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Buenas prácticas

El fantasma del amiguismo

Una investigación apunta indicios de colusión en la evaluación de artículos científicos para favorecer a miembros de los consejos editoriales de revistas

Hewerdine / London Express / Getty Images

Científicos de Francia, el Reino Unido, Italia e Canadá publicaron un estudio en la revista PLOS Biology que aporta evidencias del armado de una trama para la selección de artículos científicos que podría configurar colusión y mala conducta: el favoritismo a la hora de elegir los trabajos que serán publicados de autores vinculados al consejo editorial de las revistas. El grupo de investigadores analizó los manuscritos de 5.468 revistas del área de la biomedicina divulgados entre 2015 y 2019. Con base en los resultados de ese trabajo se elaboraron dos indicadores. Uno de ellos hizo un recuento entre esos títulos de la presencia de autores altamente prolíficos, aquellos que producen una cantidad de artículos muy superior al promedio de sus pares. El otro indicador midió cuán desigual es la distribución de los autores de los papers en las revistas.

El objetivo del cómputo de ambos índices consistía en verificar si existía una concentración de trabajos de algunos investigadores en revistas específicas. En la mitad de ellas, el autor más prolífico había publicado, como máximo, el 3 % del total de los artículos. Pero en un grupo fuera de esa curva, compuesto por más de 200 revistas, un solo investigador era responsable de entre el 11 % y el 40 % de todos los papers publicados. Entre estas últimas publicaciones, había algunas con un factor de impacto razonable, tales como Journal of Enzyme Inhibition and Medicinal Chemistry, de la editorial Taylor & Francis, Current Problems in Surgery, de la editorial Elsevier, y Journal of the American Dental Association.

El paso siguiente fue estudiar detenidamente una muestra de 100 revistas seleccionadas aleatoriamente entre aquellas que se habían destacado en uno de los indicadores o en ambos. Entonces pudo constatarse que en el 61 % de los casos, el autor más prolífico formaba parte del consejo editorial de la revista. También se analizó la fecha de remisión y de publicación de los artículos. En aproximadamente la mitad de las revistas de esta muestra, el tiempo para analizar y aceptar las obras de los autores más productivos arrojó un promedio de 85 días, en comparación con  una media de 107 días para los artículos de otros investigadores. El artículo publicado en la revista PLOS Biology, firmado por tres investigadores de la Universidad de Rennes (Francia), y por colegas de las universidades de Ottawa (Canadá), Pavía (Italia), y Oxford (Reino Unido), califica a esas revistas como “publicaciones de autopromoción” y plantea la hipótesis de que se han convertido en “un nuevo tipo de entidad editorial ilegítima con ciertas características, entre ellas, un alto porcentaje de artículos publicados por el mismo grupo de autores, relaciones entre los editores y estos autores y publicación de investigaciones de escasa calidad”.

No existe un impedimento para que los miembros de los consejos editoriales publiquen en las revistas que ellos mismos coordinan, siempre y cuando esto haya quedado claro en la declaración del conflicto de intereses y se garantice que no interfiera en el proceso de revisión por pares. “Con todo, estimamos que una proporción excesiva de artículos publicados por un mismo autor podría ayudar a identificar revistas sospechosas de incurrir en prácticas editoriales dudosas”, dijo una de las autoras del estudio, la farmacóloga francesa Clara Locher, de la Universidad de Rennes, en el sitio web de información médica Medscape.

“Si ya es raro que alguien publique más de dos o tres artículos por año en una misma revista, imagínense que un investigador sea el autor de más del 10 % de la producción de esa publicación. Es algo sumamente inusual”, añade Dorothy Bishop, profesora de neuropsicología del desarrollo en la Universidad de Oxford y coautora del estudio. “No puede afirmarse categóricamente que en todos los casos exista un mal comportamiento, porque puede que haya alguna explicación para ello, pero lo que preocupa es la presencia de algún editor deshonesto”, explicó Bishop, en declaraciones a la revista Time Higher Education (THE).

En 2015, Bishop se topó por primera vez con ese problema al evaluar la producción científica sobre el autismo, una de sus áreas de interés. En una serie de entradas en su blog, ella reveló que el psicólogo estadounidense Johnny Lee Matson, de la Universidad Estatal de Luisiana (EE. UU.), era el responsable del 10 % de los artículos publicados en la revista Research in Development Disabilities (RDD), de la cual era el editor en jefe. También descubrió que Matson recibía un trato de camaradería en otras dos revistas en las que había publicado una gran cantidad de artículos científicos: Developmental Neurorehabilitation (DN) y Journal of Developmental and Physical Disabilities (JDPD). En el caso de la primera, existía información sobre las fechas de presentación y aceptación de los artículos, y el intervalo de tiempo para los 34 artículos propuestos por Matson entre 2010 y 2014 era solamente de un día, lo que sugiere la inexistencia de una revisión por pares rigurosa.

Bishop se dedicó a investigar a esas dos revistas y descubrió que sus editores también recibían un trato diferencial en las revistas de las cuales el investigador de la Universidad de Luisiana era editor: además de RDD, Matson también coordinaba la publicación Research in Autism Spectrum Disorders. En 2014, un estudio de la empresa Thomson Reuters incluyó a Matson en una lista de las “mentes científicas más influyentes del mundo” dado el volumen de su producción. Autor de más de 800 artículos y 46 libros, su índice H era de 67, lo que significa que 67 de sus papers obtuvieron al menos 67 citas cada uno.

El ejemplo que alentó a los investigadores a realizar el estudio es más reciente y resonante. Se trata del caso del médico francés Didier Raoult, de la Universidad de Aix-Marsella (Francia), autor de un controvertido artículo sobre la utilidad de la hidroxicloroquina, un fármaco que se utiliza contra el paludismo, y de la azitromicina, un antibiótico empleado para el tratamiento de la infección por covid-19, publicado en la revista International Journal of Antimicrobial Agents. La polémica generada en torno al artículo, que habría sido aceptado para su publicación en un tiempo récord y del cual se sospecha que incurrió en manipulación de datos, llevó a que la producción del francés fuera minuciosamente escudriñada. Así pudo constatarse que Raoult, además de desempeñarse como editor en jefe de la revista New Microbes and New Infections (NMNI), de la editorial Elsevier, también era su autor más prolífico: su nombre figura en el 32 % de los 726 artículos publicados por la revista. La epidemióloga Patricia Schlagenhauf, de la Universidad de Zúrich (Suiza), quien asumió recientemente el cargo de editora en jefe de la NMNI, le confirmó a THE que “pretende contar con una gama más amplia de miembros en el consejo, el cual será más global y diversificado”. Pero salió en defensa de su antecesor: “Raoult y su equipo son muy activos en el campo de investigaciones de interés de la revista. Han producido artículos buenos y, en ocasiones, polémicos. La revista NMNI probablemente ha tenido mucha suerte al recibir algunos de esos artículos para publicarlos”.

En opinión de Ludo Waltman, experto en bibliometría de la Universidad de Leiden (Países Bajos), los indicios de favoritismo demuestran la necesidad de ampliar la transparencia en los procesos editoriales de las revistas científicas. La mejor manera de evitar el problema, según declaró a la revista Science, sería hacer públicos los comentarios realizados por los revisores de cada artículo, permitiendo que los lectores puedan juzgar si el manuscrito fue evaluado correctamente.

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