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Especial

Una sola materia, hasta el final

Proyecto genera cambios estructurales

La directora de la Escuela Primaria Estadual Jair de Andrade necesitó cuatro años de mucho estudio y trabajo persistente para romper con el sistema tradicional de enseñanza y implementar una nueva práctica pedagógica, fundamentada en el aprendizaje a partir de la experiencia. Pero Marlene Luz no estaba sola en esa empresa. Contó con el apoyo de una investigación académica, coordinada por la psicóloga Heloísa Szymanski Ribeiro Gomes, de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC).

El proyecto, solventado con recursos financieros de la FAPESP, se inició con un cambio estructural: en vez de la acostumbrada usanza de varias materias por día, con clases de 40 minutos para cada materia, la escuela adoptó el sistema modular, que permite trabajar el contenido de una materia por vez, durante el tiempo que sea necesario. “Como con ese sistema los alumnos estudian una sola materia durante varias semanas, rápidamente se vio que el método tradicional de la clase expositiva sería insoportable tanto para el grupo como para los profesores”, dice Heloísa. La solución hallada por la directora consistió en implementar el método Labor, ya empleado con éxito por la Asociación Aldeia SOS, una organización no gubernamental que cuida niños huérfanos.

La implantación del nuevo método requería muchos cuidados. Esto tiene una explicación: la metodología Labor se basa en el aprendizaje de proyectos, es decir, los conceptos son transmitidos a partir de la experiencia real de los alumnos, y ésta debe necesariamente resultar en un producto. De esta manera, para enseñar rectas y ángulos, por ejemplo, los alumnos pueden trabajar en la construcción de una cometa (barrilete). “No sabíamos si el método funcionaría bien en una escuela pública, en donde ya existe una tradición pedagógica arraigada y los grupos son mucho mayores”, afirma.

Además, el método Labor nunca había sido probado en los cursos más adelantados de la enseñanza básica ni en la enseñanza media, lo que exigiría una buena complementación entre los profesores de las diversas materias. Aun así, Heloísa llevó adelante el proyecto. Y fue más allá: invitó a otra escuela pública, la Escuela Estadual de Primaria y Secundaria Giulio David Leone, a participar en la investigación.

En ambas escuelas, los equipos involucrados en el proyecto fueron capacitados y lograron implantar la metodología con éxito. Los resultados: aumento en la frecuencia, mayor interés e implicación por parte de los alumnos en las actividades, alto índice de aprendizaje y de retención de contenidos, participación activa de la familia y reducción del índice de deserción escolar. “Eso es todo lo que un educador puede desear”, afirma Heloísa. “Y comprueba la tesis de que solamente se aprende aquello que tiene un significado”. La novedad fue tan bien aceptada por los alumnos que éstos empezaron a rechazar las clases tradicionales. Los padres, al principio, desconfiaron.

“Ellos fueron a la escuela a preguntar qué estaba sucediendo, porqué sus hijos no querían faltar más a clases”, cuenta la investigadora. “Muchos creyeron, incluso algunos de los profesores, que si los alumnos estaban alegres y sueltos, entonces no estaban en una clase seria.” Pero lo era. Y lo era de tal forma que una de las profesoras logró alfabetizar a un curso entero en el 1º año. “Eso ocurrió en una escuela cuya cultura era la siguiente: la alfabetización es tan solo para el 20% o el 30% de los niños, admitiendo que el proceso puede llevar dos, o incluso tres años”, afirma Heloísa.

La misma profesora, al año siguiente, alfabetizó a un grupo del 3º año en el cual el 80% de los alumnos aún no estaba alfabetizado. Otro resultado importante fue la recuperación de los alumnos que habían abandonado la escuela. Una investigación realizada con las familias de dichos niños mostró que la mayoría había parado de estudiar porque la profesora ya había informado que el alumno sería reprobado de cualquier forma. Con la intervención de la escuela, todos los niños retornaron. Eran 60 en total, que representaban un 10% del total de alumnos de la escuela.

Pero pese a estos resultados positivos, una vez finalizado el proyecto, la escuela Giulio David Leone volvió al esquema tradicional. “Faltó el apoyo institucional de la dirección, sin el cual es imposible llevar adelante una propuesta de cambio pedagógico como la nuestra”, afirma la investigadora. “Por fortuna no ocurrió lo mismo con la escuela Jair de Andrade, que aun después de finalizado el proyecto continúa firme en su propuesta de ofrecer mejores oportunidades de aprendizaje”, dice.

En la opinión de Heloísa, este desenlace dejó claro que, para que se produzcan cambios reales y consistentes, es indispensable que haya un total compromiso por parte de todas las instancias involucradas en el proceso. Por tal motivo, la investigadora concluye su informe de investigación afirmando: “Más que propiciar la formación de los profesores, un proyecto de cambio en la práctica pedagógica requiere de la educación permanente de los directores”.

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