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SOCIOLOGÍA

Desigualdades persistentes

Aunque en las cinco últimas décadas crecieron los ingresos y los derechos sociales, todavía quedan disparidades que no ceden, como la racial

People segregated into groups by circles or excluded outsideTrina Dalziel/ Ikon Images/ Corbis/ LatinstockEntre 1960 y la primera década de este siglo, Brasil atravesó un importante proceso de reducción de la desigualdad, con un progreso en el acceso a la educación, al ingreso y a la mayoría de los servicios públicos, entre los que figuran la electricidad y la recolección de residuos. Sin embargo, subsisten algunas disparidades significativas, tales como la cobertura de redes cloacales, muy acotada a las regiones más ricas, y las diferencias remunerativas entre varones y mujeres y, fundamentalmente, en el acceso al salario y a la educación entre  blancos y no blancos (negros y mulatos).

Esa información forma parte de un retrato minucioso y complejo de los cambios que acontecieron en Brasil durante el período mencionado, elaborado con base en los datos de los últimos seis censos demográficos que llevó a cabo el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Ese trabajo se encuentra compilado en el libro Trajetórias das desigualdades – Como o Brasil mudou nos últimos 50 anos (Editorial Unesp).

El plural del título indica un aspecto importante del estudio: la preocupación por no restringir el análisis de la desigualdad a una mera dimensión de las diferencias salariales. El grupo de investigadores amplió el abordaje abarcando otros parámetros de las asimetrías, como son las existentes entre distintas regiones del país o entre géneros, escindidas en diversos aspectos de la vida social, desde la religión hasta la estructura familiar, de la migración a la participación política.

“La desigualdad constituye un fenómeno multidimensional”, dice la compiladora del libro, Marta Arretche, dicente de Ciencia Política en la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP) y directora del Centro de Estudios de la Metrópolis (CEM) –uno de los Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepid) patrocinados por la FAPESP–, el sitio donde surgió la iniciativa de estudiar esos censos. La pluralidad dimensional puede evaluarse gracias a la diversidad de los datos recopilados cada 10 años por el IBGE, que ahora se analizan con la ayuda de las tecnologías avanzadas para el tratamiento de grandes volúmenes de informaciones. “Allí surge una novedad importante: se puede describir una combinación, a través del tiempo, de procesos que tienen historias diferentes”, dice Arretche. Ella y otros 24 investigadores firman 14 ensayos agrupados en cinco ejes centrales: participación política; educación e ingresos; políticas públicas; demografía y mercado laboral.

People segregated into groups by circles or excluded outsideTrina Dalziel/ Ikon Images/ Corbis/ LatinstockEn el amplio análisis de los investigadores, queda claro un fuerte descenso de las desigualdades durante el período que estudiaron. A juicio de Marta Arretche, esto contradice el análisis que surgió en los años 1990, que sostenía que la democratización había fallado en su función de aportar las soluciones sociales que se esperaban. “En el prólogo de un clásico de las ciencias sociales brasileñas, Cidadania no Brasil [de 2001], José Murilo de Carvalho resumió la interpretación que compartían en esa época diversos sociólogos”, escribió la investigadora. “Según Carvalho, el entusiasmo con la democracia demostró que era ingenuo. Las conquistas en el plano político –elección directa en todos los niveles, libertad de agrupación y de expresión, sufragio universal– no se habrían traducido en una resolución de los problemas centrales de nuestra sociedad”.

El estudio del gran volumen de datos de los censos demostró, simultáneamente, que ciertos factores de disminución de las disparidades como son la democracia y el acceso a la educación no resultan suficientes para explicar desequilibrios persistentes, como por ejemplo, el existente entre ciudadanos blancos y no blancos. “La democracia es un instrumento importante para la expresión de las desigualdades, pero no una condición suficiente para subsanarlas”, dice Arretche. Eso también quedó en evidencia en Europa durante las últimas décadas, con el resquebrajamiento del modelo europeo de igualdad entre la clase media, pese a la continuidad de los regímenes democráticos, que antes eran vistos casi mayoritariamente como una garantía del bienestar para la totalidad de la población.

El acceso a la educación
En Brasil, si bien desde un comienzo las políticas públicas del período democrático comenzaron inmediatamente a “saldar la deuda social”, las cifras del Censo de 1990 revelaron que el auge de la disparidad salarial ocurrió también durante el primer gobierno civil, el del presidente José Sarney. En tanto, los datos del Censo de 1960 revelaban escasa desigualdad, aunque ésta respondía a una homogeneidad de la pobreza, en un país rural donde tan sólo el 20% de los jóvenes menores de 15 años estudiaba hasta cuatro años.

Los análisis del capítulo sobre las desigualdades raciales, que se concentró en el acceso a la educación de blancos y no blancos, debieron estudiar minuciosamente los datos en sucesivos abordajes para arribar a un cuadro más preciso de la situación de negros y mulatos en cuanto a la escolaridad, y en qué sentido eso podría significar o no oportunidades de ascenso social. “Uno de los indicadores de que la mejora educativa constituye un factor limitado para explicar la disminución de la desigualdad racial es que, de manera recurrente, los negros son los que se benefician más tardíamente de cualquier expansión de la escolaridad”, dice Márcia Lima, docente del Departamento de Sociología de la FFLCH-USP y autora del capítulo en colaboración con Ian Prates, doctorando en el mismo departamento.

082-085_Desigualdade_233El fenómeno que se verifica en el acceso a la educación se denomina técnicamente “saturación” y se manifiesta con un mecanismo en capas mediante el cual, los negros y mulatos sólo alcanzan la igualdad con los blancos en un determinado nivel educativo, cuando el acceso se torna prácticamente universal, algo que ocurrió con la enseñanza básica al finalizar el siglo XX (Censo de 2000). Los datos relativos a la enseñanza media y a la educación superior siguen la misma tendencia. “Lo que ocurre no refleja tanto una disminución de las desigualdades entre blancos y no blancos, sino una expansión de la educación para todos los grupos, lo cual también representa una menor desigualdad”, dice la investigadora. Según ella, existe una tendencia hacia el desmedro del criterio racial como factor explicativo de las desigualdades, a punto tal de dejar de recabar esa información en el censo de 1970. Por eso, y porque se constata que el acceso de los negros a la educación superior era prácticamente nulo en 1960, los datos analizados por los autores de ese capítulo comenzaron por el Censo de 1980.

Según una proyección que trazó durante la primera década de este siglo el Instituto de Investigación Económica Aplicada (Ipea), que Márcia Lima e Ian Prates citan en el artículo, si se mantuviera el mismo ritmo de disminución de las desigualdades de ingresos raciales verificado entre 2001 y 2007, se necesitarían tres décadas para que los grupos de blancos y no blancos equipararan, en promedio, su nivel salarial. De todos modos, existen factores que podrían retrasar ese futuro, de por sí remoto, tales como crisis económicas duraderas o aumento del desempleo.

Otros análisis de datos de los dos sociólogos revelan la forma en que la situación es sensible a variables relacionadas con el prestigio social y estructuras resistentes. Cuanto más se acercan los estudios al tope de la pirámide social, más se manifiesta el factor racial como freno del ascenso. Uno de los abordajes de la investigación adoptó como criterio de comparación dos grupos de formación académico-profesional, uno de ellos integrado por las “profesiones imperiales”, aquéllas con los mayores promedios salariales en 1980: medicina, derecho e ingenierías. Otro grupo congregó a los tres menores promedios salariales durante ese mismo año: letras, historia y ciencias de la educación. Los datos recabados confirmaron que, además de un menor número de negros ingresantes en el primer conjunto, existen diferencias salariales entre negros y blancos con un mismo título y en un mismo grupo ocupacional. Otro abordaje reveló otro aspecto de la desigualdad racial: los hijos de padres negros con diploma superior tienen menor chance de ingresar en la universidad que los hijos de blancos en la misma condición.

Herencia social
Márcia Lima e Ian Prates adhieren a la línea de interpretación teórica que “cuestiona si el argumento de la herencia social es suficiente para justificar las diferencias sociales entre negros y blancos en Brasil”. Los modelos teóricos tradicionales consideraban la expansión del acceso al ingreso y a la escolaridad como los únicos medios necesarios para acabar con la disparidad racial. Los investigadores, no obstante, sostienen que se necesita tener en cuenta la discriminación, un factor que escasamente pueden registrarlo las investigaciones cuantitativas, como en el caso de los censos. Existen estudios cualitativos relevantes, según Márcia Lima, pero ellos escapan del marco de las informaciones recabadas por los sucesivos censos. De cualquier manera, según la socióloga, hay cifras que dejan bien en claro la discriminación, como el hecho de que existen menos negros empleados en el sector privado que en la administración pública, cuya selección de postulantes generalmente se realiza por concurso (es decir, “a ciegas”). “Aunque la discriminación racial se encuentra prohibida por ley, los criterios de selección por medio de la entrevista laboral poseen una carga subjetiva mucho mayor”, asevera la investigadora.

Proyecto
CEM – Centro de Estudios de la Metrópolis (nº 2013/07616-7); Modalidad Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepid); Investigadora responsable Marta Arretche (FFLCH-USP); Inversión 7.124.108,20 para la totalidad del proyecto (FAPESP).

Artículo científico
LIMA, M. e PRATES, I. Desigualdades raciais no Brasil: Um desafio persistente. Artículo del libro Trajetórias das desigualdades. Como o Brasil mudou nos últimos cinquenta anos, de Marta Arretche (org.). Editorial Unesp/ CEM, 2015.

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