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Carta de la editora | 164

Ambiente, celebraciones y reflexiones

Tomada en su inequívoca y asumida identidad de revista brasileña de divulgación científica,Pesquisa FAPESP cumple 10 años en este comienzo de octubre. En efecto, la restrictiva frase de apertura es obligatoria pues, a ejemplo de tantas otras construcciones intelectuales, esta publicación tiene sus ambigüedades de origen. Y las mismas permiten al menos dos lecturas distintas sobre la verdadera edad de la publicación: primeramente, si tomásemos la cantidad de ediciones mensuales como el más consistente indicador del tiempo transcurrido, deberíamos decir que ya va por los 14 años. Pero, si nos ceñimos al producto revista stricto sensu y a la existencia del título Pesquisa FAPESP, volvemos a la información inicial que nos hace celebrar en este momento el décimo aniversario. Les explico a los lectores que aún no han escuchado o leído nada al respecto: de un pequeño boletín llamado Notícias FAPESP, que surgió en agosto de 1995 y que poco a poco fue creciendo, ganando en densidad, tornándose gradualmente más complejo, de manera sumamente planificada, e incluso cariñosamente pensada, nació, en octubre de 1999, Pesquisa FAPESP. El boletín había avanzado por 46 ediciones, a un promedio de 11 por año, y al transformarse en Pesquisa, coincidimos todos, el directorio de la Fundación, los bibliotecarios consultados y los propios periodistas responsables, que la revista debería tener, por deber de justicia y por artes de la llamada indexación, el número 47. Esto señalaría la continuidad de un proyecto, por más que la publicación se hubiese distanciado y luego fuese a apartarse más y más del boletín de origen, en términos de la calidad, la importancia editorial y la ambición de aquel pequeño informativo.

No me detendré demasiado en este espacio para hacer un análisis de la revista, que, a esta altura, cabe acotarlo, es objeto de algunos estudios académicos que indagan entre otros aspectos su papel en el avance del modelo de divulgación científica en Brasil y examinan minuciosamente su lenguaje. Y como sostuvo Celso Lafer en su discurso de toma de posesión de la presidencia de la FAPESP, en septiembre de 2007, Pesquisa “es una significativa cara externa del rol de la Fundación, y al mismo tiempo, un aporte destinado a concientizar a la opinión pública acerca del relevante e indispensable nexo entre las áreas del conocimiento en el mundo contemporáneo”.  Por supuesto, debemos dedicar tiempo suficiente a las reflexiones sobre los caminos que llevan a perfeccionar Pesquisa FAPESP y a ampliar su influencia en aras de la difusión del conocimiento y de un pensamiento más solidamente científico en nuestro país, sin por ello dejar de lado la búsqueda incesante de la claridad y la elegancia en los textos periodísticos y en el tratamiento visual que ha sido su marca. Y aunque sean extremadamente lisonjeras las palabras que recabamos sobre la calidad editorial de la revista en los más variados foros a lo largo y ancho de Brasil –y que a veces incluso llegan desde el exterior–, es con espíritu crítico y sencillez, con rigor y ánimo creativo que debemos pensar los próximos años de Pesquisa FAPESP.

Pero ya es tiempo de hablar de los destacados de esta edición. En primer lugar, la portada, compuesta por dos textos que llevan las firmas de la editora asistente de ciencia, Maria Guimarães, y del editor especial, Carlos Fioravanti. El reportaje aborda los modelos matemáticos que ayudan a prever los efectos del calentamiento global y del desmonte de selvas, especialmente sobre la naturaleza y la agricultura de Brasil, en un horizonte de hasta 100 años. Según informa Maria, es posible que el yaguareté no encuentre más áreas ideales para vivir en la Amazonia, que el Cerrado [sabana] desaparezca totalmente del oeste paulista y que las pérdidas en el cultivo de soja acumulen perjuicios anuales por valor de 4.300 millones de reales, de tenerse en cuenta las proyecciones solidamente fundamentadas de investigadores preocupados con los cambios climáticos previstos por el IPCC. En tanto, del informe de Fioravanti emergen las consecuencias de la deforestación incluso en áreas alejadas de aquéllas que fueron taladas, inicialmente con el aumento del volumen de agua de los ríos, y luego con su reducción y con serios efectos sobre los regímenes de lluvias.

De los pronósticos más o menos sombríos sobre el medio ambiente, vale la pena pasar a un campo con una carga estética chispeante, por decirlo de alguna manera. Me refiero al artículo referente a un proceso innovador de tratamiento del oro que permite la obtención de aleaciones de múltiples colores destinadas a la fabricación de joyas. De acuerdo con el informe de la editora asistente de tecnología, Dinorah Ereno, –a primera vista, las piezas de oro de color parecen piedras de colores sorprendentes, que pueden variar de tonalidad–, dependiendo de la incidencia de la luz. Se logran –azules en varios matices, púrpura y otros colores– mediante una técnica de molienda en alta frecuencia, muy distante de la tradicional fundición empleada normalmente en joyería. Nos encontramos aquí en un vasto campo para la imaginación de los diseñadores de joyas, y quizás para los negocios del segmento en el país.

Y para culminar este ya largo mensaje a los lectores, destaco la entrevista ping-pong con el genetista João Lúcio de Azevedo, a cargo del editor jefe, Neldson Marcolin, y el editor de tecnología, Marcos de Oliveira. Considerado por sus pares como el investigador brasileño que más entiende de genética de los microorganismos de la agricultura, Azevedo comenta en su charla amena y clara que le parece cómica la ignorancia de las personas al respecto de hongos y bacterias y el injustificado miedo decurrente precisamente de dicha ignorancia. Al fin y al cabo, sostiene, “tan sólo el 1% de los microorganismos causa problemas”. Lo que constituye una excelente información, más aún cuando se aprende que hay muchas más bacterias que células en cada planta –así como cada cuerpo humano es frecuentado por una cantidad de microorganismos mucho mayor que la de las células que lo componen. Para simplificarlo en cifras: son alrededor de cien mil bacterias por gramo de planta que se encuentran en los vegetales multicelulares. Palabra de João Lúcio de Azevedo.

¡Que tengan una buena lectura!

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