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Educación superior

Menos estudiantes logran terminar sus carreras de grado en las universidades públicas de Brasil

El fenómeno comenzó en 2019 y se agravó con la pandemia, la suspensión de la actividad presencial y el retraso del año lectivo

Maíra Mendes

Desde el año 2019, la cantidad de estudiantes de instituciones públicas de educación superior en Brasil que logran recibirse ha venido disminuyendo. Aquel año fueron 251.374, un 3 % menos que el anterior. La situación se agravó durante la pandemia, con la suspensión de las actividades presenciales y el aplazamiento de la finalización del año académico. En 2020, la cantidad de graduados se desplomó hasta los 204.174, un descenso del 18,7 % en comparación con 2019. La cifra volvió a subir en 2021, llegando a 219.342 titulados, pero todavía se mantiene en los niveles de hace casi una década. Estos datos surgen del último Censo de la Educación Superior del Instituto Nacional de Estudios e Investigaciones Educativas (Inep), un organismo del Ministerio de Educación de Brasil, dado a conocer en noviembre de 2022.

Las causas de este fenómeno son varias. Con la profundización de la crisis económica, muchos estudiantes se han visto compelidos a trabajar para poder sostenerse o ayudar a sus familias. “Algunos consiguen conciliar el trabajo y los estudios universitarios, otros se topan con mayores dificultades y acaban dejando en segundo plano los estudios”, comenta la farmacóloga Soraya Smaili, exrectora de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp). Este movimiento, común en tiempos de recesión, ya venía constatándose en los últimos años, “pero se agravó mucho con la pandemia”, añade la investigadora, quien coordina el Centro de Estudios Universidad, Sociedad y Ciencia (Sou Ciência), una fuerza de tareas integrada por investigadores y enfocada en la producción de estudios y debates sobre las políticas públicas para la educación superior y la financiación de la ciencia en Brasil.

También influyeron la prorrogación de los plazos y la reclusión de los alumnos debido a la emergencia sanitaria. Sin embargo, más allá de los efectos de la pandemia, los expertos atribuyen la caída a una desorganización de los instrumentos tendientes a sostener la permanencia en las universidades públicas de los estudiantes económicamente vulnerables, como en el caso de las becas y ayudas para gastos de alojamiento, alimentación y transporte. “La política de cupos impulsó un cambio en el perfil de los estudiantes que ingresan a la universidad, ampliando el acceso de individuos de bajos ingresos, negros, pardos e indígenas a la educación superior en Brasil”, comenta la politóloga Elizabeth Balbachevsky, docente de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP). “Se sabe que este contingente es más sensible a las variaciones de las condiciones económicas del país y, por ende, es el más afectado por la crisis de financiación de la ciencia y la educación”.

Según datos del Sistema Integrado de Planificación y Presupuesto del gobierno federal, el apartado “otros gastos corrientes” de las 68 universidades federales brasileñas se redujo en un 45 %, de 8.600 millones de reales en 2018 a 4.400 millones hasta septiembre de 2022, a valores ajustados por la inflación. Dentro de esta categoría están incluidos los fondos para la compra de materiales consumibles y el pago del agua, energía, viáticos y servicios prestados, además de los gastos de asistencia a los estudiantes. El presupuesto del Programa Nacional de Asistencia Estudiantil (Pnaes), que se utiliza para la concesión de becas, ayudas para alojamiento y valores destinados a transporte y alimentación de los estudiantes de las universidades federales, también se contrajo un 18,3 % entre 2019 y 2021.

Los datos de la última Encuesta Nacional del Perfil Socioeconómico y Cultural de los Estudiantes de Grado de las Instituciones Federales de Educación Superior, divulgada en 2019, indican que el 70,2 % de los alumnos de las universidades federales tiene ingresos familiares mensuales per cápita de hasta un salario mínimo, y los ingresos promedio son de 640 reales. También según esa investigación, realizada desde 1996 por el Foro Nacional de Prorrectores de Asuntos Estudiantiles, vinculado a la Asociación Nacional de Directores de Instituciones Federales de Educación Superior (Andifes), tan solo el 4,6 % de los estudiantes tiene ingresos superiores a cinco salarios mínimos per cápita.

La aparente deserción de los estudios podría estar opacando otros movimientos. En su investigación doctoral, defendida en 2021 en la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), el sociólogo Gustavo Bruno de Paula constató que de los estudiantes que abandonaron la carrera en las universidades federales entre 2016 y 2017, hasta un 80 % retomó sus estudios superiores. De acuerdo con algunos estudios, no es raro que ese retorno se concrete en instituciones privadas que ofrecen carreras a distancia.

Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP

Esta modalidad viene avanzando en forma acelerada desde 2010. En este período, el número de nuevos alumnos se incrementó en un 464,1 %, mientras que las carreras presenciales registraron una caída de un 13,9 %. Parte de este crecimiento se debe a un decreto publicado en mayo de 2017, durante el gobierno de Michel Temer (2016-2018), que flexibilizó la normativa para la oferta de carreras a distancia.

Elizabeth Balbachevsky reconoce que las carreras a distancia pueden erigirse como una alternativa para muchos de los que no logran acceder o mantenerse en la educación superior pública, “pero es necesario prestar atención a la calidad de la formación ofrecida”, subraya la investigadora. “La mera obtención de un diploma en una carrera de este tipo no garantiza que el individuo será un profesional competente en el mercado laboral”.

Los datos del Inep revelan otro hecho preocupante. En los últimos cinco años, las universidades públicas brasileñas han pasado a registrar una merma continua de nuevos ingresantes. En 2017 recibieron algo más de 589.000 nuevos alumnos. En 2021 fueron aproximadamente 492.000. La cantidad de participantes en el Examen Nacional de la Enseñanza Media (Enem) también ha disminuido en forma ininterrumpida desde 2016. Aquel año hubo poco más de 5.8 millones de inscritos. En 2021, la cifra fue de 2,2 millones. “El problema parece que va más allá de la permanencia”, enfatiza Smaili. “Muchos estudiantes se encuentran desmotivados o se consideran incapaces de ingresar a una universidad pública teniendo como base la formación recibida en la escuela y ni siquiera se inscriben para rendir el examen”. Actualmente, tan solo el 23 % de la población brasileña de entre 24 y 35 años posee un título de educación superior, mientras que la media en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) es de un 47 %.

Es de esperarse que este fenómeno tenga implicaciones importantes en la formación de nuevos investigadores. En la Universidad de Campinas (Unicamp), por ejemplo, los procesos de selección para maestría y doctorado vienen registrando una demanda limitada, lo que indica un posible proceso de alejamiento de los profesionales de los programas de posgrado. La Universidad Federal de Pernambuco (UFPE) también registró una disminución de la demanda, especialmente en las áreas de ingeniería y ciencias de la salud. Varios programas tuvieron que implementar dos procesos selectivos por año para no dejar vacantes ociosas (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 315).

Renato Pedrosa, investigador asociado del Instituto de Estudios Avanzados (IEA) de la USP, llama la atención sobre otro aspecto del problema que aún no ha sido dimensionado. “La pandemia ha comprometido la formación de miles de estudiantes de la enseñanza básica y media en las escuelas públicas, muchos de los cuales probablemente recurran a los sistemas de cupos para acceder a la universidad pública”, dice. “Es cierto que la experiencia acumulada en el país con los cupos y otras acciones afirmativas ha disipado los temores al respecto de una caída drástica del nivel de los estudiantes y de la calidad de la enseñanza, pero todavía no sabemos cuál será el alcance del impacto de la pandemia en la formación de los alumnos de la enseñanza media en las escuelas públicas. Me temo que esto pueda comprometer el rendimiento de aquellos que pretenden ingresar a carreras que históricamente registran altos niveles de deserción, como las licenciaturas en ciencias exactas e ingeniería”.

Las licenciaturas en el área de las ciencias exactas, tradicionalmente de baja demanda, también merecen especial atención, según él. “Son carreras complicadas, con mucho cálculo, matemática y física, materias que requieren de una sólida formación básica de los estudiantes, y sabemos que los resultados en matemática en los exámenes finales de la enseñanza media ya acusaban serias deficiencias antes de la pandemia”, dice Pedrosa. La mayoría de las universidades brasileñas procura ofrecer condiciones económicas que aseguran la permanencia de los estudiantes. Sin embargo, a juicio de Pedrosa, más allá del apoyo económico, tendrán que invertir más para ayudarlos con sus dificultades académicas, brindando apoyo pedagógico y psicológico.

La USP se ha percatado de este problema al reanudar las actividades presenciales. “Muchos estudiantes estaban cursando el tercer año de sus carreras de grado, pero aún no habían pisado el campus universitario”, dice Aluísio Segurado, prorrector de Grado de la USP. Para ayudar en la adaptación, la institución puso en marcha a principios de 2022 un programa de tutoría académica, con becas para estudiantes de posgrado e investigadores en pasantías posdoctorales. El objetivo es que ellos ayuden a los estudiantes en distintas etapas de la carrera de grado, como así también a los nuevos ingresantes en actividades de refuerzo en las materias. “Ahora estamos trabajando para que este programa quede en forma permanente”, dice.

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