El debate sobre los límites éticos del reciclaje de textos, que es la reutilización de fragmentos de trabajos anteriores de un mismo autor en un manuscrito científico, está lejos de llegar a un consenso. Este recurso, fácilmente detectable mediante el empleo de programas informáticos que señalan la similitud textual, suele ser clasificado como “autoplagio”, una variante atenuada del plagio. Pero existen recursos para abordar esta práctica de una manera más flexible, incluso en circunstancias muy específicas. Un editorial publicado en marzo en la revista Nature Human Behavior abordó el reciclaje de textos a partir de una óptica tolerante, promoviendo que se haga, por ejemplo, en la presentación de metodologías idénticas a las que ya hayan sido descritas en experimentos anteriores del investigador.
Según la revista, lo importante es tratar cualquier reutilización de forma transparente, dejándole claro al lector que hay fragmentos que fueron copiados e incluyendo los artículos inspiradores en las referencias del nuevo trabajo. Sin embargo, excepto en la transcripción de la metodología, la reutilización es “mucho menos deseable o justificada”, según el editorial: “Los editores a veces nos encontramos con papers en los que partes considerables de la introducción, los resultados o las secciones de discusión fueron copiadas textualmente de publicaciones anteriores del mismo autor o autores. Los lectores y editores esperan originalidad en estas secciones”.
Aparte de las cuestiones éticas, es poco probable que un estudio que repite lo que ya fue escrito en otro sea algo sorprendente y, según la experiencia de los editores, es común que el fragmento replicado no haga ninguna diferencia y solamente funcione como una muleta. “Reutilizar fragmentos estandarizados fuera de la sección de métodos no es únicamente problemático, sino que también puede oscurecer el punto específico que se está intentando evidenciar en un artículo científico, y acabar por disminuir su claridad y su impacto. Si el autor siempre repite un mismo párrafo en todos sus trabajos, vale la pena considerar si ese párrafo realmente precisa estar presente en ellos”, sostienen los editores de la revista.
La idea de que existen formas apropiadas de reutilizar textos científicos no es nueva y ha sido explorada en los últimos años en el marco un proyecto de la Universidad de Duke, en Estados Unidos, con financiación de National Science Foundation (NSF), la principal agencia financiadora estadounidense para la ciencia básica. Los responsables de la iniciativa denominada Proyecto de Investigación sobre Reciclaje de Textos, publicaron un estudio en 2023 en la revista Bioscience en el cual enumeran los frecuentes errores cometidos en la discusión sobre la reutilización de textos. Según ellos, no está correcto afirmar que el recurso es obligatoriamente antiético, ya que varias revistas aceptan manuscritos con fragmentos que fueron reciclados, específicamente cuando la reutilización se limita a unas pocas frases o secciones meramente descriptivas y cuando los autores no ocultan que el fragmento fue copiado de trabajos anteriores.
Asimismo, consideran incorrecto utilizar el término “autoplagio”. “El reciclaje de texto no se apropia de la propiedad intelectual de terceros ni los priva del crédito por su trabajo”, informa el paper. “El plagio nunca es ético”. También consideran que la práctica no es inusual: los investigadores suelen recuperar extractos escritos para pósteres o anales de conferencias sobre sus experimentos cuando escriben artículos referentes a sus resultados.
“El mayor desafío en torno al reciclaje de textos es probablemente la falta de normas claras y consistentes”, afirmó Cary Moskovitz, docente del Programa de Escritura Científica de la Universidad de Duke y coordinador del proyecto, en un seminario patrocinado por el Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Ambiental de Estados Unidos. El investigador señaló que las prácticas aceptadas varían según las áreas de conocimiento. En un estudio publicado por su grupo en 2020 en la revista Learned Publishing, fueron entrevistados 21 editores de revistas de diferentes disciplinas y solamente tres afirmaron que no toleraban ningún tipo de reutilización. Los demás 18 dijeron que, dependiendo del contexto y del número de extractos reutilizados, no era un problema.
En un intento por establecer reglas, el proyecto publicó una guía de buenas prácticas sobre el reciclaje de textos científicos. El documento recomienda incluso la reproducción de extractos ya publicados por el propio autor en secciones de un artículo donde “la coherencia del lenguaje resulte necesaria para una comunicación precisa” como, por ejemplo, la descripción de métodos e instrumentos. Cuando los fragmentos copiados son muy extensos, es necesario evaluar si esto no viola las reglas de la revista en la que se publicará el nuevo paper y consultar al editor. Si el investigador había compartido sus derechos de autor de los artículos anteriores con las revistas que los publicó, es imprescindible solicitarles autorización a estas revistas. Otra recomendación es adjuntar a la obra un comunicado notificando a los lectores que hay material reciclado. Una vez que se cumplan estos requisitos, afirma Moskovitz, la reproducción podrá realizarse de forma ética y segura. “La ciencia de calidad se materializa cuando los investigadores, lenta y metódicamente, se basan no solamente en los estudios de otras personas sino también en sus propios trabajos previos. Si les decimos a los autores que no reutilicen sus propios textos porque hay algo inherentemente poco confiable o engañoso en tal procedimiento, esa actitud le causará futuros problemas a la ciencia”, afirmó.
Las directrices del proyecto vienen siendo utilizadas por editores de revistas – el propio editorial de Nature Human Behaviour las menciona –, pero es poco probable que calmen los ánimos de la comunidad científica. “Se entiende ampliamente que cada manuscrito publicado incluirá nuevos conocimientos y resultados que avanzan en nuestra comprensión del mundo. Cuando su manuscrito contiene información reciclada, contradice la suposición tácita de que está presentando hallazgos completamente nuevos”, escribieron los biólogos estadounidenses Ben Mudrak y Kimberly Yasutis, en su artículo de opinión intitulado “Autoplagio: cómo definirlo y por qué debe evitarse”. El texto fue publicado en la página web de la empresa estadounidense con la que ambos colaboran, American Journal Experts (AJE), vinculada al grupo Springer Nature, que colabora con los autores que no tienen al inglés como lengua materna en la edición, traducción y revisión de artículos. Mudrak y Yasutis sugieren un truco sencillo para evitar la tentación de reutilizar textos: al escribir un nuevo artículo conviene abrir un archivo diferente en lugar de empezar con un borrador de algo que ya fue publicado.
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