El año de 2005, bautizado por la International Union of Pure and Applied Physics (IUPAP) y por la ONU como el año Mundial de la Física por marcar el centenario de los primeros escritos sobre la Teoría de la Relatividad, dejará ecos por un buen período de 2006. Es que la fama y el carisma de Albert Einstein (1879-1955), el primero, digamos, científico-pop de la historia de la academia, impidieron que las conmemoraciones se terminasen.
En Berna, ciudad suiza en que el científico de origen alemán publicó en 1905 los cinco textos notables que lanzaron su fama mundial dos de ellos dando inicio a la Teoría de la Relatividad , una exposición que traza un paralelo entre la vida del físico y el desarrollo urbano de la ciudad en el inicio del siglo 20 fue iniciada en abril del año pasado y está siendo prorrogada hasta octubre de este año (lea más en la página 92).
Bien más cerca, en el Instituto de Investigaciones Energéticas y Nucleares (Ipen) de la Comisión Nacional de Energía Nuclear (Cnen), con sede en el campus de la Universidad de São Paulo (USP), la exposición Einstein y la América Latina, organizada por el Museo de Astronomía y Ciencias Afines (Mast), con la colaboración de la Sociedad Brasileña de Física (SBF), exhibe documentos, objetos, textos e imágenes relacionados con las visitas de Einstein a la América Latina en 1925 y 1930, así como a la expedición de astrónomos ingleses a la ciudad de Sobral, en el interior de Ceará, en 1919. Debido a las excelentes condiciones climáticas de la región, la observación del eclipse total del Sol permitió a los científicos comprobar la Teoría de la Relatividad General, concluida por Einstein en 1915.
La exposición fue montada para celebrar el año Mundial de la Física, establecido en función del centenario del llamado año milagroso, en que Einstein cambió el curso de la historia de la ciencia con sus cinco estudios. Y decidimos reforzar la relación entre Einstein y la América Latina, dice Alfredo Tiomno Tolmasquim, director del Mast y autor del libro Einstein, el viajante de la Relatividad en la América del Sur (Vieira&Lent). La muestra estuvo en cartelera de septiembre a noviembre de 2005 en el Mast, en Río de Janeiro, y marca, en São Paulo, el inicio de las conmemoraciones del cincuentenario del Ipen, además de una serie de actividades entre el instituto y el Mast con el objetivo de preservar y divulgar la memoria de la ciencia brasileña.
Además de datos biográficos y de las principales ideas científicas de Einstein, la muestra presenta cómo la prensa notificó los viajes que el científico hizo a la Argentina, al Uruguay y al Brasil, en 1925, y a Panamá y Cuba, en 1930. Cuando estuvo en la América del Sur en 1925, Einstein ya era renombrado internacionalmente, explica Tolmasquim. Así, una rápida observación de la cobertura de la prensa ya nos permite vislumbrar como él era considerado un científico genial por aquí. Al mismo tiempo, principalmente en Brasil, que la tradición positivista era muy fuerte, hubo algunas críticas a la Teoría de la Relatividad, que remitía a la abstracción y a resultados poco prácticos en la ciencia hasta entonces, pondera el autor. Es curioso notar que los textos no se referían a Einstein como físico, sino como científico. Sobretodo en Brasil, no había el estatuto social del físico.
La invitación para el viaje a la América Latina partió de la Argentina, país en que había una comunidad científica más madura en torno de la física. Por eso fue en Buenos Aires, Córdoba y La Plata que los latinoamericanos tuvieron las mayores oportunidades de oír sobre la Teoría de la Relatividad. Einstein profirió ocho conferencias durante un mes en la Argentina. Después pasó una semana en Montevideo y una en Río de Janeiro, cuenta Tolmasquim. El padre de la Teoría de la Relatividad se mostró extremamente cordial durante el viaje. Sin embargo, sus diarios durante la estadía, precisamente uno de los principales documentos de la exposición, revelaron posteriormente que algunas situaciones desagradaron al genio. Por ejemplo, él participó en una reunión en la Academia de Ciencias de la Argentina y, después, envió una carta elogiosa de agradecimiento a los organizadores, cuenta Tolmasquim. En los diarios escribió que encontró las discusiones poco productivas, con preguntas y observaciones muy flojas por parte de los participantes.
Trópicos
Además de eso, el director del Mast enfatiza que los diarios de Einstein revelan un desgaste en el decorrer de su visita a la América Latina. Se percibe muy rápidamente que él no se sentía bien en el calor de los trópicos. También viajaba solo y se sentía aislado. Tanto que, en determinado punto, cuando describe el navío en que viajaba entre Montevideo y Río, se tiene la impresión de que no aguantaba más, relata el investigador.
No por eso Einstein dejó de ser poético en su visita al Brasil. En 1925, la expedición inglesa que comprobara la Teoría de la Relatividad en el interior del Ceará en 1919 ya era mundialmente famosa y, claro, tuvo gran repercusión en la prensa brasileña. Cuando Einstein llegó al país, el médico Aloísio de Castro expresó cuánto la población brasileña estaba orgullosa de la expedición a Sobral, cuenta Tolmasquim. Gentilmente, Einstein respondió: La idea que mi mente concibió fue comprobada por el soleado cielo del Brasil.
La expedición de 1919 sin duda colaboró en la consolidación de la fama de Einstein en el efusivo comienzo del siglo 20, en que los medios de comunicación contribuyeron mucho para la propagación de la Teoría de la Relatividad. Durante mucho tiempo, Einstein se dedicaba a analizar el posible desvío de un haz de luz al pasar próximo a una gran masa, como el Sol. En 1915, con su Teoría de la Relatividad General, él previó el desvío de la luz, causado por la deformación del espacio y del tiempo en las proximidades de la materia, cuenta el investigador. Einstein también concluyó que la teoría podría ser testada durante un eclipse total del Sol: si estuviese correcto, las estrellas que, en aquel momento, se encontrasen casi detrás del astro podrían ser vistas, ya que su luz seria desviada, explica.
Dos regiones geográficas fueron escogidas para la comprobación de la Teoría de la Relatividad: Sobral e Ilha del Príncipe, en la costa africana. Esos locales, según cálculos astronómicos y meteorológicos, tenían las condiciones más favorables a la observación del fenómeno. Las dos expediciones fueron organizadas bajo el liderazgo del inglés Frank Dyson, pero solamente la brasileña tuvo resultados conclusivos, ya que el clima africano en el día del eclipse dificultó la observación. El Observatorio Nacional también participó en la expedición y dio soporte a la comisión inglesa, pero su interés estaba concentrado en otros aspectos del eclipse, dice Tolmasquim.
Según el investigador, la visita de Einstein a los trópicos no cambió la realidad de la ciencia en la región. Sin embargo, contribuyo mucho a la divulgación de las nuevas ideas científicas en el período. Einstein se mostró también un buen observador desde el punto de vista etnográfico. Al saber de los trabajos del Mariscal Rondón con las comunidades indígenas brasileñas, llegó a escribir al comité del Nobel para sugerir una posible indicación de Rondón al Premio Nobel de la Paz, cuenta Tolmasquim. La carta no dio resultado, pero sin dudas mostró una faceta más de la increíble sensibilidad científica y humana de Einstein.
Einstein y la ciudad: creaciones mutuas
Luiz Roberto Alves
Una sintaxis poderosa legitimó la historia, el conocimiento, la plegaria y el flujo articulado de la introspección. El futuro posee su gramática específica.
George Steiner
La ciudad de Berna no se quedó atrás. Sobre el ingreso a la exposición de su hijo adoptivo ilustre, Albert Einstein, hizo imprimir la fórmula inolvidable: y = mc2. Masa y energía tanto para entender la teoría de su ciudadano de 1905 cuanto para la práctica de la gestión urbana de aquel tiempo. En el museo de la ciudad, a las márgenes del helado Aare, la muestra iniciada el 15 de abril de 2005 está siendo prorrogada hasta octubre, en la certeza de público y divulgación crecientes. La capital suiza no solamente se siente en el derecho de juntar documentos fundamentales sobre y del físico-politécnico y joven trabajador de la sección municipal de propiedad intelectual como explicita una importante referencia urbana, esto es, sus ciudadanos y ciudadanas, ilustres o no, se inventan y se reinventan en la dinámica urbana. Del mismo modo, podrían estancarse en la ciudad olvidada y desgobernada.
La vida y la obra de Einstein, primorosamente abiertas para el mirar, las manos y el corazón en su movimiento de imágenes, se mezclan a la urbanidad bernesa en torno del annus mirabilis (año milagroso) de 1905. En el mismo andar del museo en que se detalla su vida de estudiante, amigo y amante, un amplio panel de mujeres trabajadoras y sus niños en la Berna de finales del siglo 19 señaliza las transformaciones urbanas. Einstein vive en la ciudad en mutación. En ella elabora textos básicos sobre la Teoría de la Relatividad Restringida y prepara los movimientos del espíritu inquieto que llevan a Berlim, al Nobel de 1922 y al polémico retiro americano.
La sociedad multicultural de cien años atrás, dotada de educación liberal y estímulo al saber y al trabajo, se revive en la memoria del físico humanista. La reciente exposición disemina por los jardines y por varios pisos del edificio localizado en la Helvetia plaz equipamientos, material documental y jerigonzas para la invención y la imaginación de las personas, principalmente niños y adolescentes. Del mismo modo hace ver que el joven estudiante que busca el primer empleo en Berna lo hace porque cree en la ciudad. Entre 1890 y 1910 Berna pasa de 48 para 117 mil habitantes. Construye puentes, organiza proyectos habitacionales, amplia la educación pública e innova en el binomio ciencia-tecnología. El propio museo de la ciudad fue construido entre 1892 y 1894. Se acostumbra a decir que en esa época el joven Estado helvético atrajo a muchos intelectuales del norte y muchos trabajadores brazales del sur. En la intersección de esos actores sociales definió su dinámica urbana. La exposición sugiere que no se olvide del modo clasista de organización de la ciudad, toda vez que presenta el salario de Einsten y lo compara al de los trabajadores brazales. El joven científico ganaba 3.500 francos por mes, mientras un matrimonio de trabajadores de la construcción civil recibía, conjuntamente, bien menos de 2 mil. Se anota en curiosa descripción que para comprar 1 kilo de azúcar Einsten trabajaba 17 minutos; por su parte, el matrimonio de trabajadores gastaba 38 minutos de su fuerza de trabajo para adquirir el azúcar. Por lo tanto, las cuestiones de física y el juego del tempo-espacio deben tener mucho que ver con el azúcar de cada día, que tiene que ver con el duro trabajo humano. Como sabemos, en el inicio del siglo 20 el joven Albert Einstein daba pareceres en la Alcaldía local sobre propuestas del establecimiento de patentes de invenciones en el campo de la física. En aquel tiempo era casado con la científica Mileva Maric. Aunque reservado y de amistades limitadas, en torno de la mesa de salchicha, té, queso y frutas reunía al pequeño grupo de aficionados por la física, música y filosofía. El grupo, denominado Academia Olimpia, a la par de noches enteras de divagaciones, llegó a construir un potenciómetro, consta que jamás usado.
De hecho, la Suiza de Einstein viene de establecerse como Estado moderno a partir de la Constitución federativa de 1874. La apología en torno de la supuesta neutralidad hace olvidar efectivos valores de la confederación en el cuadro europeo del tempo: espacio intercultural, con educación diferenciada, formas plurales de religiosidad y capacidad de atracción de innovaciones. Por eso, la familia Einstein se mueve de Ulm, Alemania, donde nació 1879 el niño que la madre consideraba muy grande y torpe, para Munich, después Italia y Aarau, Suiza. Albert, tenido como problemático y cuestionador en la escuela católica de Munich, a veces poco brillante en la óptica de la escuela rígida y de contenido, sufre la falta de éxito en el primer intento, pero entra en el famoso Instituto Politécnico de Zurich en 1896. Siguen otros tropiezos en el intento de ser profesor. Ciudadano suizo, se hace técnico y de ahí ayuda decisivamente a recrear nuestro mundo físico y político.
La exposición llena los ojos de los niños, adolescentes y adultos, pues crea relaciones entre las teorías y lo cotidiano del ciudadano. Una muestra para las familias de la ciudad. En la cual la ciudad también es sujeto histórico. Lo que se ve en el temple de la muestra es el escenario de la ciudad transfigurada en memoria y fenómenos de lo cotidiano. La vida del científico, del trabajador, del ciudadano, que cruzaba el puente de Kirchenfeld a pié y seguía para el trabajo, que gastaba 18 minutos de tiempo para llevar a la casa el kilo de azúcar, que usó el dinero del Premio Nobel para comprar algunas casas en Zurich y providenciar el pago mensual a los hijos que tuvo con Mileva. Que se formó humanista en la observación del peligroso cuadro europeo que se encaminaba hacia las dos guerras. Que asumió la integridad política de la fama y afirmó con todas las letras su horror a la construcción creciente de la violencia. Que inmortalizó discursos sobre la igualdad de derechos y oportunidades, a la par de la protección económica de las personas. Einstein, en la óptica de Berna, se reinventa en la ciudad modernizada. Entre luz, velocidad, tiempo-espacio, filosofía y música el científico patrocinó lo que de algún modo Walter Benjamin quería decir con la habitación de la ciudad en nosotros. Los frutos del habitad y ser habitado solamente pueden servir al mundo en la medida en que se ajustan al destino de lo que es local, de lo que es políticos. A partir de ahí podremos discutir y cuestionar la globalización.
Luiz Roberto Alves es profesor de la escuela de Comunicaciones y Artes de la Universidad de São Paulo (ECA/USP) y actualmente investigador visitante en la Universidad de Florencia, con el apoyo del CNPq.
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