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SOCIEDAD

De la planta fabril al plenario

Investigadoras rescatan la historia de lucha de los movimientos feministas brasileños

Marcha por las ¡Directas ya! [por el voto directo] en el centro de São Paulo, en 1984

Paim de Souza/ Folhapress

En los últimos 100 años, la lucha feminista por la igualdad y los derechos de la mujer causó impacto en la escena política brasileña. Desde las obreras huelguistas en 1917 a los grupos actuales de activismo político, las mujeres tuvieron que batallar mucho para que se atendieran algunas de sus demandas. Investigaciones recientes profundizaron en la comprensión de los diferentes momentos de ese recorrido. Parte de esos trabajos figuran en el libro intitulado 50 anos de feminismo: Argentina, Brasil e Chile (editorial Edusp, 2017), fruto de un proyecto coordinado por las sociólogas Eva Blay, de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP), y Lúcia Avelar, del Centro de Estudios de Opinión Pública de la Universidad de Campinas (Cesop-Unicamp). El libro ayuda a la comprensión del rol central de las organizaciones feministas en la conquista de la protección jurídica y social de las mujeres. Para adentrarse tan sólo en el campo de la vida privada, hubo victorias fundamentales, tales como la eliminación de la patria potestad y la criminalización de la violencia doméstica y del acoso sexual.

Pese a los avances, las mujeres brasileñas aún se encuentran subrepresentadas a nivel político. Brasil ocupa el puesto 154º de un ranking con 190 países confeccionado por la organización Inter-Parliamentary Union referido a la presencia femenina en los parlamentos. Tan sólo uno de cada 10 escaños de la Cámara de Diputados, que suma 513 representantes, está ocupado por mujeres. En el Senado, esa presencia es del 14% de los 81 representantes elegidos. En ese punto, el país se encuentra detrás incluso de Arabia Saudita, con todo su historial de supresión de los derechos y las libertades femeninas. Según Lúcia Avelar, las organizaciones feministas brasileñas funcionan como una especie de representación extraparlamentaria de las mujeres, y las actividad articulada con la acotada aunque activa bancada femenina.

Coautora de uno de los artículos del libro, la politóloga Patrícia Rangel, quien actualmente cursa una pasantía posdoctoral en la Freie Universität Berlin, en Alemania, argumenta que esa articulación política organizada condujo a los cambios legales que aseguraron igualdad jurídica entre mujeres y varones, abolieron de la legislación términos discriminatorios y les permitieron a ellas figurar legalmente como jefas de familia. Para Rangel, también son frutos de esa articulación la ampliación de la asignación por maternidad (1988), la ley de cupos electorales (que data de 1995, con la exigencia de que el 30% de las candidaturas correspondan a mujeres), la esterilización en hospitales de la red pública de salud (1996), la normativa de la práctica del aborto legal en el Sistema Único de Salud, el SUS (1998), y la Ley Maria da Penha (2006), contra la violencia doméstica e intrafamiliar.

Nelson Antoine/ FotoArena/ Folhapress Manifestantes durante la Marcha Mundial de las Mujeres, en la autopista Anhanguera (São Paulo), en 2010Nelson Antoine/ FotoArena/ Folhapress

Lúcia Avelar sostiene que Brasil, incluso con su escasa representatividad femenina en el parlamento, es uno de los países con mayor nivel organizativo del movimiento feminista. “Esa movilización alcanzó un alto nivel de articulación, con redes que construyen un puente entre la sociedad y el Estado. Las redes son mundialmente reconocidas, tales como la Articulación de Mujeres Brasileñas y la Marcha Mundial de Mujeres”, apunta. La socióloga identificó el punto de inflexión para ese nivel de organización: “El ingreso progresivo de las mujeres en las carreras educativas superiores y la formación de ONGs [organizaciones no gubernamentales] feministas”.

Las conquistas femeninas entraron en Brasil por el siglo XXI, específicamente en cuanto a la actividad en la esfera pública. “Un gran avance logrado ante los gobiernos para 2014 fue la institución del Presupuesto Femenino, un caso excepcional entre los países latinoamericanos”, comenta Avelar. El mismo consiste en un extracto del presupuesto nacional que incluye a las actividades que impactan en la calidad de vida de las mujeres brasileñas, tales como la salud, el enfrentamiento de la violencia y la igualdad en el ámbito laboral, entre otros ítems. El Presupuesto Femenino fue coordinado por el Centro Feminista de Estudios y Asesoría (CFEMEA) para monitorear el proceso presupuestario y garantizar que las asignaciones aprobadas fueran efectivamente giradas para la implementación de las políticas públicas definidas en el mismo.

Resistentes y exiliadas
Parte de la organización feminista surgió a partir de la oposición femenina a la dictadura militar (1964-1985). El recrudecimiento del autoritarismo, principalmente a partir de 1968, produjo oleadas de exiliados entre los opositores al régimen. Muchas mujeres trabaron contacto con el feminismo en el exterior, principalmente en Francia. Desde allá, tanto brasileñas como otras latinoamericanas también expatriadas como consecuencia de los golpes militares en Chile (1973) y en Argentina (1976), editaron publicaciones que pugnaron por servir como punto de encuentro del debate feminista en el exilio.

Exiliadas durante las dictaduras imperantes en Brasil, Chile y Argentina trabaron contacto con los movimientos feministas en Europa durante los años 1970

Esos grupos fueron estudiados por la socióloga Maira Abreu, doctora en ciencias sociales por la Unicamp, quien publicó el libro Feminismo no exílio (editorial Alameda, 2016). La autora revela cómo esos grupos constituyeron una presencia importante en la comunidad brasileña en Francia y se erigieron como elemento de difusión de las ideas feministas. Cuando retornaron a sus países de origen, muchas de ellas trajeron consigo esa experiencia e influenciaron, en alguna medida, los debates en curso en el feminismo latinoamericano. “Pero no debe pensarse eso como una simple relación de importación de ideas”, advierte Abreu, “sino como la confluencia de los feminismos gestados en realidades distintas”.

Incluso con la creciente organización, las mujeres aún cuentan con escasa inserción en las estructuras partidarias. Lúcia Avelar apunta al carácter oligárquico de los partidos políticos brasileños y a la centralización de su poder como algunas de las principales causas de dicha exclusión. La socióloga pondera que actualmente, los partidos de izquierda ofrecen oportunidades políticas algo mejores para las mujeres. “En el caso de los partidos con raíces en los movimientos sociales, la disputa interna entre las distintas tendencias mejora la posición de las mujeres, dado que la apertura hacia nuevos segmentos suele ser mayor”, afirma. Para Patrícia Rangel, los partidos parecen no comprender que la presencia de las mujeres también es sinónimo de democracia. “Esto tiene efectos negativos para las mujeres en general, visto que son las instancias partidarias las que determinan el acceso a la política institucionalizada y cumplen un rol importante en el cambio del sistema político”, sostiene.

Esa no comprensión del papel de las mujeres las dejó durante mucho tiempo relegadas a la condición de auxiliares y subordinadas tanto en los partidos políticos como en los sindicatos, ámbitos en los cuales se supondría, por coherencia ideológica, que habría una defensa del igualitarismo. “El enfrentamiento contra el patriarcado generalmente era algo situado en segundo plano, después de la prioridad política, que era la crítica al capitalismo”, dice Rangel. Eva Blay afirma que había una creencia de que la modernización de la sociedad llevaría a la igualdad entre varones y mujeres. “Ese enfoque mecanicista se vio cuestionado a medida que se comprobó que la propia modernización mantenía los estándares patriarcales, ocultos tras nuevos maquillajes y recomponiendo los patrones de dominación, de violencia contra la mujer, de desigualdades laborales y en los sueldos”, sostiene. Estos planteos provienen de las feministas de la década de 1970, aunque las primeras transformaciones fomentadas por el feminismo brasileño tienen raíces más antiguas.

Hemeroteca Digital BN/ Wikimedia Commons Bertha Lutz en 1925: una de las fundadoras de la Federación Brasileña para el Progreso Femenino, en 1922Hemeroteca Digital BN/ Wikimedia Commons

Obreras e intelectuales
En el Brasil de los años 1920, las mujeres no tenían derechos políticos, no podían votar ni candidatearse a cargos electivos. Para ejercer una actividad profesional fuera del hogar, necesitaban la autorización de sus maridos y llegaban a ganar menos de la mitad que los varones cumpliendo las mismas funciones. Esa situación sólo empezó a ser superada a partir de la resistencia de las trabajadoras y del surgimiento de organizaciones tales como la Federación Brasileña para el Progreso Femenino (FBPF), liderada  por la bióloga Bertha Lutz (1894-1976).

Hija del bacteriólogo Adofo Lutz (1855-1940), Bertha nació en São Paulo y estudió en Francia, bajo el influjo del panorama internacional de eclosión del feminismo, abroquelado en torno a la demanda del sufragio universal. La FBPF, fundada en 1922, generalmente es vista como un indicio de que los primeros pasos del feminismo en Brasil fueron dados sólo por mujeres pertenecientes a la elite económica e intelectual, desconectadas de la realidad de la mayoría de las trabajadoras.

Pero lo que sucedió no fue así precisamente. Un estudio de la historiadora Glaucia Fraccaro rescata la importancia de la intervención política de las mujeres de la clase obrera y su influencia indirecta sobre líderes y organizaciones feministas en los años 1930. La investigadora defendió recientemente su tesis doctoral intitulada “Los derechos de las mujeres. La organización social y la legislación laboral en la época entreguerras en Brasil (1917-1937)”, en el Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Unicamp.

Biblioteca Nacional El periódico A Manhã, de Río de Janeiro, hacía campaña por el voto de la mujer en 1926Biblioteca Nacional

Fraccaro argumenta que la falta de interés en la historia de las mujeres trabajadoras es uno de los motivos que consagraron al feminismo brasileño como oriundo de las clases dominantes. Al mismo tiempo, esto cristalizó la noción de que la clase obrera no había participado en el surgimiento del movimiento feminista. No obstante, una de las raíces de la actividad femenina organizada en busca de derechos no se encuentra entre los movimientos de mujeres de la elite, sino en el protagonismo de las obreras durante la huelga que paró São Paulo hace 100 años.

La huelga general de 1917 fue una reacción a la disminución del poder de compra, al deterioro de las condiciones laborales y al crecimiento de la explotación de menores en la industria. Como reflejo de la Primera Guerra Mundial, la aceleración de las exportaciones caía en peso sobre las familias trabajadoras, empobrecidas y agobiadas por la ampliación de la jornada laboral. Las mujeres constituían el grueso de los asalariados en el sector textil y representaban alrededor de un tercio de la fuerza laboral urbana, y entre los menores explotados por la industria, las niñas eran mayoría. “Cuando los trabajadores de ambos sexos se declararon en huelga en numerosas ocasiones a partir de 1917, emergió la noción de que los derechos sociales no son neutros y deberían abarcar la condición de las mujeres”, relata Fraccaro.

La lucha condujo a conquistas durante el primer gobierno de Getúlio Vargas (1930-1945). Durante ese período, la actuación política de Bertha Lutz estuvo influenciada en forma indirecta por las demandas de la clase obrera. “Las mujeres del Partido Comunista Brasileño denunciaban ante la prensa la falta de interés de la FBPF con respecto a las trabajadoras”, recuerda Fraccaro, “mientras que la red transnacional a la cual respondía la federación impuso una agenda que abarcaba la licencia por maternidad, la prohibición del trabajo nocturno de las mujeres y el derecho al voto”. Las presiones que ejercieron los movimientos llevaron a Vargas a aprobar en 1932 un decreto que contemplaba esas demandas, incluyendo la ley de igualdad salarial, que nunca se cumplió.

Publicado en junio de 2017

Proyecto
Cincuenta años de feminismo (1965-2015): Nuevos paradigmas, desafíos futuros (nº 12/23065-8); Modalidad Proyecto Temático; Investigadora responsable Eva Alterman Blay (USP); Inversión R$ 273.280,93.

Libros
BLAY, E. A. y AVELAR, L. (org). 50 anos de feminismo: Argentina, Brasil e Chile: A construção das mulheres como atores políticos e democráticos. São Paulo: Edusp, 2017.
ABREU, M. Feminismo no exílio. São Paulo: Alameda Editorial, 2016.

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