Cuando cursaba el colegio secundario técnico, el gaúcho Vinicius Guilherme Müller buscaba un tema para su proyecto de final de electrónica y eligió profundizar en una pregunta que se planteaba desde sus siete años de edad, época en que aprendió a tocar el piano: “¿Cómo lograr que un sordo perciba la música?”. Resolvió investigar un tipo de dispositivo capaz de proporcionarles a individuos con deficiencias auditivas una sensación parecida a la de escuchar música o ejecutar un instrumento.
Müller, que en esa época era alumno de la Fundación Escuela Técnica Liberato Salzano Vieira da Cunha, en Novo Hamburgo (Rio Grande do Sul), decidió crear un dispositivo que fuera capaz de interpretar las notas musicales recibidas de un instrumento y transformarlas en vibraciones transmitidas a la piel de las personas. Ese aparato puede conectarse a instrumentos musicales o a una computadora y permitirles a los sordos tanto la posibilidad de “escuchar” como de producir música. En 2011, ese proyecto fue uno de los más destacados de la Feria Brasileña de Ciencias e Ingeniería (Febrace), lo cual le valió una recomendación para participar en la Feria Internacional de Ciencias e Ingeniería (Isef, por sus siglas en inglés), que se lleva a cabo desde 1950 en Estados Unidos.
En Los Ángeles, Müller obtuvo el tercer puesto en la categoría de ingeniería eléctrica, algo que lo condujo a observar la investigación desde otra perspectiva. “Me contacté con jóvenes de todas partes del mundo, investigadores entusiastas generando cosas espectaculares en todas las áreas del conocimiento”, dice Müller, actualmente estudiante de ingeniería eléctrica en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, quien a comienzos de 2013 se mudó a Francia, donde participa en un programa de doble diploma que brinda la École Centrale París.
Léo RamosDurante la última década, el compromiso de los alumnos de las escuelas públicas con la iniciación científica alcanzó un nuevo escalón, un fenómeno que se percibe, principalmente, en la presencia de proyectos que obtuvieron reconocimiento en ferias de ciencias en Brasil y en el exterior. La Isef constituye un termómetro de esa evolución, siendo una de las principales ferias de ciencia del mundo, que congrega a más de 1.500 alumnos provenientes de 70 países. El año pasado, entre los 10 brasileños premiados en la feria, cinco eran procedentes de escuelas públicas regulares. “Eso revela que la diferencia entre los trabajos presentados por alumnos de la red pública y de la particular está disminuyendo”, dice Roseli de Deus Lopes, docente de la Escuela Politécnica de la USP y coordinadora de la Febrace. En su opinión, los docentes de las escuelas públicas notaron que, incluso con pocos recursos es posible estimular la capacidad de investigación y observación de los estudiantes.
Un ejemplo de ese cambio de percepción fue la segunda edición de la Exposición Paulista de Ciencias e Ingeniería (MOP), realizada en enero de 2013, que logró atraer a una mayor cantidad de estudiantes y profesores supervisores de investigación de escuelas públicas estaduales de São Paulo hacia el circuito de las ferias de ciencias investigativas, un público tradicionalmente esquivo a esas iniciativas. “Eso está cambiando y la prueba radica en que muchos de los alumnos que se destacaron en la Febrace provenían de escuelas públicas y llegaron a alcanzar reconocimiento en el exterior”, dice Roseli.
Léo RamosEl ejemplo de la estudiante de biología Nayrob Pereira, de 18 años, también constituye un reflejo de esa modificación. El año pasado, ella recibió un premio de la Patent Trademark Office Society, una organización estadounidense fundada en 1917 que se desempeña en el área de la propiedad intelectual, y obtuvo otro en la Isef, por una investigación al respecto de una sustancia antibacteriana presente en el veneno del escorpión. El interés de Pereira por el tema surgió mientras cursaba la enseñanza media, luego de una visita al Instituto Butantan, durante una actividad de la Semana Nacional de Ciencia y Tecnología en 2011, cuando era alumna de la Escuela Estadual Alberto Torres. Al toparse con arañas y escorpiones, la estudiante sufrió una crisis de pánico.
Luego de quedar seleccionada por la escuela como acreedora de una beca de iniciación en la investigación científica júnior, otorgada por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) que ofrece el Instituto Butantan, ella consultó a Pedro Ismael da Silva Junior, investigador del Centro de Toxinas, Respuesta Inmunitaria y Señalización Celular del Instituto Butantan, quien había recibido al grupo de estudiantes. “Decidí realizar el proyecto en el instituto como una forma de afrontar mis propios temores”, dice Pereira, quien escogió al escorpión Tytius serrulatus y su veneno como objeto de estudio. Una vez efectuados los procedimientos en el laboratorio, identificó dos compuestos con actividad antimicrobiana.
Luego de la presentación de su trabajo en la feria estadounidense de 2013, Pereira resolvió darle continuidad al proyecto, ahora como becaria de iniciación científica en su carrera: ella cursa la licenciatura en biología en el Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología de São Paulo. Su meta se basa en la identificación de nuevas neurotoxinas con potencial antimicrobiano presentes en el veneno del escorpión. “Próximamente, espero poder publicar un artículo sobre esa investigación y luego pasar una temporada en el exterior”, dice Pereira.
El centenario Instituto Butantan ha concitado históricamente la fascinación por la ciencia entre los jóvenes. En el caso de Ivan Lavander Cândido Ferreira, de 23 años, estudiante de biología en la USP, su interés por las arañas surgió en su propio hogar, donde ya desde niño criaba esos artrópodos en su cuarto. “Si bien estudié en un colegio privado, no encontré allí el ámbito donde desarrollar mis ideas, razón por la cual busqué ayuda en el Butantan”, explica Ferreira, quien en 2009 descubrió la presencia de antibióticos en huevos de arañas. También bajo la supervisión de Da Silva Junior, en el Butantan, identificó cuatro compuestos con actividad antibiótica contra algunas bacterias, entre ellas, el Staphylococcus aureus, responsable de varios tipos de infecciones. Ese hallazgo le granjeó al estudiante su participación en la Febrace, el cuarto puesto de un premio concedido por la American Society for Microbiology, el segundo puesto en la categoría Microbiología de la Isef en 2009 y un premio otorgado por el Massachusetts Institute of Technology (MIT).
La exposición internacional incitó a Ferreira a buscar nuevos horizontes. En 2010, inmediatamente después de aprobar el examen de ingreso en la USP, se hizo con una vacante de pasantía en el Weizmann Institute of Sciences, en Israel. “El formato de algunas ferias y competencias, en las que participé durante la enseñanza media, apunta a estimular la curiosidad y creatividad del alumno participante, logrando que los estudiantes sean protagonistas, y no meros espectadores en la resolución de problemas contemporáneos a través de la innovación. Eso fue lo que me impulsó hacia la investigación básica”, dice Ferreira.
Inclusión
A juicio de Roseli de Deus Lopes, las más de 70 ferias de ciencias, entre estaduales, municipales y locales afiliadas a la Febrace, están logrando concretar una mayor inclusión de estudiantes y docentes de la red pública. Parte de ese logro, dice, se debe a los programas de iniciación científica en la enseñanza media, que han logrado impulsar el intercambio entre colegios de la red pública y las universidades. En las principales universidades del estado de São Paulo, la cantidad de alumnos seleccionados, así como la de proyectos, registró un crecimiento significativo. En 2013, la Unicamp puso a disposición 300 vacantes para adolescentes provenientes de escuelas de enseñanza media de Campinas y la región, un aumento del 66% con respecto a 2010. La USP, a su vez, ofreció el año pasado 512 vacantes en su Programa de Preiniciación Científica (Pre-IC), 97 más que en 2012 (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 207). Otro factor que resalta Roseli Lopes es el propio empeño de la Febrace para elevar el número de escuelas participantes. En la primera edición de la feria, que se realizó en 2003, participaron 62 escuelas; en 2008, esa cifra se había elevado a 164, y en 2014, llegó a 212. “Cuando una región no cumple un buen desempeño, deseamos conocer la causa. Este año, visitaremos el estado de Acre, que en la última edición de la feria no registró proyectos seleccionados”, dice Lopes.
Algunos de los 331 proyectos expuestos en la Febrace de este año revelaron que las posibilidades de éxito en ferias nacionales e internacionales siguen siendo palpables. Uno de ellos, elaborado por alumnos de enseñanza media de la Escuela Estadual Clóvis Borges Miguel, del estado de Espírito Santo, presentó un robot lazarillo que se desplaza por comando de voz. “En Brasil hay alrededor de 2 millones de personas con discapacidad visual. Pensamos en un dispositivo que pudiera ayudarles”, comenta Gabriel Nascimento de Oliveira, uno de los autores del proyecto.
Más allá de cumplir con las funciones de un perro lazarillo, el robot logra identificar obstáculos y avisarle al dueño. El proyecto fue desarrollado en colaboración con el Instituto Braille y tuvo un costo de 1.500 reales. El prototipo que se presentó en la exposición se encuentra en fase de prueba y la idea es que pueda comercializárselo.
Otro proyecto que cobró relevancia fue la ducha Ecoderme, desarrollada por la alumna Stephani Marins Resende, de la Escuela Técnica Henrique Lage, de Río de Janeiro. Se trata de un dispositivo que, acoplado a la ducha eléctrica, controla la temperatura y la duración del baño, avisándole al usuario mediante una luz roja cuando el período duchándose excedió los cinco minutos o supera los 37 ºC. “Un baño ideal no debería exceder de 10 minutos de duración ni debe ser demasiado caliente”, dice Resende, quien recuerda que, en 15 minutos de baño se gastan, en promedio, 130 litros de agua. Ella explica que el dispositivo sirve para educar a la gente, por eso no corta el suministro del agua. Más allá de evitar el derroche, procura que el agua no sea demasiado caliente como para perjudicar la salud de la piel.
El trabajo de Francisco Daniel Adriano y Francisco Mairton Lima, alumnos de la Escuela Estadual de Educación Profesional Júlio França, en el estado de Ceará, les llamó la atención a los evaluadores de la Febrace por su buen nivel, comparable al de un proyecto universitario. Ellos comprobaron que el caraguatá, un fruto de la familia del ananá que crece en el nordeste, presenta en su composición una buena cantidad de una sustancia denominada bromelina. “La bromelina es una enzima con propiedades antibacterianas y antifúngicas”, dice Lima. Los estudiante pretenden ahora realizar espectrometría de masas y el test de toxicidad para estimar si la bromelina puede constituir una alternativa para el desarrollo de medicamentos.
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