Las tormentas en Saturno son gigantescas. Se parecen a los huracanes terrestres, pero son mucho más grandes. Se producen cada 20 o 30 años, aproximadamente, y dejan marcas que perduran por siglos. Con base en datos de la red de radiotelescopios conocida como Very Large Array (VLA), el grupo de la astrónoma neerlandesa Imke de Pater, del campus de Berkeley de la Universidad de California (EE. UU.), que estudia estos fenómenos desde hace cuatro décadas, consiguió ver por debajo de las capas de nubes visibles que envuelven a los planetas gigantes. Así, los investigadores pudieron constatar que, en las tormentas, el amoníaco es más escaso a altitudes medias y se encuentra en mayor concentración al descender entre 100 y 200 kilómetros en la atmósfera compuesta principalmente por hidrógeno y helio. La hipótesis más consistente hasta la fecha es que el amoníaco, un gas compuesto por nitrógeno e hidrógeno, es transportado hacia la atmósfera baja por precipitación y evaporación, un efecto duradero. Sin embargo, los expertos aún no saben qué podría causar estas tormentas (Science Advances, 11 de agosto).
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