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Entrevista

Paulo Sérgio Pinheiro: Violencia sin límites

Un estudio de la ONU coordinado por sociólogo brasileño revela que los niños son víctimas de malos tratos y agresiones en el mundo entero, en todos los estratos sociales y ambientes, mientras que la sociedad tolera el fenómeno con complacencia.

Desde Nueva York

El 20 de noviembre pasado, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan, lanzó en Ginebra, Suiza, un elogiado libro de casi 400 páginas —384, dígase en aras de ser preciso — en el cual, datos aterradores de toda clase de violencia contra la infancia, practicada en el mundo entero, encontraron un contenido, una articulación y una consistencia hasta entonces inéditas. Su título es directo y simple: Informe mundial sobre la violencia contra los niños, y está disponible en Internet  (www.violencestudy.org). Puede comprenderse con gran claridad, luego de leer el texto y reflexionar acerca de las imágenes y gráficos del libro, por que  Kofi Annan, en su prefacio, dice que la violencia contra los niños, que no respeta barreras geográficas, de raza, clase, religión y cultura; y ocurre en el hogar, en la escuela, en las calles, en el trabajo y en las instituciones correccionales y las prisiones; puede tener consecuencias devastadoras. “Y además, también puede concluir en muertes precoces”, acotó.

En efecto, según la Organización Mundial de la salud (OMS), 53 mil niños fueron asesinados en 2002 en todo el mundo. Y ése es tan sólo uno de los interminables números intimidantes que emergen en cada página de este voluminoso trabajo que, con todo, no busca sólo mostrarlos, sino demostrar que “ninguna violencia contra los niños es justificable, y ninguna es inevitable”. Otra de estas cifras chocantes, destacadas en las páginas 11 y 12: en el mismo año, alrededor de 150 millones de niñas y 73 millones de niños fueron forzados a mantener relaciones sexuales o fueron sometidos a otras formas de violencia sexual con contacto físico, de acuerdo también con la OMS. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) estima que en el África Subsahariana, Egipto y Sudán, 3 millones de niñas y mujeres son sometidas cada año a la mutilación genital. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), a su vez, informa que en 2004, 218 millones de niños estaban sometidos a trabajo infantil, de los cuales 126 millones estaban realizando trabajos peligrosos. Estimaciones anteriores, del 2000, mostraban a 5,7 millones de esos niños en trabajos forzados, 1,8 millones en la prostitución y la pornografía y 1,2 millones de niños víctimas del trabajo en el narcotráfico.

Mientras tanto, en un ranking de países en desarrollo, varió entre el 20% y el 65% el porcentaje de niños en edad escolar que relataron haber sido agredidos verbal o físicamente en la escuela durante el primer mes de clases — porcentajes similares han sido relevados en los países desarrollados, de acuerdo con los datos de Global School-Based Student Health Survey. Y para finalizar, por ahora, apenas 2,4% de los niños en el mundo — eso mismo, menos del 3% — se encuentran legalmente protegidos contra los castigos corporales en todos los lugares en que transcurre su vida. Las tasas por cada ambiente varían mucho: si dentro de la escuela la protección legal contra ese tipo de castigos alcanza al 42% de ellos, en el hogar tan sólo el 2% de los niños del planeta están legalmente protegidos contra eventuales malos tratos de los padres y otros parientes (gráfico en la página 11), lo que ciertamente indica que la sociedad en general precisa descubrir que esto es una forma real y extremadamente dolorosa de violencia.

El libro, que deberá tornarse una pieza fundamental en el inmenso esfuerzo que ha de hacerse en los próximos años contra la práctica generalizada de violencia contra el niño, y es diez veces mayor que lo que muestran los estudios patrocinados por la ONU, tiene la firma de un brasileño: el sociólogo Paulo Sérgio Pinheiro. Desde febrero de 2003, cuando fue nombrado experto independiente de las Naciones Unidas por Kofi Annan, para preparar ese estudio en profundidad sobre el tema, Pinheiro no ha tenido tiempo para otra cosa, toda vez que se encuentra empeñado en viajes por todo el mundo para conseguir traer a la luz, en un retrato crudo aunque muy lejos de ser desesperado, esa hasta ahora velada realidad de la violencia contra la infancia.

La violencia, a decir verdad, aunque no específicamente contra los niños, ha sido durante más de dos décadas el tema de las reflexiones, de la investigación académica y de la práctica política de Paulo Sérgio Pinheiro, un carioca nacido en enero de 1944 que al poco tiempo se mudó a São Paulo. Ex docente de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp) y profesor titular de ciencia política jubilado de la Universidad de São Paulo (USP), profesor visitante de Relaciones Internacionales en el Instituto de Estudios Internacionales de la Brown University, en Providence, Rhode Island (EE. UU.) — en este momento alejado de esa función a cuenta de su trabajo en la ONU —, creó en 1987, junto con Sérgio Adorno, el Núcleo de Estudios de la Violencia de la USP. Era simultáneamente un nuevo emprendimiento científico y el despliegue natural de su trabajo en la Comisión Teotônio Vilela de Derechos Humanos, de la cual fue uno de los fundadores en 1983, cuando se acababa la dictadura militar en el país, y en la Comisión de justicia y Paz de São Paulo, creada bajo el auspicio del arzobispo de São Paulo, don Paulo Evaristo Arns, en 1984.

El Núcleo en 2002 se transformaría en el Centro de Estudios de la Violencia (NEV/USP/ Cepid, en su dominio digital: www.nevusp.org), uno de los diez Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepid) apoyados en forma especial en un programa de la FAPESP por un plazo de hasta 11 años. En ese período, Paulo Sérgio, a la par de su intensa actividad académica, que incluye 25 libros de investigación, la continuidad de su trabajo como profesor visitante (Universidades de Columbia, Notre Dame, Oxford y École des Hautes Études en Sciences Sociales) y la participación como consejero en decenas de instituciones, fue asesor especial de la gobernación del estado de São Paulo durante la gestión de Franco Montoro y secretario de Derechos Humanos en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, entre 2001 y 2002 (con status de ministro). Todo eso sin dejar de involucrarse con decenas de instituciones civiles relacionadas al tema de los derechos humanos en el mundo entero.

En esta entrevista concedida a Pesquisa FAPESP, Paulo Sérgio Pinheiro, quien además de aquella oficina en el NEV cuenta con otra oficina también en Ginebra (Suiza), viviendo así entre ambas ciudades, con su mujer Ana Luiza y sus hijos, Daniela, André y Marina, traza  una serie de consideraciones sobre ese hermoso trabajo de coordinar una investigación en ciencias sociales que, — como es necesario —, pretende ser instrumento para el cambio en el intolerable cuadro de violencia mundial contra la infancia.

Vamos a comenzar por lo siguiente: este libro resulta de un trabajo casi oceánico, digámoslo así, al respecto de la violencia contra la infancia. ¿Cómo se arraiga el mismo en las investigaciones que hace casi dos décadas usted desarrolla sobre la violencia, de una forma más general?
Bueno. Hace unos días hubo un comentario en The Guardian que me resultó cómico, en el que se decía — es uno de esos notables ejercicios de docencia que sólo la ONU logra realizar —, y ahí la persona hablaba del informe. En fin, son dos vertientes diferentes —  Una, la del Núcleo de Estudios de la Violencia, ya conmemoró 20 años, desde que Sérgio Adorno y yo lo fundamos en la USP en 1987, al que tres años después se sumó Nancy Cardia. Y allí una cuestión siempre presente fue el asesinato de niños y adolescentes. Tal vez ese haya sido uno de nuestros primeros temas. Creo que fuimos los primeros en llamar la atención sobre las ejecuciones sumarias de adolescentes en São Paulo y en Río de Janeiro, eso al final del gobierno de Maluf (Paulo Maluf, gobernador de São Paulo, 1978-1982), antes del gobernador Franco Montoro. Durante todo ese tiempo lidiamos con eso y también con algunos de los puntos que son tema de estudio, como la cuestión de la violencia física. Quiero decir, aunque no hayamos profundizado en todos los contextos, la cuestión de las instituciones correccionales fue un tema con el que siempre trabajamos. Y eso también en la Comisión Teotônio Vilela. Tal vez yo haya sido escogido para el estudio en razón de esa experiencia en el Núcleo. De cualquier modo, el estudio en sí fue propuesto por el Comité de los Derechos del Niño, que es el organismo modelo que sigue la Convención de los Derechos del Niño.

Al comienzo del libro usted explica esta relación?
El comité propone, la Asamblea General emite una resolución de los estados miembros, que a su vez solicita al secretario general la realización de un estudio y el nombramiento de un experto a ese fin. Yo fui nombrado por el secretario general en febrero de 2003. Y ahí comenzaron los preparativos — en verdad comencé a trabajar recién en marzo de 2004, por lo tanto ese fue un trabajo más de dos años que de tres.

Fue entonces que usted comenzó efectivamente a reunir todas las fuentes de datos, todos los datos?
Cabe aclarar que no figuraba en la resolución ese libro. Sólo el informe de 35 páginas, tamaño estándar de la ONU, que presenté en la Asamblea General el 10 de octubre pasado. Pero como antes yo ya estaba trabajando en el Informe mundial sobre violencia y salud, que la Organización Mundial de la Salud preparó, bajo la coordinación de Etienne Krug — y que además, cuando yo formaba parte del gobierno, lo traducimos y publicamos —, consideré que después de un trabajo de ese tamaño sería un desperdicio de recursos no hacer un libro. ¿Por lo tanto? Fue un montaje supercomplejo, mirando hacia atrás, ahora lo puedo contar. Primero contamos con un comité asesor de las ONGs.

Siempre es complicado trabajar con las diferentes directrices de las ONGs, ¿no es así?
Exacto, pero no sólo con las ONG’s. Enviamos un cuestionario a los estados, y tuvimos un número récord de respuestas. Es un cuestionario de investigación científica, está en el sitio web, puede vérselo. Mucha gente cree que las ciencias humanísticas no realizan investigación — ése es un informe metodológicamente controlado. Entonces, lo enviamos a los estados y tuvimos 139 respuestas, un récord, porque, en la ONU, los gobiernos no toleran más los cuestionarios, entonces, unos 30 países en promedio responden. Eso es una buena señal. Y las respuestas son muy buenas. La americana cuenta con 400 páginas, la respuesta brasileña unas 200, varios países presentaron informes muy transparentes. Las personas piensan: “ah, en el gobierno nadie va a contar nada”. No es así, muchos informes han sido bastante transparentes. Además, contaba con un comité editorial de 30 personas; especialistas, expertos, científicos.

Comité en el cual había gente de todas partes del mundo.
Había incluso una brasileña, la profesora Nancy Cardia, que es la coordinadora de investigación de NEV/ USP/ Cepid. Ella fue una de las líderes del capítulo sobre violencia en la comunidad. Intentamos, como siempre en la ONU, hacer un balance geográfico y de disciplinas. Estaban representados todos los grupos regionales: Asia, África, Europa Central, América Latina y los países de Occidente. Además, la principal decisión estratégica, a mi entender, fue realizar nueve consultas regionales en el mundo. ¿En qué consistieron esas consultas?

Eso, ¿de qué se trataba? ¿Y por qué usted cree que constituían la principal decisión estratégica?
Ah, porque ellas todo un hallazgo. Primero fue preciso un proceso de preparación para trabajar con las varias regiones en que la UNICEF divide el mundo. La UNICEF tiene 140 oficinas, está en todo lugar del mundo, posee una estructura para apoyar esos esfuerzos. Por lo tanto, primero tuve un desk-review, quiero decir, una evaluación de los datos existentes a cargo de un comité local que coordinaba cada consulta. Para darse una idea, las consultas regionales se realizaron en Buenos Aires (Argentina), Toronto (Canadá), Trinidad y Tobago, Islamabad (Pakistán), Bamako (Mali), Bangkok (Tailandia), Liubliana (Eslovenia) y El Cairo (Egipto). Cada una de ellas contó en promedio con 600 personas. ¿Qué eran esas personas? Representantes de gobiernos, ONG?s, especialistas, y lo más importante, niños y adolescentes. Todo ese intercambio mío con los niños, las conversaciones informales con ellos, se encuentra en el sitio de Child Rights Information Network, Crin (www.crin.org), un centro de información acerca de los derechos del niño.

¿Eso fue muy interesante dentro de la investigación, no?
Resultó básico, porque uno de los problemas de las políticas públicas en relación a los niños y al adolescente es que ellos no son escuchados. Son tratados como mini-ciudadanos, mini-seres humanos, que no precisan ser consultados. Esa es una de las falencias que apuntamos. No demagógicamente, pero sí se precisa consultarlos. Recuerdo que en la consulta en Islamabad, en uno de los grupos de trabajo, la informante fue una niña que debía contar con unos 14 años de edad. Y ella se desempeñó magníficamente. Y ellos tenían el derecho de intervenir en las discusiones igual que los adultos, eso fue fascinante.

¿Cuántas personas en verdad participaron en la elaboración de la investigación?
En un grupo más restringido, 150 personas, entre los comités, el secretariado, las ONG’s, más 30 personas del comité editorial y el soporte de las tres agencias. Esa fue otra novedad, la combinación de tres agencias y tres perspectivas. A saber: el Alto Comisariato de Derechos Humanos, desde la perspectiva de los derechos humanos; la Organización Mundial de la Salud, enfocando la violencia como problema de salud pública; y la perspectiva de UNICEF, tratando desde el punto de vista de la protección del niño, en el sentido de la salud y de su existencia. Eso también fue un mix interesante e innovador. Yo digo que no fue fácil.

Pero se puede considerar abarcado a todo el mundo?
Ah, llegamos a unas 1500 personas que participaron en todos los continentes, que tuvieron alguna responsabilidad. Los agradecimientos ocupan unas cuatro páginas, lo que da más o menos una dimensión de la cosa. ¿Por qué eso? Porque lo que el secretario general pidió fue un informe con profundidad global. Y si usted mira bien, verá que no es un informe por país. No ha establecido ninguna clasificación ni ranking. Los periodistas gustan de preguntar: “¿Cuál es el país más violento del mundo?”. Yo no lo sé.

Y el libro apunta exactamente a eso, la violencia contra el niño como una práctica generalizada, independientemente de la situación socioeconómica y cultural de los países.
Así es. Norte y Sur. Cultura, nivel económico — Las modalidades difieren. Por ejemplo, la mutilación genital femenina no es practicada en América Latina, pero es algo presente en África y en Asia. El nivel de homicidios de jóvenes en América Latina no se compara al de otros lugares, no se encuentran en Asia números iguales. Por lo tanto, cada región tiene problemas específicos, pero hoy hay presentes en el Norte problemas del Sur. Y, a pesar de que 14 países cuentan con prohibición del castigo corporal de cualquier especie, eso no quiere decir que hayan desaparecido.

¿Esos países están más concentrados en Europa?
Más o menos, son los países desarrollados del Norte. Los países escandinavos y Alemania, Suecia — y lo que es interesante es que ya ha habido una investigación en Suecia mostrando, una década después de su implantación, que realmente ha disminuido el número de padres que utilizan el castigo corporal. Existe un número mayor de Estados que prohíben el castigo en las escuelas. Ahora, ese no es el único problema.

Antes que volvamos a la cuestión de la metodología, yo quería precisamente saber qué formas de violencia contra el niño destaca usted personalmente como las más perniciosas y frecuentes.
Las campeonas de tener sus derechos violados son las niñas. En términos de violencia sexual, en términos de tráfico, explotación, trabajo doméstico. Pero los niños, que a veces no son tan visibles en el debate público, también son abusados.

Incluso sexualmente.
Sí, y sufren tráfico incluso, en algunas regiones. El trabajo doméstico es una plaga en varias regiones, como Latinoamérica, Asia o África. ¿Conoce una vieja práctica brasileña, en la que las familias tradicionales adquirían niños negros para criar? La verdad era para convertirlos en esclavos: dormían mal, tenían que atender a la familia constantemente, y eso sigue sucediendo en varias partes del mundo; el informe presta mucha atención a eso. Otro aspecto es el del trabajo infantil peligroso, presente en muchas regiones.

Usted llama trabajo infantil peligroso a aquellas prácticas del tipo de desfibrar yute en Brasil, cortar mandioca?
Eso mismo, yute, cortar madera, acarrear piedras, hilandería, etc. Los niños son desprovistos del acceso a la escuela y trabajan 12 horas por día.

¿Es posible decir cuál es el porcentaje de niños en el mundo, hasta, digamos los 15 ó 16 años, que es afectado por alguna de las diversas formas de violencia?
Son números impresionantes. (Paulo Sérgio Pinheiro hace aquí referencia a los números que se encuentran en la apertura de la entrevista). Y posee otros números increíbles de niños que cambian la escena: conflictos violentos. Son conflictos domésticos, violencia doméstica y todo eso? Más terribles aún son las consecuencias de la violencia. Ejemplos de estos números: los cálculos de la OMS indican que en 2002 la tasa de homicidios de niños fue el doble en los países más pobres en relación con los de ingresos más altoas (2,58 frente a 1,21 por cada 100 mil habitantes). Las tasas más altas de homicidio infantil ocurren entre adolescentes, especialmente los chicos de 15 a 17 años (3,28 en el caso de las nenas y 9,06 entre los varones), y entre los niños de 0 a 4 años (1,99 en el caso de las niñas y 2,09 en el caso de los niños).

En el libro, al final del primer capítulo, usted habla de las consecuencias de la violencia.
Así es, son las consecuencias para la salud mental, física, es un desastre total. Y eso es de importancia para el Estado, porque él deberá gastar en ello, en el tratamiento de ciudadanos totalmente dañados. En el resumen del informe se dice que la violencia puede provocar mayor susceptibilidad a problemas sociales, emocionales y cognitivos durante toda la vida. ¿Cuál será el costo de esto para el Estado?, aunque no existan buenos datos en los países en desarrollo, en Estados Unidos se calcula que en 1996 los costos financieros ligados al maltrato y abandono de niños fueron de US$ 12,4 mil millones.

La violencia contra los niños, como queda muy claro en el libro, es practicada por varios agentes sociales. Comienza por la familia, pasa por la escuela, por instituciones del tipo de la Febem (Fundación Estadual para el Bienestar del Menor), de tal modo que se torna una práctica que se generaliza en las distintas instancias de la sociedad.
Si, nosotros resolvimos captar ese contexto de violencia. Y debo decir que toda afirmación se basa en alguna investigación. Véase el número de notas a pie de página, y todo es investigación hard, y es importante resaltar eso por la duda a veces existente sobre el carácter de la investigación en ciencias humanísticas. Todo está basado en surveys (encuestas), en cuestionarios, en fin, en todo lo que se puede utilizar en términos de ciencias médicas, muestreos, exámenes médicos. Por eso lo bueno de este libro es que es un concentrado del abordaje de las ciencias médicas y de las ciencias humanas.

Pero usted abordó cinco contextos en los cuáles ocurre la violencia contra los niños. Sería bueno recordarlos. Tenemos entonces?
La familia, la escuela, las instituciones del género de los asilos, orfanatos o igualmente prisiones, el lugar de trabajo y la comunidad. Ahora bien, si bien existe una lista de grandes desastres en el mundo entero, el gran desastre, el mayor de ellos, es el de niños y adolescentes en conflicto con la ley. Eso es una tragedia, realmente una tragedia. Los estados no conocen cuantos son los adolescentes que están detenidos, hay países en que los niños están prácticamente enjaulados — yo no quiero decir qué países, pero hay niños que viven en jaulas, créalo. En relación con la comunidad, ésta es la calle, es la ciudad, son los espacios comunes, la plaza, son los transportes, en fin, todos los lugares donde los niños se encuentran expuestos.

Entonces, de esos cinco contextos, ¿cuál presenta el tipo de violencia más nefasta a largo plazo, y cuál debe ser abordado primero, en un esfuerzo de prevención de esa violencia generalizada?
Cuando hablamos de derechos humanos, hoy, estamos siempre invocando al Estado, que es el responsable. Es el responsable por asegurar los derechos del niño, entonces creo que lo más básico es que actúe donde puede. Y al decir Estado, no hablo sólo del Ejecutivo, sino también del Parlamento, que tiene que crear leyes. Las leyes no son una varita mágica, pero sin leyes no se cambia la realidad. Sin leyes uno no se moviliza, la sociedad civil no se organiza, no se pueden defender derechos sin leyes. Es imposible defender derechos sin ellas, no se avanza bajo convenciones internacionales. Y eso no cuesta dinero. Se les paga a los legisladores para eso, para hacer leyes. Y precisamente en algunos países de América Latina, ?domesticar?, quiere decir, adoptar en el ámbito nacional las convenciones internacionales. La convención de los derechos del niño tiene 15 años, y tiene enormes espacios en blanco para su aplicación en Brasil. Tenemos un estatuto maravilloso en el país, pero entre el estatuto y su aplicación hay un abismo. Entonces el Estado precisa hacer su tarea interna. No puede seguir tolerándose niños y adolescentes en conflicto con la ley, viviendo en jaulas, viviendo en condiciones infrahumanas, siendo más maltratados que los perros y gatos de la Sociedad Protectora de Animales. Eso es responsabilidad directa del Estado. Está la responsabilidad del ejecutivo, del Parlamento, de los Jueces y de los Ministerios Públicos. Ésos son los actores principales. En cuanto a la familia: toda revolución cultural es complicada, pero el Estado tiene una función pedagógica, de demostrar a las familias que la violencia no da buen resultado.

Ya que usted habló de revolución cultural, ¿de dónde proviene esa cultura mundial de violencia contra el niño? ¿Cuáles son las bases de ello?
Sin ser pedante, no soy yo quien dice eso, fue una pensadora llamada Hannah Arendt: el siglo XIX fue el tiempo de la emancipación de los trabajadores. Los sindicatos, los partidos socialistas, la organización internacional del trabajo, que en realidad es de los inicios del siglo XX, 1919, pero, en fin, el proceso de luchas por los derechos de los trabajadores es del siglo XIX. Después, en el siglo XX se da la conquista de los derechos de la mujer. Hoy en día no se acepta que los maridos golpeen a la mujer. Pero al niño se lo puede golpear en la calle, a la vista de todos. En algunas ciudades del mundo que no voy a nombrar, si usted golpea a un gato o un perro va a parar a la policía, va preso, y causa una conmoción popular. Ahora bien, las madres pueden tirar de una oreja, golpear, pellizcar al niño, en público, en el metro o en el ómnibus, en el tren o en el tranvía. Nadie hace nada. ¿Por qué? Creo que los niños, en primer lugar no son considerados sujetos de derecho, ciudadanos, ellos son considerados propiedades de los padres ?no debe olvidarse tampoco, creen que ellos no piensan, así como se consideraba a la mujer antiguamente, que se creía que no tenían raciocinio suficiente como para votar, por ejemplo. Es el mismo razonamiento. Cuando, en Brasil, se propuso el voto para los jóvenes de 16 años fue un ?Dios nos ayude?. Después fue bárbaro. Es un ejemplo que Brasil da al mundo. Entonces, el origen es que la emancipación de los niños aún está por llegar — apesar de la convención, a pesar de estar en la agenda internacional algunos tipos de violencia, por ejemplo, el tráfico, la violencia sexual, los casos de niños envueltos en conflictos armados — hay un representante especial del secretario general de la ONU para ese tema que se reporta directamente al Consejo de Seguridad. Entonces esos temas son de dominio público. Ahora, lo que se llama en inglés “bullying“, es decir, la provocación entre compañeros en la escuela, terrible, la estigmatización, el ostracismo, la discriminación, eso no se encuentra en la agenda de debate. Los profesores, muchas veces no quieren involucrarse en ello. Es algo semejante a lo que ocurre con las burlas a nivel universitario, pero sucede en la escuela, y, en fin, nadie protege a los niños de eso.

Lo curioso es que uno no tenga informes históricos de esa violencia como una práctica constante, con raíces profundas? Es como si ni siquiera se prestase mucha atención a ello históricamente, ¿es así?
Creo que es cierto. La Comisión de los Derechos Humanos de la ONU fue creada en 1948 y nosotros estamos realizando este informe en 2006. El único informe que hubo antes fue en 1996, el de la señora Graça Machel sobre niños soldados. Por tanto, en la ONU nunca hubo antes un informe sobre la violencia contra el niño, aunque las agencias como UNICEF y la OIT han estado trabajando con el concepto de trabajo infantil y trabajo forzado desde hace un tiempo.

Usted considera que la sociedad sólo comienza a descubrir que esa violencia no es algo natural en?
Ah, en la última década. En los últimos 20 años.

Pero aún dentro de la noción de que los niños no son sujetos de derecho, y si propiedad de los padres, ¿por qué esa escasez de estudios?
Lo que se sabe, aquello en que se cuenta con muchos estudios históricos es la dominación, por ejemplo, de los padres sobre las hijas. La intervención en el casamiento, la elección de marido, el casamiento precoz. Eso históricamente, ha sido estudiado a voluntad. Pero no percibido como violencia, y sí, como una práctica tradicional, el no ejercicio del derecho de la mujer. Pero yo quería destacar, en esa cuestión de cuándo la sociedad comenzó a descubrir que no es natural, y sí intolerable, la violencia contra el niño, que no encontré ningún presidente, ningún primer ministro o ministro, ningún Estado — y yo viajé bastante por el mundo — que negase apoyo a ese trabajo. Y lo mejor, modestamente, porque el trabajo no es solamente mío, fue ver en el debate del 3º comité, de la Asamblea General, un gran frente de apoyo. Quiero decir, tuvimos intervenciones de apoyo de Senegal, Egipto, Tailandia, Sudán, Arabia Saudita, de los países latinoamericanos, de los países europeos, evidentemente, y de Estados Unidos, por intermedio del secretario de Estado asistente para la familia. Incluso un Estado que defiende el castigo corporal apoyó todas las recomendaciones del estudio. Hubo 45 discursos en total, todos de apoyo, y con preguntas muy concretas. Eso también fue muy emocionante.

¿Cuándo ocurrió eso?
El 11 de octubre. Eso, para nosotros fue fundamental, porque la Asamblea General es comúnmente muy fría. Y esa fue una sesión vibrante. Pienso que eso también fue producto de mucho diálogo, una conversación incesante, con gran ayuda de Marcelo Daher, también antiguo investigador de NEV/ USP, mi asistente principal, en esos dos años en que recorrí el mundo, reuniéndome, hablando, en un diálogo con especialistas, pero al mismo tiempo con los gobiernos.

¿Usted diría entonces que podemos encontrarnos en el umbral de una nueva percepción sobre el absurdo que es practicar la violencia contra los niños?
En el umbral, sí. Aún no estamos en el camino de la emancipación, pero estoy convencido de que los Estados están preparados. Por ejemplo, cuando vemos a China realizando una investigación — hay un apartado acerca de ello en el libro —, en seis provincias, sobre abuso sexual en la memoria de los adolescentes, cuando en la India se realiza una muestra con 16 mil entrevistas sobre abuso sexual también, y los gobiernos presentan eso con gran transparencia, algo se está preparando. Yo viajé a Indonesia y el país tiene un plan de acción basado en las recomendaciones de trabajo. Siria cuenta con un plan de acción. No importa el régimen, no importa el país, eso está ocurriendo. Realizamos una reunión de seguimiento en El Cairo, con el apoyo pleno de la Liga Árabe. Quiero decir, para nosotros fue algo muy reconfortante, porque no se trata sólo del apoyo de los países desarrollados del Norte, también el Sur asumió la temática. La encuesta en Buenos Aires fue una maravilla, hubo una declaración de los ministros comprometiéndose a introducir una legislación para acabar con la violencia, contra el castigo corporal, que fue magnífica. Entonces, creo que tuvimos gratas sorpresas. Y el libro no es un catálogo de horrores, usted lo verá. En verdad es un retrato, al que considero razonable y esperanzador. Y cuenta con muy buenas prácticas. Del Norte y del Sur.

Cuando usted se sumergió en el trabajo de escribir propiamente el libro, ¿su percepción había cambiado, de alguna forma, acerca de la violencia contra el niño? ¿Cuál era su noción principal sobre el tema cuando se sentó y dijo “ahora puedo escribir”?
Primero tenía que escribir porque debía terminar lo empezado, ¿no? Es la óptica periodística, tener que entregar, sin excusa, el plazo es mañana. El plazo de entrega del informe cerraba en agosto. Yo ya tenía adelantada la entrega, para presentarla en 2005, gané un año extra de plazo. Pero ahí estaba la grata sorpresa de la que hablé: los Estados se encuentran preparados para dar el salto. Segundo, que los niños y los adolescentes, considerando que yo no tenía gran experiencia trabajando con ellos, son los mejores expertos. Si nosotros no los oímos, si los gobiernos no los escucharan no será posible caminar en dirección a su emancipación. Tenemos que oírlos e integrarlos en el proceso. Pero, en tercer lugar, el cuadro era y es mucho peor de todo lo que yo podía imaginar.

Y cuando usted decía esta última frase, ¿qué repicaba más en su cabeza? ¿El trabajo forzado? ¿Los castigos?
Lo que más me chocaba y aún lo hace es la situación de los niños en conflicto con la ley. Los niños que están tras las rejas en el mundo entero. Niños cumpliendo penas, a veces mezclados con adultos. Y niñas mezcladas con niños y con adultos.

¿Usted llegó a ver eso de cerca?
Ah, claro, he visto de todo, en todo lugar. Es lo que mayormente hago en los últimos 30 años. Para mí es penoso, pero tengo que ir. Si usted no va, no lo ve, ¿no es así?

Desde 2003, ¿cuántos fueron los viajes recorriendo el mundo?
Ah, no se, unos 50, quizás. Por Europa, Asia, África, América. No es que me guste viajar. Yo detesto viajar, actualmente el lugar en que peor me siento es el aeropuerto. Pero si uno no viaja no tiene contacto, y es preciso tener contacto con las realidades concretas. No sirve quedarse intercambiando correo electrónico con los colegas, usted necesita participar de debates, reuniones. Las personas precisan sentirse partícipes. Creo que conseguimos realizar un proceso altamente participativo. Y agradezco el apoyo de la FAPESP, porque si ella no hubiese mantenido el Núcleo de Estudios de la Violencia, después el Centro, ese libro no existiría, porque yo no estaría asociado a ese proyecto. Entonces eso es lo que vale la pena.

El informe de la asamblea General de la ONU si existiría, pero no el libro.
Talvez podría decir que el libro no existiría, en los términos en que fue hecho. Porque, en verdad, nuestra experiencia en Brasil y en América Latina ayudó mucho a su configuración. No digo, claro, que sólo eso fue determinante. Pero es importante destacar nuestra experiencia para reafirmar que si el país no invierte en la investigación universitaria no consigue tener relevancia en el debate internacional. Lo que debe entenderse es que las ciencias sociales están directamente ligadas a las políticas públicas. Y a causa de la globalización, a causa de la interdependencia, si no interferimos ahora en las políticas públicas, en el debate público internacional, quedaremos al margen. En cierto modo, ese informe es la inserción de la investigación brasileña, latinoamericana, de todo el mundo, en un enorme y fundamental debate. Pero, en relación  con la FAPESP, digo que es el resultado de una investigación de 20 años de la Fundación, en una intervención de repercusión internacional. Global.

Un debate fundamental que propone también formas de actuar.
Sí, el no existe solamente, como se dice, para figurar, sino para contribuir a la modificación de esa situación, por medio de ese enorme diálogo, de ese intercambio permanente con los Estados. La cosa va a continuar, seguirá avanzando. En el último capítulo, “The way forward” (el camino a seguir), se detalla lo que proponemos.

El libro se edita en inglés. ¿Pero se publicará en otros idiomas?
Si, será traducido al francés, español, árabe y portugués. La Secretaría Especial de Derechos Humanos, del ministro Paulo Vannuchi, lo publicará en portugués, en Brasil. En cuanto al informe de la Asamblea General, está disponible en las seis lenguas oficiales de la ONU, además del alemán y el portugués. Ya se encuentra traducido al portugués por UNICEF. Además, existe una versión para niños. Alemania, por ejemplo, va a traducir y distribuir la versión del informe para niños, en 10 mil escuelas de todo el país. Francia también.

El libro en portugués debe estar listo a comienzos del próximo año. ¿La idea es que se encuentre disponible en las librerías?
En realidad, los trabajos de la ONU no son vendidos, entonces hay que contar con su distribución en bibliotecas, agencias. Por ahora no pensamos en una edición comercial. Más adelante podemos hacer un libro que cuente un poco la historia del proceso y tal vez con una síntesis del material obtenido.

Una vez hecho el estudio, tomando al Estado como el agente que primero debe movilizarse ¿existe algún ámbito de la violencia en que usted ponga expectativas de que sea erradicado en primer lugar?
No. Yo considero que tenemos un kit de acción básico que esperamos que se realice en el próximo año. Primero, la traducción de la legislación internacional para el ámbito interno. Y una legislación adecuada para cada país, inspirada en las recomendaciones de la ONU. Luego, mejorar los datos, porque hay muchos países, por ejemplo, que no tienen la más remota idea siquiera de cuántos adolescentes hay encarcelados. Y no es posible crear una política de cambio de esa situación sin contar con cifras claras. Existe la posibilidad de mejorar también los servicios de atención directa, para la recepción de quejas vía, por ejemplo, la child help line (línea de socorro infantil), o la SOS Infancia en São Paulo, que hoy existen en unos cien países. También sugerimos la creación de dos ombudsman (defensores), los ombudsperson, para concentrar la defensa de los derechos del niño y funcionar como canal de acceso para el tratamiento de esos temas. En Francia, por ejemplo, cuentan con un defensor, en Noruega también existe, y en otros países. Otra propuesta de ese kit básico es avanzar en el sentido de que los gobiernos asuman su papel pedagógico de transformación de prácticas, en todos los espacios. Comenzando por el apoyo a los padres para que aprendan como educar y disciplinar a sus hijos sin hacer uso de la violencia. Ah, la última cosa, muy en la línea de lo que la ONU ya está realizando, y además acaba de publicar una guía: prevención de la violencia. Es mejor prevenir que intentar subsanar las lesiones después.

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