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INTINERARIOS DE INVESTIGACIÓN

El encuentro con los dialectos árabes

Felipe Benjamin Francisco y los retos de la comprensión lingüística

Francisco en el atrio del museo Dar El Bacha, en Marrakech, después de realizar una investigación de campo en Esauira, también en Marruecos

Archivo personal

Mi periplo académico comenzó en el área de la traducción a través de un vínculo que establecí con la literatura árabe. Pero eso cambió cuando descubrí la existencia de un campo de investigación muy poco explorado en Brasil: la dialectología árabe, el estudio científico de las decenas de dialectos árabes en el norte de África y en Oriente Medio. Un intercambio que realicé en el Centro de Estudios Árabes Qalam wa Lawh, en Marruecos, durante mi maestría iniciada en 2010, contribuyó decisivamente a esta elección. Quedé fascinado con la variabilidad marroquí y, a partir de 2015, en mi doctorado, opté por otro camino de investigación. En mi tesis, centrada en los estudios de los dialectos árabes, llevé a cabo un estudio documental y la descripción lingüística de una variante del árabe marroquí hablado en la ciudad de Esauira, situada en el sur del país, una región ocupada por la Corona portuguesa entre los siglos XVI y XVIII. Es en los vestigios de este vínculo luso-marroquí en los que profundizo en mi pasantía posdoctoral.

Actualmente trabajo en la Universidad Libre de Berlín, en la capital alemana. Además de publicar trabajos científicos, coordino junto a Safa Jubran el grupo Tarjama – Escuela de Traductores de la Literatura Árabe Moderna. Jubran es docente del Departamento de Letras Orientales de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP).

Cuando en 2006 comencé mis estudios de grado en la USP, no tenía muy en claro de qué se trataba la carrera académica. Después del primer año, cuando elegí especializarme en árabe, comprendí que estaba la posibilidad de transformarme en investigador. Al introducirme en el universo científico, Jubran desempeñó un rol fundamental en mi formación. Debido a la inseguridad profesional, al mismo tiempo cursé dos años de la carrera de relaciones internacionales. Suponía que la trama del curso podría acercarme al “mundo árabe”, pero al iniciar mi investigación al respecto de los poemas del sirio Nizar Qabbani [1923-1998], decidí dedicarme exclusivamente a la carrera de las letras. En este proyecto, realicé una traducción inédita y comentada de un conjunto de poemas. En el máster, insistí en mis estudios traductológicos, pero mi objeto de estudio cambió. Me decanté por la prosa de Rachid Al-Daif, un autor libanés hasta entonces inédito en Brasil.

Crecí en la zona norte de São Paulo, donde hay una gran comunidad sirio-libanesa. Tras haber cursado cuatro años de carrera y habiendo pasado cinco meses en Marruecos, aprendí a hablar la lengua materna de mis vecinos, una habilidad que muchos de mis amigos, hijos de árabes, nunca desarrollaron. En el posgrado, fui perfeccionando mi dominio de la lengua, familiarizándome con los múltiples dialectos, no solo los del Magreb, sino también los de Levante, una región que abarca lo que actualmente es el Líbano, Siria, Palestina y Jordania. Esto fue posible gracias al contacto diario, en la ciudad de São Paulo, con hablantes nativos –en su mayoría sirios– durante mi trabajo como intérprete comunitario con inmigrantes en calidad de refugiados.

Para los hablantes de la lengua árabe, su identidad como árabes está directamente vinculada con su idioma. Los árabes entienden que si uno habla árabe es porque tiene algún origen árabe. En el ámbito académico, los extranjeros que hablan árabe son vistos con menos asombro, ya que existe una larga tradición de orientalistas y arabistas, especialmente europeos y norteamericanos. En los últimos años, nosotros, los brasileños, hemos empezado a entrar en este campo. Como resultado de ellos, ahora también tenemos publicaciones académicas en árabe. Incluso hay un volumen creciente de traducciones de fuentes árabes al portugués.

Archivo personalTramo de una carta del siglo XVIII. En ella, un gobernante de Trípoli le ofrece protección a los barcos europeos que atraquen en la costa de lo que hoy en día es LibiaArchivo personal

La mayor dificultad para adquirir el dominio de la lengua fue desarrollar la competencia sociolingüística para comunicarme y comprender dos lenguas en paralelo: el árabe literario –que se ha mantenido estable a lo largo del tiempo– y los dialectos, que presentan una variación enorme. En la lengua hablada y escrita, el árabe estándar y los dialectos coexisten, de manera tal que si conocemos solamente una de las variantes no entenderemos plenamente el mensaje de nuestro interlocutor. Para darse una idea de lo que esto significa, empecé a estudiar árabe en 2006 y recién pude concluir la traducción de mi primer libro E quem é Meryl Streep? [¿Y quién es Meryl Streep?], de Al-Daif, en 2021.

Frente a la complejidad lingüística, he ampliado mi mirada hacia las diferencias geográficas, sociales, culturales y religiosas que existen entre los hablantes del idioma. El doctorado lo encaré como un gran desafío. El último trabajo sobre el dialecto de la región costera del sur de Marruecos lo había llevado a cabo un orientalista suizo y profesor de lenguas semíticas en el siglo XIX, basándose en la identificación de un único hablante. Como resultado de este esfuerzo, en 2015 me convertí en el primer miembro latinoamericano de la Asociación Internacional de Dialectología Árabe (Aida), que agrupa a los principales arabistas y dialectólogos del mundo. En Brasil, soy el único investigador que se dedica a la dialectología árabe.

Las investigaciones en dialectología árabe tradicionalmente se han realizado en instituciones europeas. En el contexto árabe se valora más al árabe literario en su registro escrito, por tratarse de una “lengua de la cultura”, en la cual, desde hace 13 siglos, se han producido textos de literatura, filosofía, astronomía, matemática, alquimia y muchas otras áreas del conocimiento. Al dominar el árabe escrito, puede leerse desde una noticia de actualidad hasta obras del siglo XII. Por esta razón, en los estudios académicos prevalecen las fuentes escritas en árabe estándar en lugar del árabe dialectal. Los dialectos suelen ser estigmatizados.

Para sistematizar la información recabada durante mis investigaciones, tuve que recurrir a diferentes métodos. Durante mi carrera, la mayor parte del tiempo lo pasaba en la biblioteca, para tener acceso a los diccionarios impresos. Con el aumento de la oferta de diccionarios digitalizados, en el máster desarrollé parte de la investigación en mi casa. La dinámica con mi directora también fue modificándose a lo largo de los años. En la iniciación a la investigación científica, el seguimiento era muy cercano, con reuniones frecuentes para traducir los poemas juntos. En la maestría, el diálogo pasó a tener lugar después de mis traducciones. Siguiendo con mi rutina de trabajo, en el doctorado, al “apartarme” de la traductología, empecé a utilizar un grabador y un cuadernillo para anotar insights y vocablos que me gustaría investigar.

Con el tiempo, fui elaborando un inventario de formas lingüísticas del árabe dialectal, que me ha sido de ayuda para escribir. Para cada categoría gramatical que merezca un estudio más profundo, recopilo apuntes de distintos dialectólogos. Ahora dispongo de una colección de variantes árabes que van desde los fenómenos fonológicos hasta listas de pronombres, partículas y, especialmente, vocablos. Todo ello en print screens o fotos de extractos de libros que he consultado, ordenados bajo el formato de un repositorio digital de datos lingüísticos del árabe dialectal marroquí.

Al estudiar formas dialectales arcaicas en manuscritos de principios del siglo XVI, recurrí a la práctica de traducir la correspondencia que intercambiaban portugueses y marroquíes. Tras un largo proceso para descifrar y fijar estos documentos históricos, es decir, transcribirlos en árabe en su forma tipográfica, el mayor reto consiste en traducir palabras y expresiones que están relacionadas con un universo oral de hace cinco siglos. Por eso, a menudo me apropio de las contribuciones de los hablantes nativos de la lengua árabe. Estos informantes ocasionales me ayudan proporcionándome datos lingüísticos que no han sido registrados en los manuales. Es un buen legado de las relaciones de cooperación académica que he construido durante mis andanzas, tanto en persona como virtuales, dentro y fuera de Brasil.

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