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Literatura

Una obsesión concreta

Muerto hace tres años, el poeta y ensayista Sebastião Uchoa Leite aún espera la atención de la crítica, mientras la editorial Cosac Naify planea la reedición de su poesía

Hubo un tiempo en que la crítica literaria era intensa, conflictiva. Apasionada, muchas veces. Se leía el libro con la profundidad de un perito criminalista, se buscaban y se señalaban referencias, influencias, en ensayos de una página de periódico. No se hacía la ofensa gratuita, sino la deconstrucción fundamentada, estructurada a partir de una metodología de análisis. El crítico parecía celar por la institución del libro y de sus géneros -poesía, prosa, ensayo, etc. El resultado ponía más luces en el contenido de la obra y podía transformar a su autor en un respetado libro. O podía destruir reputaciones.

La prensa brasileña tuvo por lo menos dos momentos claros en ese sentido: con el florecimiento del periódico diario, en la segunda mitad del siglo XIX, que abrió espacio para polémicas literarias aún restringidas a los escritores de notas, más pasionales, representadas por Machado de Assis y José de Alencar, entre otros. Y la era de los suplementos literarios semanales, más profesional y extensa, iniciada en el 1925 con el Correo de la Mañana, siguió hasta la década del 1970 y consagró nombres como Brito Broca, Otto Maria Carpeaux y muchos otros. Coincidencia o no, en esas fases la literatura nacional vio surgir lo que se convertiría en lo mejor de su producción.

Uno de los grandes nombres de la literatura brasileña contemporánea, el poeta, traductor y ensayista pernambucano Sebastião Uchoa Leite (1935-2003) estaba entre los que veían así la crítica literaria. Respetado por la crema y nata de la intelectualidad brasileña vinculada a la literatura, él desempeñó los tres oficios con la misma desenvoltura. Muerto hace tres años, Sebastião, como lo llamaban los amigos, aún espera el reconocimiento del legado de su contribución a la poesía y a la crítica literaria. Parte del esfuerzo en ese sentido ha sido hecha por el  ex-alumno Augusto Massi, profesor de literatura brasileña de la USP y editor de la Cosac Naify. Después de organizar los volúmenes Obra en esbozos, 1960-1988 (1988) y Crítica de oído (2003) él anticipa que piensa en publicar una segunda edición de su poesía reunida como parte de la colección “El as de chaleco”, coordinada por Carlito Azevedo.

Sebastião era un perfeccionista que escogía a los autores que le gustaría  traducir. À veces, precedía el texto con un ensayo sobre el autor o la obra, como hizo en Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo, de Lewis Carroll, uno de sus autores preferidos. Fue él el primero en hacerlo para el público adulto. Tradujo también Crónicas italianas, de Stendhal; Signos en rotación, de Octavio Paz; y El momento futurista, de Marjorie Perloff. En el 2001 ganó el Premio Jabuti de Traducción, por el libro Poesía, de François Villon.

Como autor, escribió 13 volúmenes de poesía y ensayos. Su obra poética, de tendencias contemporáneas, tuvo por lo menos tres volúmenes representativos: Eso no es aquello (1982), Obra en esbozos, 1960-1988 (1988) y Al acecho (2000). En 1980 ganó el Premio Jabuti de Poesía, por el libro Antilogía. Publicó también las antologías de ensayos Participación de la palabra poética (1966), Crítica clandestina (1986) y Juegos y engaños (1995).

Sebastião Uchoa Leite formó parte de una generación de notables de Pernambuco que emigró para Río de Janeiro y São Paulo y dio un nuevo vigor a la crítica literaria – tanto en la prensa cuanto en la academia. Un grupo que se mantendría unido por toda la vida gracias a la pasión por la poesía. Entre otros, participaban João Alexandre Barbosa – muerto en agosto de este año -, José Laurênio de Mello, Jorge Wanderley, Orlando da Costa Ferreira, Gastão de Holanda, Gadiel Perruci y Luiz Costa Lima. Solamente el último está vivo. Ariano Suassuna también estaba presente en los primeros años. Eran tiempos en que se consagraba el también poeta pernambucano João Cabral de Melo Neto.

El estreno literario se dio con el libro Diez sonetos sin materia (1960), publicado en la capital pernambucana por la legendaria editora artesanal El Gráfico Amador. En 1962 se graduó de bachiller en derecho y filosofía en la Universidad Federal de Pernambuco. En los años siguientes fue profesor de la Escuela de Biblioteconomía de la UFPE y orientador del Suplemento Literario del Jornal del Comercio. En 1965 se mudó para Río de Janeiro. De allá tuvo contacto con los concretistas de São Paulo.

En los años 1970 trabajó con Otto Maria Carpeaux y Antonio Houaiss en la Enciclopedia Mirador y en la revista Manchete. Se convirtió en aliado inseparable del primero, con quien adoraba tomar helado de café. Poco a poco, consolidó en sus poemas lo que el crítico Davi Arrigucci Jr. describió como “una variedad de temas y modos de tratamiento con un aliento que configura su amplio universo de lectura”: Poesía, cine, historia en cuadritos, ensayo y fotografía. Davi, amigo constante por casi 40 años, lo conoció en la década de 1960. Los dos se tornaron amigos muy próximos por toda la vida. Siempre se visitaban y se hospedaban uno en la casa del otro.

Fueron presentados por João Alexandre Barbosa. Él observa que Sebastião el ensayista tenía un gusto muy fino por el libro como objeto estético. Trabajaba con orden y disciplina intelectual, aunque haya dado pocas clases y no fuese un investigador académico. “Era una persona de sentido crítico muy agudizado y revelaba eso en todas las esferas de sus relaciones. No dejaba de expresar un peculiar sentido de humor, sin embargo serio. Características distintivas en sus poesías y artículos.”

Lo fascinaba, observa él, a cosa de lo oculto, del disfraz y de la ironía. Algo que aparece casi explícito en La regla secreta, uno de los últimos trabajos publicados, en 2002. En el ensayo El guardador de secretos, Davi comenta El Acecho, en el cual acabó por hacer una síntesis de la obra del amigo: “Libro esquivo, con fuerza y complejidad, pero cuya oculta poesía se hurta a la vista. Libro de recusas, que prefiere el bies, la sombra, la fascinación difícil. Atraído por el surtidor de aguas secretas, por lo que acecha en las tinieblas y remuele en secreto. Excéntrico, escondido entre paréntesis, sibilino en las alusiones, el Yo que poco nos habla, en vez de expresarse, prefiere la mera observación o el registro del mirar, sin temer, dentro o fuera, costados oscuros y extraños, pero sin mostrarse, prefiriendo ocultarse”.

Valentina
La antropóloga Guacira Waldeck, con quien Sebastião vivió junto durante 16 años, lo describe como una persona de personalidad discreta, despojada. Un contestador no abierto, se interesaba por todo. Adoraba leer historias en cuadritos – principalmente sus personajes preferidos Crazy Kat (al cual dedicó un largo ensayo), Valentina y el underground de Robert Crumb. Aunque de generación diferente, percibió el potencial de la banda de rock Titãs y prenunció el talento poético de Arnaldo Antunes. Convivía con personas jovenes, se correspondía con poetas en formación, les daba la atención necesaria para arreglar los versos. Se consideraba un perezoso, trabajaba sin disciplina, rígidamente anárquico, sin embargo, pues el resultado era siempre riguroso.

Guacira cuenta que él pretendía escribir una serie de ensayos sobre el poeta pernambucano Joaquim Cardozo, colaborador de Oscar Niemeyer y un exponente del movimiento modernista en su estado. Como a la pareja le gustaba mucho de sapos, talvez la última cosa que haya escrito fue el esbozo para el ensayo Batraquiozofia curiosa, un estudio sobre la presencia de esos animales en la literatura. El texto comenzaba así: “Pues, hablando de batracios, tenemos que destacar a sapos y ranas. Sobre todo a los sapos. Pero comenzaremos por una rana, que diríamos filosófica”. Seguía una relación de los tópicos que serían  tratados. El primero de ellos era “La rana filosófica de Lewis Carroll”. En seguida vendría el análisis de un poema de Tristan Corbière y el sapo en la poesía de Manuel Bandeira. Por lo que parece, una broma que se tornaría seria.

Luiz Henrique Lopes dos Santos, profesor de filosofía de la USP, que estuvo bien próximo de  Sebastião a mediados de los años 1990, gracias a la larga y estrecha  amistad con Guacira, recuerda los almuerzos que los reunían, siempre en el Lucas, en la avenida Atlántica. “Yo comía una calderada, él caldo de  gallina. Siempre comparecía con mi edición del Tractatus logico-philosophicus en puño y me inquiría sin tregua sobre los pasajes más herméticos y abstrusos de mi ensayo de introducción al libro, en una mezcla de curiosidad y escarnio.” Las preguntas que hacía, según Luiz Henrique, mostraban que había leído el libro con atención. “Al final, ponía una cara de fingido desespero y exclamaba: “¡No  creo usted entienda de verdad de esas cosas!”.”

El primer contacto entre Augusto Massi y Sebastião tuvo lugar en el 1982, cuando él aún estudiaba en el curso de literatura brasileña en la USP, para la publicación Arte en Revista. Viajó a Río de Janeiro y entrevistó a algunos poetas, como Cacaso y Sebastião Uchoa Leite. Lo encontró en un amplio apartamento en Laranjeiras. “Además de joven estudiante metido a investigador, yo escribía poesía y, en la época, juzgaba tener una buena idea de quien ellos eran, lo que representaban y el significado de sus obras. Pero la verdad es que aún hoy no es posible dimensionar la importancia de ellos. Sin embargo puedo garantizar que ambos no me decepcionaron.”

La imagen que guardó fue de un Sebastião más retraído, desconfiado, dotado de una ironía fina. “De alguna forma, aprendí que por detrás de ese contraste de personalidades – en relación a Cacaso – había dos conceptos de poesía: la poesía marginal [Cacaso] y la poesía concreta [Sebastião].”

Años después, Massi convidó a Sebastião a reunir su trayectoria poética en un único volumen. “Él resistió mucho, ponderó que no se reconocía en el libro de estreno, que otros dos libros eran casi inéditos pero, aún así, creía mejor no reunir. Yo pensaba justamente lo contrario. Mi tesis era la de que justamente estas idas y venidas de su trayectoria, marcada inicialmente por la influencia del concretismo, se había matizado a través de la poética cabralina pero sólo ganó aliento gracias a la lectura crítica, reactiva y original que tuvo de la poesía marginal.” Según Massi, este choque de tradiciones, influencias y experiencias poéticas está bien delineado en el volumen de poesías reunidas Obra en duplas, 1960-1988, con oreja firmada por João Alexandre Barbosa.

Durante la producción del libro, los dos se quedaron más próximos. “Lo que me agradaba en Sebastião era su sinceridad, una forma provocativa de sacar conversación, bien diferente del elogio fácil y del lame-botas amplio e irrestricto que caracteriza nuestro medio cultural.” Para dar un ejemplo, sabedor de que el editor admiraba la poesía de Orides Fontela, no dejaba pasar una oportunidad para exteriorizar un punto de vista contrario. Ese sería uno de los trazos de su personalidad. “Se crió un gran folclore en torno de sus manías, hábitos, ideas fijas. Cavando más hondo, yo diría que Sebastião cultivaba los opuestos, llevaba las cosas hasta e límite, mantenía tenso el arco de la inteligencia.”

Para Massi, él daba la impresión de haber sido inicialmente un joven terco y, con el pasar de los años, se transformó en un viejo vampiresco, dotado de una curiosidad casi infantil. “En otras palabras, él tanto llevaba las historias en cuadritos en serio cuanto desconfiaba de las digresiones metafísicas. Vamos a decir que, bajo la portada del anecdotario y del folclore de la persona que es  contra, pasa una idea fuerte de la poesía que los propios títulos indican: Antilogía o Eso no es aquello.” Todo en Sebastião converge para el ejercicio de la negatividad. “Nuestras conversaciones giraban alrededor de poesía y de cine. En el terreno de la poesía nuestra gran afinidad era la obra poética de João Cabral. Inclusive, cuando salió Obra en duplas, fuimos juntos a llevar un ejemplar para João Cabral. Fue un día memorable.”

Equilibrio
El editor cree que Sebastião no se consideraba un ensayista, posición en que no concuerda. “Él era un ensayista de la mayor calidad. Juegos y engaños [Editora 34, 1995] – talvez su mejor libro – alcanza un nivel bastante alto.  Es un libro que tiene columna vertebral, donde la noción de mal, la mentira y el juego adquire una densidad raramente alcanzada.” Además de eso, prosigue Massi, en ese libro hay un fuerte equilibrio de temas y artes y entre lo familiar y lo extraño.

La última vez que Massi vio Sebastião fue en São Paulo, en el 2002. Fue a visitar a los amigos João Alexandre y Frederico Barbosa y lanzar su último libro de poemas, La regla secreta. “Salimos para almozar, él, Davi Arrigucci Jr y yo. Fuimos a comer en un restaurante uruguayo, El Tranvía. Él andaba con mucha dificultad, con bastón y todo, sin embargo, continuaba con la lengua afilada y el humor bien aderezado.   Era agradable conversar con él, su voz parecía deslizar, en una anti-música levemente arrastrada, como alguien que habla y, al mismo tiempo, ya está escapando para fuera de la conversación.”

Fue un momento difícil, sufrido. “Él estaba bastante abatido y mentalmente lúcido.” Resistió hasta el fin en la esperanza de ver publicado su último libro de ensayos: Crítica de oído [2003], por Cosac Naify. “No se como él encontró fuerzas para corregir la segunda prueba. Pero, desgraciadamente, yo no conseguí dar esta alegría a él. El libro sólo estuvo listo unos 20 días después de su muerte, el 27 de noviembre del 2003.” Guacira recuerda que el poeta era bien tranquilo con respecto al reconocimiento de su obra poética. Pensaba sobre todo que al tiempo el cabía definir lo que debería ser leído después. Al mismo tiempo, veía la poesía como una secta, algo de interés restricto, que no le interesaba al mundo. Davi Arrigucci Jr. no cree que él haya recibido menos consideración de la llamada crítica universitaria que la mayoría de los poetas de su generación. “Vino de ella, creo, el principal reconocimiento. De modo general, la crítica universitaria, dependiente de los escalones de la carrera con sus disertaciones o tesis,  se halla más presa al ensayo de interpretación o reinterpretación de autores del pasado, arriesgándose poco en el reconocimiento crítico de escritores contemporáneos.  Parece confiar antes en el juicio del tiempo, que en esos asuntos acostumbra a ser mejor consejero, y se hurta al presente, lo que es de lamentar.”

Es, afirma él, lo que se observa en el escenario brasileño desde los años 1940, cuando la crítica militante de los pie de gravado de los periódicos fueron siendo paulatinamente abandonados, con el surgimiento del crítico también profesor universitario. “Sebastião procede, a su vez, en su formación literaria, de ruedas de profesores universitarios de Recife – João Alexandre Barbosa y Luiz Costa Lima, por ejemplo, fueron sus compañeros de generación y están entre sus principales críticos – antes de que se dedicase a tareas de franco-tirador de las letras, fuera del ámbito universitario. Por la riqueza de sus aspectos – poesía, ensayo, traducción – y por la calidad intrínseca de su producción, creo que está más que en la hora de que otros críticos universitarios se inclinasen sobre su obra en cuyos doblés hay de hecho muchos secretos para ser desvendados.”

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