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Obituario

Actividad ininterrumpida

La química Blanka Wladislaw investigó y enseñó con la misma pasión

Acervo Liliana Marzorati / IQ/USPBlanka en los años 1950, en la biblioteca del edificio de la alameda GleteAcervo Liliana Marzorati / IQ/USP

Tenacidad, capacidad de trabajo y vocación para la investigación y la enseñanza –todo en grandes dosis– fueron las cualidades innatas en Blanka Wladislaw, cuyo apellido natal era Wertheim, señaladas por los investigadores del Instituto de Química de la Universidad de São Paulo (IQ/USP). Natural de Varsovia, Polonia, se convirtió en una de las principales científicas del instituto e hizo escuela, ya que sus discípulos se cuentan por decenas, diseminados por las universidades de todo el país. Blanka falleció el día 21 de enero en la capital paulista, a los 94 años.

La futura química arribó con 14 años, en 1934, a São Paulo, junto a sus padres y su hermano menor. En tres meses aprendió el idioma para rendir un examen de reválida de la primaria, aprobando portugués, historia de Brasil y geografía. Cuatro años después, en 1938, ya estudiaba química en el edificio de la alameda Glete, donde funcionaban algunas carreras de la USP, antes de la creación de la Ciudad Universitaria. Anteriormente, se casó con Anatol Wladyslaw, un ingeniero que se convertiría en un artista plástico de renombre.

Blanka  tuvo como profesores a los alemanes Heinrich Rheinboldt y Heinrich Hauptmann. Graduada en 1941 y sin empleo inmediato en la universidad, optó por trabajar en empresas privadas, pero en 1945 regresó como pasante al laboratorio de Hauptmann. Se doctoró en 1949 y comenzó a impartir clases de química orgánica. Su principal línea de investigación era el estudio de compuestos orgánicos de azufre. En 1953 realizó una pasantía en el Imperial College of Science, Technology and Medicine, en Londres, becada por el Consejo Británico. En 1958 obtuvo la libre docencia y en 1971 se convirtió en profesora titular.

“Cuando falleció Hauptmann, en 1960, asumió sus funciones didácticas, la dirección de un doctorado y, aun así, no disminuyó el ritmo de su investigación y aumentó significativamente la preparación de las clases”, comenta Liliana Marzorati, del IQ, quien tuvo a Blanka como directora de tesis. “Ella fue quien introdujo los estudios de electrosíntesis orgánica en Brasil, un área distinta a la que trabajaba”, afirma Hans Viertler, ex director del IQ y el primero de los 29 posgraduados que Blanka dirigió del principio al fin.

“Formaba a la gente para encontrar sus propias líneas de investigación y, a su vez, formaran a otros investigadores”, dice Paulo Roberto Olivato, otro de los discípulos que ganó prestigio propio. “El objetivo era lograr que el alumno siguiese su propio camino”. Activa hasta el fin, durante el semestre pasado Blanka realizó su última dirección de tesis.

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