El principal resultado de un trabajo realizado por investigadores de Brasil y Estados Unidos, y publicado en la edición de marzo de la revista Nature Climate Change, es la cuantificación del efecto real de los desmontes y las actividades agrícolas sobre la temperatura media del planeta. El conocimiento más preciso del impacto de los ecosistemas terrestres sobre el clima, ahora fue posible, debido a que los investigadores incluyeron en los cálculos dos fenómenos que comúnmente no eran tenidos en cuenta: la evapotranspiración (perdida de agua por evaporación y transpiración de las plantas) y la absorción de energía solar por parte de la vegetación. Estos fenómenos de naturaleza biofísica influyen en la regulación del clima local y afectan el clima global, pero no eran considerados. Los trabajos anteriores, utilizados para elaborar políticas de protección ambiental, solamente incluían los datos sobre absorción o liberación de gases de efecto invernadero, los denominados mecanismos biogeoquímicos, que causan efectos globales.
En el estudio de la Nature Climate Change los investigadores lograron condensar los efectos biofísicos y biogeoquímicos en un único índice, más inclusivo, denominado climate regulation values (CRV). “Este índice contabiliza las existencias de carbono y su intercambio líquido en los ecosistemas, la emisión de óxido nitroso y de metano, considerando también los efectos de la evapotranspiración y de la absorción de energía solar asociados con cada tipo de vegetación”, explica Santiago Cuadra, investigador del Centro Federal de Educación Tecnológica Celso Suckow da Fonseca de Río de Janeiro (Cefet/RJ), uno de los autores del artículo.
Los resultados obtenidos con el nuevo índice refuerzan la importancia de la protección de las selvas tropicales y ponen en evidencia que los bosques boreales tienen un efecto relativamente pequeño sobre la temperatura media del planeta. También indican que los cultivos para la producción de bioenergía –tales como el de la caña de azúcar, el maíz, y las gramíneas Miscanthus giganteus y Panicum virgatum, utilizados para generar etanol– pueden presentar un positivo impacto sobre el clima, cuando se considera la pérdida de agua, que reduce la temperatura en el área de esas plantaciones, y la absorción de energía solar por parte de las plantas. “Cabe resaltar que, en modo general, las selvas nativas cumplen un rol de enfriamiento próximo al suelo mayor que el de los cultivos agrícolas y bioenergéticos”, explica el investigador Marcos Heil Costa, de la Universidad Federal de Viçosa (UFV), otro de los autores del artículo. “La excepción más notoria son las coníferas canadienses, ya que debido a la gran cantidad de nieve existente en esa región, la presencia de los árboles tiende a elevar la temperatura en lugar de enfriarla”.
Selvas y plantaciones
El trabajo es un desprendimiento de otro anterior. En un artículo publicado en el año 2000, los investigadores habían demostrado que, en regiones que sufren asiduos desmontes, tales como la Amazonia, el calentamiento provocado mediante la menor liberación de agua y absorción de la radiación solar es varias veces superior al originado por la elevación de la concentración de gases con efecto invernadero en la atmósfera. “Otros autores confirmaron esos resultados para diversos tipos de modificaciones en el uso del suelo”, comenta Costa. “El debate evolucionó a punto tal de proponer en este artículo el CRV para los ecosistemas naturales y agrícolas, que es compatible con el índice de dióxido de carbono equivalente del efecto invernadero”.
El CRV demuestra cual sería el aumento de los gases con efecto invernadero en la atmósfera y cuánto se vería alterada la temperatura próxima a la superficie del suelo debido a la pérdida de agua y absorción de energía proveniente del sol por las plantas. De esta manera, posibilitó la comparación de cómo los diferentes tipos de vegetación (naturales y agrícolas) inciden en el clima, así como cuáles de ellas resultan más efectivas para reducir las alteraciones climáticas.
En total, se evaluó el impacto de 18 ecosistemas en América, 12 naturales y 6 agrícolas, con potencial para la producción de biocombustibles. Entre los primeros se encuentra la selva amazónica y el cerrado en Brasil, y los bosques tropicales caducifolios (que pierden las hojas en otoño) de América del Sur. De Estados Unidos, se incluyeron los bosques templados de coníferas de las montañas del oeste y de la costa noroeste, los caducifolios templados del este y los mixtos del nordeste, además del desierto del sudoeste, de la pradera de las grandes planicies y del chaparral (vegetación arbustiva) de California. En Canadá, se analizaron los bosques mixtos del sudeste y el boreal, además de la tundra.
En cuanto a las plantaciones dedicadas a la producción de bioenergía, se estudiaron, la de la caña de azúcar en Brasil y la de la soja, en Brasil y Estados Unidos. Allá, también se investigaron dos tipos de gramíneas, Miscanthus giganteus y Panicum virgatum, utilizadas para la producción de biocombustibles. Los 18 ecosistemas fueron comparados con una superficie sin cobertura vegetal, que sirvió como referencia.
El grupo evaluó cuánto aportaría cada ecosistema, durante un período de 50 años, para elevar la temperatura de la atmósfera. Los resultados revelan que, para la mayoría de ellos, la pérdida de agua y la absorción de energía solar aumentan el valor de los servicios de regulación del clima, el CRV. Eso significa que la remoción de la cobertura vegetal de esos ecosistemas eleva la temperatura de la atmósfera al emitir gases con efecto invernadero y también por reducir el enfriamiento provocado por la presencia de la vegetación.
“Para la selva amazónica, el aumento fue de un 12%”, revela Kristina J. Anderson-Teixeira, de la Universidad de Illinois, y autora principal del artículo. “Para el cerrado, el aumento fue de un 9%. Pero para algunos ecosistemas, ellos redujeron el valor total del servicio. Es lo que ocurrió, por ejemplo, con los bosques boreales de Canadá (-115%) y con el desierto del sudoeste de Estados Unidos (-123%)”.
Artículo científico
ANDERSON-TEIXEIRA, K.J. et al. Climate-regulation services of natural and agricultural ecoregions of the Americas. Nature Climate Change. 8 ene. 2012.