Imprimir Republish

RECURSOS HUMANOS

Acceso a la universidad por la vía olímpica

Son cada vez más las instituciones brasileñas que ofrecen plazas en las carreras de grado a los campeones de olimpíadas científicas, un modelo en desarrollo

Alumnos en las Olimpiadas de Matemáticas de Escuelas Públicas

OBMEP / Delegación de São Paulo

Los estudiantes brasileños que participan en olimpíadas científicas ahora tienen un motivo adicional para dedicarse a ellas: sus medallas se han convertido en una puerta de acceso a las universidades públicas sin tener que rendir el examen de ingreso o el Enem [el Examen Nacional de Enseñanza Media]. Desde 2019, cuando los primeros estudiantes que ganaron medallas ingresaron a carreras de grado de la Universidad de Campinas (Unicamp) – la primera del país en utilizar esta vía –, las llamadas “plazas vacantes olímpicas” han avanzado. Al menos otras cinco instituciones públicas han empezado a reservar plazas para los medallistas: la Universidad de São Paulo (USP), la Universidade Estadual Paulista (Unesp), y las universidades federales de Itajubá (Unifei), del ABC Paulista (UFABC) y de Mato Grosso do Sul (UFMS).

Merced a ello, ya hay quienes apuestan a la obtención de una medalla como estrategia de acceso a la educación superior. Este fue el caso de la paulista Yasmin Bonet, de 18 años, quien a principios de 2023 ingresó a la carrera de computación de la Unesp, en su campus de la localidad de Presidente Prudente, gracias a la medalla de bronce conquistada en las Olimpíadas Brasileñas de Robótica (OBR). “En el último año de la enseñanza media estaba muy ocupada, haciendo la iniciación a la investigación científica y el curso técnico”, recuerda. “Después de que un profesor me hablara de las plazas olímpicas, estuve investigando sobre las carreras y las universidades que contaban con esta modalidad. Entonces decidí darle prioridad a prepararme y estudiar para las olimpíadas”, dice Bonet, quien ha estado participando en estas competencias desde que era alumna de la enseñanza fundamental. Llegó a presentarse al examen regular de ingreso para ciencias de la computación, pero no consiguió aprobarlo.

Pedro AmatuzziEstudiantes en la Olimpiada de Historia de BrasilPedro Amatuzzi

Otro caso es el de Nathan Leonardo, un estudiante de 19 años del estado de Espírito Santo, quien adoptó una táctica similar para entrar en la promoción de 2023 de la carrera de ingeniería de control y automatización de la Unicamp. Con más de 10 premios en competencias de astronomía, matemática y robótica, utilizó la medalla de plata que obtuvo en la Olimpíada Brasileña de Matemática en Escuelas Públicas (Obmep) como acreditación para acceder a una plaza reservada para los alumnos campeones. Durante el proceso, a diferencia de lo que ocurriría en el examen de ingreso, ni siquiera tuvo que salir de Serra, la ciudad en donde vivía, ya que pudo hacerlo todo de manera online, lo que, según él, también le facilitó poder postularse. “Me propuse entrar a la universidad evitando cursillos y aposté por las plazas olímpicas. Por eso en 2022 me preparé con ahínco para el Obmep, que valía más puntos para la carrera que quería hacer”, dice.

En busca de talentos
Las universidades consideran que las plazas olímpicas constituyen una alternativa en la búsqueda de diversidad en el perfil de sus estudiantes, pero aún están buscando la forma de consolidar esta modalidad. “La idea es atraer talentos que son muy buenos en una disciplina, pero que pueden perderse en el proceso del examen de ingreso”, explica el historiador José Alves Freitas, director de la Comisión Permanente de Exámenes de Ingreso de la Unicamp. A pesar del creciente interés, él subraya que la cantidad de inscritos sigue siendo inferior a la de las plazas ofrecidas, divididas en dos modalidades: regulares y extras. Para las 564 vacantes abiertas en las cinco ediciones que ya lleva esta modalidad en la Unicamp, se inscribieron 267 medallistas. Cuando no se cubren, las plazas regulares vuelven al sistema de competencia del examen de admisión, mientras que las plazas extra, creadas para esta modalidad, no se utilizan. Para Alves Freitas, hay otras cuestiones implicadas en el bajo número de inscritos. “Muchos estudiantes buscan vacantes en carreras específicas. En la Unicamp, la campeona entre los olímpicos es la ciencia de la computación”, dice. Para los ingresantes de 2023, la Unicamp dispuso de cinco plazas en esta carrera. La cantidad de vacantes abiertas varía según la carrera y la institución.

Comunicación ButantanEstudiantes en las Olimpíadas de Biología: para atraer talentosComunicación Butantan

En la Unesp y la USP, en las que las plazas olímpicas se ofrecen en forma adicional a las regulares, se observa un efecto similar. En la Unesp se han abierto 863 vacantes desde 2020 y solo 137 estudiantes las han aprovechado. En la USP, de 113 plazas abiertas en 2019 para el ingreso en 2020, solo se matricularon 30 estudiantes. “Todavía estamos analizando la situación, pero una de las hipótesis indica que no siempre hay una plaza olímpica para la carrera que desea estudiar el medallista. Pueden inscribirse en el proceso, pero también buscan otras vías, como el propio examen de ingreso”, analiza el pedagogo Marcos Garcia Neira, prorrector adjunto de Grado de la USP. La universidad puso en pausa la modalidad durante la pandemia, pero pretende reanudarla para el ingreso en 2024.

Según Garcia Neira, la USP va a ampliar el abanico de carreras y competencias aceptadas más allá de las ciencias exactas y biológicas y por eso elevará la cifra de plazas a 200. Por ejemplo, el año que viene serán incorporadas la Olimpíada Brasileña de Lingüística (OBL) y la Olimpíada Nacional de Historia de Brasil (ONHB), esta última ya aceptada en la Unicamp, en la Unesp y en la UFMS. La Unesp también tiene previsto ampliar el número de plazas ofrecidas. “Tenemos la intención de discutir la posibilidad de revisar el límite del 10 % de vacantes adicionales que se pueden ofrecer”, informó la fonoaudióloga Celia Giacheti, prorrectora de Grado de la universidad.

Para el físico Antônio Carlos Hernandes, quien fue prorrector de Grado de la USP, este movimiento es necesario. “Cuantas más oportunidades de acceso a la educación superior pública se les ofrezcan a los estudiantes de la enseñanza media que se destaquen en las competencias de conocimientos, mejor será para el ambiente académico de las universidades. El aumento de la diversidad es la certeza de una mejor formación académica para los estudiantes”, dijo por correo electrónico. Alves Freitas, de la Unicamp, subraya que muchos estudiantes ya utilizaban sus medallas en los procesos de selección para ingresar a las universidades en el exterior porque ellas son valoradas en países como Estados Unidos. “Para atraer a estos estudiantes, ofrecerles una plaza no es suficiente. Algo que podría hacerlas más atractivas sería ofrecerles becas, incluso a través de las agencias de financiación”, dice. La directora del Departamento de Popularización de la Ciencia, Tecnología y Enseñanza Científica del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MCTI), Juana Nunes, concuerda. “Los que ganan medallas necesitan tener como horizonte a las universidades públicas brasileñas. Para ello, necesitan más incentivos, tales como becas y subsidios”, sostiene.

Según el informe intitulado “Open doors 2022”, del Instituto de Educación Internacional de Estados Unidos, en los años lectivos 2021 y 2022 había 14.897 estudiantes universitarios brasileños matriculados en instituciones de educación superior estadounidenses, lo que ubica a Brasil en el octavo puesto entre los países que más estudiantes envían. “Considero a las plazas olímpicas como un intento de las universidades brasileñas de evitar que los estudiantes de alto rendimiento abandonen el país. Al aceptar medallas nacionales e internacionales, las instituciones intentan anticiparse a esa salida”, analiza el físico João Canalle, de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ), coordinador de la Olimpíada Brasileña de Astronomía y Aeronáutica (OBA), una de las mayores del país, en la que en 2023 participaron 1.380.000 estudiantes.

Una de las medallistas de oro de la OBA, Katarine Emanuela Klitzke, del municipio de Timbó, en Santa Catarina, tomó la decisión de irse de Brasil. En 2018, cuando cursaba el último año de la enseñanza media, tuvo que elegir entre estudiar para el examen de ingreso a la universidad o prepararse para disputar la final de la Olimpíada Latinoamericana de Astronomía y Astronáutica (Olaa), que se realizaría en Paraguay. “Decidí apostar por la olimpíada porque sabía que esa medalla serviría bastante en las universidades de fuera del país”, comenta. Ganó la medalla de oro en la Olaa, e incluso se presentó al primer concurso por plazas olímpicas en la Unicamp y resultó seleccionada. Sin embargo, como también fue aprobada en tres universidades estadounidenses, optó por el Instituto de Tecnología de Georgia, en la ciudad de Atlanta. “Como la iniciativa brasileña aún era incipiente y nadie sabía a ciencia cierta cómo iba a funcionar, preferí irme al exterior. Los laboratorios de alta tecnología eran un gran atractivo”, recuerda. A finales de 2022, se graduó en ingeniería de la computación con especialización en astrofísica e inteligencia artificial. Hoy en día trabaja como ingeniera de hardware de Microsoft, en Estados Unidos.

La licenciada en estadística paulista Natainá Novaes, de 22 años, recién graduada en la Unicamp y también medalla de oro en la Obmep, formó parte de la primera promoción olímpica que ingresó a esta universidad hace poco más de cuatro años. Ella les advierte a los estudiantes interesados en competir por una plaza en esta modalidad que hay que estar atentos a las normas del llamado a concurso de cada universidad. Como no hay pruebas de selección, cada una establece una puntuación en función del tipo de carrera, de la olimpiada aceptada y del premio obtenido por el alumno. Los estudiantes tienen que inscribirse y adjuntar los certificados y documentos requeridos, y luego un comité lleva a cabo la evaluación. Dependiendo de la carrera, algunos tipos de competencias pueden tener mayor valor.

“Cada medalla tiene una ponderación diferente, en algunos sitios las olimpiadas internacionales puntúan más. En cuanto a los criterios de desempate, el expediente académico cuenta bastante”, dice. La estadística empezó a participar en competencias científicas en el 9º año de la enseñanza fundamental. Luego cursó una tecnicatura en informática en la enseñanza media en el Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología (IFSP), campus de São João da Boa Vista, y ganó otras tres medallas. En 2018, cuando se preparaba para el examen de admisión a la universidad, se enteró de las plazas olímpicas que concedía la Unicamp. “Decidí concentrarme en la preparación para la Obmep. La meta fue obtener el oro para poder ingresar a la universidad y estudiar lo que me gusta, lo que aligeró todo el proceso”, recuerda. Actualmente trabaja como ingeniera júnior en la filial de São Carlos de Serasa S.A., y tiene en mente realizar estudios de posgrado en ciencias de la computación o inteligencia artificial.

El plazo de validez de la medalla varía según la institución: algunas aceptan premios de hasta dos años previos, otras admiten galardones más antiguos. El estudiante Jonas Menino, de 18 años, procedente del municipio de Barra Bonita, en el interior paulista, ingresó en 2023 a la carrera de física médica de la Unesp, en su campus de la localidad de Botucatu, gracias a una medalla de oro obtenida en la OBA cuando cursaba la enseñanza fundamental, en 2019. Ese fue el último premio que logró antes de que le diagnosticaran ansiedad y depresión. “Siempre me gustó mucho el estudio, me iba muy bien y había ganado medallas de oro y bronce en certámenes de matemática. En 2020, ni bien empecé la enseñanza media, sobrevino la pandemia y todo cambió”, recuerda. “Las clases pasaron a ser a distancia y, al igual que otros compañeros de división, no lograba concentrarme ni tener un buen rendimiento en las asignaturas. Comencé con un tratamiento psicológico”.

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP | Archivo personalLos medallistas Novaes, Leonardo (a la izq.) y Bonet (la derecha): ingreso en la Unicamp y en la Unesp sin necesidad de rendir el examen de ingresoLéo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP | Archivo personal

Incluso llegó a participar en ediciones de competencias científicas a distancia, pero no pudo ganar ningún premio. También se presentó al examen de ingreso de algunas universidades y no pudo aprobar. “Hasta que una tía me informó de las plazas olímpicas disponibles en la Unesp. Me enteré de que aún podía hacer valer mi medalla de la enseñanza fundamental y me postulé para una plaza en la carrera de física médica. Este fue un cambio radical: desde que ingresé a la universidad, que era uno de mis sueños, volví a estar bien y pude centrarme nuevamente”.

Según la investigadora Sonia Chudzinski, investigadora del Instituto Butantan y coordinadora de la Olimpíada Brasileña de Biología (OBB), la creciente adopción de las plazas olímpicas en las universidades constituye un avance importante. “Los estudiantes son recompensados por su buen desempeño en un área que realmente les gusta. Ni siquiera los genios son buenos en todo”, dice, a la vez que destaca que la edición de 2023 de la OBB tuvo 150.000 inscritos – un incremento de un 50 % en comparación con el número del año anterior – y atribuye parte de este avance al escenario pospandémico y a las plazas olímpicas. “Hemos notado que hay un público nuevo interesado en la posibilidad de ingresar a la universidad merced a los premios obtenidos”. Las medallas en la OBB son aceptadas para el ingreso en la Unicamp, en la Unesp, en la USP, en la Unifei y en la UFMS.

El matemático Claudio Landim, coordinador de la Obmep y director adjunto del Instituto de Matemática Pura y Aplicada (Impa), de Río de Janeiro, elogia esta estrategia de las instituciones de educación superior. “La universidad no tendría que seleccionar a sus alumnos solamente por lo que son, es decir, por aquello que logran demostrar en un examen, sino también por lo que pueden llegar a ser”. En su opinión, muchas olimpíadas cumplen con este rol de señalar quiénes pueden llegar a descollar, siempre que reciban estímulo. “La resolución de los problemas del examen de la Obmep no requiere de conocimientos en matemática, sino capacidad de razonar, imaginación y creatividad. Así es que conseguimos detectar a aquellos que poseen talento para la matemática”. El certamen, creado en 2005, tuvo este año 18 millones de participantes en la primera fase y se la considera la mayor olimpíada del país. Nació como una política conjunta del MCTI y el Ministerio de Educación (MEC), a través del Impa, y cuenta con un presupuesto anual garantizado: la última edición costó unos 40 millones de reales. Existe la posibilidad de que en 2024 los medallistas de la Obmep tengan otro lugar para ingresar merced a los premios obtenidos. El Impa está desarrollando una nueva carrera de matemática aplicada a la tecnología e innovación, cuyo proceso selectivo dispondrá de 100 vacantes y tendrá en cuenta los rendimientos destacados en la olimpíada.

Archivo personalKatarine Klitzke accedió a una plaza olímpica de la Unicamp, pero terminó yéndose al Instituto de Tecnología de Georgia, en Estados Unidos, donde estudió hasta graduarseArchivo personal

El físico Euclydes Marega Júnior, del Instituto de Física de São Carlos (IFSC) de la USP, dice que estas competencias han ido cobrando importancia en el calendario de las escuelas a lo largo de los últimos 20 años. “Esto ha sido así porque proponen una actividad extraescolar que llega a un número cada vez mayor de estudiantes que ya desde la enseñanza media se sienten motivados a adquirir conocimientos para participar de esas actividades, dijo, vía correo electrónico. En 1995, él creó un certamen de física para estudiantes de la enseñanza media que, en 1999, se convertiría en la Olimpíada Brasileña de Física y durante varios años preparó equipos de alumnos para participar en competencias internacionales.

Según el MCTI, Brasil cuenta actualmente con 104 competencias de conocimientos en las más diversas áreas de las ciencias sociales, la biología y las humanidades. “Hace unos años teníamos alrededor de 20 olimpíadas. Ahora ellas proliferan por doquier, hay algunas que aparecen y desaparecen en pocos años. Necesitamos un proyecto educativo a largo plazo”, dice Cristina Meneguello, de la Unicamp, coordinadora de la ONHB, que este año, en su 15ª edición, contó con 30.524 equipos inscritos, cada uno compuesto por hasta tres alumnos y un docente. “Al tiempo que las plazas olímpicas constituyen otro reconocimiento al rol de las olimpíadas en la promoción de la ciencia, a estas les generan una mayor responsabilidad”, señala la historiadora, quien forma parte de un grupo de trabajo del MCTI creado a principios de junio para evaluar y debatir las olimpíadas científicas, entre otras actividades de popularización de la ciencia.

“Algunos de los planteos que nos hacemos en este grupo de trabajo son los siguiente: ¿necesitamos realmente más de cien olimpíadas? ¿O necesitamos calificar mejor las propuestas que se refieren a iniciativas similares, brindando oportunidades para fomentar nuevas actividades en las múltiples áreas del conocimiento?”, indaga Juana Nunes, del MCTI. Según ella, el objetivo del grupo, que cuenta con 15 expertos en la materia, es la construcción de una propuesta de un programa nacional de popularización de la ciencia. “La idea es discutir las formas en que las olimpíadas puedan, en el futuro, dejar de ser iniciativas aisladas y, tal vez, expandirse a todas las universidades federales”.

Para el coordinador de la Olimpíada Brasileña de Lingüística (OBL), Bruno L’Astorina, el aumento de la cantidad de competencias es un proceso que cabía esperar, puesto que cada vez más docentes e investigadores han pasado a interesarse por estas actividades. “Es natural que hayan surgido certámenes sobre los temas más diversos”, dice. Esto plantea un problema para las escuelas, que se enfrentan al desafío de tener que preparar a los alumnos para múltiples competencias. “Un estudiante solo puede participar en un número limitado de olimpiadas”, sostiene. Y añade que ha estado dialogando con coordinadores de otras olimpíadas sobre cómo integrar iniciativas. “Es todo un reto y aún no sabemos cómo hacerlo sin perder la impronta de cada una”, dice. En la edición de 2022, la OBL inscribió alrededor de 10.000 participantes.

Las fuentes de financiación de los certámenes
Los organizadores dicen que as olimpíadas se han multiplicado, pero no así los fondos para promoverlas

 Según los coordinadores de las olimpíadas científicas consultados para la elaboración de este reportaje – a excepción del Obmep, que ya tiene garantizada su financiación anual –, varias fuentes de financiación se combinan para hacer viables las competiciones. Entre ellas, se cuentan los fondos de los institutos y universidades a los que están vinculados y las colaboraciones de inversores privados. Una parte importante procede de las llamadas a concurso públicas financiadas por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MCTI), abiertas anualmente por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), vigentes desde 2002.

En un estudio publicado en el periódico Caderno Brasileiro de Ensino de Física en abril de 2022, investigadores de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) analizaron los pliegos de las llamadas a concurso de 2005 a 2015. Contabilizaron 11 llamados, en los que se presentaron 229 proyectos. En total, se aprobaron 96 para la realización de 21 olimpíadas, con predominancia de las áreas de Ciencias Exactas y de la Tierra, a los que se destinaron fondos por alrededor de 25 millones de reales, un promedio de 2,2 millones por año, pero los montos variaron entre 800.000 y 4 millones de reales. En esta variación tuvieron incidencia las distintas fuentes de financiación, que iban rotando y, a veces, se sumaban: el MCTI, el CNPq, el MEC – a través del Fondo Nacional para el Desarrollo de la Educación (FNDE) – y la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes). “La importancia de estas olimpíadas es cada vez mayor, pero el presupuesto, en cambio, sigue siendo prácticamente el mismo que hace una década”, dice el físico Willian Vieira de Abreu, de la UFRJ, autor principal del estudio.

En 2021, la llamada a concurso del CNPq ofrecía 4 millones de reales. En la última, en 2022, hubo cerca de 8,8 millones de reales y se aprobaron 31 propuestas. El aumento se debió a una contribución del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FNDCT) de alrededor de 5,8 millones de reales, según informa Ana Cláudia Mota, gestora de la llamada a concurso para las olimpíadas científicas del CNPq. “Hemos abierto por primera vez tres líneas de proyectos: además de las olimpíadas internacionales y nacionales, en esta ocasión se contempló una tercera categoría, las regionales”, explica Mota. Se incluyeron certámenes que apuntan a ampliar la diversidad de los participantes, como es el caso de la Segunda Olimpíada Nacional de los Pueblos Tradicionales, Quilombolas e Indígenas, organizada por la Universidad del Estado de Mato Grosso (Unemat). Según la directora de Popularización de la Ciencia y Educación Científica del MCTI, Juana Nunes, en 2023 se destinarán 13 millones de reales a la Llamada a Concurso de Propuestas de Olimpíadas, de los cuales 8 millones saldrán del presupuesto del MCTI y 5 millones del presupuesto del CNPq.

Artículo científico
ABREU, W. V. et al. Olimpíadas científicas: Análise dos projetos apoiados por editais do CNPq (2005-2015). Caderno Brasileiro de Ensino de Física. v. 39, n. 1, p. 59-82. abr. 2022.

Republicar