¿Los animales comparten las mismas emociones que los seres humanos vivencian? La psicóloga Lisa Feldman Barrett, investigadora de la Universidad Northeastern, en Boston (EE. UU.), y autora del libro How emotions are made (Pan Macmillan, 2018) [La vida secreta del cerebro. Cómo se construyen las emociones, editorial Paidós, 2018], dice que esta pregunta sigue siendo un reto para la ciencia. Cuando un ser humano piensa que un animal está experimentando una emoción, esto puede estar diciendo más sobre el cerebro humano que del comportamiento animal, explica Barrett. Para demostrarlo, hace mención a ejemplos tales como las reacciones de una mosca ante el movimiento amenazante de un matamoscas (se frota las patas rápidamente), de una rata cuando oye un sonido que se ha acostumbrado a asociar con una descarga dolorosa (se queda inmóvil) y el de un ser humano cuando es perseguido por un desconocido en una calle oscura (abre desmesuradamente los ojos y se le acelera el ritmo cardíaco).
Un observador, dice la psicóloga, llegaría a la conclusión de que los tres están expuestos a una amenaza y, por lo tanto, vivencian un estado de miedo. “Pero he aquí lo curioso: los tres ejemplos no tienen prácticamente nada en común físicamente. Se trata de distintos tipos de cerebros en situaciones diferentes, moviendo cuerpos diferentes de maneras distintas”, escribió Barrett en un artículo publicado en 2022 por el periódico The Guardian. Es el cerebro del observador el que tiende a asociar el miedo con las tres situaciones. Según Barrett, desde el punto de vista científico sería más útil observar a los animales de acuerdo con sus características. “Los perros pueden olfatear cosas que nosotros no captamos y los pájaros pueden ver colores que nosotros no percibimos, de modo que quizá también puedan sentir cosas que nosotros no podemos”, escribió. “Cuando un elefante permanece durante días junto al cadáver de otro, es evidente que allí está sucediendo algo, pero, ¿por qué tendría que ser una versión primitiva del duelo humano? La idea de que otros animales comparten nuestras emociones es convincente e intuitiva, pero las respuestas que podemos proporcionar pueden revelar más sobre nosotros que de ellos”.
Las apariencias pueden ser engañosas. “Cuando observamos caballos adultos jugando en un corral, no necesariamente es una buena señal”, dijo al sitio web Science News la etóloga Martine Hausberger, de la Universidad de Rennes, en Francia. Según ella, los caballos adultos que viven en la naturaleza raramente juegan y este comportamiento es más frecuente entre que viven en cautiverio. “Podría ser que cuando juegan estén contentos, pero los caballos que se sienten bien no necesitan hacer eso para liberarse del estrés”.
Puede ser difícil interpretar las emociones de los animales, pero sobran evidencias de que tienen una vida mental y emocional compleja. Investigadores del Research Institute for Farm Animal Biology (FBN), de Alemania, recientemente han demostrado que los cerdos muestran señales de empatía. En un experimento, colocaron lechones en un recinto en cuyo centro hay una gran caja vacía con una puerta y una ventana. En un momento dado, la puerta de la caja se cierra y los cerdos que están en su interior quedan encerrados, como si hubiesen caído en una trampa. El 85 % de las veces, los animales descubrían cómo abrir la caja y liberar a sus compañeros atrapados en 20 minutos. Cuando no había ninguno dentro, también conseguían abrir la caja, pero la frecuencia era mucho menor que cuando había algún congénere dentro. “Creemos que este comportamiento de ayuda se basa en cierta comprensión de las necesidades del otro”, dijo a la revista Science la etóloga Liza Moscovice, del FBN. “Este es un componente crítico de la empatía”.
El FBN es uno de los pocos centros de referencia en investigaciones sobre la cognición de los animales de granja, tales como cerdos, cabras y vacas. Otro estudio comparó el rendimiento de cabras y perros en un conjunto de pruebas cognitivas. Las cabras sometidas a un experimento conocido como “tarea imposible” son expuestas a un cuenco con comida al que no pueden acceder para alimentarse. Aunque no tienen antecedentes de haber coevolucionado con los seres humanos, las cabras se comportaban del mismo modo que los perros: se arremolinaban sobre el hombre que estaba presente en el lugar como pidiéndole ayuda.
“Si no entendemos cómo piensan estos animales, no podremos comprender qué necesitan ni diseñar mejores ambientes para ellos”, dijo a la revista Science el etólogo Jan Langbein, también del FBN. En otro experimento aún en curso, está evaluando la afinidad entre las vacas. Para ello se colocaron vacas de a pares en campo abierto y se observó las interacciones entre ellas: algunas intercambiaban cabezazos, otras tenían un comportamiento cooperativo. Ahora se está evaluando el nivel de estrés de las vacas “amigas” cuando se las separa tras un período de convivencia. Uno de los propósitos fue saber si valía la pena mantener juntos a los animales con afinidad en un espacio de confinamiento, con miras a mejorar su bienestar. “No son criaturas tontas. Tienen una rica vida emocional y personalidad”, dijo Langbein a la revista Science.
Las emociones son difíciles de escrutar, pero existen modos objetivos de saber cuándo los animales sienten dolor o malestar. “Este tipo de evaluación puede hacerse analizando su conducta y elaborando escalas de dolor”, explica Stelio Pacca Loureiro Luna, investigador de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de Botucatu de la Unesp, coordinador de un proyecto financiado por la FAPESP concluido el año pasado, en el que validó esta metodología para todas las especies domésticas y de producción, como gatos, ganado bovino y equinos. Las escalas, explica, se elaboran analizando cientos de horas de filmaciones de animales. Se registran imágenes previas a una cirugía e inmediatamente después, cuando el dolor posoperatorio alcanza su grado máximo. Se sigue grabando cuando al animal se le administran medicamentos analgésicos y 24 horas después, cuando sus efectos se disipan. “Analizamos estos videos y anotamos qué comportamientos cambiaban ‒por ejemplo, si movía la cola, se quedaba echado o cambiaba su expresión‒ y la duración y frecuencia con que esto acontecía”, relata Pacca Loureiro Luna.
El proyecto dio origen a una aplicación móvil para teléfonos inteligentes denominada VetPain, que fue lanzada el año pasado y está disponible para los sistemas operativos Android e IOS, y ayuda a los veterinarios y cuidadores a evaluar el grado de dolor que experimentan todos los animales domésticos. Hay que responder preguntas que evalúan signos característicos del dolor en conductas tales como la postura, el nivel de actividad y la reacción al contacto con la zona afectada. Cada respuesta corresponde a una puntuación en la escala de dolor y la aplicación indica si el animal necesita que se le suministre un analgésico (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 328). Según Pacca Loureiro Luna, se están desarrollando otros métodos, entre los que menciona a Qualitative Behaviour Assessment [Evaluación cualitativa del comportamiento], mediante el cual el comportamiento de los animales es interpretado por las personas que los observan, por ejemplo, sus cuidadores, y se lo expresa en palabras. Se realiza un análisis estadístico del uso de estas expresiones para determinar los patrones que identifican cada conducta. “Es un enfoque que aún deberá validarse”, dice Pacca Loureiro Luna.
Proyecto
Dolor y calidad de vida en animales (nº 17/12815-0); Modalidad Proyecto Temático; Investigador responsable Stelio Pacca Loureiro Luna (Unesp); Inversión R$ 835.253,16.
Artículos científicos
FEIGHLSTEIN M. et al. Automated recognition of pain in cats. Scientific Reports. jun. 2022.
BRONDANI, J. T. et al. Validation of the English version of the Unesp-Botucatu multidimensional composite pain scale for assessing postoperative pain in cats. BMC Veterinary Research. jul. 2013.