La expansión de la caficultura por el interior de São Paulo a finales del siglo XIX desencadenó un intenso flujo migratorio de trabajadores europeos, sobre todo italianos, en busca de mejores condiciones de vida. El arribo de esos inmigrantes para trabajar en la agricultura y en las fábricas que empezaban a multiplicarse en las ciudades contribuyó al desarrollo económico y a la expansión demográfica del estado. Pero es poco conocida la trayectoria de los médicos italianos que también llegaron a São Paulo motivados por la ampliación su campo de actuación, como consecuencia de la creación de instituciones de salud pública. Se calcula que unos 250 médicos graduados en Italia se radicaron en tierras paulistas entre 1880 y 1930. Pueden parecer pocos, pero varios de ellos tuvieron una participación destacada en la formación y en el desarrollo de la investigación científica paulista, y dejaron su impronta en la historia de la salud del estado.
A finales del siglo XIX, São Paulo pasó a enfrentarse con las mismas enfermedades que castigaban a la ciudad de Río de Janeiro. La eclosión de epidemias de fiebre amarilla, peste bubónica y viruela, entre otras, desencadenadas por las pésimas condiciones sanitarias y propagadas por el intenso movimiento poblacional entre las ciudades y el campo, alteró las condiciones sanitarias del estado. Frente a la degradación de las condiciones de vida de una población en aumento, el gobierno italiano, basándose en informes de agentes enviados para inspeccionar la situación de vida y de trabajo de los inmigrantes, pasó a desaconsejar la ida a Brasil. Presionado por el surgimiento de brotes y epidemias que afectaban no solamente a la población sino también el desarrollo económico, el gobierno de São Paulo elaboró una serie de medidas de reforma de la salud pública.
Las acciones culminaron en la creación de instituciones tales como el Instituto Bacteriológico en 1893 y el Instituto Vacunogénico en 1894. Posteriormente, dichas instituciones se fusionaron con el nombre de Instituto Butantan. En 1940, sin embargo, al desvincularse del Butantan, el Instituto Bacteriológico pasó a llamarse Instituto Adolfo Lutz. “São Paulo fue el estado que más invirtió en salud pública y en el combate contra las enfermedades epidémicas en el viraje del siglo pasado”, afirma el historiador Claudio Bertolli Filho, docente del Programa de Posgrado en Educación para la Ciencia de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), con sede en la ciudad de Bauru, en el interior paulista. Según Bertolli Filho, la gravedad de las epidemias aceleró el ritmo de los avances institucionales en esa área y amplió la demanda de profesionales de la salud. Atraídos por las nuevas condiciones, médicos italianos ya radicados en el país se mudaban desde otros estados a São Paulo o llegaban directamente provenientes del exterior.
La participación de empresarios de origen italiano en la industria paulista, como Francesco Matarazzo (1854-1937), estimuló la creación de hospitales, casas de beneficencia y sociedades de socorros mutuos como la Sociedad Italiana de Beneficencia de São Paulo ‒que mantenía al Hospital Umberto I, que funcionó en el barrio de Bela Vista entre 1904 y 1993‒, atrayendo aún más a los profesionales extranjeros. “Los médicos italianos ya tenían algún conocimiento en microbiología y en enfermedades tropicales”, dice Bertolli. “Otros llegaron creyendo que su clientela cautiva estaría formada por los inmigrantes italianos, pero enseguida pasaron a atender a toda la población.”
La situación de la ciencia y de la clínica médica italiana se distinguía de la del resto de Europa de finales del siglo XIX, según verificó la socióloga Maria do Rosario Rolfsen Salles, de la Universidade Anhembi Morumbi, en el libro intitulado Médicos italianos em São Paulo (1890-1930): um projeto de ascensão social (Sumaré, 1997). Según la investigadora, la laicización de la atención médica que surgió tras la reforma protestante en Europa no se aplicó en Italia. “El control que ejercía la Iglesia en los hospitales y sobre las prácticas médicas dificultaba el ascenso profesional de los médicos en el país y la aplicación del conocimiento adquirido”, dice. La opción por la emigración, de este modo, encontró su razón de ser también en las condiciones de desarrollo de la ciencia y de la práctica médica italiana.
En esa época, los médicos paulistas cursaban en las escuelas de medicina de Río o de Bahía. En raros casos, iban a estudiar al exterior. “Al traer y difundir nuevos conocimientos y prácticas de Europa, los médicos italianos cumplieron un rol importante en la enseñanza y en la investigación médica desarrollada en São Paulo”, comenta el sociólogo Luiz Antonio de Castro Santos, docente del Instituto de Humanidades, Artes y Ciencias de la Universidad Federal del Sur de Bahía (UFSB). De Castro Santos estudió la trayectoria de los médicos italianos en São Paulo durante la Primera República junto a Salles, entre ellas la de Giovanni Sanarelli, conocido por haber aislado el bacilo icteroide, considerado el causante de la fiebre amarilla. Actualmente se sabe que esta enfermedad es causada por un arbovirus del género Flavivirus.
Sanarelli desembarcó en São Paulo en 1898 y participó activamente en la campaña de erradicación de la fiebre amarilla en São Carlos do Pinhal, en el interior del estado. A partir de 1900 empezaron a llegar otros médicos provenientes de Italia, como Alfonso Splendore. A los 22 años de edad, Splendore participó en las actividades del Instituto Bacteriológico, cuyo jefe en ese entonces era el médico Adolfo Lutz (1855-1940), investigando y escribiendo sobre toxoplasmosis, leishmaniasis, blastomicosis sudamericana ‒un tipo de infección causada por hongos‒ y sífilis, una de las enfermedades consideradas villanas de la salud pública en Brasil durante las primeras dos décadas del siglo XX.
El peso de las enfermedades de los ojos entre los inmigrantes italianos fue responsable de la llegada de oftalmólogos como Giuseppe Zaccaro, quien participó en la erradicación de la epidemia de conjuntivitis granulosa, también conocida como tracoma, en Tacuaritinga. El tracoma afectó a una cantidad considerable de personas en el interior de São Paulo durante aquel período. La intensa propagación de la enfermedad hizo que en 1906, las autoridades del estado creasen comisiones de tratamiento y profilaxis de la afección, un servicio costoso, que exigía la instalación de centros de tratamiento distribuidos por municipios que, en algunos casos, estaban a más de 400 kilómetros de la capital.
Tres años antes, en noviembre de 1903, el oftalmólogo italiano Francisco Pignatari ya se había anticipado a las acciones del Servicio Sanitario de São Paulo en la asistencia a las personas con tracoma al fundar el Hospital Oftálmico de Morro Rojo, el primero de São Paulo, según la investigadora Soraya Lodola, del Instituto de Geociencias de la Universidad de Campinas (Unicamp). Dicho hospital disponía de una capacidad para atender a 314 pacientes, con amplios salones y habitaciones apropiadas para los diversos tipos de enfermedades oftálmicas. “En pocos meses, el hospital se convirtió en un importante centro de asistencia para las personas con tracoma”, dice Lodola. En 1906, según la investigadora, se atendieron 2.934 pacientes, de los cuales 2.390 padecían tracoma y 544 otras enfermedades oftalmológicas. “Los aportes de Pignatari fueron de gran valía para la historia del combate contra la epidemia de tracoma”, afirma.
El movimiento de interés científico ligado a la medicina y a la salud pública en São Paulo culminó en la creación del Instituto Pasteur en agosto de 1903, en la capital del estado. Dicho instituto, orientado hacia el desarrollo de la medicina de laboratorio mediante la investigación bacteriológica, la enseñanza de la microbiología y la producción de inmunizantes, generó un espacio de discusión, enseñanza e investigación científica, paliando en alguna medida la falta de una facultad de medicina en São Paulo, que sólo sería creada en 1912.
El instituto fue dirigido inicialmente por el médico italiano Ivo Bandi, que dejó el cargo por divergencias con el médico infectólogo Emílio Ribas (1862-1925), en ese entonces director del Servicio Sanitario Paulista. En 1906, Antonio Carini, bacteriólogo italiano y director del Instituto de Bacteriología, Seroterapia y Enfermedades Infecciosas de Berna, en Suiza, aceptó el cargo de director del Pasteur, ampliando los trabajos del instituto en el tratamiento antirrábico. “Los médicos brasileños esperaban de los italianos un conocimiento médico más perfeccionado que aquél que se enseñaba en las escuelas médicas nacionales”, dice Bertolli. “Por eso los invitaban a venir a São Paulo”. Según Castro Santos, también se esperaba de esos profesionales una formación clínica basada en investigaciones en salud pública, lo que más tarde contribuyó a la formación de médicos en el Instituto de Higiene –la actual Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo (USP)–,
creado en 1918.
En 1912, muchos de los profesionales italianos dejaron los institutos donde trabajaban para ejercer la docencia en la recién creada Facultad de Medicina y Cirugía de São Paulo, que empezó a funcionar al año siguiente. Las clases de las asignaturas clínicas, en general, estaban a cargo de docentes de la elite médica paulista, mientras que las materias básicas, tales como parasitología, microbiología, fisiología, patología y anatomía patológica, quedaban por cuenta de los profesores extranjeros. Alessandro Donati se convirtió en profesor de patología general y experimental y Carini dejó el Instituto Pasteur para enseñar microbiología e inmunología en la nueva facultad.
Otro nombre importante en la consolidación de la enseñanza médica paulista es el del anatomista italiano Alfonso Bovero, quien se unió al cuerpo docente de la nueva facultad por invitación del médico Arnaldo Vieira de Carvalho (1867-1920), uno de los mentores de la Facultad de Medicina y Cirugía, una de las unidades que en 1934 conformaron la USP. Bovero llegó a São Paulo como “una eminencia académica” debido al prestigio que había obtenido en Europa. “El anatomista italiano creó y organizó el Departamento de Anatomía de la facultad, y fue uno de los primeros que enseñó en Brasil que la anatomía como disciplina debería entenderse como un saber propio, que cobraba importancia cuando se la asociaba con disciplinas tales como la fisiología y la patología”, escribió Bertolli en un artículo publicado en la revista História, Ciência, Saúde — Manguinhos junto a la psicóloga Ana Carolina Talamoni, en donde se aborda la enseñanza de la anatomía en Brasil a la luz de las ideas de Bovero.
Bovero contó también con un campo fértil de investigación en el Hospital Umberto I, y junto a otros médicos e investigadores ayudó a fundar la Revista ARS Médica. Esta publicación se erigió en un importante vehículo de discusión de los resultados de los estudios desarrollados en la Facultad de Medicina y, al mismo tiempo, acercó a las áreas de la enseñanza y la investigación, toda vez que gran parte de los trabajos publicados eran de docentes de la nueva escuela médica de São Paulo, según Salles. “La participación de los médicos italianos fue determinante para la formación de la comunidad científica paulista, para el desarrollo de la investigación científica y para la difusión de la ciencia microbiológica”, concluye.
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