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Carta de la editora | 196

Verdades (siempre) provisorias, verdades (aún) escamoteadas

En los últimos 10 años ha venido produciéndose una revolución en torno a la clasificación de los monos capuchinos y caiararas, unos graciosos primates que habitan América Central y del Sur, incluyendo a la Amazonia, el cerrado, la caatinga y el bosque atlántico, llegando hasta Argentina. En el hermoso reportaje que mereció la tapa de la presente edición, Maria Guimarães, la editora de Pesquisa FAPESP online, informa que hasta hace poco los expertos, amparados en la taxonomía que aún seguía el trabajo de los naturalistas, clasificaban tanto a unos como a otros como pertenecientes al mismo género Cebus. Es más: agrupaban a todos los monos capuchinos dentro de la especie Cebus apella. Pero nuevos abordajes tecnocientíficos, especialmente la tecnología molecular, originaron y luego hicieron posible la reorganización de esos primates que varían enormemente en forma, color, tamaño, preferencias alimentarias y comportamiento. A partir del pasado mes de febrero, se encuentran ordenados formalmente en dos géneros propuestos por un investigador brasileño, por ejemplo: el Sapajus, que agrupa a las especies más robustas, y el Cebus, correspondiente a los más esbeltos, aunque hay divergencias entre los especialistas con respecto a tal división. Y las especies se van multiplicando. Cabe decir, desde luego, que esos interesantes primos nuestros, constructores de un complejo sistema social, son capaces de utilizar herramientas, una habilidad nada desdeñable. Pero vale la pena confrontar muchos otros datos de esa historia que empieza en la página 18.

El siguiente destacado de la presente edición se refiere a un reportaje de nuestra sección de humanidades, elaborado por el editor de política científica y tecnológica, Fabrício Marques, que aparece bajo el inspirado título de “El parto de la memoria”. Se trata de una serie de estudios mediante los cuales se busca entender por qué Brasil tardó tanto en crear mecanismos legales para investigar las violaciones de los derechos humanos, e incluso las muertes y desapariciones de militantes de izquierda durante los años que van de 1964 a 1985. Recién ahora, en mayo de 2012, pasados 27 años desde el fin del ciclo de los militares en el comando político del país, el Estado brasileño instituyó una Comisión de la Verdad, mucho después que sus vecinos sudamericanos, por ejemplo, igualmente rehenes de dictaduras durante ese período. Debo aclarar que, como periodista, siempre tuve una dificultad casi infranqueable para tratar este tema, que me afecta personalmente en forma profunda e indeleble. Por eso mismo me resultó reconfortante contar con la pauta de este reportaje propuesto por el presidente del comité científico de la revista, el profesor de filosofía Luiz Henrique Lopes dos Santos, coordinador adjunto de la dirección científica de la FAPESP para el área de Humanidades, y muy bien orientado por la directora del área de Humanidades de la Fundación, la politóloga Glenda Mezarobba, quien en su tesis doctoral había abordado el tema. Posteriormente, resultó gratificante constatar la densidad, la sobriedad y la serenidad con que Fabrício lidió con un tema tan delicado y fundamental para la construcción del conocimiento de este país que estamos haciendo. Cabe observar que él es un veterano en este menester, y yo recuerdo muy bien la rigurosidad y sensibilidad con que narraba los pasos de la política oficial y tristes historias personales en el Jornal do Brasil, cuando el gobierno de Fernando Henrique Cardoso instituyó la comisión de la amnistía y la comisión de muertos y desaparecidos, allá por 1995. ¡Buena lectura!

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