Un estudio realizado por un equipo de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) muestra que los científicos brasileños tienden a trabajar y a hacer carrera en zonas ubicadas muy cerca de las instituciones en las cuales estudiaron en la facultad, lo cual sugiere una baja movilidad dentro del país. Los autores, del Departamento de Ciencia de la Computación de la UFMG, analizaron la distribución geográfica de aproximadamente seis mil investigadores vinculados a 101 Institutos Nacionales de Ciencia y Tecnología (INCTs), que son redes de colaboración científica creadas por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) y por las fundaciones de apoyo a la investigación científica de los distintos estados. Se observó que tan sólo el 20% de los investigadores trabaja a más de 500 kilómetros (km) de distancia de la institución en donde empezaron su trayecto académico. En su mayoría, se establecieron en empleos ubicados a menos de 100 km de la universidad donde cursaron sus estudios superiores. Este fenómeno también pudo notarse entre los investigadores que realizaron posdoctorado en el exterior: el 81% regresó a Brasil y se radicó en las regiones de origen.
El artículo, publicado en octubre en la revista Plos One, confirma un patrón de carrera según el cual la mayoría de los investigadores cursan su doctorado en el país y sólo en las pasantías posdoctorales estrechan colaboraciones con grupos externos. “Las trayectorias que observamos en nuestro estudio muestran la tendencia de los brasileños a permanecer en la misma institución o en la misma región a lo largo de toda su carrera”, sostuvo Clodoveu Augusto Davis Junior, uno de los autores del trabajo, cuyo autor principal es su alumno de maestría Caio Alves. Este estudio forma parte de un esfuerzo de los investigadores de la UFMG para utilizar datos de la Plataforma Lattes, que reúne cuatro millones de currículos académicos, para estudiar fenómenos y tendencias de la ciencia brasileña (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 233). Mediante técnicas de geoinformática, la información recabada en los currículos fue convertida en mapas que revelan trayectos de las carreras de los investigadores.
El caso del paranaense Fabio Ribeiro de Camargo ilustra esta situación. Graduado en ingeniería civil por la Universidad Federal de Paraná en 1985, dejó el país en 2009 para hacer su doctorado en ingeniería mecánica en la Universidad de Leeds, en el Reino Unido. Durante los más de cinco años que estuvo fuera de Brasil, Ribeiro de Camargo colaboró con grupos de investigación de otros países y pasó cortas temporadas en Australia, Japón y Sudáfrica. “La movilidad me permitió formar parte de varias líneas de investigación y me abrió oportunidades para que mi trabajo se hiciese conocido en el exterior”, comenta Ribeiro de Camargo.
En 2014, el ingeniero pasó sus vacaciones en Brasil con la familia. Durante esa visita, la municipalidad de Curitiba lo invitó a asumir el cargo de director de iluminación pública. El reto era modernizar la gestión de la iluminación de la ciudad mediante el empleo del concepto de smart city: redes inteligentes que integran fuentes de energía y datos de multiservicios con el fin de automatizar sistemas urbanos y evitar desperdicios. “Acepté la propuesta porque se trata de un nuevo desafío en mi carrera”, dice Ribeiro de Camargo.
El estudio de la UFMG revela que tan sólo el 32% de los investigadores vinculados a los INCTs realizó algún tipo de estudio avanzado, como el posdoctorado, en estados distintos a los de su origen, o fuera de Brasil. Sin embargo, este comportamiento varía de acuerdo con la región. Por ejemplo, São Paulo y los demás estados del sudeste, analizados separadamente en el artículo, son lugares en donde la mayoría de los investigadores son de la propia región. En tanto, el norte, el nordeste, el centro-oeste y el sur exhiben un patrón migratorio temporal. Esto significa que una cantidad significativa de científicos deja esas regiones para cursar la carrera de grado, la maestría o el doctorado en otros lugares, y posteriormente regresa para trabajar.
El artículo también indica que el contingente de brasileños que se radican en el exterior es pequeño. Esas características contrastan con el panorama global. Un estudio publicado en 2010 por Linda Ana Carine Van Bouwel, de la Universidad de Leuven, en Bélgica, muestra que la mitad de los estudiantes europeos que fueron a Estados Unidos para hacer sus doctorados en economía entre 1950 y 2006 terminó consiguiendo trabajo en dicho país. Del resto, la mayor parte fue a trabajar en otros países de Europa y sólo una minoría regresó a sus países de origen.
La escasa movilidad de los científicos en Brasil se explica debido a las peculiaridades de su sistema universitario. “El estudio de la UFMG confirma lo esperado”, dice el sociólogo Simon Schwartzman, investigador del Instituto de Estudios del Trabajo y la Sociedad. “En las universidades públicas brasileñas es difícil que los investigadores se trasladen de una institución a otra, en función de las reglas de contratación vigentes en el ámbito público”, explica. En ese modelo, los científicos están contratados como empleados públicos, lo cual favorece la temprana radicación en una institución. En el caso de las universidades federales y en algunas de los estados, el ingreso de un nuevo docente se produce obligatoriamente en carácter de profesor auxiliar, independientemente de su titulación, y la progresión entre un nivel y otro de la carrera puede requerir un lapso de 24 meses. Esto desestimula a los investigadores que cuentan con una carrera consolidada a mudarse de institución.
“Si una universidad desea crear un centro de estudios sobre China, por ejemplo, no buscará a un experto consagrado en el área, tal como sucede en instituciones de Estados Unidos y Europa. La costumbre acá en Brasil es buscar a algún interesado entre los docentes en comienzo de carrera y formarlo en el tema”, explica Elizabeth Balbachevsky, docente de la Universidad de São Paulo (USP). En el caso del sistema universitario estadounidense, la movilidad es mayor, en parte porque las instituciones negocian condiciones específicas de contrato cuando están interesadas en atraer a un determinado profesional.
Edgar Zanotto, docente de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), remarca que en Estados Unidos es común que los científicos reciban ofertas de trabajo, puesto que el sistema sigue la lógica del mercado. “Y el contar con los profesionales más calificados implica ofertar buenos sueldos”, dice Zanotto, quien es profesor de la UFSCar desde hace 39 años. Según informa, en las universidades brasileñas los salarios son similares. “Todos los docentes de una misma categoría perciben aproximadamente los mismos haberes.”
El investigador reconoce que él se encuadra en el perfil que se muestra en el estudio de la UFMG: durante la década de 1970, cursó su carrera de grado en ingeniería de materiales en la UFSCar, donde lo contrataron en 1976 como profesor auxiliar. Entre 1979 y 1982 vivió en Inglaterra, donde hizo su doctorado en la Universidad de Sheffield, y enseguida después regresó a la UFSCar como profesor adjunto. De todos modos, él apuntó a internacionalizar su carrera mediante la colaboración con grupos del exterior y pasando tiempos en carácter de profesor visitante en instituciones de Italia y Estados Unidos. Zanotto explica que la principal razón para permanecer durante más de tres décadas en una misma institución se relaciona con la existencia de los laboratorios de materiales vítreos que él estructuró. Según el profesor, es natural que en las áreas de ciencias exactas y biológicas, en las cuales se requiere contar con equipamientos y con infraestructura en los laboratorios, los investigadores intenten establecer vínculos institucionales. “Tardé años para montar esa estructura. Juntos, los laboratorios tienen 900 metros cuadrados y albergan aparatos sofisticados. No me los puedo llevar en caso de que decida trasladarme a otra institución”, sostiene.
Para el físico Ronaldo Mota, rector de la Universidad Estácio de Sá, de Río de Janeiro y experto en política científica y educativa, la idea de que un investigador tiene que tener un laboratorio propio, y que para ello debe radicarse en un lugar, está cambiando en Brasil. “Hay actualmente cada vez más facilities, laboratorios compartidos que aseguran el acceso a equipos modernos por múltiples usuarios”, afirma Mota.
La circulación de los investigadores puede contribuir para oxigenar la producción científica dentro de las instituciones. Simon Schwartzman advierte que la baja movilidad puede favorecer el movimiento endógeno en la universidad, que es cuando los docentes optan preferentemente por contratar a sus exalumnos. “Esto no es sano, porque no aporta otras perspectivas y otras visiones de mundo a los departamentos”, dice. Una manera eficaz de que las instituciones se renueven e innoven consiste en que contraten gente de otros lugares. “La movilidad ayuda a diversificar las culturas y los modos de pensar críticamente”, afirma. Una salida que encuentran muchos investigadores para superar los límites de la movilidad consiste en establecer redes de colaboración con científicos de otras instituciones.
La cantidad de colaboraciones ha venido creciendo en Brasil. Un estudio publicado en 2014 revela que, entre 2008 y 2010, hubo un millón de colaboraciones científicas entre investigadores brasileños, en contraste con las alrededor de 63 mil que se registraron entre 1990 y 1992 (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 218). “Cuando necesitamos investigadores calificados, creamos una red de colaboración”, informa Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro, coordinador del INCT de Observatorio de las Metrópolis. En la actualidad, el equipo que él coordina está formado por gente de las ciudades de Belém, Goiânia y Brasília, entre otras, y para ello no se hizo necesario contratar a ese personal.
En tanto, las interacciones entre brasileños y extranjeros son menos numerosas. En su tesis doctoral defendida en 2010, Samile Vanz, docente de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), demostró que los artículos de investigadores brasileños escritos en colaboración con extranjeros se estacionaron en el 30%, y crecen en números absolutos a un ritmo menor que las colaboraciones internas. “Hoy en día los investigadores de acá interactúan más con grupos internacionales que en el pasado. Pero todavía es poco si los comparamos con los de otros países de Latinoamérica como Chile y México”, asevera Ronaldo Mota.
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