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ENERGÍAS DEL FUTURO

Alemania verde

Gobierno, empresas y centros de investigación avanzan conjuntamente para ampliar el uso de fuentes renovables

Foto: Carlos Fioravanti; Ilustración: Ana Paula CamposEstán comenzando a aparecer los resultados de un plan de acción que el gobierno federal de Alemania elaboró en 2008, en conjunto con universidades, centros de investigación y empresas. El objetivo de dicho plan consistía en ampliar las cooperaciones internacionales en ciencia y tecnología, compensar las limitaciones internas e incentivar el uso de las denominadas tecnologías verdes: métodos de producción más modernos, con menor consumo de materias primas y energía, y que causan menores daños al medio ambiente que los basados en el uso de combustibles fósiles.

En el centro de producción del Instituto Fraunhofer (IPK), en Berlín, una construcción circular cercada por vidrios transparentes que parece un gimnasio deportivo copado por máquinas, un joven ingeniero muestra el anhídrido carbónico (CO2) sólido, bajo la forma de trocitos de hielo que, con una palita, él deposita en las manos de los visitantes más curiosos, pidiéndoles que la pasen rápidamente de una mano a otra para no quemarse. Esa tecnología, comenta, expresa la posibilidad de reaprovechar CO2, un residuo común en los procesos industriales, y que ya se utiliza experimentalmente en una industria automovilística alemana. Acto seguido, coloca una placa metálica pintada bajo una máquina que dispara chorros de CO2 sólido dentro de una cabina vidriada. Los chorros remueven la pintura de la placa que, transcurridos algunos minutos, queda limpia y helada.

Desde 1986, el centro de tecnología alberga los equipos del IPK, creado en 1976, y del Instituto para Máquinas Herramientas y Gestión Industrial (IWF), de 1904. “Somos dos instituciones, pero trabajamos en conjunto”, dice Jens König, gerente de proyecto del IPK, uno de los mayores centros de investigación aplicada de Alemania, que cuenta con 56 laboratorios distribuidos por el país, 13 mil científicos e ingenieros y un presupuesto anual para investigación de 1.600 millones de euros, de los cuales, 1.400 millones son provenientes de contratos con empresas.

“Tenemos un proyecto de cooperación con Brasil”, dice König, refiriéndose a Bragecrim, que son las siglas por Brazilian-German Collaborative Research Initiative on Manufacturing Technology (Iniciativa de Investigación Cooperativa Brasileño-Alemana en Tecnologías de Manufactura). Este programa agrupa alrededor de 30 universidades, empresas y centros de investigación de ambos países, con el propósito de perfeccionar la precisión de las denominadas máquinas herramientas. Reunidos a comienzos de noviembre en Florianópolis, estado de Santa Catarina, los coordinadores de los casi 20 proyectos del Bragecrim decidieron la continuidad del programa, que comenzó hace dos años y cuenta con el apoyo económicos de agencias federales de financiación para la ciencia y tecnología en cada país.

“Nos percatamos que no contábamos con personal, ni tiempo, ni dinero para hacer todo lo que queríamos”, reconoce Eckart Lilienthal, coordinador de estrategias de cooperación internacional dependiente del Ministerio de Educación e Investigación. “Esta estrategia fue debatida con representantes de todos los ministerios, centros de investigación y universidades de Alemania. No se implementó de arriba hacia abajo, ya que un plan como éste, no puede ser llevado a cabo por un solo ministerio. Estamos avanzando, paso a paso.”

Tanto los socios tradicionales de Alemania en Europa y América del Norte como los de los países en desarrollo, como es el caso de Brasil, están obteniendo mayor atención. En agosto, la DFG, Fundación Alemana de Investigación Científica y la FAPESP, renovaron por otros cinco años el acuerdo de cooperación entre ambas instituciones, que apoya la realización de proyectos conjuntos entre los dos países. En septiembre, la secretaría general del Servicio Alemán de Intercambio Académico (Daad), Dorothea Rüland, visitó Río de Janeiro para estudiar cómo atraer más brasileños e inversamente, cómo enviar mayor cantidad de investigadores alemanes a Brasil. La sede del Daad en Río, en funcionamiento desde 1972, coordina alrededor de 30 programas de intercambio de estudiantes e investigadores, en colaboración con las agencias federales y estaduales de apoyo a la investigación científica.

CARLOS FIORAVANTIUniversidad Charité: recuperada de la guerra, uno de los íconos del espíritu pionero alemán en medicinaCARLOS FIORAVANTI

Los alemanes invierten profusamente en ciencia y tecnología. En 2009, las inversiones totales en esa área sumaron 82 mil millones de dólares, el equivalente al 2,8% del PBI, mientras que en Brasil fueron de 24 mil millones de dólares, que representan el 1,19% del PBI. “El 10% del presupuesto público federal se está destinando a la educación e investigación”, dice Lilienthal. Alemania cuenta con una red de más de 300 universidades y centros de investigación básica, tal como el Max Planck, con 77 filiales, 13 mil empleados, 17 ganadores del Premio Nobel en el transcurso de su historia y un presupuesto anual de 1.300 millones de euros (3.100 millones de reales). Las empresas – algunas gigantescas, tales como Siemens, Basf y Volkswagen – responden por dos tercios de la inversión anual en investigación y desarrollo.

La interacción entre empresas y centros públicos de investigación es intensa y antigua. En 1910, justo después que el médico Paul Ehrlich verificara que un derivado del arsénico que él había sintetizado luego de 605 intentos, detenía la sífilis en ratones infectados, la empresa farmacéutica Hoechst comenzó rápidamente a producir el compuesto en cantidad suficiente para realizar los test de eficacia y toxicidad en humanos y luego para consumo masivo.

La decisión del gobierno alemán de cerrar las ocho centrales nucleares más antiguas – y todas para 2022 – luego del accidente de Fukushima en Japón, revaloró las tecnologías verdes, ahora prioritarias. Como los alemanes son previsores, ya existían otras cosas en funcionamiento, de modo tal que no se quedaron a oscuras ni con frío por falta de calefactores (durante muchos años, las usinas nucleares proveyeron un tercio de la energía consumida en el país). Las 21 mil centrales eólicas en funcionamiento proveen un tercio de la electricidad en los días más crudos del invierno en Alemania, cuya meta es generar por lo menos un 20% de electricidad mediante energías renovables hacia 2020. A finales de 2010, el sector de energías renovables se hallaba en franca expansión, empleando entonces a 340 mil personas. En 2011, el gobierno federal, por medio de una campaña nacional, promovió las tecnologías de producción verde (ambientalmente correctas) desarrolladas por empresas y centros de investigación.

Todavía hay mucho debate acerca del hecho de que las fuentes de energía renovables son altamente subsidiadas como forma de promover el consumo. “El mero subsidio no es la solución”, expresa Hans-Josef Fell, miembro del Parlamento alemán, el Bundestag, y portavoz de políticas energéticas del Partido Verde. “Necesitamos combinar estrategias para reducir el consumo de energía, la producción de residuos y las emisiones de anhídrido carbónico”.

Rutger Shlatmann, director de PVcomB, una empresa de desarrollo de películas finas y materiales fotovoltaicos, también considera que la mejor opción será una combinación de diferentes formas de producir energía. “Podemos tener buenos productos, pero nada se logrará si no contamos también con gente educada, dispuesta a economizar energía”. Dijo. En ese campo, Iver Lauermann, investigador del centro de materiales y energía Helmholtz, uno de los institutos de investigación ligados a PVcomB, informa que una de las metas actuales consiste en mejorar el desempeño y sustituir un componente tóxico, el cadmio, en las finas películas utilizadas en los paneles destinados a la producción energía solar.

“Somos ingenieros, no hablamos mucho, pero nos agrada mostrar las máquinas que fabricamos”, dice Stefan Kozielski, director del centro de excelencia en tecnologías integradas de producción, que agrupa a alrededor de 30 empresas, 25 institutos de investigación y 150 investigadores en varias sedes de la Universidad de Aachen, en Aachen, una ciudad en el oeste de Alemania, en la frontera con Bélgica y Holanda. Uno de los proyectos en desarrollo es el Street Scooter, un auto eléctrico con autonomía de 130 kilómetros y velocidad máxima de 130 kilómetros por hora cuya producción en pequeña escala comenzará en 2012. El precio para el comprador será de alrededor de 5 mil euros.

CARLOS FIORAVANTIAutomóvil eléctrico, dados esféricos y otras ideas innovadoras han ganado las calles de AlemaniaCARLOS FIORAVANTI

“Para 2020, un 10% de todos los automóviles del mundo serán eléctricos, pero eso saldrá caro”, dice Lino Santacruz-Moctezuma, coordinador de comunicación de Autostadt, un centro automovilístico con museos y exposiciones, cercano a la fábrica Volkswagen, en la ciudad de Wolfsburgo. Según él, Volkswagen prioriza actualmente el desarrollo de nuevos modelos de automóviles prácticos, con bajo costo y ambientalmente correctos, principalmente aprovechando el conocimiento acumulado sobre motores a gasolina y gasoil. Los prototipos de autos eléctricos de VW, que comenzarán a salir a la venta en 2015, ya se encuentran en el playón de Autostadt y circulan en absoluto silencio, como si se encontraran parados y apagados.

Lilienthal destaca un punto importante de la estrategia de producción de ciencia y tecnología en centros de investigación públicos y empresas en Alemania: “las acciones deben sincronizarse”. Los esfuerzos para concatenar las diversas iniciativas son visibles. Más allá de un concepto, presentando al país como “tierra de ideas” (en alemán, Land der ideen), una página en Internet concentra noticias e informes sobre ciencia y tecnología para investigadores de empresas e instituciones académicas.

Esas acciones están reunificando la ciencia alemana, que alguna vez ya fue la mejor del mundo. A comienzos del siglo pasado, médicos e investigadores brasileños hablaban y escribían en alemán, y casi cada año, un científico alemán obtenía el Premio Nobel en física, química o medicina. Más tarde, los nazis valoraron la salud, insistían para que los alemanes dejaran de fumar, como forma de evitar enfermedades, pero eliminaron a muchos científicos judíos que no habían emigrado. Tan sólo en el hospital Charité, donde trabajaron médicos tales como Robert Kock, quien identificó al agente etiológico de la tuberculosis, y Paul Ehrlich, el descubridor del tratamiento contra la sífilis, 145 profesores fueron cesanteados, emigraron o murieron en los campos de concentración. El médico judío Otto Weisburg pudo escapar por haber realizado descubrimientos fundamentales sobre el funcionamiento de las células tumorales y haber ganado el Nobel de Medicina y Fisiología en 1931.

Los bombardeos de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial destruyeron casi por completo Berlín. Obviamente, los centros de investigación – y los investigadores, principalmente los judíos – también perdieron sus instalaciones y equipos, ahora finalmente reconstruidos. “Los alemanes cuentan con un notable sentido del propósito y del trabajo en equipo”, observó el químico mexicano Luis Manoel Guerra, quien estudió en Múnich entre 1968 y 1971, trabajando por la noche en Bayer para costear sus estudios. “No se preguntaban si lograrían reconstruir el país, sino cómo lo harían”.

Conocidos por su organización, por su obsesión perfeccionista y por su visión de futuro, aunque también por su inflexibilidad y su gran apego a las jerarquías, los alemanes reubican el sistema de ciencia y tecnología del país como uno de los más pujantes del mundo. En muchos sentidos, Alemania ya es una “tierra de ideas”, tal como propone el eslogan. Varias innovaciones están a la vista de muchos. Automóviles eléctricos de diversas marcas circulan por las calles de Berlín, discretamente, a diferencia de los similares que circulan con alarde por las calles de París. En el hall del Hotel Blue, junto a la catedral de Berlín, se expone un inmenso acuario que los huéspedes pueden apreciar también por dentro, cuando lo atraviesan en un ascensor. Una de las gratas sorpresas de la tienda del Museo de Historia de Alemania son los dados, que, en lugar de cúbicos, son esféricos.

El periodista viajó invitado por el Servicio Alemán de Intercambio Académico (Daad).

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