Un artículo publicado recientemente en el periódico The New York Times (“Anti-vaccine activists have taken science hostage”, 5 de agosto) efectúa una advertencia: por miedo a ser malinterpretados, los científicos que estudian vacunas han evitado hablar de algunos aspectos relacionados con su eficacia y su seguridad, e incluso han minimizado los resultados que puedan indicar problemas derivados de su uso. Considerando las recientes epidemias de enfermedades evitables por vacunación, ese temor no resulta infundado. Sin embargo, la autocensura, según se argumenta en el artículo, puede poner a los científicos en el mismo nivel de los que abogan por la no vacunación: personas que seleccionan los datos que refuerzan su pensamiento. La transparencia de la ciencia, se concluye, resulta fundamental para la adhesión a las vacunas, pues cualquier ocultación solo aumenta la desconfianza al respecto de una de las principales conquistas de la salud pública mundial.
El reportaje de portada de esta edición trata de desmenuzar lo que viene noticiando la prensa brasileña: la cobertura de la inmunización en el país, considerada modelo, ha caído significativamente durante los dos últimos años (21 puntos porcentuales). La proporción de niños y niñas vacunados en 2017 contra la poliomielitis, el rotavirus, la hepatitis A y B y la meningitis fue la más baja en años y fue bastante inferior a la recomendada por la Organización Mundial de la Salud, dejando al país más susceptible a epidemias.
Tales datos, alarmantes, naturalmente conducen a la pregunta: ¿por qué? Se barajan varias causas, pero faltan datos que demuestren cuánto contribuye efectivamente cada una de ellas para ese resultado. De las cinco razones señaladas por el ministerio de Salud, cuatro se refieren a la falta de conocimiento o de comunicación: la percepción equivocada de que enfermedades como la polio han desaparecido, dispensando la inmunización; el desconocimiento del complejo calendario de vacunación obligatoria, sus dosis y sus plazos; el recelo (infundado) de que la cantidad elevado de vacunas sobrecarga el sistema inmunológico y, la más alardeada, el temor a que la inmunización cause reacciones perjudiciales en el organismo.
La quinta, de orden práctico, atañe a la dificultad impuesta por el horario de funcionamiento de los centros de salud: días hábiles en horario comercial. Los expertos incluyen además entre las posibles explicaciones una variación de la cantidad de vacunas aplicadas, derivada de un cambio efectuado en el sistema de registro de inmunización. Urge entender qué fue lo que efectivamente llevó a ese desplome tan abrupto y tomar entonces medidas tendientes a revertir dicho cuadro antes de que brotes como el de sarampión en Manaos se propaguen por el país.
El tratamiento en Brasil para tres enfermedades evitables mediante vacunación (el sarampión, el tétanos y la difteria) recibió calificación máxima en un análisis comparativo de acceso a los sistemas nacionales de salud de 195 países y de su calidad. Ante la evaluación de los datos de 1990 a 2016, Brasil aparece en el puesto de número 96 y presenta una mejora general respecto al estudio anterior, pero con un aumento de las disparidades entre los sistemas de salud de los estados en él contemplados. De forma análoga, los sistemas públicos de los países como un todo han perfeccionado su atención, pero los contrastes entre las naciones de mayor y menor desarrollo se han acentuado.
También en el tema de la salud, un pequeño grupo de revistas científicas, entre ellas el British Medical Journal, adopta desde 2014 la práctica de invitar a portadores de determinadas enfermedades y a sus cuidadores a evaluar los artículos presentados, en simultáneo al tradicional análisis por pares. Según la revista, esas personas aportan ideas y perspectivas muchas veces no contempladas por el sistema académico de revisión.
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