La desigualdad entre varones y mujeres signa la distribución de las becas de productividad en investigación del CNPq de Brasil
La distribución de las becas de productividad en investigación del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) de Brasil, una modalidad de ayuda que recompensa a los científicos cuyo rendimiento ha sido superlativo, se ha caracterizado en la última década por una notoria desigualdad de género, según un estudio que llevaron a cabo investigadores de las universidades federales de Santa Catarina, Alagoas y Pernambuco. Ellos analizaron el perfil de 601 beneficiarios y se constató que el 63 % correspondía a varones y tan solo el 37 % a mujeres. Esta diferencia tiende a acentuarse en los niveles jerárquicos superiores de los becarios. En el denominado 1A, asignado a aquellos investigadores que han demostrado excelencia en la producción científica y la formación de recursos humanos, el 73,7 % eran varones y el 26,3 % mujeres. En el nivel sénior, que incluye a los científicos líderes en sus áreas y que han sido becarios 1A y 1B durante al menos 15 años, el 88,8 % eran varones y el 11,2 % mujeres.
Según los datos del CNPq, de las 184.728 becas concedidas entre 2010 y 2021, el 64,7 % fue para varones y el 35,3 % para mujeres. “Estas cifras ilustran de manera significativa la desigualdad de género en el ámbito académico brasileño”, dice la socióloga Marina Félix de Melo, de la Universidad Federal de Alagoas (Ufal), una de las autoras del estudio, que salió publicado en octubre en la revista Configurações. “Las mujeres, si bien son mayoría en las instituciones educativas y de investigación y publican tantos papers como los varones, aún se enfrentan a muchas dificultades para acceder a los niveles de mayor prestigio de la jerarquía científica en el país”.
Las becas de productividad fueron creadas en 1976 para valorar y estimular la producción científica en Brasil. La idea era premiar el esfuerzo de los científicos para generar conocimiento y formar nuevos investigadores. En la actualidad, están divididas en tres categorías: sénior, nivel 1 (dividido en los subniveles 1A, 1B, 1C y 1D) y nivel 2. Como complemento del sueldo que perciben de las instituciones a las cuales están vinculados, los becarios de nivel 2 reciben 1.100 reales mensuales. Los de nivel 1 reciben de 1.200 a 1.500 reales, además de un adicional que puede destinarse para el pago de traducciones, participación en eventos y publicaciones de artículos. “Los beneficios monetarios son pequeños”, dice Félix de Melo. “Lo que cuenta son los beneficios simbólicos, que se traducen en prestigio y poder académico”. Ella explica que los becarios de los niveles más altos son convocados para formar parte de comités científicos y de asesoramiento, que evalúan todo tipo de solicitudes presentadas al CNPq, incluidas las de nuevas becas de productividad. También suelen tener mayor posibilidad de éxito en los pedidos de financiación o en los concursos para nuevos cargos en las universidades.
Alexandre Affonso e Tiago Cardoso
Para llegar a las categorías más altas, los investigadores deben pasar por las inferiores. Los aspirantes son evaluados a la luz de su producción científica, la participación en la formación de recursos humanos a nivel de posgrado, la cooperación con grupos e instituciones nacionales y del extranjero, la coordinación de proyectos y redes de investigación, la participación en sociedades y periódicos científicos, los premios y otras distinciones. Aquellos que aspiran a formar parte de las categorías 1A y sénior son evaluados con base en criterios adicionales, tales como el liderazgo que ejercen en su campo de actuación y su capacidad para explorar nuevas fronteras científicas. Estos criterios tienen diferentes valoraciones y a cada uno de ellos se le asigna una nota que va de 0 a 10. Sin embargo, no garantizan una evaluación totalmente transparente, opina la física Márcia Bernardes Barbosa, de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), becaria de productividad 1B e integrante del comité asesor del CNPq en las áreas de la física y la astronomía. “Las calificaciones se ajustan a parámetros que se basan en impresiones subjetivas, expectativas y valores de los evaluadores, en su mayoría varones”.
El sociólogo Amurabi de Oliveira, de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC), añade que, con el paso del tiempo, esta dinámica acabó dando lugar a distintas pautas relacionadas con la concesión del beneficio. “En el campo de las ciencias humanas, suele ser un reconocimiento a los investigadores más veteranos que produjeron muchos trabajos de calidad durante su carrera, mientras que en las ciencias exactas representa un incentivo para que los jóvenes científicos prometedores sigan realizando estudios de calidad”, destaca el sociólogo, uno de los autores del estudio. Según Félix de Melo y De Oliveira, los criterios actuales no contemplan las dimensiones de género asociadas a la actividad de investigación en Brasil. Por el contrario, constituyen una reiteración de los mecanismos que mantienen el predominio de los varones en las esferas superiores de la carrera científica.
La bioquímica Helena Nader, de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), advierte, sin embargo, que sería importante evaluar cómo ha evolucionado la demanda de estas becas. “Es posible que, en algunas áreas, el desequilibrio que se observa en su concesión se deba al hecho de que las mujeres presentan menos solicitudes que los varones”, dice, al hacer referencia a un fenómeno habitual en los campos del conocimiento con marcada presencia masculina; en los ambientes institucionales adversos, las mujeres están poco interesadas por disputar puestos en la carrera. “En estos casos, lo que deberíamos hacer es volver sobre nuestros pasos para dilucidar por qué ellas no aspiran a lo mismo que los varones. Pero si la demanda femenina fuera igual o superior a la masculina, el problema radicaría en la evaluación del CNPq, que podría incluir sesgos”, subraya la investigadora, becaria de productividad 1A. Félix de Melo y De Oliveira dicen que no han conseguido obtener esos datos. La producción de este reportaje se contactó con el CNPq, pero hasta el cierre de esta edición no había obtenido una respuesta.
Alexandre Affonso e Tiago Cardoso
Pese a sus limitaciones, la investigación publicada en la revista Configurações consolida las tendencias observadas en estudios anteriores. Uno de ellos, publicado en 2015 en la revista interdisciplinaria Cadernos Pagu, analizó el perfil de los becarios de productividad entre 2001 y 2012. Bajo la coordinación de la socióloga Moema de Castro Guedes, de la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro (UFRRJ), constató que el aumento de la cantidad de becas en muchas áreas no estuvo acompañado de una mayor presencia femenina. En tanto, investigadores de la Universidade Salgado Filho, en Río de janeiro, estudiaron la distribución de estas becas entre los profesores titulares –la categoría más alta de la carrera docente universitaria en Brasil– entre 2013 y 2016. Pudieron comprobar que el 63 % correspondía varones y un 37 % mujeres, y que la proporción femenina disminuía a medida que se avanzaba hacia los niveles superiores de la carrera del becario. Márcia Barbosa también analizó el perfil de los becarios de productividad, centrándose en el período comprendido entre 2001 y 2011. Descubrió que el porcentaje de mujeres becarias de nivel 2 en el área de la física era de un 10 %, y que dicho porcentaje disminuía a un 5 % en el nivel 1.
Para Barbosa, las discrepancias detectadas en estos estudios se deben a un conjunto de obstáculos impuestos a las científicas en el transcurso de la carrera que dificultan el acceso a la cima del reconocimiento académico. Casi siempre están sujetas a una noción muy arraigada en la sociedad, la cual sostiene que están desprovistas de las habilidades que se consideran esenciales para la producción científica. “A menudo tienen que enfrentarse a los prejuicios basados en las etiquetas que las definen como seres sensibles, emocionales, sin aptitud para el cálculo o la abstracción”, dice la física. Muchas de ellas acaban abandonando la carrera académica. Este fenómeno es evidente en disciplinas tales como ciencia de la computación, física y matemática (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 289).
Las mujeres que inician estudios de doctorado se topan con mayores obstáculos que los varones para concluirlos. Félix de Melo y De Oliveira constataron que a ellas les lleva, en promedio, 4,3 años la obtención del título, mientras que ellos lo logran en 3,8 años. Los varones suelen ingresar antes al sistema de becas y tienen más tiempo para dedicarse a su producción y progresar hasta los niveles más altos. “El doctorado es el requisito mínimo común a todas las áreas para la obtención de estas becas. Por ende, cuanto más tiempo demoren en obtener este título, más tardan en ingresar y progresar en el sistema”, dice Félix de Melo.
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Este mayor plazo para concluir el doctorado casi siempre está vinculado a las dificultades que enfrentan las mujeres para conciliar las actividades de investigación y las exigencias de la maternidad, dado que suelen tener hijos en el mismo período en que consolidan su carrera académica. “Las científicas que se convierten en madres pasan por una etapa en que disminuyen su productividad y esta tendencia solo comienzan a revertirla años después”, resalta Moema Guedes, de la UFRRJ. Nader recuerda también que las labores domésticas y el cuidado de la familia suelen recaer sobre las mujeres. “Una de las consecuencias de esto es que ellas se involucran menos en proyectos internacionales, porque no pueden pasar largos períodos lejos del hogar”, comenta.
Las asimetrías de género en la concesión de recursos para investigar no están circunscritas a la realidad brasileña. También están presentes en los países desarrollados. En Estados Unidos, un estudio publicado en 2019 en la revista The Journal of the American Medical Association (Jama) verificó que los varones que se desempeñan como investigadores principales en proyectos de investigación reciben de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) hasta 41.000 dólares más que las mujeres en el mismo puesto. En Australia, un estudio publicado en el portal Women’s Agenda, constató que, en 2021, los varones recibieron más fondos del Consejo Nacional de Investigaciones Médicas y de la Salud que las mujeres, pese a que estas presentaron un porcentaje similar de solicitudes. Estos recursos son esenciales para las científicas, especialmente para las que inician la carrera, que los utilizan para realizar investigaciones y publicarlas en revistas prestigiosas, que elevan las posibilidades de ser bien evaluadas y quedar efectivas en sus cargos institucionales.
Alexandre Affonso e Tiago Cardoso
Para mitigar este problema, los expertos apuntan que las instituciones del sistema nacional de CT&I deben incorporar mecanismos que garanticen la permanencia de las mujeres en las universidades y les permitan desarrollarse y evolucionar en su carrera; y esto pasa por una evaluación justa de su producción al momento de concederles financiación. Desde principios de año, la plataforma Lattes permite que las investigadoras indiquen sus períodos de licencia por maternidad. Se espera que las agencias de promoción tomen en cuenta esta información al analizar sus producciones. En la UFRRJ, se logró que la institución adopte un factor de corrección para evaluar la productividad de las científicas que han tenido hijos en los últimos cinco años. “Ellas tendrán derecho a dos años más para el análisis de su producción”, dice Moema Guedes.
En la FAPESP existe un esfuerzo tendiente a asegurar un mayor equilibrio entre varones y mujeres al analizar las solicitudes de becas y ayudas enviadas a la institución. El cuerpo de coordinadores adjuntos de la Dirección Científica, renovado recientemente, pasó a estar integrado por 14 varones y 12 mujeres. “El concepto de diversidad y su importancia pueden apreciarse mejor en el campo de la genética”, enfatiza Luiz Eugênio Mello, director científico de la FAPESP. “La variedad de genes le aporta a las poblaciones una mayor capacidad de adaptación. En nuestro caso, introduce enfoques diferentes y amplía el debate al respecto de las múltiples cuestiones que trabaja la Fundación”. Y añade: “No nos basamos en opiniones, sino en estudios que comprueban que la diversidad de género se traduce en una ciencia de mejor calidad”.
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