Léo Ramos Chaves La posibilidad de ingresar en una universidad pública siempre estuvo lejana en el horizonte del biólogo Felipe Roberto Francisco, de 25 años de edad. Residente en los suburbios de Campinas, sus planes en la adolescencia se circunscribían a finalizar la enseñanza media y asistir a algún curso técnico. La opción principal era mecatrónica, no precisamente porque ésa fuera su vocación, sino porque consideraba que así tendría buenas posibilidades de inserción laboral.
Su trayectoria empezó a cambiar durante los últimos meses del año lectivo de 2010, cuando asistió a una charla sobre el ProFIS, de la Unicamp, que comenzaría a funcionar en el año siguiente. “Como las inscripciones eran gratuitas, me postulé”, dice. Unos meses después lo llamó por teléfono un amigo para felicitarlo por haber ingresado a la universidad. “Creí que él estaba bromeando”, recuerda. “No podía creerlo cuando vi que me habían aceptado”.
Francisco relata que en Jardim Eulina, el barrio en el que habita, no hay noticias de alguien que haya estudiado en una universidad pública antes que él. Para sus amigos y vecinos, la Unicamp se resumía al Hospital de Clínicas. A los 18 años, cuando resultó seleccionado por el programa, decidió renunciar al empleo que acababa de conseguir, como repositor en una empresa de la ciudad, para dedicarse solamente a los estudios. La beca y la ayuda de transporte que le concedió la universidad fueron fundamentales para que él pudiera dedicarse a las actividades.
La dificultad principal, durante los primeros meses fue lograr adaptarse a la realidad académica. Lo asombraban tanto las clases de tiempo completo como el nivel de exigencia del curso. “Poco a poco, con ayuda de los compañeros y de algunos docentes, pude ir superando esos retos gradualmente”, recuerda.
A su vez, la iniciación científica que desarrolló durante el segundo año del programa bajo la dirección de la bióloga Vera Nisaka Solferini resultó determinante para la elección de la carrera de grado en la que pretendía matricularse. “Siempre me sentí atraído por el concepto de la evolución de las especies”, comenta. “Durante el ProFIS, entré en contacto con la geología y estaba indeciso entre las dos disciplinas. Luego de participar en cátedras de ambas carreras y conversar con algunos docentes, noté que me agradaría profundizar en los temas ligados a la biología”, explica.
Francisco relata que cuando comenzó a cursar la carrera de biología tenía miedo de no lograr estar a la par de sus compañeros. Consideraba que necesitaba ser dos veces mejor para lograr equiparar el desnivel que creía que había entre ellos y yo”.
Los contenidos programáticos del ProFIS y la madurez adquirida en la facultad le garantizaron al biólogo no sólo las condiciones necesarias para graduarse sino para habilitarle la opción a un doctorado directo. “Realicé una pasantía en el laboratorio de la profesora Anete Pereira de Souza durante la carrera. Más adelante ella me invitó para que hiciera el doctorado”, dice. “Como pretendo seguir la carrera académica, acepté sin dudarlo”.
El objetivo ahora es hacer un mapeo genético del árbol del caucho o hevea (Hevea brasiliensis) e identificar eventuales genes con importancia comercial. Además del doctorado, en la actualidad Francisco también da clases de biología en un cursillo preparatorio para aquéllos que se presentan a rendir el examen de admisión, en la periferia de Campinas. “Siento que necesito devolverle algo a la sociedad, teniendo en cuenta que me gradué a expensas de los recursos públicos”, concluye el estudiante.
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