La trayectoria de la Facultad de Educación de la Universidad de São Paulo (USP) puede narrase en tres etapas, signadas por el compromiso con la construcción de una escuela pública, laica y accesible a todos. El embrión surgió a comienzos de la década de 1930, en la escuela Normal Secundaria de Praça da República, ubicada en el centro paulistano, donde actualmente funciona la Secretaría de Educación del Estado de São Paulo (a propósito, cabe señalar que las instalaciones constituyen un símbolo de la enseñanza laica: el edificio fue erigido durante los primeros años de la República con fondos y en un predio que el extinguido Imperio reservara a la construcción de una catedral). En una época en que casi la mitad de la población infantil estaba fuera de la escuela y la mayoría de los maestros tenía como único bagaje los cuatro años de instrucción primaria, un grupo de docentes de la “Escuela Normal de la Plaza” empezó a orquestar la fundación de una pionera institución de enseñanza superior de pedagogía. La idea de los educadores Antônio Sampaio Dória, Manuel Lourenço Filho y Fernando de Azevedo también tenía un cuño nacionalista, toda vez que era gigantesco el foso entre el nivel educativo de los brasileños nativos y el de los inmigrantes europeos. De ese esfuerzo surge en 1933 el Instituto de Educación, un centro de nivel superior vinculado a la escuela Normal. Éste tuvo una vida efímera como institución independiente. En 1934 se incorpora a la naciente Universidad de São Paulo, y en 1938 se transforma en Sección de Pedagogía de la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras (FFCL), teniendo como principal tarea la de brindar formación pedagógica a los profesores secundarios de diversas áreas que se graduaban en la USP.
Un segundo momento importante para la historia de la facultad remonta al año 1956, cuando el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) y la USP suscribieron un convenio y erigieron dentro de la Cuidad Universitaria el Centro Regional de Investigaciones Educativas (CRPE, sigla en portugués) de São Paulo. Se trataba de un brazo de un órgano del MEC, el Instituto Nacional de Estudios Pedagógicos (Inep, sigla en portugués), destinado a realizar investigaciones y a la capacitación docente. Su mentor era el filósofo de la educación Anísio Teixeira, cuyas ideas marcaron el rumbo de una notable renovación pedagógica a mediados del siglo XX y sentaron las bases de la ampliación del acceso a la escuela por parte de los brasileños más pobres. El CRPE compartía sus profesores con la Sección de Pedagogía de la FFCL, pero las instituciones seguían siendo independientes. Cada una de éstas tenía su escuela de Aplicación: la del CRPE, solamente de enseñanza básica; la de la USP, la escuela Fidelino de Figueiredo, del ciclo superior de la enseñanza básica y la enseñanza media.
El día 1º de enero de 1970 se inició la tercera etapa de esta trayectoria, con la fundación de la Facultad de Educación bajo los moldes que sigue funcionando hasta hoy. Esta unidad se creó en la senda de la reforma universitaria de 1968, con la emancipación de la Sección de Pedagogía de la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras, y su fusión con el CRPE, que cedió sus instalaciones y terminó siendo cerrado. De la FFCL, la Facultad de Educación heredó docentes formados bajo el influjo de las misiones extranjeras que forjaron la USP, e inspirados en la Campaña en Defensa de la Escuela Pública encabezada por el sociólogo Florestan Fernandes a comienzos de los años 1960. Del CRPE recibió su sede actual (parcialmente demolida y reconstruida por problemas de movimiento del suelo), educadores que formaron a generaciones de investigadores, como Roque Spencer Maciel y Laerte Ramos de Carvalho, además de la escuela de Aplicación (aquella que pertenecía a la Facultad de Filosofía, laboratorio de experiencias innovadoras, que fue sumariamente cerrada por la dictadura).
“Las preocupaciones de los creadores del Instituto de Educación y del CRPE ayudan a explicar nuestra tradición de investigación, históricamente volcada a la expansión y a la mejora de la enseñanza pública”, dice Celso de Rui Beisiegel, docente de Sociología de la Educación, que empezó su carrera como investigador del CRPE y ayudó a fundar la unidad en los años 70. Con alrededor de 800 alumnos de pedagogía, 600 de posgrado, 8 mil matrículas en la licenciatura y 107 docentes, la institución sigue siendo hoy en día una referencia en investigación educativa. Algunos ejemplos de proyectos apoyados por la FAPESP ilustran la diversidad temática y la gama de preocupaciones que orientan a los investigadores de la facultad. Una de estas líneas de investigación es la formación de docente y el análisis del aprendizaje de las ciencias. “Contamos con un grupo robusto, que también produce y evalúa material didáctico”, dice la profesora Myriam Krasilchik, investigadora en el área de enseñanza de la biología, que fuera directora de la Facultad de Educación y vicerrectora de la USP. En los últimos tiempos, Myriam se involucró en un proyecto de educación ambiental en dos ciudades del interior paulista.
La profesora Anna Maria Pessoa de Carvalho trabaja con dos equipos de profesores de colegios públicos en busca de experiencias innovadoras en la enseñanza de la física, tanto en de enseñanza básica como media. Uno de los objetivos de los grupos consiste en relevar los tipos de experiencias que permiten el aprendizaje de los alumnos. Se realizaron 15 videos con imágenes de las actividades en las aulas, capaces de apuntar algunas experiencias didácticas que ayudan al alumno a aprender. Otro resultado práctico fue la guía para profesores Termodinâmica – Um ensino por investigação, con prácticas metodológicas desarrolladas por el grupo de profesores de la enseñanza media. La gran conclusión indica que el aprendizaje de la física depende de actividades en clase capaces de disparar argumentaciones y de permitirles a los alumnos el estudio y la prueba de hipótesis.
En una experiencia sobre dilatación, por ejemplo, los profesores ponen un globo en la boca de un recipiente de vidrio y luego calientan su base. El globo se infla –y esto sirve de punto de partida para la discusión de este fenómeno. “Los alumnos debaten y algunos terminan sugiriendo que el globo se infló porque el aire caliente sube. Pero a continuación, dan vuelta el recipiente cabeza abajo y ven que el globo sigue inflado. El profesor dirige las discusiones, orientándolos hacia la real explicación, que es la dilatación del aire, y los alumnos construyen sus conocimientos formulando hipótesis y poniéndolas a prueba”, dice la profesora Anna. Otra iniciativa con buenos efectos es la discusión de textos originales de científicos, mediante los cuales los alumnos se dan cuenta de la importancia del trabajo en equipo, la curiosidad y la perseverancia para llegar a los descubrimientos. “La mayoría de las personas no se acuerda de nada de lo que aprendió en la clases de física”, dice Anna. “Algunos dicen que les gustaban las actividades de laboratorio, pero tampoco logran recordar exactamente qué era lo que les gustaba. Es una señal de que la enseñanza tradicional de la física fracasa”. El esfuerzo en procura de desarrollar una nueva metodología tropieza sobre todo en la magra carga horaria de la asignatura en las escuelas públicas. “Con una clase por semana, es muy poco lo que se puede hacer”, sostiene.
La Facultad de Educación también tiene una fuerte tradición en el estudio de la historia de la educación. Si la corriente hegemónica, hasta los años 1970, se orientaba hacia la historia de las ideas pedagógicas y el perfil de los teóricos, de los años 80 en adelante el foco recayó sobre los nuevos protagonistas: los docentes y los alumnos. “La década de 1980 marca en general un cambio en la investigación hecha en la facultad, entonces sí, más volcada hacia la propia escuela y a la pluralidad de orientaciones teóricas”, explica la profesora Marília Spósito, presidente de la Comisión de Investigación.
Un ejemplo de esta vertiente es el esfuerzo destinado a estudiar la trayectoria del libro didáctico en Brasil. Con la conducción de la profesora Circe Bittencourt, el Centro de Memoria de la Educación, vinculado a la facultad, ha venido construyendo un archivo de obras didácticas, material escolar y testimonios orales de docentes y alumnos. Una tesis sobre el tema defendida por la profesora Circe en 1993, intitulada “Libro didáctico: conocimiento histórico”, será publicada en libro en los próximos meses por Editora Unesp. Las obras didácticas se obtienen de fuentes diversas, como bibliotecas y librerías de libros usados, con el objetivo de ayudar a comprender la dinámica de la educación en el pasado. Si el libro es usado, y tiene los ejercicios respondidos, más rica es la comprensión. En una obra antigua los investigadores encontraron incluso fragmentos de papel con machetes para pruebas, un combustible importante para el estudio de los usos y costumbres de las escuelas.
En el archivo hay rarezas publicadas en el siglo XIX, algunas de las cuales se obtuvieron en Francia, donde se imprimían muchos de los libros usados en las escuelas del Brasil Imperial. “Mi vida consiste en frecuentar librerías del libros usados”, dice la profesora Circe. “Cuando las librerías de usados no saben todavía que uno está interesado, sale barato”, explica. Una limitación para la investigación radica en que los libros didácticos distribuidos por el gobierno actualmente deben de ser reaprovechados, inhibiendo así la interacción de los alumnos. “Intentamos ocupar esa laguna recogiendo cuadernos”, sostiene la profesora.
Es posible hacer mención a otras contribuciones de la Facultad de Educación, como el trabajo teórico de la profesora Marília Spósito sobre los jóvenes, en especial sobre políticas públicas para la juventud en Brasil durante los últimos años. O las investigaciones de la profesora Tizuko Morchida Kishimoto en el Laboratorio de Juguetes y Materiales Pedagógicos. Al evaluar el potencial de los juguetes en actividades pedagógicas, el laboratorio procura hallar aportes para la formación de docentes de educación infantil. La profesora Selma Garrido Pimenta, actual directora de la facultad, desarrolla un trabajo que se ha convertido en referencia para la formación de docentes de todo el país. Uno de los frutos de esta línea de investigación fue un proyecto que coordinó orientado a la investigación del proceso de producción del conocimiento por parte de los profesores, desarrollado entre 1996 y 2000 en dos escuelas públicas de la periferia de São Paulo. El motor de esta investigación fue la reflexión de los propios profesores sobre las prácticas pedagógicas, una metodología cualitativa innovadora.
Se destacan también las investigaciones del profesor Celso Beisiegel sobre políticas públicas y las consecuencias de la expansión de la enseñanza. Su contribución más reciente fue la investigación intitulada Construcción de banco de datos sobre experiencias de profesores de la universidad pública en la administración de la educación pública de las últimas décadas. Siete alumnos, dirigidos por Beisiegel y por el profesor Romualdo Portela de Oliveira, también de la facultad, recorrieron varios estados de Brasil recabando y registrando información sobre las actividades de los docentes en las universidades públicas para la elaboración y la ejecución de políticas educativas. Recabaron documentos, entrevistaron a educadores y organizaron seminarios con la participación de dichos docentes, con el fin de entender el trabajo que desarrollaban y debatir su importancia.
La institución es conocida como formadora de cuadros. La pedagoga Rose Neubauer, secretaria de Educación del estado de São Paulo durante casi ocho años, salió de los cuadros docentes de la institución. Otra profesora, Lisete Arelaro, fue Secretaria de Educación de la municipalidad de Diadema. En un pasado reciente, la facultad le aportó una vicerrectora a la USP: Myriam Krasilchik, y dos prorrectores de grado: Celso Beisiegel y Sonia Penin, que aún están en ejercicio. “La facultad justifica su presencia dentro de la Universidad de São Paulo”, dice con orgullo el profesor Beisiegel.
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