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PRESERVACIÓN AMBIENTAL

Una carretera, muchos bosques

La construcción de una circunvalación en el Gran São Paulo activa una operación de reimplantación forestal

LUIS FERNANDO DO REGO / DERSALa carretera atraviesa una de las represas de la capitalLUIS FERNANDO DO REGO / DERSA

Al menos una vez por semana, el biólogo surmatogrosense Paulo Ortiz llega al Instituto de Botánica, situado al lado del Zoológico de la ciudad de São Paulo, alrededor de las siete de la mañana, una hora y media antes de lo habitual. Se calza las botas negras y enseguida sale, junto con otros biólogos, a recorrer la periferia de la capital y municipios vecinos para observar cómo están creciendo los bosques que repondrán la vegetación nativa perdida por la construcción del tramo sur de la circunvalación Mário Covas, una carretera de 57 kilómetros que rodea a la capital paulista y a otros seis municipios del Gran São Paulo, interconectando las carreteras del interior paulista con la costa.

La tarea de recomposición del bosque atlántico, aunque es poco palpable para quien circula por las calles de la metrópolis, pero importante para apaciguar el calor y las inundaciones, representa la mayor experiencia de restauración de bosques realizada en conjunto por organismos públicos, institutos de investigación y empresas privadas en la historia paulista. Las 1.016 hectáreas (cada hectárea equivale a 10 mil metros cuadrados) que serán repoblados con especies autóctonas del bosque atlántico están distribuidas en 147 áreas públicas con tamaños variables – desde 70 metros cuadrados, el equivalente a un departamento, hasta 100 hectáreas, tal como 100 campos de fútbol sumados – en São Paulo y otros 13 municipios cercanos (Biritiba Mirim, Cotia, Embu das Artes, Itapacerica da Serra, Mairiporã, Mauá, Mogi das Cruzes, Nazaré Paulista, Ribeirão Pires, Salesópolis, Santo André, São Bernardo do Campo y Piracaia; vea la localización de las zonas de reforestación).

Esta experiencia comprueba la habilidad del trabajo conjunto entre investigadores de diferentes instituciones, que se movilizan para afrontar problemas urgentes y resistencias naturales o humanas para el crecimiento de los bosques urbanos. En un tercio de la superficie plantada, alrededor de 300 hectáreas, los árboles murieron o no crecieron tal como se esperaba, a causa de imprevistos tales como inundaciones, incendios intencionales, heladas, invasión de ganado y oposición de algunos habitantes vecinos, que preferían seguir utilizando las tierras públicas como pasturas clandestinas para el ganado que criaban. Un equipo de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz (Esalq) de la Universidad de São Paulo (USP) contribuyó a la restauración de 8.500 hectáreas, un área bastante más grande que la del tramo sur de la carretera de circunvalación, aunque sin tantos conflictos debido a que los nuevos bosques crecieron en tierras particulares, cuyos propietarios aspiraban a obtener la certificación ambiental para la producción de azúcar y alcohol (lea en Pesquisa FAPESP, edición Nº 144, de febrero de 2008).

A medida que avanza, la ocupación con vegetación nativa de un área equivalente al 25% de la selva de Tijuca, en la ciudad de Río de Janeiro, pone de manifiesto la capacidad de botánicos e ingenieros agrónomos y forestales para contribuir efectivamente en la formulación e implementación de políticas públicas. Prueba de ello es que, como resultado de investigaciones que se transformaron en argumentos para mejorar la legislación ambiental del estado de São Paulo, cada hectárea debe contener alrededor de dos mil árboles de al menos 80 especies diferentes. De esa manera, se intenta que los nuevos bosques sean duraderos y al menos similares a los removidos para la construcción de la carretera.

No hubo reforestación compensatoria para el tramo anterior de la circunvalación, el tramo oeste, pero las leyes y los métodos aplicados en la restauración del bosque atlántico del segmento sur deben aprovecharse para la construcción de los dos próximos tramos, el norte y el este, para compensar la pérdida de vegetación nativa cercana al Parque de Sierra da Cantareira, la mayor selva urbana del mundo, con 7.900 hectáreas, el doble de la superficie ocupada por la selva de Tijuca. Otro requerimiento ambiental del tramo sur que debe adoptarse en los próximos tramos es el sistema de monitoreo de la dinámica demográfica y de las transformaciones en el uso del suelo y de la cobertura vegetal autóctona, desarrollado y administrado en conjunto por los equipos de la Fundación Sistema Estadual de Análisis y Datos (Seade), de la Empresa Paulista de Planificación Metropolitana (Emplasa) y del Instituto Forestal.

La convocatoria
En el año 2007, como condición para la aprobación del proyecto de construcción del tramo sur de la autopista de circunvalación, distintos organismos estaduales y federales dispusieron que, Desenvolvimento Rodoviário S.A. (Dersa), la empresa pública encargada de la construcción de la carretera, replantase 1.016 hectáreas de bosques en zonas cercanas a la futura autopista, para compensar la pérdida de 200 hectáreas de bosque atlántico que rodea a la Gran São Paulo.

El primer problema surgió ni bien Luiz Mauro Barbosa, en ese entonces director del Instituto de Botánica, supo que su institución había sido designada para dirigir el rescate de las plantas vivas y la reforestación compensatoria con especies autóctonas: “Apenas sí conocíamos el área desde el punto de vista botánico”, recuerda Barbosa, quien actualmente dirige uno de los centros de investigación del instituto. Él fue uno de los líderes de un equipo conformado por 80 investigadores que posteriormente se adentraron en la selva para identificar las especies y extraer lo que fuera posible, antes del arribo de las topadoras talando la selva para abrir el camino.

Los investigadores se preocupaban por el tiempo, que era escaso, y por la extensión de la selva que tenían por recorrer. La selva que sería talada a causa de la carretera ocupaba una superficie cuatro veces mayor que la de otra experiencia pionera en la que habían participado en 1985: la recuperación de la vegetación nativa de las laderas de Serra do Mar, tramos de sierra estropeados por la contaminación en ese entonces descontrolada por parte de las empresas químicas de la localidad de Cubatão. Actualmente, Barbosa considera que, a despecho de las presiones, lograron salvar el 80% de las especies herbáceas y epifitas del área de la selva talada como consecuencia de la construcción del tramo sur de la carretera de circunvalación.

En total, rescataron 22 mil plantas – principalmente helechos, palmeras, bromelias y orquídeas –, que fueron trasplantadas al Jardín Botánico de São Paulo y plazas públicas del Gran São Paulo o reubicadas en las inmediaciones de donde se extrajeron y en las áreas de reforestación. En el bosque atlántico que rodea la represa de Guarapiranga, una de las principales fuentes de agua de los residentes en la Región Metropolitana de São Paulo, los botánicos hallaron rarezas tales como una bromelia con flores lila, la Tillandsia linearis, considerada extinta, y la Zygopetalum maxillare, una orquídea amenazada de extinción.

EDUARDO CESARUna de las nuevas áreas del bosque atlántico en Parelheiros, en el extremo sur de São Paulo: la diversidad de árboles ya es notoria EDUARDO CESAR

Pisoteos y ofrendas
Dos años más tarde, el tramo sur de la carretera de circunvalación se encuentra funcionando, conectada con el tramo anterior, el oeste, y varias zonas ya se asemejan a un bosque joven, con buenas perspectivas de crecimiento, principalmente cuando están rodeadas por remanentes de selvas nativas.

En uno de los nuevos fragmentos de bosque en Parelheiros, un barrio alejado de la zona sur de la ciudad de São Paulo, las cosas marchan bien. “Mire, la selva está comenzando a prender”, observa el ingeniero agrónomo Maycon de Oliveira, de Verdycon, una de las tres empresas contratadas por Dersa para encargarse de la reimplantación de los árboles en las 147 áreas escogidas.

Oliveira muestra uno de los árboles, un fumo bravo, también llamado tabaco silvestre (Solanum verbascifolium) que él y su equipo plantaron en noviembre de 2009. En este tiempo, el árbol creció – ya mide casi 2,5 metros –, floreció, dio frutos y semillas que germinaron generando descendientes ya con 30 centímetros de altura que crecen cerca del árbol madre. El fumo bravo, el ingá o pacae (Inga edulis) y el timburi o piñón de oreja (Enterolobium cyclocarpum) que crecen en este sector, son especies de árboles pioneras, que crecen rápidamente, brindando sombra a las especies arbóreas de crecimiento más lento, aunque con vida más extensa. Al lado, se encuentra una dedalera (Lafoensia pacari), un árbol que vivirá allí muchos años, ya cuenta con 1,5 metros de altura, y floreciendo.

Allí, tal como lo hacen desde hace dos años en las 147 áreas seleccionadas para la reforestación, Paulo Ortiz y otro biólogo, Carlos Yoshiyuki Agena, examinan el bosque emergente, y, siempre que pueden, la bióloga Regina Tomoko Shirasuna y la ingeniera Renata Ruiz Silva también participan en las inspecciones. La diversidad de especies es visible, no hay plantas rastreras compitiendo por nutrientes y la mortalidad de los árboles es de tan sólo un 12%. Ellos ponderan que se trata de un buen resultado, ya que al principio, esta zona fue invadida por caballos que pisotearon los plantines recién implantados.

Actualmente cercados, para evitar el ingreso de animales, los árboles crecen en tierras anteriormente ocupadas por una huerta expropiada por el municipio, Alrededor de este predio los árboles son más altos y antiguos. Karina Cavalheiro Barbosa, bióloga de Dersa que acompaña los equipos que dirigen o ejecutan el plantío, comenta que el conjunto de lotes plantados en Parelheiros forma parte de cuatro unidades de conservación que serán entregados al municipio durante los próximos meses.

En Piracaia y Mariporã, dos municipios que albergan áreas destinadas a la reforestación, los problemas son peores. Se cree que algunos habitantes vecinos cortan la cerca de las zonas seleccionadas para meter al ganado que había sido expulsado de allí. También hubo incendios, posiblemente de origen deliberado, en los bosques en crecimiento; latas de combustible halladas en las tierras quemadas alimentan esa hipótesis. Karina y su equipo perseveran, replantando lo que se ha perdido y colocando carteles avisando que se trata de un área pública que no debería ser invadida. “No deposite ofrendas”, implora un cartel anónimo clavado en la tierra, en una zona de reforestación de Mairiporã. Constituye una forma de evitar los incendios provocados por las velas utilizadas en los rituales religiosos.

De vez en cuando, los habitantes vecinos de las áreas destinadas para la reforestación son más directos y avisan a los primeros que llegan que no quieren ningún cambio de ese tipo ahí, porque un bosque quitaría visibilidad a sus casas, dejando más aislada a la comunidad. Y amenazan: si avanzan, habrá represalias. ¿Qué hacer? A veces se opta por rehacer la planificación para que no se pierda el trabajo: la reposición de bosques es un trabajo costoso, que demanda entre 20 mil y 25 mil reales por hectárea.

Nadie previó esas reacciones de rechazo, del mismo modo que nadie preveía la helada que en una sola noche de julio de 2011 destruyó casi la mitad de los árboles plantados en el municipio de Cotia por los equipos de Verdycon y el consorcio Jardiplan/Biotech. En zonas con suelo pobre – una de ellas, junto a la carretera de circunvalación, se utilizaba como playa de estacionamiento de camiones y depósito de escombros – la mortalidad de los árboles es del 40%, aunque están apareciendo soluciones. Oliveira, de Verdycon, se encuentra evaluando la eficiencia de un residuo de las centrales azucareras y de etanol para mejorar la calidad del suelo. Un equipo de Corpus, otra empresa encargada del plantío, cubrió el suelo pobre con residuos de la producción de hongos y verificó que los árboles están creciendo más lozanos.

EDUARDO CESARIndicadores de éxito: un dedalero florece y Ortiz registra solamente un 12% de mortalidad de los árboles EDUARDO CESAR

Bosques de vida corta
Barbosa, del Instituto de Botánica, considera que aportó bastante para la definición legal de los criterios de reforestación adoptados, haciendo hincapié en la necesidad de utilizar una alta diversidad de especies nativas para aumentar las posibilidades de éxito de los planes de restauración. Mediante dos proyectos de políticas públicas apoyados por la FAPESP, en 2001 y 2003, evaluó 98 áreas reforestadas durante los 10 años anteriores en todo el estado de São Paulo.

“Cuando observé el resultado me asusté”, comenta. En la mayoría de las áreas había como máximo 30 especies de árboles por hectárea, bastante menos que lo encontrado en tramos originales del bosque atlántico. Entre esas 30, predominaban las especies pioneras, que poseen un ciclo de vida corto y mueren en pocos años. “En dos años había un pequeño bosque”, dice, “pero después de 10 años no quedaba casi nada”. Tan sólo dos de las 98 áreas examinadas presentaban una densidad de árboles y diversidad de especies aceptables.

Barbosa hizo ruido. Se comunicó con los dirigentes de la Secretaría de Medio Ambiente del estado y de las charlas, comenta, surgió la Resolución SMA-21, promulgada en 2001, estableciendo el plantío mínimo obligatorio de 30 a 80 especies por hectárea, dependiendo del tamaño del área (cuanto mayor, se deberían plantar más especies) y de la proximidad con remanentes de selvas, que podrían ampliar la diversidad de especies. Otra resolución, la SMA-47, de 2003, determinó que cada hectárea debería contar con al menos 80 especies nativas distintas, siendo al menos un 40% pioneras, con vida corta, y un 40% no pioneras, con larga vida.

La legislación condujo a que los viveros productores de plantines ampliaran el número de especies y la producción de plantines de árboles autóctonos. Barbosa, nuevamente, verificó las cantidades, comprobando que 55 viveros registrados en 2001, producían 13 millones de plantines de 277 especies nativas. Su estudio indica que actualmente, 208 viveros producen 41 millones de plantines de más de 600 especies nativas del estado de São Paulo (el sitio web del instituto, www.ibot.sp.gov.br, lista los viveros registrados y las 700 especies de árboles reconocidos como nativos del estado). Con este avance, él cree que la tarea de reforestar las 1,3 millones de hectáreas del estado ahora demandará 63 años, y ya no 200, tal como hace 10 años.

De esa manera cobró forma una legislación y una estructura de soporte para la producción de plantines que ubican al estado de São Paulo a la vanguardia del resto del país. “Mis amigos biólogos de Mato Grosso do Sul no creen que en São Paulo reforestemos con una diversidad de especies tan alta, algo inviable por allá”, comenta Ortiz.

Los conceptos han madurado bastante. En 1985, una de las estrategias adoptadas para reforestar las laderas de la sierra del Mar con vegetación nativa fue arrojar desde un helicóptero semillas dentro de cápsulas de gelatina; verificando luego que tan sólo un 30% de éstas germinaron. Se utilizó brachiaria, una especie de pastura exótica de crecimiento rápido, para sujetar el suelo de la ladera. “Ahora no lo haríamos de ese modo”, expresa Barbosa. De ser necesario, dice, utilizarían la orelha-de-onça (Tibouchina clavata), un arbusto nativo, que cumple la misma función. Anteriormente se pensaba que las semillas podrían guardarse solamente durante unas semanas; hoy se sabe que pueden durar años. Y ahora existen varias técnicas de restauración forestal, que pueden combinarse, de ser necesario.

IF / EMPLASA / SEADETres años después: la selva se expande en uno de los parques creados por Dersa; arriba, la carretera atraviesa una de las represas de la capital IF / EMPLASA / SEADE

Más allá de los árboles
Todavía existen problemas, obvio. Una investigación llevada a cabo por la Esalq indicó que trepadoras y epifitas, tales como las bromelias y orquídeas, componen un 42% de la biomasa de una selva y son muy importantes para la reconstrucción del ambiente, mientras que los árboles participan con un 35% del total de biomasa.

“Los árboles por sí solos no son la solución”, reiteró Paulo Kageyama, docente de la Esalq, durante un simposio sobre restauración ecológica realizado en noviembre de 2011 en el Instituto de Botánica. El problema reside en que los viveros, por el momento sólo ofrecen plantines de árboles. Una reglamentación reciente dispuesta por la Secretaría de Medio Ambiente recomienda ‒aunque todavía no obliga‒ que no se planten solamente árboles.

Las técnicas de restauración están relativamente maduras para el bosque atlántico, pero aún son poco claras para otros ámbitos naturales del estado de São Paulo tales como el cerrado, los manglares y las restingas. “Nuevas investigaciones indicarán otros caminos”, considera Kageyama.

Los nuevos bosques que crecen alrededor de la carretera de circunvalación están sirviendo como base para investigaciones que compararon el crecimiento de las plantas en zonas diferentes o bajo disímiles tipos de presiones naturales o urbanas. Una de las preguntas que recién tendrán respuesta dentro de muchos años es si los fragmentos de selva ubicados en ámbitos urbanos se comportarán del mismo modo que los fragmentos de selva ubicados en medio de pasturas en la Amazonia, por ejemplo.

Más allá de eso, la reposición de bosques aún no supera a las pérdidas. Entre 1995 y 2003, el Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa) promovió la restauración de la selva amazónica, aunque no hasta el punto de reponer lo que continuamente se perdía. Los informes de ese trabajo, que contó con la financiación de Japón, indican que la recuperación de paisajes naturales sólo avanza efectivamente cuando se encuentra asociada con políticas públicas de mayor envergadura. En un estudio publicado en la revista PNASen 2008, investigadores de Estados Unidos estimaron que Brasil perdió 2,6 millones de hectáreas anuales a causa del desmonte de selvas húmedas entre 2000 y 2005, mientras que en Indonesia, el segundo país con la mayor pérdida de vegetación nativa, el desmonte llega a 700 mil hectáreas por año.

Para terminar, y para desaliento de los paulistas más impacientes, cabe acotar que los resultados son lentos. “La restauración tarda”, reconoce Ortiz. “Recién sabremos dentro de 10 ó 20 años si esos bosques plantados alrededor de la carretera de circunvalación realmente prosperarán”.

Los proyectos
1.
Modelos de repoblación vegetal para la protección de sistemas hídricos en áreas degradadas de los diversos biomas del estado de São Paulo (nº 2000/02020-9); Modalidad Programa Políticas Públicas; Coordinador Luiz Mauro Barbosa – IBt; Inversión R$ 144.214,61 (FAPESP)
2. Institución de parámetros de evaluación y monitoreo para reforestación inducidos en busca del licenciamiento ambiental (nº 2003/06423-9); Modalidad Programa Políticas Públicas; Coordinador Luiz Mauro Barbosa – IBt; Inversión R$ 173.793,33 (FAPESP)

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