Los Institutos Nacionales de Salud (NIH), un conglomerado de centros de investigación científica que constituye la principal agencia de financiación de las ciencias biomédicas de Estados Unidos, ha investigado en los últimos meses 60 casos sospechosos de falta de confidencialidad en su proceso de revisión por pares y ha anunciado que, en breve, revelará las medidas disciplinarias contra investigadores que intentaron influenciar a los revisores en busca de evaluaciones favorables a sus solicitudes de financiamiento. “En los próximos meses tendremos casos que podrán ser compartidos públicamente”, declaró al sitio web de la revista Science el director del Centro de Revisión Científica de los NIH, el neurocientífico Richard Nakamura. “Son ejemplos aislados, pero es fundamental que se vuelvan cada vez más aislados ”
El centro comandado por Nakamura organiza paneles de evaluación para analizar conjuntos de proyectos presentados por investigadores ante los institutos. En el ejercicio fiscal 2017, se evaluaron 54 mil solicitudes de financiación y se concedieron poco más de 10 mil.
Se sabe que los 60 casos controvertidos habían sido analizados por un mismo panel de expertos, compuesto por revisores poco experimentados con las normas de los NIH, en una ronda de evaluaciones considerada irregular. “Hubo un intento de influir en el resultado de la revisión y el efecto de ello fue suficientemente ambiguo para rehacer el proceso”, dijo Nakamura, en referencia a la decisión de someter los proyectos a un nuevo examen. Para garantizar su integridad, los procesos de evaluación de los NIH deben respetar una serie de normas de confidencialidad que apuntan a garantizar la independencia de los revisores y a proteger los secretos comerciales o la información sensible.
En los casos investigados, fueron detectados indicios de violación a varias de estas normas. La más grave de ellas está relacionada con una propuesta de intercambio de favores, que es la oferta de alguna ventaja hecha por el participante a miembros del panel a fin de obtener una evaluación favorable. Los investigadores también tomaron conocimiento de las puntuaciones iniciales que sus proyectos recibieron antes de ser evaluados por el panel y los nombres de los revisores designados para analizarlos antes de que la reunión ocurriera. Nakamura no dio detalles de cómo la información se filtró ni reveló la identidad de los involucrados. En uno de los casos, un miembro del equipo de los NIH que brindan apoyo a los paneles de revisión cambió irregularmente la puntuación que los revisores le habían asignado a una de las propuestas. De acuerdo con las reglas de la agencia, todo esto es inapropiado. Se prohíbe a los participantes acceder a la puntuación inicial asignada a sus proyectos. De la misma forma, las discusiones del panel de revisores son secretas, a fin de garantizar la independencia sin temor a represalias, para asegurarles a los investigadores, en contrapartida, la posibilidad de apelar los resultados que juzguen injustos. El contacto directo entre evaluador y evaluado para tratar el proyecto está totalmente prohibido. Las posibles sanciones implican la suspensión del financiamiento a proyectos o la prohibición a los infractores de obtener recursos federales. Según Nakamura, preservar la integridad del proceso de revisión científica de los proyectos es más importante que nunca. Los intentos de influir en este proceso, acota, pueden corroer la confianza del público en la ciencia y distribuir de forma injusta los limitados recursos federales para la investigación.
En diciembre pasado, cuando los casos empezaron a investigarse, uno de los directores de los NIH, Michael Lauer, efectuó una publicación en un blog de la institución en el que enfatizó la importancia de que los revisores y los científicos conozcan las reglas que protegen la integridad del proceso de evaluación de las agencias. En la misma ocasión, los NIH publicaron una versión actualizada de dichas normas, que están en uso desde 2015. En una reunión celebrada en marzo, el Consejo Consultivo del Centro de Revisión Científica de los NIH reconoció que la estrategia de apoyar iniciativas en el área de educación para evitar violaciones de las reglas no era suficiente como para prevenir episodios de mala conducta y sugirió que todos los miembros de paneles de revisión reciban capacitación periódica, por medio de videos en línea que describen las normas, como ya ocurre con miembros de comités de ética.
“Los presidentes de los paneles de revisión deben enfatizar que incluso pequeñas violaciones de reglas pueden comprometer el sistema”, dijo la neurocientífica Yasmin Hurd, miembro del consejo del Centro de Revisión Científica y directora del Instituto de Drogadicciones de la Escuela de Medicina Icahn, en Nueva York.
La preocupación de los NIH en cohibir desvíos remite a una crisis de confianza enfrentada por el organismo en 2005, cuando recibieron la interpelación de congresistas sobre indicios de que algunos de sus 17 mil empleados ejercían actividades que implicaban conflictos de intereses. En aquel momento, el por entonces director de la agencia, Elias Zerhouni, prohibió que el personal prestara asesoramiento a las empresas farmacéuticas y de biotecnología e inició una investigación que identificó decenas de violaciones éticas: 27 empleados fueron sancionados administrativamente y ocho debieron afrontar procesos penales.
Un revisor de los Institutos Nacionales de Salud está prohibido de:
› Compartir propuestas y materiales usados en reuniones de peer review con personas que no hayan participado oficialmente de esos paneles y divulgar informaciones y documentos sobre sus deliberaciones
› Ofrecer a personas no autorizadas acceso a los sistemas informáticos de los NIH.
› Utilizar información de propuestas de investigación en beneficio propio o divulgarla a personas o instituciones que puedan beneficiarse de ésta.
› Participar en paneles de peer review sin firmar una declaración estandarizada de confidencialidad
› Divulgar información sobre proyectos aprobados antes de la firma del contrato entre el investigador y los NIH.