Algunas de las mayores universidades brasileñas se movilizan para cohibir el plagio en los trabajos académicos de estudiantes y docentes. En el mes de marzo, la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-Río) lanzó una campaña publicitaria en la que se exhiben frases tales como “intercambié figuritas”, “sólo usé un tramo del texto” y “apenas usé una vez esa imagen”. “Se trata de expresiones que los alumnos emplean habitualmente para justificar esas prácticas. Apelamos a un lenguaje simple y directo para mostrarles a los alumnos que el plagio es un delito”, dice José Ricardo Bergmann, vicerrector de la PUC-Río. Bergmann explica que el esfuerzo de la institución no estará circunscrito a los carteles. “Todo el año se realizarán seminarios y debates para esclarecer dudas a partir de casos concretos”.
Para Bergmann, los programas educativos deben ser el foco de la estrategia tendiente a promover la integridad científica, pero aclara que es necesario prepararse para actuar frente a problemas concretos. E incluso hace una advertencia: “El plagio puede ser fruto de la mala fe, aunque en ocasiones surge por falta de capacitación del alumno, que no sabe cómo hacer citas o referencias ni entiende cabalmente el concepto de autoría”.
En la Universidad de São Paulo (USP), por ejemplo, a un estudiante de maestría en el área de biología se le rechazó su tesina porque había empleado datos recabados por un colega de laboratorio sin otorgarle el debido crédito. “El alumno adujo que no era consciente de que estaba incurriendo en un plagio”, relata Carlos Gilberto Carlotti Junior, prorrector de Posgrado de la USP. La universidad concede más de 7 mil títulos de maestría y doctorado por año y hasta hace poco recurría a una serie de herramientas y portales gratuitos en la web para monitorear el plagio entre sus alumnos.
A comienzos de año, la USP reforzó esa estrategia adquiriendo el software Turnitin, creado en 1998 en la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos. Este programa, que se utiliza en alrededor de 5 mil instituciones educativas de 150 países, genera un informe que indica el porcentaje de similitud de un texto determinado comparándolo en una amplia base de datos compuesta por 62 mil millones de páginas web, 697 millones de trabajos elaborados por alumnos y 175 millones de monografías, libros y artículos científicos. Más allá de servicios pagos como el Turnitin y su principal competidor, denominado CheckForPlagiarism.net, existen software gratuitos, tales como el Plagiarism Detector y el Duplichecker. El Turnitin y el CheckForPlagiarism.net escanean no sólo entre documentos disponibles en internet, sino también en bases de datos propias.
En la USP, la herramienta Turnitin es administrada por el Departamento Técnico del Sistema Integrado de Bibliotecas (SIbi), que ofrece ese servicio a los docentes registrados del posgrado. “El uso de software está destinado a colaborar con el docente y apunta a complementar sus esfuerzos para asegurar la calidad de un trabajo académico. La función del director de tesis consiste en efectuar un seguimiento del proyecto del alumno e identificar fallas”, explica Carlotti.
Walter RegoSustitución por sinónimos
El programa es eficiente, pero no resuelve el problema por sí solo. Carlos Frederico de Oliveira Graeff, prorrector de Investigación de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), una institución que también emplea el software, advierte que el Turnitin presenta limitaciones. “Por ejemplo, los tramos copiados a otro colega o de libros que no estén disponibles en internet no pueden detectarse”, comenta. Según él, la intención es también valerse del Turnitin como base de debates en el aula. “Muchos alumnos piensan que el plagio se limita a la copia de un tramo de un texto sin darle crédito a su autor. Pero la copia de un texto sustituyendo algunas palabras por sinónimos también configura un plagio, como el software es capaz de señalar”.
En 2015, Turnitin divulgó una investigación que llevó a cabo con 1.437 alumnos de enseñanza media, carreras de grado y posgrados de todos los continentes. En la misma se detectó que la mitad de los trabajos académicos verificados por el software contenían más de un 50% de contenido no original. Recientemente, la Unesp realizó un balance del uso del Turnitin en la institución. De las 3 mil tesis doctorales y tesinas de maestría defendidas en 2014, un 23% contenían algún tramo copiado sin darle crédito a la fuente original. Ese porcentaje descendió al 13% en 2016. “Al enterarse de que los trabajos son sometidos a una verificación, los alumnos probablemente lo están pensando dos veces antes de copiar”, supone Graeff.
Entre los expertos y gestores académicos existe un consenso en que el problema se origina en el inicio de la formación del alumno, sobre todo a partir de la enseñanza media. Resultados parciales de un estudio coordinado por Sonia Vasconcelos, docente de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), publicado este año en el Anuario de la Academia Brasileña de Ciencias, incluyó una investigación con 42 profesores de biología, química y física de enseñanza media de un colegio federal en Río de Janeiro. Los resultados revelan que para el 41% de los docentes, los alumnos no cometen plagio cuando citan la fuente en la bibliografía, pero copian parte del texto sin hacer uso de comillas o indicar que el tramo fue extraído de otra obra. Esto sugiere, según el estudio, que buena parte de los profesores tiene dudas sobre el concepto de plagio. Incluso se observó que el 50% de los docentes entrevistados manifestaron que nunca o raramente recibieron orientaciones sobre plagio mientras cursaban su carrera. La UFRJ es pionera en la creación de programas de integridad científica en Brasil (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 233) y en 2014 dispuso la utilización del Turnitin para detectar plagio en trabajos de alumnos. El software dejó de ofrecerse a los docentes debido a recortes en el presupuesto de la institución.
“En las últimas décadas, con el avance de los medios digitales, el alumno ingresante en la universidad desgraciadamente se encuentra bastante habituado a consultar en Google para elaborar sus trabajos escolares”, analiza Esper Cavalheiro, prorrector de Posgrado e Investigación de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp). “Es preciso afrontar este problema en la escuela desde el vamos, de lo contrario, esta práctica seguirá causando problemas cuando el alumno ingresa a una carrera”. La universidad creó recientemente una Comisión de Integridad Académica que, entre otras actividades, desarrolla programas educativos para combatir el plagio. Pronto estará disponible un curso online para alumnos de grado y posgrado. “La idea es que todo alumno ingresante en la Unifesp, especialmente aquéllos que acaban de completar la enseñanza media, estén obligados realizar esa capacitación”, informa Cavalheiro.
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