El Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de la ciudad de São Paulo tiene ahora una nueva casa. Se acaba de inaugurar su espacio en el Parque Ibirapuera, donde ocupará el edificio de 35 mil metros cuadrados que en el pasado fuera sede del Departamento de Tránsito (Detran), y que ha sido totalmente refaccionado para transformarse en un espacio expositivo. La institución encara el reto de ocupar y dinamizar ese espacio privilegiado, sin soslayar que sigue siendo antes que nada un museo universitario, cuya principal misión consiste en estimular la investigación y reflexión sobre el arte brasileño moderno y contemporáneo, teniendo como eje central su valiosa colección de alrededor de 10 mil obras. El núcleo de excelencia de esta colección lo constituyen las pinturas y esculturas que Ciccillo Matarazzo donara a la Universidad de São Paulo (USP) en 1963, algunas provenientes del museo de Arte Moderno (MAM) y otras de la colección particular del mecenas, a las cuales se les suman una serie de adquisiciones y donaciones acumuladas a lo largo de medio siglo de existencia.
Con base en este conjunto amplio y diverso de trabajos se piensan todas las acciones de MAC. Esto lo diferencia del modelo cada vez más arraigado en Brasil, que ofrece un menú diversificado de exposiciones, adquiridas como paquetes cerrados en el circuito internacional de las artes con el objetivo de atraer a un público cada vez mayor e incrementar los patrocinios. “Un museo de arte contemporáneo como el MAC-USP debe hallar en su propia colección la referencia histórica y crítica. Será el propio museo el que suministrará la dimensión histórica a las obras que se exhibirán en sus espacios”, afirma Tadeu Chiarelli, director de la institución, al describir la postura del museo durante su gestión.
En esta nueva fase, de ocupación paulatina de la nueva sede, todas las exposiciones programadas se regirán por ese principio. La primera, Lo tridimensional en la colección del MAC: una antología, se inauguró en enero y consiste en un recorte de 18 obras de la colección. A mediados de este año, cada una de las cinco curadoras del museo propondrá una lectura expositiva de la obra de artistas representativos de la colección: Rafael Costa pasará por la revisión de Helouise Costa; la muestra consagrada a Julio Plaza contará con la curaduría de Cristina Freire; Carmen Aranha se abocará a la producción de León Ferrari, y Ana Magalhães y Kátia Canton desarrollan muestras sobre las obras de José Antonio da Silva y Di Cavalcanti, respectivamente. Otras exposiciones, de carácter colectivo o que ponen de relieve la obra de autores específicos (tales como Carlito Carvalhosa y Mauro Restiffe) irán abriéndose paulatinamente, con lo cual se ampliará significativamente la ocupación del nuevo espacio y la presencia del MAC en el circuito expositivo paulistano.
Según Chiarelli, resulta evidente que el MAC también tiene interés en incrementar la cantidad de visitantes, pero no hay que obsesionarse con ese número referente al público, pues el museo no depende de los fondos de los patrocinadores para sobrevivir. “Esto nos permite abocarnos con más ahínco a la calidad de la experiencia del público al visitar el museo”, añade. Por ende, en el caso del MAC, el trabajo educativo no se ciñe a orientar o suministrarles información puntual a los visitantes, y el énfasis en la colección se extiende mucho más allá de la cuestión de la programación expositiva. Diferentes aspectos relacionados con la enseñanza y la investigación pautan también la compleja vida organizacional y los distintos proyectos que desarrolla el equipo curatorial.
Al decir de Ana Gonçalves Magalhães, “las actividades de docencia, investigación y curaduría están integradas, y así debe ser, lo que significa que la primera forma de extroversión de la investigación se da quizá mediante la formación de profesionales en las áreas afines al museo”. Formación que tiene un carácter interdisciplinario e involucra en diversos momentos a otras unidades afines. Cada curadora desarrolla proyectos de vasto alcance, con el apoyo de instituciones de fomento, tales como la FAPESP. Ana Magalhães, por ejemplo, trabaja en la actualización del catálogo del museo y revaluando algunas obras con base en estudios científicos desarrollados en asociación con el Instituto de Física de la USP. Kátia Canton, la más antigua curadora docente del MAC, se dedica desde mediados de los años 1990 al seguimiento de la joven producción contemporánea y su relación con la producción precedente. Esta investigación, intitulada Herencias contemporáneas, ha redundado hasta ahora en una serie de exposiciones y publicaciones. Cristina Freire se aboca a estudiar el arte conceptual; Carmen Aranha trabaja con la mediación entre arte y público, y Helouise Costa trabaja con más ahínco en el campo de la fotografía.
Además de las líneas de investigación específicas, el equipo también desarrolla algunos proyectos de carácter colectivo y con gran capacidad multiplicadora. Ejemplos de ello son el ciclo de muestras sobre el arte brasileño durante el período militar, desarrollado en colaboración entre Ana Magalhães, Cristina Freire y Helouise Costa –dos de las tres muestras ya se han realizado y una tercera se encuentra en etapa de preparación– y el evento El MAC en obras, actualmente en la sede del Parque Ibirapuera. Para esta iniciativa se tuvieron en cuenta diferentes aspectos del funcionamiento del museo, haciendo las veces casi de una síntesis metafórica de sus diferentes aptitudes. A través de la exposición de 19 trabajos de las décadas de 1970 y 1980, de autores tales como León Ferrari, Nina Moraes y Alex Vallauri, se llevó a cabo en el transcurso de los últimos meses una serie de discusiones entre el público, los artistas y expertos del MAC y de otras instituciones museológicas cuyo enfoque apuntó a cómo restaurar y preservar trabajos contemporáneos construidos con materiales sumamente frágiles o perecederos.
Más recientemente, se ha intentado esa reaproximación con jóvenes artistas que se sustancia en actitudes tales como el ciclo El MAC encuentra a los artistas, que abre espacios semanales para testimonios públicos de artistas de la nueva generación en el auditorio de la Ciudad Universitaria. También se han generado oportunidades para jóvenes estudiantes e investigadores bajo la forma de pasantías, exposiciones de trabajos o asistencia curatorial.
Pese a que en distintas oportunidades se lo ha valorado debido a las riquezas modernistas que alberga, a lo largo de su historia el MAC ha hecho justicia al término “contemporáneo” agregado a su nombre. Desde sus albores, la institución fue concebida como un “laboratorio de experimentaciones” por Walter Zanini, su primer director. Aracy Amaral, quien estuvo al frente del museo a comienzos de los años 1980, considera que el compromiso del MAC es “el apoyo a las nuevas tendencias del arte y al mismo tiempo la búsqueda de actualización de su colección”, pese a que alerta sobre la dificultad de actualizar ese patrimonio –sobre todo en el campo internacional– en razón de los precios exorbitantes vigentes en el mercado.
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