Las denuncias de un tipo específico de mala conducta –la apropiación indebida de ideas, datos y trabajo intelectual de estudiantes y jóvenes investigadores por sus supervisores o jefes– han desencadenado una movilización en la comunidad científica de Dinamarca tendiente a cambiar las normas de gestión y financiación de la investigación científica en el país. Un petitorio con más de 2.000 firmas presentado hace dos meses por los miembros de la Real Academia Danesa de Ciencias aboga por una reforma de la legislación que rige a las universidades con el objetivo de ampliar la libertad académica y las inversiones en ciencia básica.
Según expresan los firmantes, la jerarquía rígida establecida en 2003 por la Ley de Universidades, la competencia por los recursos de investigación y las normas de promoción de la carrera, que valoran la publicación de un gran volumen de artículos, son el origen de los casos de mala conducta que se evidencian en el país, tales como la apropiación de ideas sin otorgar el debido crédito a sus creadores o también la inclusión, como autores en artículos producidos por estudiantes y jóvenes doctores, de personas que no hicieron ningún aporte a su contenido. “Es una violación flagrante de las reglas de buenas prácticas científicas incluirse como autor de un artículo sin haber participado sustancialmente en su elaboración”, subraya uno de los artífices del petitorio, el sociólogo Heine Andersen, profesor emérito de la Universidad de Copenhague, en declaraciones al sitio web danés Science Report. Según Andersen, los estudiantes de doctorado, pasantes de posdoctorado y el personal temporal, que representan las dos terceras partes de la fuerza de investigación en las universidades, componen el grupo más vulnerable a los abusos perpetrados por los supervisores y superiores jerárquicos.
Los casos de usurpación del trabajo intelectual no son nada raros en Dinamarca, tal como lo demostró la politóloga Maria Toft, quien realiza un doctorado en la Universidad de Copenhague. A principios de año, ella lanzó en internet la campaña #pleasedontstealmywork (por favor, no se robe mi trabajo), con el propósito de recabar relatos de abusos. Ella misma padeció una situación de este tipo, que denunció públicamente: fue coaccionada para cederle su lugar como autor principal de un artículo que ella había redactado a un investigador más experimentado.
La iniciativa ya recopila 120 testimonios anónimos que relatan experiencias perturbadoras. Lo que todos ellos tienen en común es la frustración que experimentaron alumnos y jóvenes científicos por la apropiación irregular de su esfuerzo intelectual. En algunos casos, la conducta antiética atiende a los intereses de jefes y colegas. “Redacté un artículo de revisión junto a otro estudiante. En cierto momento, nos informaron que una becaria de posdoctorado que formaba parte del grupo y competía por un empleo también iba a firmar el paper”, refiere uno de los relatos. “Su contribución fue leer el manuscrito y sugerir referencias adicionales, pero figuró como segunda autora y eso le ayudó a conseguir el empleo”.
Un estudiante de doctorado relató que, después de concluir la redacción de un artículo científico sobre los resultados de su proyecto, vio como su supervisor añadía a la lista de autores los nombres de investigadores extranjeros que no tenían ninguna relación con el estudio. “En mi opinión, fue un caso evidente de intercambio de autoría, porque el nombre de mi profesor también figuró en varios trabajos posteriores publicados por ese equipo de científicos del exterior”.
En otro ejemplo, un estudiante relata que su director de tesis escribió un artículo científico basado íntegramente en su tesina de maestría. El nombre del alumno, sin embargo, solo fue incluido en los agradecimientos del paper. “Hice más de la mitad del trabajo de computación incluido en el artículo”, sostuvo. También hay informes sobre el ocultamiento de la contribución de jóvenes investigadores con el pretexto de que su presencia dificultaría la búsqueda de financiación. Un novel doctor se entusiasmó cuando le fue encomendada la elaboración de un proyecto que iban a presentar a las agencias de fomento tres científicos sénior. Una vez que redactó el proyecto prácticamente solo, lo que incluyó un análisis bibliográfico cualitativo y la elaboración del presupuesto, su nombre fue eliminado de la propuesta. La justificación fue que la agencia a la que se presentaría el proyecto solo permitía la inclusión de tres solicitantes y se optó por poner los nombres de los investigadores más experimentados a los efectos de aumentar las posibilidades de aprobación.
Los informes sobre desentendimientos también fueron frecuentes. Un estudiante de doctorado relató que, en una solicitud de patente de un prototipo en cuyo desarrollo había participado, el alcance de su contribución fue minimizado. Exigió un reconocimiento acorde y finalmente le fue concedido. Pero el vínculo con sus colegas y superiores se agrió. Su supervisor insinuó que podía tomar represalias, poniendo trabas a la documentación relacionada con la tramitación del doctorado del alumno.
“Haber reunido más de cien personas relatando sus experiencias en un país tan pequeño como Dinamarca sugiere que la situación no es excepcional”, dijo Toft a la revista Times Higher Education (THE). “Esto no es algo que sucede porque los docentes son malos. Es un síntoma de una cultura de investigación en la cual se los empuja a competir unos contra otros y el volumen de publicaciones es más importante que su calidad”.
La campaña contó con el beneplácito de entidades científicas y de las principales universidades danesas. “En lugar de plantear el tema como una falla de académicos vetustos y perezosos, Toft se centró en las cuestiones estructurales, tales como la presión por publicar resultados en cantidades y plazos irreales o las debilidades de los líderes de los grupos de investigación a la hora de proteger a los miembros más vulnerables”, dijo Ole Wæver, docente del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad de Copenhague y jefe del comité de políticas de investigación de la Real Academia Danesa de Ciencias. “La gobernanza excesivamente jerarquizada en las universidades y las normas absurdas de financiación fomentan la mala conducta”, dijo a THE.
La presidenta de la Asociación Red de Doctores de Dinamarca (Pand), Luisa Hedler, quien colaboró en la coordinación de la campaña, dijo que la iniciativa apunta a proporcionar mayor confianza a los estudiantes de doctorado y jóvenes investigadores en un momento susceptible de sus trayectorias académicas. “Los alumnos deben sentirse seguros al participar en colaboraciones. No es justo que tengan que compartir datos e ideas con sus colegas por temor a que se las roben”, declaró al periódico University Post, vinculado a la Universidad de Copenhague.
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