CARLOS COSTA E SILVA¿Cómo hacer que la tierra tiemble sin tocar en una banda de rock pesado? Basta con perforar un pozo de al menos 100 metros de profundidad, dejar que se llene de agua y esperar. Probablemente el agua se va a infiltrar entre los bloques de roca ubicados debajo de la superficie y precipitará el deslizamiento de los que ya estaban por soltarse. Como resultado de ello, el suelo temblará, aunque es imposible prever en qué momento y con qué intensidad. Difícilmente será algo tan dramático como los terremotos recientes en Chile que asolaron a varias ciudades. Pero quizá lo suficiente como para causar rajaduras en las paredes de viviendas, tal como está sucediendo desde hace algunos años en la región de Bebedouro, norte del estado de São Paulo.
Un equipo del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas (IAG) de la Universidad de São Paulo (USP) verificó que temblores poco intensos se volvieron una constante en el distrito de Andes, en Bebedouro, y eso a partir de enero de 2004. Pocos meses antes habían sido abiertos 10 pozos profundos en una propiedad rural, todos de entre 120 y 200 metros, destinados a irrigar plantaciones de naranjas durante los meses más secos. Por medio de 10 estaciones sismográficas instaladas en la región desde 2005, los investigadores arribaron a la conclusión de que dichos pozos estarían causando los alrededor de 3 mil temblores registrados durante los últimos cinco años: en promedio son dos por día (la mayoría durante la época de lluvias, cuando los pozos no son bombeados). Los habitantes los atribuyeron inicialmente a las explosiones en canteras, aunque no había ninguna en las cercanías.
Debido a que llueve mucho de diciembre a marzo, los pozos no son bombeados y quedan llenos. “El agua penetra así más fácilmente entre los bloques de rocas basálticas que forman una de las capas ubicada debajo del suelo y facilita el deslizamiento de los bloques que ya estaban bajo tensión”, dice el geofísico Marcelo Assumpção, coordinador del equipo del IAG al cual se acercaron los habitantes de la región a comienzos de 2005. Los temblores más fuertes llegaron a tener 2,6 y 2,9 de magnitud, durante los días 11 y 30 de marzo de 2005.
“A los temblores de magnitud entre 2 y 3 normalmente las personas no los sienten, pero en Bebedouro sí, pues ocurren cerca de la superficie, a unos 200 metros de profundidad”, dice. Los de menor intensidad son frecuentes. En marzo de 2005, los equipos registraron al menos 100 temblores por semana, y los habitantes del distrito de Andes sintieron entre 20 y 30 de ellos. Las sacudidas más fuertes hacen que las casas se balanceen y el suelo y las ventanas vibren, provocan rajaduras en los pisos o en las paredes, desequilibran cuadros y puertas y asustan a la gente.
Los sismógrafos indicaron que los temblores pueden migrar, como se detalló en un artículo que saldrá publicado en la revista Water Resources Research. “Todos los años los temblores empiezan cerca de los pozos de mayor caudal”, dice Assumpção. “Con el tiempo, los epicentros se van alejando algunos kilómetros, siguiendo el desplazamiento de la presión del agua sobre las capas más profundas.”
La infiltración del agua en las fracturas de las rocas puede causar temblores más intensos en las proximidades de los reservorios de las centrales hidroeléctricas. En el mundo existen registros de alrededor de 100 terremotos que los expertos atribuyen a alteraciones que los reservorios provocan en el suelo. El más serio, asociado a la construcción de la represa de Zipingpu, en China, llegó a 7,9 grados y mató a 80 mil personas en mayo de 2008. Un grupo del IAG y de la Universidad de Brasilia (UnB) detectó que 16 hidroeléctricas indujeron temblores de tierra en Brasil. Sismos de magnitud 4 se registraron en los años 1970 en las cercanías de los reservorios Volta Grande y Marimbondo, ambos en Rio Grande, a menos de 100 kilómetros de Bebedouro.
“Los terrenos de las áreas norte y nordeste del estado de São Paulo presentan fallas geológicas propicias para el surgimiento de temblores”, dice Tereza Higashi Yamabe, profesora jubilada de la Universidad Estadual Paulista (Unesp) y actualmente investigadora colaboradora del IAG, quien también estudia la región. En general, según ella, la mayoría de los centenares de pozos de la región tienen menos de 100 metros de profundidad y caudales menores de 10 metros cúbicos por hora. No pasan de las rocas de arenisco, que forman la primera capa rocosa debajo del suelo. Quienes necesitan más agua perforan más hondo, avanzando en la capa de rocas basálticas, que es más espesa y más compacta que la de rocas de arenisca, pero que tiene fracturas que pueden estar llenas de agua. “Los pozos profundos, que causan temblores, permiten que el agua que circula en las capas de arenisca desciendan a las capas más profundas y empujen a las rocas que ya se encontraban bajo presión geológica, listas para deslizarse”, dice Tereza.
Audiencias
Poco a poco los temblores fueron dejando de ser fenómenos puramente naturales. En 2006 y 2007 Tereza y Assumpção asistieron a dos audiencias públicas en el distrito de Andes, convocadas por el Concejo Deliberante de Bebedouro. “Explicamos nuestra interpretación de que los temblores se habían iniciado debido a la abertura de los pozos en la hacienda Aparecida y recomendamos la selladura de la parte playa de los mismos para evitar que el agua cayera en las capas de basalto, especialmente durante la época en que no se los bombea”, comenta Assumpção. Según él, las conclusiones se elevaron a la superintendencia del Departamento de Agua y Energía Eléctrica (Daee), a la municipalidad y a la fiscalía de Bebedouro, pero no se tradujeron en acciones tendientes a detener los temblores. “La población que sufría con los temblores quería que fuesen cerrados, pero los ediles no quisieron”, dice. “Cada grupo aceptaba o no nuestras conclusiones, dependiendo de sus propios intereses.” Assumpção cuenta que el dueño de la hacienda que tiene los 14 pozos profundos no admitía que el origen de los temblores pudiera estar en sus tierras. “El responsable de la Saaeb, la empresa de abastecimiento de agua de Bededouro, tampoco creyó en las conclusiones del estudio.”
El trabajo de encontrar a alguien que hable sobre los temblores en Bebedouro es una tarea ingrata. Nadie en la hacienda Aparecida dice nada al respecto. Los técnicos de la Saaeb dicen que aguardan las decisiones del Daee. Las consultas a la municipalidad de Bebedouro también son infructuosas. La mayoría de los concejales y de los equipos de la municipalidad cambiaron a comienzos de 2009, y adjudicaron el problema de los temblores a la gestión anterior. “Como no existe ninguna ley que prevea estas situaciones, por ahora ningún organismo público tiene competencia jurídica como para obligar a sellar la parte superior de los pozos”, dice Assumpção.
Al cabo de algunos meses prácticamente sin actividad telúrica, durante el segundo semestre de 2009, los tremores volvieron a registrarse en Andes, desde mediados de diciembre, y su frecuencia aumentó en marzo, con el mismo patrón de los años anteriores. Una alternativa puede ser no hacer nada, y dejar que terminen por sí solos, hasta que las rocas se acomoden y toda la energía se disipe. Pero el riesgo consiste en que vuelvan, y con mayor intensidad. Tereza recuerda que los habitantes de Nuporanga, otro caso de temblores disparados por pozos, a 80 kilómetros de Bebouro, ya se habían acostumbrado con los centenares de pequeños sismos de baja intensidad que sentían desde 1977, pero se asustaron con el temblor de magnitud 3,2 que llegó 12 años después.
El proyecto
Temblores de tierra en Bebedouro, São Paulo, inducidos por pozos tubulares (nº 07/04325-0); Modalidad Línea Regular de Ayuda a Proyecto de Investigación; Coordinador Marcelo Sousa de Assumpción – IAG/USP; Inversión R$ 138.495,60 (FAPESP)
Artículo científico
ASSUMPÇÃO, M. et al. Seismic activity triggered by water wells in the Paraná basin, Brazil. Water Resources Research (no prelo).