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Antropología

Amazonia perdida y reencontrada

Científicos descubren que los primitivos habitantes formaban civilizaciones organizadas y complejas

TIAGO QUEIROZ/AEUna ironía de lo más cruel: el desmonte descontrolado y criminal de la Selva Amazónica hizo posible uno de los más importantes descubrimientos arqueológicos de todos los tiempos en Brasil. Mediante imágenes satelitales e investigación de campo, un grupo de científicos brasileños y finlandeses están descubriendo y cartografiando geoglifos, unos dibujos geométricos gigantescos, con hasta 350 metros de extensión, construidos por los primeros grupos organizados de hombres que habitaron en la región, hace alrededor de 13 mil años. “Sin el desmonte, tal vez hoy no supiésemos de su existencia”, reconoce la profesora Denise Pahl Schaan, vicecoordinadora del programa de posgrado en ciencias sociales, coordinadora de la carrera de especialización en arqueología de la Universidad Federal de Acre (Ufac) y presidente de la Sociedad de Arqueología Brasileña. Denise también dirige el grupo de investigación Geoglifos de la Amazonia, financiado por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), juntamente con Miriam Bueno, geógrafa de la Ufac.

Se trata de una investigación que modificará buena parte de lo que se conocía acerca de la ocupación de la región amazónica. Por lo pronto, desmiente que la zona oeste de la Amazonia sea una basta extensión estéril de cultura humana compleja tal como se pensaba. Enigmáticos terraplenes dejados por sociedades organizadas demuestran que las mismas vivieron y cultivaron allí. Son indicios que pueden conducir a descubrimientos importantes en los comienzos de este siglo XXI, cuando no se esperaban mayores novedades provenientes de esas zonas. “Los geoglifos de Acre dan por tierra con el paradigma de que las sociedades complejas de la Amazonia sólo se habían desarrollado en las zonas cenagosas y fértiles ubicadas a orillas de los grandes ríos”, sostiene Alceu Ranzi, del Instituto Histórico y Geográfico de Acre y que forma parte del equipo comandado por Ondemar Dias, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), quien en 1977 descubrió los primeros vestigios de estas señales.

Ranzi explica que los geoglifos se encuentran principalmente en zonas interfluviales – tierras altas que dividen las aguas de los ríos Acre, Iquiri y Abunã. O sea, en tierra firme. El descubrimiento del equipo de Dias recién fue comunicado oficialmente a la comunidad científica en el año 1988, sin ninguna repercusión, en un artículo publicado por la antropóloga Eliana de Carvalho. Durante los últimos nueve años, sin embargo, los trabajos en la región ganaron repercusión internacional. Actualmente, el equipo de antropólogos comandado por Denise se encuentra abocado en la realización de un gran relevamiento regional de los geoglifos. “Si los miramos desde el punto de vista de la geometría, en los círculos, octógonos y ángulos perfectos se percibe la complejidad involucrada en la construcción de esos gigantescos geoglifos”, agrega el profesor Ranzi.

Sergio Vale Esxcavaciones reveladoras: los investigadores encuentran nuevas evidenciasSergio Vale

El proyecto Geoglifos de la Amazonia nació en el año 2007. Durante el año anterior y en asociación con investigadores finlandeses, fue creado un proyecto para el estudio de cinco geoglifos considerados de gran importancia. Denise Pahl Schaan cuenta que los informes de los viajeros durante los últimos siglos, mencionaban grandes sociedades viviendo a lo largo del Amazonas y sus afluentes más importantes. Del mismo modo, las primeras investigaciones arqueológicas priorizaron las zonas de las cuencas fluviales. Cuando las poblaciones indígenas remanentes de la época colonial se refugiaron en zonas interfluviales, allí fueron halladas por los etnógrafos que describieron su modo de vida.

Durante la década de 1950, algunos investigadores postularon que el modo de vida indígena (pequeñas aldeas, traslado de aldeas cada cinco años, en promedio) conocido por los etnógrafos reflejaba el modelo de vida típico de tierra firme en todas las épocas. “Los geoglifos revelan que esa noción errónea: la construcción de gigantescos dibujos indica una organización de la fuerza laboral y planificación, la existencia de jerarquías sociales y probablemente conflictos armados, ya que las trincheras excavadas podrían haberse construido como defensas”. La investigadora destaca que su geometría es perfecta y denota preocupación por lo simbólico. “La fase de desarrollo cultural de esos pueblos que disputaban sería la de los cacicazgos, sociedades regionales con estratificación social”.

Sin embargo, no existen informes acerca de cuándo y por qué esos pueblos desaparecieron. “Actualmente, estamos realizando un relevamiento de los sitios de todo el estado de Acre y sus adyacencias, mediante excavaciones en algunos y recolectando muestras de suelo y de materia vegetal para datarlas y descubrir cuál era la cobertura vegetal en la época de su construcción. De esa manera será posible conocer si la selva fue talada para la construcción de los geoglifos o si el área ya era abierta, una sabana”.

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Comparados con los aborígenes que pueblan hoy en día la Amazonia, esos antiguos pueblos eran más numerosos y poseían una organización social más compleja. Según Denise, los geoglifos representan una población considerable viviendo en tierra firme. Las obras en la tierra revelan movilización de fuerza de trabajo y planificación, algo que sólo existe en sociedades complejas. “La distribución bastante extensa de los geoglifos en un área de más de 250 kilómetros de extensión indica un patrón de prácticas culturales monumentales sobre vastas regiones, lo cuál sólo sucede en sociedades complejas”, agrega. “Es necesario recordar también que las transformaciones del paisaje realizadas por medio de los geoglifos sólo existen en sociedades complejas”.

Entre los investigadores que tomaron parte del equipo de Ondemar Dias se hallaba el actual doctor en antropología Franklin Levy. Mediante un e-mail, el investigador finlandés recuerda que luego del descubrimiento de la primera estructura de tierra de Acre, en 1977, durante los años siguientes, él asumió las investigaciones del frente oriental, desde Cruzeiro do Sul hasta el límite con Perú. “Allí aún no fueron localizadas estructuras de tierra”. Durante ese tiempo, observa Levy, se desconocía esa región occidental de la Amazonia. “Los datos dispersos y hallazgos fortuitos no componen un conocimiento arqueológico organizado, lo que permitió que ese vacío fuese completado por la imaginación de cada uno, y ocasionalmente, como extensión del conocimiento etnológico moderno”.

Para el antropólogo, la preconcebida observación de las culturas modernas unificadas en la idea de evolución lineal, considerando que cada pueblo sube por escalones evolutivos de fácil observación – o sea, progresos materiales –, originó distorsiones tanto de evaluación como de interpretación por parte de otros pensadores y teóricos. “Aunque poco a poco esa confusión se está esclareciendo y dando lugar a una nueva visión, que se refiere a culturas complejas en un sentido organizacional, tales como jefaturas y cacicazgos. Entender cómo comprendieron internamente ese fenómeno sin intentar explicarlo por el tamaño de sus construcciones es el trabajo del arqueólogo”.

Marisa Cauduro/Folha Imagem Visión actual de una aldea: la antropología revisa el concepto de “pueblos primitivos”Marisa Cauduro/Folha Imagem

Puede afirmarse con convicción, dice Levy, que, por las evidencias arqueológicas, una sociedad permaneció junto a los geoglifos, incluso con idas y venidas, por más de 2.500 años. De esa manera, tuvo tiempo de desarrollar una cultura tan compleja que jamás será posible recuperarla en todos sus matices. “Esos pueblos dominaron el ambiente con los innumerables recursos técnicos que disponían y vencieron las vicisitudes del clima, manteniendo la producción en todas las estaciones del año”. También habitaron sabanas en las tierras mesopotámicas altas. Como las aguas les impedían habitar y plantar, cavaban grandes zanjas alrededor del lugar que sería beneficiado, rebajando la napa freática insurgente, desahogando las raíces de las plantas y consiguiendo mantener el suelo de las casas más seco durante la estación de lluvias.

Cuando la lluvia cesaba y se hacía necesario quemar los rastrojos de los campos, prosigue Levy, las zanjas se convertían en refugios seguros y preservaban el ambiente doméstico. Así, seguramente, también controlaban el avance del fuego en las selvas. “Ellos diversificaban la economía con los recursos de las riberas, que, al descubierto con el fin de las lluvias, proveían lo que les faltaba en las tierras altas”. Allí permanecían durante cortas temporadas, tal como prueban los restos arqueológicos. “El perfecto dominio de las condiciones climáticas y ambientales, explotando productivamente incluso las formas de interacción entre los diversos pueblos que componían esa cultura, denota un grado de evolución incomprensible para un observador actual”, evalúa Levy. “Atribuimos intencionalidad e inventiva a esas tecnologías de supervivencia, descartando la casualidad en el proceso y en las intenciones”.

El también finlandés Martti Pärssinen, director científico del proyecto Man and Nature in Western Amazonian History, financiado por la Universidad de Helsinki, pone de relieve que Alceu Ranzi es el alma de la investigación de los geoglifos, porque él fue quien movilizó a todos los científicos para conformar un grupo de investigación. Por orden de importancia, enumera los principales objetivos del proyecto que coordina: (1) reconstruir la historia, la cultura, la economía, la etnia y la distribución demográfica de los pueblos que habitaron la región localizada en la frontera de Brasil y Bolivia antes y después de la llegada de los europeos; (2) proveer a las autoridades de ambos países de informaciones que ayuden a proteger los sitios arqueológicos, además de un riguroso control del turismo en la región, de modo tal que sea sostenible.

Pärssinen fue invitado por Ranzi en 2002 para conocer los geoglifos en Acre, cuando él estudiaba una fortificación inca en las cercanías de Riberalta, en Bolivia, ubicada a 200 kilómetros de Rio Branco. “Hasta mediados del siglo XX, los pueblos de la Amazonia pre europeos eran generalmente interpretados mediante una perspectiva etnográfica contemporánea. Las sociedades amazónicas principalmente eran vistas como grupos primitivos viviendo en pequeños grupos hostiles y sin una compleja organización social”. Él cita lo que escribió Julian H. Steward en 1948: “La cultura de la selva tropical fue adaptada en una región extremadamente cálida, húmeda y densamente arbolada. La caza, la pesca y los incendios generaban una baja densidad de población y comunidades pequeñas”. Actualmente, las evidencias demuestran exactamente lo contrario.

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