En octubre de 1951, Henrietta Lacks, de 31 años y madre de cinco hijos, falleció como consecuencia de un cáncer de útero en el Hospital Johns Hopkins de Baltimore (EE. UU.). Sin su autorización, los médicos extrajeron muestras de células tumorales que, cultivadas en laboratorio, continuaron multiplicándose, en lugar de morir en pocos días como era habitual. Los investigadores utilizaron entonces a las que denominaron células HeLa (acrónimo formado por las sílabas iniciales de su nombre) para estudiar la acción del virus de la poliomielitis y desarrollar vacunas y tratamientos contra el cáncer y otras enfermedades. La familia no supo de este linaje celular, utilizado en laboratorios de todo el mundo, sino hasta 1973, y nunca fue indemnizada. A principios de agosto, sus descendientes anunciaron la firma de un acuerdo con la empresa estadounidense Thermo Fisher, a la que acusaban de haber ganado miles de millones de dólares con las células HeLa. La empresa solicitó que el caso se archivara, alegando que la demanda se había presentado cuando ya había expirado el plazo de prescripción, pero los abogados de la familia argumentaron que ese límite no debía aplicarse porque la empresa continuó beneficiándose económicamente con las células. Los abogados de ambas partes en litigio declararon que los términos del acuerdo alcanzado son confidenciales (Associated Press y New York Times, 1º de agosto).
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