Imprimir Republish

Ecología

Criaderos móviles

Peces se reproducen y crían sus alevines en sitios específicos de los manglares

Clemente Coelho JuniorLos manglares constituyen una de las selvas más ricas en carbono, pero la mitad ha desaparecidoClemente Coelho Junior

Existen buenos motivos para pensar que los manglares no son lugares agradables: son feos, cenagosos, repletos de mosquitos y generalmente huelen mal. Pero también hay buenas y — nuevas — razones para valorar esos espacios donde se entremezclan agua de mar y de ríos entre árboles con raíces expuestas. Profundizando en la antigua explicación acerca de que los manglares son criaderos de animales marinos, un equipo de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE) verificó que varias especies de peces necesitan reductos distintos en el manglar, con mayor o menor salinidad, para desovar y criar a sus alevines hasta que sean capaces de dirigirse hacia el océano.

“El sitio de apareamiento de los peces es uno, el de desove es otro y el criadero es un tercero, a veces alejados entre sí a decenas de metros, siempre dentro del estuario”, dice Mario Barletta, quien junto a su grupo recorre los estuarios de América del Sur. Otra conclusión es que esos lugares de reproducción, desove, crecimiento, protección y alimentación de los peces varían en el transcurso del año, de acuerdo con las fases de la luna y el régimen de lluvias, con diferentes niveles de turbiedad, salinidad y concentración de oxígeno disuelto en el agua. “Esos refugios, frecuentemente localizados en canales muy estrechos de los manglares, pueden ubicarse más alejados de la costa, cuando llueve mucho, o más cerca, cuando llueve poco”, dice Barletta.

Los manglares, comunes en toda la costa brasileña, excepto en Rio Grande do Sul, están protegidos por ley federal, aunque han perdido espacio, que se destina a carreteras, condominios residenciales e industrias, con una contaminación creciente. Sin sus refugios, los peces y tortugas marinas en crecimiento modifican su dieta y consumen incluso plásticos. En el estuario del río Goiana, una zona de 475 mil metros cuadrados cubierta por manglares ubicada entre los estados de Pernambuco y Paraíba, Barletta y su equipo analizaron 60 bagres de arena (Cathorops spixii), 60 bagres blancos (C. agassizii) y 62 bagres cabezones (Sciades herzbergii), especies bastante consumidas por los habitantes ribereños. Abrieron el vientre de cada uno de ellos y, en al menos un 20% de los ejemplares de cada especie, hallaron trozos de hilos de nailon de cabos de barcos o redes de pesca. Fernanda Possatto, Barletta y otros investigadores de la UFPE advierten que no resulta posible cuantificar el alcance de ese fenómeno ni las consecuencias de ese tipo de contaminación, pero recomiendan mayores cuidados para evitar que la misma perjudique todavía más la vida de los peces y de la gente.

Y eso no ocurre solamente allí. En el estuario del Paranaguá, un área de 600 kilómetros cuadrados cubierta por montes y manglares en la región sur del país, investigadores de la UFPE, de la Universidad Federal de Paraná y del Instituto de Investigaciones Cananeia, de Campinas, recolectaron 80 caparazones de tortugas verdes (Chelonia mydas) jóvenes atrapadas en redes de pesca entre junio de 2004 y julio de 2007. En el estómago y en los intestinos de 76 de ellas, además de algas, plantas de mangle y valvas con las que acostumbran alimentarse, encontraron restos de bolsas plásticas, hilos de nailon y trozos de placas de poliestireno, tal como fue detallado en la edición de febrero de la revista Endangered Species Research. Según Barleta, ese hecho indica que las separaciones espaciales del estuario — dividido en áreas de preservación o de pesca artesanal, puerto y desarrollo urbano o turístico — no están funcionando. Otros estudios llevados a cabo por su grupo habían detectado trazas de metales pesados, principalmente mercurio, y de otros tipos de residuos en peces que pasan al menos una parte de su vida en los manglares.

Represas
Los manglares están disminuyendo y tornándose más contaminados en toda la costa de América del Sur. Expertos de Brasil, Argentina, Venezuela y Colombia llegaron a la conclusión de que, aparte de la pesca intensiva, la pérdida de esos ambientes naturales causada por los desagües y residuos de la minería y otras actividades industriales es un signo común en las nueve principales cuencas hidrográficas y estuarios sudamericanos: la cuenca del río Magdalena, en Colombia; la del Orinoco, en Venezuela; la cuenca amazónica, que incluye tierras en Brasil, Perú y Bolivia; los estuarios del río Goiana, entre Pernambuco y Paraíba, del río Paranaguá, en Paraná; de la laguna de los Patos, en Rio Grande do Sul, y la cuenca y el estuario de los ríos de la Plata y Paraná, en la frontera de Argentina, Paraguay y Brasil.

Según ese relevamiento, que derivó en un estudio con 59 páginas publicado en 2010 en la revista Journal of Fish Biology, la construcción de represas fragmentó el curso de ríos tales como el Paraná y el Uruguay, promoviendo severas modificaciones en los manglares y en otros ámbitos costeros donde habitan los peces. El dragado de los estuarios, tal como se hizo en Paranaguá, para la construcción del puerto en el sector más interno del estuario, provocó una disminución de la cantidad de especies. En la cuenca del río Urucu, un afluente del Amazonas, el principal problema detectado fue la contaminación provocada por el derrame de petróleo en el momento de la prospección.

Marcos André / Opción Brasil ImágenesRío Maracaípe, en Pernambuco: estuarios en proceso de transformaciónMarcos André / Opción Brasil Imágenes

Barletta recomienda la valoración, preservación y recuperación de esos ambientes. Para él, los manglares, incluso bajo tantas presiones, no necesitan permanecer intactos. “Podemos explotarlos, por supuesto, pero juiciosamente”, sugiere. Durante los últimos 50 años, la mitad de la superficie cubierta por manglares en el mundo desapareció, como resultado del crecimiento de las ciudades en las zonas costeras, según un estudio de Daniel Donato, del Servicio Forestal de Estados Unidos, publicado en abril, en la revista Nature Geoscience. Ese trabajo revela una conclusión que puede contribuir para preservar esos espacios innegablemente fétidos: los manglares son una de las selvas más ricas en carbono del mundo. La pérdida de esas selvas puede generar el equivalente a un 10% del total del gas carbónico emitido por la deforestación, aunque los manglares representen tan sólo el 0,7% del total de las selvas tropicales del mundo.

“Los manglares son ambientes muy frágiles y sensibles a la contaminación”, sostiene Itamar Soares de Melo, investigador de Embrapa, quien coordinó un estudio de microorganismos en los manglares de São Paulo. En el municipio de Bertioga, halló bacterias del género Pseudomonas que producen compuestos capaces de degradar hidrocarburos tales como los derivados del petróleo.

Henrique Santos, Raquel Peixoto y otros investigadores de la Universidad Federal de Río de Janeiro verificaron que las poblaciones de microorganismos antes y después de la llegada de los contaminantes se modifican bastante. Las colonias de bacterias de los géneros Mirinobacterium, Marinobacter, Clostridium y Fusibacter, se amplifican, mientras que las de los géneros Haliea y Chromatiales se reducen bastante. Los investigadores creen que esas alteraciones pueden ayudar a prever los posibles impactos ambientales en regiones tales como la bahía de Sepetiba, en Río de Janeiro, que alberga el puerto de Itaguaí, que se encuentra en obras de dragado para recibir buques de mayor porte.

Melo y su equipo identificaron nuevas especies de microorganismos adaptados a la alta salinidad en los manglares, un ámbito también selectivo para las plantas, ya que sólo unas pocas especies de árboles se adaptan a esos espacios, algunas con sus raíces expuestas, que facilitan su fijación en el lodo. En los manglares sin contaminación, Melo también encontró especies no patogénicas de bacterias del género Vibrio  viviendo en el interior de los árboles. “Las bacterias pueden estar proporcionando a las plantas nitrógeno y fósforo, nutrientes importantes para su desarrollo, que son escasos en aquel ambiente”, comenta.

Artículos científicos
GUEBERT-BARTHOLO, F.M. et al. Using gut contents to assess foraging patterns of juvenile green turtles Chelonia mydas in the Paranaguá Estuary, Brazil. Endangered Species Research. v. 13, p. 131-43. 2011.
BARLETTA, M. et al. Fish and aquatic habitat conservation in South America: a continental overview with emphasis on neotropical systems. Journal of Fish Biology. v. 76, p. 2.118-76. 2010.
Republicar