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CARTA DE LA EDITORA | 260

Dos pasos atrás y uno adelante

Una de las críticas dirigidas a menudo a los medios que cubren ciencia y tecnología es que se centra la atención tan sólo en los éxitos. Este reclamo es procedente: el periodismo gira en torno a aquello que es noticia y la “antinoticia” tiende a interesarle a un público más acotado.

El artículo de tapa de la presente edición no versa sobre una de esas “no noticias”, pero recupera un tema muy destacado durante la década pasada que salió de la pauta de cobertura sobre ciencia: la terapia con células madre adultas. Éstas, que principalmente se encuentran en los embriones, aunque también en algunos tejidos adultos como el adiposo (grasa), son capaces de transformarse en células de diversos tipos. La característica denominada plasticidad de las células embrionarias es mayor, pero los desafíos éticos de este tipo de investigaciones concitaron la atención de muchos científicos en las adultas. Para el viraje de milenio, publicaciones científicas en periódicos importantes sugerían que ambas poseían propiedades equivalentes. Al inoculárselas en órganos dañados, como en el caso de un corazón infartado, se esperaba que las células madre adultas pudiesen dar origen a vasos sanguíneos y células cardíacas. Se iniciaron una serie de ensayos clínicos –test en humanos– que fueron ampliamente noticiados.

Hoy en día se sabe que las células madre adultas no son tan versátiles como prometían. Los resultados de las pruebas no fueron alentadores. Pero esto no significa que se las haya descartado como posible tratamiento o que los esfuerzos hayan sido desaprovechados. En la ciencia, lo negativo también es un resultado; aunque no redunde en premios o no devenga en publicaciones, contribuye al avance del conocimiento, e incluso para reflexionar al respecto de dar comienzo a los ensayos clínicos en aquel momento. Los resultados llevaron a los investigadores de regreso al laboratorio. Pretenden entender los mecanismos que aparentemente provocan que esas células madre liberen compuestos que promueven la revascularización y favorecen la irrigación del músculo cardíaco dañado. La promesa actual, más modesta, apunta que la implantación de células madre adultas puede erigirse en un tratamiento complementario a otros ya existentes.

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La evaluación del sistema nacional de posgrados en Brasil es tema del reportaje que empieza en la página 30. La necesidad de cotejar si los programas cumplen con los objetivos de formación de personal no se cuestiona, pero los criterios y el peso que se le atribuye a cada uno de ellos son objeto de un amplio –y saludable– debate en el ámbito académico.

La regularidad de ese proceso de evaluación hace del mismo un pilar importante no sólo del sistema educativo de nivel superior sino también del de investigación, ya que sus resultados configuran un parámetro que orienta la distribución de becas y recursos para programas y grupos de investigación asociados a ellos. Su incidencia en el sistema de educación superior e investigación instiga el debate. Las críticas más frecuentes refieren que el modelo de evaluación privilegia a los programas consolidados o que los criterios varían su incidencia según las distintas áreas del conocimiento.

El sistema crece en forma consistente desde hace muchos años, pero el aumento de la oferta de vacantes no necesariamente redunda en buenos programas: un síntoma de esto es que aquéllos cuya nota fue de un 3, la mínima para continuar acreditados, representan el 32,86% del total; y aquéllos considerados de excelencia, con notas de 6 y 7, suman un 11,14% del total. Por otra parte, programas con mala calificación, con notas 1 ó 2, quedan desacreditados, y la práctica de la evaluación regular impele a los cuerpos de docentes y alumnos a tratar de mejorar sus desempeños, construyendo gradualmente un mejor sistema de educación superior e investigación.

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