La historia del arte presenta reiteradamente al protagonismo que tuvieron Anita Malfatti y Tarsila do Amaral dentro del modernismo brasileño como la entrada triunfal de las mujeres en el concierto artístico nacional. No obstante, basta con retroceder un poco en el tiempo para percibir que la presencia femenina en el campo de las artes es anterior, más abundante y bastante más compleja. La exposición Mulheres artistas: as pioneiras (1880-1930), en cartelera en la Pinacoteca del Estado hasta el 6 de septiembre, en la capital paulista, revela una poderosa, aunque marginal presencia femenina en el campo de las artes durante el traspaso del siglo XIX al siglo XX.
Se trata de alrededor de 50 obras, entre las que figuran dibujos, pinturas y esculturas pertenecientes a 21 artistas, seleccionadas entre diversas colecciones públicas y particulares como una forma de presentarle al público esa producción femenina. En sintonía con los campos de estudio que desarrollaron las curadoras en sus proyectos de investigación –la presencia de la mujer en el arte brasileño del siglo XIX, en el caso de Ana Paula Cavalcanti Simioni, y la enseñanza académica, en el caso de Elaine Dias–, la selección contempla dos temáticas centrales: la incorporación de esas artistas dentro de los mismos sistemas de aprendizaje de la tradición académica y la relación de dicha producción con los diversos géneros del arte.
El estudio de la producción de las artistas femeninas en el marco de la transición del siglo XIX al siglo XX en Brasil no resulta una labor sencilla. Más allá de la precariedad material y del desinterés histórico, las pocas artistas que osaron transitar el sendero del profesionalismo permanecieron ocultas durante largo tiempo bajo un manto de invisibilidad y siempre fueron vistas, en el mejor de los casos, como “amateurs” talentosas. Las restricciones al ingreso de las mujeres en el campo profesional, poco a poco fueron traspuestas por pioneras tales como Abigail Andrade, Julieta de França y Georgina de Albuquerque, por medio de una combinación de esfuerzo personal, talento y cercanía con personalidades masculinas de gran importancia durante ese período, que acabaron allanándoles el camino hacia el mundo profesional de las artes.
Las mujeres recién tuvieron acceso a la Escuela Nacional de Bellas Artes a partir de 1892. Y el estudio del modelo vivo –esencial para el desarrollo del conocimiento anatómico– era, por lo tanto, algo difícil, pues la institución lo monopolizaba y generalmente estaba restringido a sesiones separadas de los hombres. Cuando ello era posible, los modelos masculinos debían utilizar un taparrabo, tal como puede comprobarse en los dibujos de Angelina Agostini, Dinorá de Azevedo y Julieta de França, agrupados en la primera sala de la exposición. La segunda y última sala de la muestra se dedica a revelar la versatilidad de géneros que ellas trabajaron, con paisajes, retratos, naturalezas muertas (especialmente flores) e incluso esculturas. La principal ausente es la pintura histórica, el mayor de todos los géneros que prácticamente estaba vedado a las artistas femeninas. Esa laguna, según las curadoras, se debe a la escasa cantidad de obras en esa modalidad realizadas por mujeres en Brasil.
“Pretendemos mostrar el modo en que ellas se apropiaron con calidad, destreza, capacidad de lenguaje de los repertorios y métodos académicos”, explica Ana Paula Simioni, docente del Instituto de Estudios Brasileños de la Universidad de São Paulo (IEB-USP). “Resulta interesante demostrar cómo ellas se adecúan en forma certera a lo que se les negó durante tanto tiempo”, agrega Elaine Dias, docente de la cátedra de Historia del Arte de la Universidad Federal de São Paulo, campus de Guarulhos. Dias propone un acercamiento entre el estudio de un anciano, de Julieta de França, y otro de un desnudo masculino, obra de Almeida Júnior, que pertenece a la Pinacoteca y puede contemplarse en la sala contigua.
Tal comparación constituye un ejemplo de los méritos de Mulheres artistas, su incorporación al patrimonio del museo, proponiendo un recorte que complementa el proyecto museológico y amplifica las posibilidades de lectura de la colección. “Nuestro objetivo consiste en abrir los caminos de la investigación, asimilar lo que se está produciendo en historia del arte en Brasil, dotando de densidad a la narrativa contada por la colección de la Pinacoteca”, explica Fernanda Pitta, quien representa al museo dentro del equipo curatorial.
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