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Créditos para todos

Un grupo propone un nuevo método para clasificar el rol de cada autor en los artículos científicos

032-035_Autoria_221-1NELSON PROVAZIUn grupo de investigadores de Estados Unidos y del Reino Unido propondrá para comienzos de 2015 un modelo que permita identificar con mayor precisión la contribución de cada uno de los autores de un artículo científico. Esta iniciativa viene siendo estudiada desde hace dos años y apunta a crear una clasificación capaz de informar cuál fue el rol de cada autor incluso en papers con cientos de firmantes. Se está evaluando un bosquejo de esa taxonomía, que se utilizaría en el momento en que se remita un manuscrito en forma online a una revista científica. La misma establece 14 formas distintas de participación en la elaboración de un artículo (vea el cuadro), tales como el esquema intelectual del trabajo y las diversas etapas de realización del experimento y de su redacción. Los puntos más polémicos son los que proponen reconocer a las categorías no involucradas intelectualmente en la producción del artículo, como son las del gestor del proyecto de investigación, el curador de datos (quien se ocupa de las fuentes de información consultadas y las torna accesibles para un uso posterior) y el responsable de conseguir la financiación.

Este esbozo preliminar fue puesto a prueba por los autores principales de 230 artículos del campo de las ciencias de la vida divulgados en publicaciones de los grupos editoriales Nature, Elsevier y PLOS, así como en los periódicos Science y eLife. Alrededor del 85% consideró que la clasificación era fácil de usar. Para el 45%, la precisión en la identificación de los autores es mayor que con los métodos que se utilizan actualmente, mientras que para el 37%, la exactitud es similar. Algunos autores sugirieron una separación en ciertos temas; otros propusieron que las actividades sin vínculo intelectual con el artículo se traten por fuera de la clasificación. En los próximos meses, los investigadores abocados a esa iniciativa, ligados a la Universidad Harvard y a la organización británica de fomento a la investigación biomédica Wellcome Trust, prometen refinar la clasificación, adaptándola a las necesidades de otras áreas del conocimiento. Podrían sumarse ciertos tópicos al proyecto y descartarse otros. Para fin de año, se está preparando un workshop para discutir los cambios. “Queda claro que todavía resta mucho trabajo por hacerse”, afirma Liz Allen, directora de evaluación del Wellcome Trust, una de las investigadoras involucradas en el emprendimiento, al relatar el esfuerzo en un artículo publicado en el mes de abril en la revista Nature.

El principal motivo de esta iniciativa radica en el número creciente de autores en los papers, como resultado de la intensificación de las investigaciones cooperativas. Según los datos que presenta Liz Allen, entre 2006 y 2010, la cifra promedio de autores de artículos vinculados con estudios patrocinados por el Wellcome Trust aumentó de 10,21 a 28,82 en el área de la genética y de 6,28 a 8,32 en el cómputo general. “En los estudios multicéntricos, las investigaciones abarcan contribuciones de decenas de investigadores y la autoría queda bastante difusa. En ciertos casos, los aportes de los diversos grupos de investigación involucrados son muy diferentes y la lista de autores no logra ser lo suficientemente explícita al respecto”, dice Abel Packer, director del programa SciELO/ FAPESP. Una mayor transparencia, señala, resulta esencial para que los inversores y la comunidad científica logren identificar qué es lo que hace cada quien en una investigación realizada por varias manos. Hay otros problemas que la taxonomía intenta subsanar, como por ejemplo la falta de un modelo entre las áreas para producir la lista de autores de un artículo (algunas sitúan al autor principal en primer lugar, otras, en el último, y algunas adoptan el orden alfabético).

032-035_Autoria_221-2NELSON PROVAZILos problemas relacionados con la autoría de los papers preocupan cada vez más a los editores de las revistas científicas y desde hace tiempo, muchos de ellos comenzaron a exigir que se consigne el aporte de cada uno de los autores en los artículos remitidos a la publicación. A juicio de Sigmar de Mello Rode, presidente de la Asociación Brasileña de Editores Científicos (Abec) y editor ejecutivo de la revista Brazilian Oral Research, la presión por publicar ha llevado a casos de investigadores que declaran ser autores de más de 30 artículos por año, lo cual sugiere que no participaron o que tuvieron una participación superficial en la mayoría de los proyectos. “Mucha gente confunde la formación de grupos de investigación, algo deseable para trabajar enfocados en un objetivo, con fábricas de trabajo, donde cada uno hace algo y prestigia al resto del grupo. Eso realmente multiplica la producción científica de cada uno, puesto que en el lapso en que se realizaría un solo trabajo se publican varios. Existen casos de múltiple autoría incluso en revisiones de literatura, en las que no se justifica la presencia de más de uno o dos autores”, sostiene Rode, que es docente de la Facultad de Odontología de São José dos Campos, en la Universidade Estadual Paulista (Unesp). “La declaración de autoría se ha transformado en una fuente de problemas éticos en la comunicación científica, ya sea por la inclusión de autores que poco o nada aportan, o bien, por autorías fantasmas”, dice Abel Packer.

En sintonía con los criterios del International Comittee of Medical Journals Editors, para ser autor de un trabajo es preciso que se cumplan tres condiciones: haber contribuido en forma sustancial para la concepción y diagramación del trabajo científico, la adquisición, interpretación y análisis de los datos; ser partícipes de la redacción y de la revisión crítica del trabajo, aportando una contribución intelectual real a su contenido; y la aprobación final del contenido a publicarse. “Todos aquéllos que no califican como autores deberán ser citados en los agradecimientos, incluyendo su participación en el trabajo, en la traducción, en la adquisición de fondos, en análisis técnicos y estadísticos o en préstamos de material, entre otros ítems”, dice Sigmar Rode. El Código de buenas prácticas científicas publicado por la FAPESP en 2011 establece directrices similares: “En un trabajo científico deben constar como autores todos y únicamente los investigadores que estén de acuerdo en que conste su nombre y hayan efectivamente proporcionado aportes intelectuales directos y sustanciales para la concepción o la realización de la investigación cuyos resultados se presenten en el trabajo”, informa. Según el código, “la cesión de recursos infraestructurales o económicos para la realización de una investigación (es decir, laboratorios, equipos, insumos, materiales, recursos humanos, apoyo institucional, etc.) no es condición suficiente para constar como autor en el trabajo resultante de la investigación.”.

Para Joaquim Nóbrega, editor del Journal of the Brazilian Chemical Society, si bien la ciencia es cada vez más una actividad cooperativa y colectiva, hay criterios que deben preservarse. “Incluso aceptando que la producción de un manuscrito implique múltiples etapas y tareas, no podemos desentendernos de los aspectos éticos que históricamente redundaron en un amplio reconocimiento social a la ciencia”, afirma. Entre las reglas adoptadas por esa publicación, se estableció que el autor que remite un manuscrito es el responsable de la inclusión de todos los investigadores efectivamente participantes en el estudio. “Nosotros verificamos la asignación de autoría del manuscrito enviado y del manuscrito revisado. En el caso que aparezca cualquier alteración o inserción de nuevos autores, se solicita su aval con la firma de todos los autores describiendo el proceso de revisión y el aporte de cada autor en el manuscrito. Los casos que no estuvieren debidamente aclarados implicarán el rechazo del manuscrito corregido”, afirma Nóbrega.

032-035_Autoria_221-3NELSON PROVAZILa nueva taxonomía propuesta por el grupo de Harvard y del Wellcome Trust es más inclusiva y, en cierta forma, sustituye el concepto de “autoría” por el de “contribución”. “Ella brinda un reconocimiento más preciso de la participación individual de los autores y establece como contribuciones a tópicos que no están previstos en los criterios actuales”, afirma Abel Packer. A su juicio, la adopción de una nueva clasificación es viable y deseable, ya que va de la mano con el esfuerzo dotar de transparencia al proceso de producción y comunicación de la ciencia. No obstante, Packer señala que habrá que resolver varias cuestiones. Una de ellas pertenece al campo de los derechos autorales, que se extenderían a un grupo mayor de investigadores que el que está previsto ahora, en caso que el esquema propuesto actualmente se imponga y sea aceptado por las revistas científicas. Otro desafío consistirá en la creación de indicadores que tengan en cuenta la nueva taxonomía. “De nada sirve adoptar una nueva clasificación y seguir utilizando el índice h como parámetro”, dice Packer, en referencia al indicador que relaciona cantidad y calidad de la producción científica de un autor (el número de artículos publicados y sus citas), pero que no tiene en cuenta si él es el autor principal o tuvo una participación secundaria.

Según los responsables de la taxonomía, los editores de periódicos se verían beneficiados, ya que la clasificación podría ahorrarles el tiempo que hoy les insume la tarea de chequear cuál fue la participación de cada autor, así como en la administración de las disputas entre autores. Según Rafael Loyola, editor en jefe de la revista Natureza & Conservação, vinculada a la Asociación Brasileña de Ciencia Ecológica y Conservación, el provecho para los editores es relativo. “No tenemos cómo averiguar si lo que se informa es verdad. Creemos en la buena fe de los autores”, dice. Para él, quienes saldrían ganando son mayormente los propios científicos. “Con la taxonomía, la tarea de organizar una lista de firmas podría ser más sencilla. Del mismo modo, para el grupo de autores sería más fácil deducir el aporte individual de cada uno, lo cual podría evitar disputas durante la negociación sobre el puesto de cada uno en la lista”, afirma. Loyola sostiene que no es común que los editores de Natureza & Conservação tengan problemas con la asignación de autoría, pero a veces eso ocurre. “Cierta vez, los autores de un artículo que había sido revisado varias veces y estaba a punto de ser aceptado para su publicación, realizaron un pedido insólito: querían incluir otro nombre en la lista de autores. Les preguntamos cuál era la contribución del autor y ellos nos informaron que se trataba del jefe del laboratorio y que ellos habían cometido el error de enviar el artículo sin su conocimiento. Sólo aceptamos el artículo cuando nos aseguramos de que el nuevo autor, de hecho, había participado en la investigación y le exigimos que añadiese sus comentarios en el manuscrito, concordando con la versión final”, afirma.

Charles Pessanha, editor emérito de la revista Dados, vinculada al Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, pasó por una experiencia similar. Un artículo que ya había pasado por los revisores y le fue devuelto a su autora solicitándole modificaciones fue reenviado, con el agregado de otro autor. “Le avisamos a la autora que el procedimiento era irregular y que, de aquella forma, el artículo no sería publicado. Pero ella logró demostrar que el segundo autor había aportado una gran contribución en la reelaboración del artículo. Arribamos a la conclusión de que estaba siendo honesta y no debería castigársela por eso. Y publicamos el artículo”, comenta Pessanha, docente del Instituto de Economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro.

Para él, la propuesta de una nueva taxonomía sigue un rumbo inexorable, que implica otorgarles crédito a todos los participantes. “Es una salida similar a la adoptada por los estudios de cine. Hay tanta gente que participa en una película que resulta necesario darles créditos específicos a todos ellos al final de la misma”, afirma. “El proceso que conlleva la producción científica exige una cantidad creciente de habilidades, y con ello, la participación de nuevos autores. Resulta esencial que todos tengan su debido crédito, porque cada uno debe ser reconocido por lo que hace”.  No obstante, plantea que el hecho de darles crédito a todos no puede desmerecer el concepto de autoría, que es bastante más restringido. “Es necesario hallar un medio para reconocer el aporte de todos. Pero no puede considerarse como autor a quien no participó en la concepción del estudio, en la trama de la investigación y en la interpretación y análisis de los datos. Tal como en los créditos cinematográficos, donde los productores son reconocidos ‒y hasta reciben sus propios premios‒, lo mismo que otros profesionales implicados. El hecho de obtener financiación para una investigación científica no transforma automáticamente al investigador en un autor. Es necesario participar en la concepción y la elaboración académica del trabajo”.

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