En el mes de marzo, la ilustradora estadounidense Karen Romano Young, munida de bolígrafos y gouaches, embarcó en el buque oceanográfico Laurence M. Gould rumbo a la Antártida. En uno de los laboratorios de la embarcación, bosquejó la tira de historietas Antartic Log, una producción que acompaña a una expedición científica que realizan los científicos del Laboratorio Oceanográfico Bigelow, de Estados Unidos. La expedición contó con el apoyo de la National Science Foundation (NSF), la principal agencia de fomento a la investigación básica de ese país, que dispone de una línea de financiación para patrocinar la ida de escritores, fotógrafos y artistas plásticos a aquel continente. La meta consiste en promover la difusión de los proyectos realizados en el marco del Programa Antártico de Estados Unidos. Durante dos meses, Romano Young trabajó rodeada por los científicos residentes en la Estación Palmer. La rutina de ellos quedó registrada en una especie de cuaderno de bitácora ilustrado, que revela lo que ocurre tras bambalinas en un estudio sobre las comunidades microbianas halladas en aguas frías.
Una de las viñetas de la serie explica el funcionamiento de un dispositivo que se utiliza para bombear agua de mar y analizar muestras de fitoplancton y de bacterias. Otra, aborda las consecuencias de los cambios climáticos desde la perspectiva de los elefantes marinos. “El lenguaje de las historietas posibilita una comprensión más rápida de los temas científicos al incorporar recursos visuales y no solo de texto, obteniéndose un contenido más atractivo”, dice Romano Young, que es autora de libros infantojuveniles. La falta de formación científica no fue un obstáculo para la artista. Siempre había algún investigador cerca para consultarle dudas o invitarla a participar de colectas en campo, disecciones de peces y observaciones en el microscopio. Antartic Log se encuentra a disposición en internet y los docentes recurren a ella en el salón de clases.
Al incorporar imagen y texto en forma sintética y abarcadora, el lenguaje de los cómics se viene utilizando con frecuencia para traducir resultados de investigaciones científicas complejas para el público lego y para los jóvenes en particular. El Consejo Europeo de Investigación (ERC, por sus siglas en inglés) –que ayuda a grupos de investigación de excelencia e invierte el 17% de los 77 mil millones de euros del presupuesto de Horizonte 2020, el principal programa científico de la Unión Europea– también cuenta con una línea específica para patrocinar la producción de historietas científicas. Se trata del programa ERCcOMICS, que financia historietas online (webcómics) inspirados en proyectos realizados en el ámbito del ERC. Uno de ellos es Brain Trippers, que narra las peripecias de unos pequeños alienígenas que arriban a la Tierra e invaden un cerebro con la misión de entender cómo funciona la mente humana.
El creador de ese cómic es Clayton Junior, un ilustrador brasileño radicado desde hace más de 10 años en la ciudad de Londres, en el Reino Unido. Luego de que resultara elegido por medio de un concurso del ERCcOMICS, él trabajó en colaboración con el físico Mickaël Tanter, investigador del Instituto Langevin, en Francia, responsable del desarrollo de una técnica de neuroimagen que se basa en ultrasonido. “Para poder generar el guión y los dibujos, tuve que estudiar en profundidad el trabajo coordinado por Tanter”, relata Junior, quien consultó libros de neurociencia e intercambió correos electrónicos semanales con el científico. El brasileño también visitó el lugar de trabajo de Tanter en París. “Ahí aprendí que los laboratorios pueden llegar a ser una buena fuente de inspiración para los artistas”, dice Junior.
En Brasil están empezando a surgir iniciativas similares. En el mes de mayo, el Centro de Investigación, Innovación y Difusión en Neuromatemática (NeuroMat), uno de los Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepid) patrocinados por la FAPESP, lanzó Os Braçoz de Nildo e Rony, una historieta que está dirigida a pacientes con lesión traumática del plexo braquial, que es un conjunto de nervios responsables de la comunicación entre el cerebro y los miembros superiores. La trama relata el encuentro de un recadero, Nildo, quien sufre un accidente con su moto, y un médico, Rony, que fue herido de un tiro en un asalto a mano armada. Ambos sufren lesiones en el plexo braquial y pierden parcialmente el movimiento de los brazos. “El objetivo es informar a pacientes y familiares acerca de esa afección, que deja secuelas incluso después de una cirugía”, explica el matemático Antonio Galves, coordinador del NeuroMat y guionista de la historieta. “Estudiamos esa enfermedad porque la misma es un buen modelo para investigar la plasticidad del cerebro”.
Se imprimió un tiraje de mil ejemplares, que serán distribuidos en centros de salud y en los gremios de recaderos, dado que el 80% de esos tipos de lesiones se producen como consecuencia de accidentes en moto. “Podríamos haber hecho un folleto informativo en lugar de una historieta, pero sería una forma aburrida y fría de abordar un drama humano semejante”, dice Galves. “Los cómics generan empatía entre los lectores y los personajes, a los que no se los presentó como unos pobres infelices o discapacitados, sino como a verdaderos héroes”. Puesto que se habla de héroes, los dibujos del ilustrador João Magara se inspiran en el universo de Gotham City, la ciudad ficticia eternizada en las historietas de Batman como un sitio peligroso y atestado de rascacielos.
Las revistas científicas famosas también recurren a los cómics. En 2015, la revista Science publicó en el formato de historieta una guía en conmemoración del centenario de la teoría de la relatividad general de Albert Einstein (1879-1955). Ese mismo año, Nature lanzó Fragile Framework, una historieta que informa sobre los esfuerzos que se vienen realizando en las últimas décadas para lograr un tratado internacional del clima. “La ciencia apela a los recursos visuales para que el público pueda entenderla mejor”, dice el matemático y humorista gráfico Nick Sousanis, autor de Fragile Framework e investigador de la Universidad Estadual de San Francisco, en Estados Unidos. En 2014, Sousanis presentó una tesis doctoral en formato de historieta en la Universidad Columbia, en Nueva York. Con posterioridad, ese trabajo, intitulado Unflattening, se publicó como una novela gráfica que en Brasil fue denominada Desaplanar. La obra analiza la divergencia entre la expresión verbal y la visual, y pone en tela de juicio la preponderancia de la palabra escrita para la construcción del pensamiento. “La fusión del texto con las imágenes debe tomarse como un modo de aprender legítimo y valioso”, sostiene Sousanis.
Las primeras historietas aparecieron a finales del siglo XIX y, desde ese entonces, se hicieron conocidas porque abrevan en el humor, la ficción científica o por ensalzar los poderes de los superhéroes. La conexión entre los cómics y la ciencia se intensificó luego de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Hasta comienzos de los años 1950, las historietas estaban vistas por muchos educadores y religiosos como una mala influencia para los niños y jóvenes. Para cambiar esa percepción, algunas editoriales empezaron a publicar fascículos ilustrados de ciencia y adaptaciones de historietas clásicas. Uno de los pioneros fue el neoyorquino Max Gaines (1894-1947), que en 1944 fundó Educational Comics para publicar historietas con contenido científico. “Proyectos como ese sirvieron para que se reconociera el potencial didáctico de este tipo de publicaciones”, dice Waldomiro de Castro Santos Vergueiro, investigador del Observatorio de Historietas de la Escuela de Comunicaciones y Artes de la Universidad de São Paulo (ECA-USP).