu filho a não ser com a morte” [“No puedo separarme de usted y de mi hijo a no ser con la muerte”]. No se sabe si ella regresó a casa, pero el marido fue absuelto, debido a que alegó haber matado al otro hombre en defensa de su honor.
Otro signo de la evolución del portugués brasileño está constituido por las construcciones híbridas, cuando el verbo que no coincide ya con el pronombre, tal como en tu não sabe? [¿tú no sabe?], y la mezcla de los pronombres personales você y tu, como en “se você precisar, vou te ayudar” [você lleva a conjugar al verbo en tercera persona con valor de segunda, entonces sería algo semejante a decir: “si usted necesita, te voy a ayudar”]. Los portugueses europeos podrían alegar que se trata de una prueba más de nuestra capacidad de desfigurar la lengua lusitana, pero quizá no tengan tantos motivos como para quejarse. Célia Lopes encontró esa mezcla de pronombres personales, que ella y otros lingüistas no consideran actualmente como un error, en cartas del marqués de Lavradio, quien fuera virrey de Brasil entre 1769 y 1796, y, más de dos siglos después, en una entrevista con el expresidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso.
Proyecto
Proyecto de historia del portugués paulista (PHPP – Proyecto Caipira) (nº 11/ 51787-5); Modalidad Proyecto Temático; Investigador responsable Manoel Mourivaldo Santiago Almeida (USP); Inversión R$ 87.372,10 (FAPESP).